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El último partido por Fullbuster

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El pequeño vaso de chupito chocó contra la barra de madera con fuerza mientras el chico de cabello plateado pedía que lo llenasen nuevamente. El camarero no tardó en traer nuevamente la botella y servir de nuevo. El líquido del vaso, no tardó ni medio segundo en desaparecer de nuevo, pero cuando el camarero fue a llenarla de nuevo, un hombre apareció al lado del chico invitándole esta vez él al siguiente trago. Hidan sonrió, no era nada difícil ligar en la ciudad, mucho más fácil y rápido que en aquel pueblo donde todos se conocían.


A la media hora de haber estado hablando con aquel hombre, prácticamente tenía claro que sería una noche entretenida. Hacía mucho que no disfrutaba de una noche de sexo y le apetecía, allí nadie le conocía así que tampoco habría rumores, lo que no esperó, es que justo cuando salía del bar con aquel hombre y le estaba metiendo la lengua hasta la garganta, alguien le separase de él con un notable enfado en su mirada.


- ¿Qué haces Hidan? – escuchó a Kakuzu tras él.


- ¿No lo ves? – Preguntó medio borracho – pasar un buen rato.


- Lárgate – amenazó Kakuzu al otro hombre, que al verle de tan mal humor, se excusó saliendo de allí con rapidez.


- Pero… ¿Qué haces? No te metas en mi vida, puedo acostarme con quien quiera.


- No voy a dejar que te largues con el primero al que pilles.


- ¿No me digas que tienes celos porque no pasó nada entre nosotros aquel día? Sólo estaba necesitado y tú estabas disponible, no hay nada entre nosotros dos Kakuzu, no confundas las cosas.


- ¿Y si lo estoy? – preguntó Kakuzu - ¿Y si sólo te quiero para mí en exclusivo?


- No seas cínico, no eres de los que se conforman con un chico, nos conocemos.


- Quizá era así hasta que te conocí.


- Eres un mujeriego empedernido, te acuestas con todo lo que tenga un orificio para meterla, no eres de los hombres que desean algo en exclusivo y sinceramente… no estoy dispuesto a entrar en tus juegos.


- Quiero exclusividad contigo. Me he enamorado de ti y de tu carácter altanero, eres un capullo pero un capullo con clase que me atrae – le dijo con una sonrisa, algo que le hizo sonreír a Hidan.


- Por favor Kakuzu… tú vienes de una familia de alta cuna y yo… yo no tengo donde caerme muerto. La gente como tú, no se mezcla con la gente como yo.


- Los tiempos han cambiado.


- No, eso es lo que se dice pero en realidad nada ha cambiado, los pobres nos casamos entre nosotros y vosotros… con los vuestros. No nos mezclamos, así que conmigo sólo tendrías un revolcón de una noche.


- Si quieres un revolcón de una noche estoy dispuesto a ello, pero también me gustaría salir enserio contigo.


- Tus padres no me aceptarán.


- Me da igual ellos, te quiero a ti.


- No digas tonterías Kakuzu. No sabrías vivir sin dinero ni sin las comodidades que te da la familia y yo no puedo dártelas.


- Esas comodidades como las llamas, no las necesito.


- No las necesitas ahora que las tienes, pero en cuanto veas lo que es vivir sin ellas querrás volver al cobijo de las faldas de tus padres. No estamos hechos el uno para el otro, somos de mundos muy diferentes.


Kakuzu sonrió al ver lo terco que era ese chico, no podría convencerle de ninguna de las maneras, al menos no con palabras, así que decidió pasar a los hechos. Si le demostraba que de verdad podía y quería estar con él renunciando hasta al dinero de su familia, quizá acabase convenciéndole de que hablaba enserio. Aun así, no mentía con el asunto, era duro renunciar al dinero de la familia, eso no podía negarlo tampoco y más para él, al que siempre le había importado demasiado todo lo material.


En aquel instante, para Hidan no era muy convincente la sonrisa que el chico frente a él estaba colocando, pero eso le dio igual a Kakuzu, quién se lanzó a besarle sin pensarlo ni dudarlo. Demostraría a ese chico que le quería y que podía hacer cualquier cosa por él.


Para la sorpresa de Kakuzu, su compañero no hizo el amago de apartarse, no se retiró y para más ínfulas, prácticamente fue él quien no sólo continuó el beso, sino que marcó el ritmo de él profundizando con la lengua, buscando la ajena tratando de retomar lo que ya una vez dejaron a medias. Kakuzu sintió su espalda chocar contra la pared de ladrillos de su espalda, pero no se quejó y mucho menos dijo algo al sentir las manos del chico colarse bajo su camiseta.


Hidan podía ser muchas cosas, un chico de pueblo, pobre, un pescadero de manos ásperas pero también era un chico necesitado de cariño y atención, lo notaba por su forma de actuar, por la forma en que se comportaba. Seguramente su padre había fallecido cuando él era joven y había madurado demasiado rápido para su edad. Se había echado la casa a la espalda, trabajaba y mantenía la familia, su infancia tenía que haber sido dura y eso, había forjado ese fuerte carácter que tanto le gustaba y le atraía a él. Estaba enamorado de Hidan.


Nadie habría dicho jamás que alguien como Kakuzu, que contaba el dinero y prácticamente se bañaba en él, sería capaz de renunciar a todo lo que deseaba por un chico, por enamorarse de alguien. Juró y perjuró que jamás se enamoraría y ahí estaba, besando a ese chico y tratando de convencerle que él quería algo serio, que hablaba enserio.


- ¿Qué te ocurre? – preguntó Hidan al notar que Kakuzu se había quedado muy tenso durante unos segundos.


- Nada – comentó al final.


- Es algo. ¿Qué es? ¿Te has arrepentido?


- No, no es eso. De ti no me arrepentiría jamás, es sólo que…


- ¿Qué?


- El sitio. ¿De verdad quieres hacerlo aquí? ¿En la calle?


- ¿Tienes vergüenza? – preguntó Hidan con una gran sonrisa juguetona.


- No, vergüenza no le tengo a nada pero… no quiero hacerlo aquí como si fueras cualquier chico, quiero hacer las cosas bien.


- Si te me vas a poner sentimental… entonces será mejor que vayamos a mi hotel.


- Creo que es lo mejor.


Los dos chicos sonrieron unos segundos. Estaba claro que por mucho que Hidan tratase de poner cierta distancia entre ambos y aclararle que sólo buscaba sexo, no era suficiente todos sus esfuerzos, ese chico le atraía más de lo que había supuesto en un principio y al final… acababa accediendo a sus peticiones, sucumbía a sus encantos y sabía cómo acabaría todo ello… en un gran desastre cuando los padres del chico se enterasen que su millonario hijo… estaba con un pobretón.


- De acuerdo – acabó aceptando Hidan – vayamos a mi hotel, no queda lejos de aquí.


El silencio reinó durante el trayecto, al igual que las miradas huidizas y las sonrisas juguetonas. Ambos deseándose y al mismo tiempo, creyendo que sería un error, pero un error del que ninguno quería arrepentirse. Era su mayor deseo… estar juntos pese a las complicaciones que eso conllevaría.


En el ascensor todavía reinó el silencio, al menos hasta que llegaron al pasillo de la habitación de Hidan, fue entonces, cuando Kakuzu volvió a atrapar sus labios sin esperar a que él le diera permiso. Tampoco lo necesitó, porque Hidan continuó aquel lujurioso beso intensificándolo una vez más mientras buscaba las llaves de la habitación en el bolsillo de su pantalón.  Al final fue Kakuzu quien metió sus ágiles dedos en el bolsillo sacando las llaves del pantalón de Hidan. Abrió la puerta y le empujó hacia dentro cerrando la puerta tras él.


Entre risas y apasionados besos, cayeron sobre el mullido colchón. Hidan fue el primero en pasar sus manos bajo la ropa de Kakuzu, desvistiéndole con prisa y nerviosismo. Ninguno quería perder más tiempo y menos el pobre Kakuzu que ya se había quedado una vez con las ganas de estar con ese chico.


- No saldrás corriendo de nuevo, ¿No?


- No, idiota. Esta vez no voy a irme a ningún lado – sonrió Hidan – pero sí creo que eres tú el que te irás rápido.


- ¿Dónde iría?


- A tu casa, con tu familia y con tu dinero.


- Ya te lo he dicho, no tengo intención de dejarte. Te quiero a ti y pasaré la noche contigo. Eso si es que me invitas a desayunar. – sonrió Kakuzu besando una vez más a Hidan.


- De acuerdo, te invitaré a desayunar, pero sólo esta vez.


Kakuzu volvió a besarle, colocándose encima del chico y acariciando con sus manos el cabello de su compañero. Hidan sin embargo, centró su atención en deshacerse del pantalón de Kakuzu, era su máxima prioridad. Durante todo el proceso, Kakuzu tuvo que ayudarle para conseguir desprender todas y cada una de las ropas que llevaban.


La ropa cayó al suelo en el momento en que los dedos de Kakuzu se introducían en la boca del chico, humedeciéndolos con toda intención de llevarlos a la intimidad de Hidan y dilatar su entrada. Durante todos aquellos intensos minutos, no separó sus labios de los de Hidan pese a sentir sus suspiros, aquellos leves gemidos que se negaba a dejar escapar y que Kakuzu deseaba escuchar dejando escapar los suyos mientras las manos de Hidan se centraban en su intimidad.


Con la excitación que ambos llevaban y por la forma en que Hidan movía su cintura buscando mayor contacto con su acompañante, rozando su miembro contra el de Kakuzu dándose a sí mismo placer y dándoselo también a él. Kakuzu se posicionó mejor y entró con suavidad en su amante.


Los brazos de Hidan pasaron tras la nuca de Kakuzu agarrándose a él con fuerza mientras sentía como el peso de su cuerpo caía sobre el suyo, empezando a notar aquel placer que le provocaban los movimientos del hombre sobre él cada vez que entraba y salía de él tomando impulso. Los gemidos y los jadeos llenaron la solitaria y oscura habitación, llevándoles hasta el máximo placer.


Tal y como Kakuzu le prometió, no se movió de su lado cuando terminó, sino que entrelazó sus dedos con los de Hidan y sonrió colocándose a su lado, saliendo de ese chico al que estaba amando a cada segundo más. No quería moverse de aquella habitación y no lo haría pese a las consecuencias que podía provocar esa relación. Seguramente su familia no lo entendería, pero le daba igual, porque había tomado una decisión, la más importante de su vida, estar con Hidan y permanecer a su lado en las buenas y en las malas.


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