Pesadilla de medianoche – Parte 2
Desde la ventana de su departamento podía observar la hilera de luces que estaban a sus pies, él estaba en lo alto y todas aquellas personas abajo caminaban solo por orden suya, al menos eso es lo que pensaba Dio mientras sostenía una pequeña copa con ron, sentado sobre su acolchonado sillón posicionado frente al ventanal.
-Hoy día regresaban…- susurró mientras agitaba delicadamente la copa.
Jonathan antes de irse le había dicho que cuando volviera le llamaría, él lo había prometido pues Dio como el hermano preocupado que era quería siempre estar seguro de su hermanito, aun así en su celular se había mantenido mudo durante todo el día, y él como idiota se había sentado sobre su sillón con el aparato entre sus manos esperando, esperando mientras contaba los segundos que pasaban escuchando de fondo el tic tac de su reloj. Era de noche y aun esperaba con paciencia, él iba llamar, el rubio estaba completamente seguro de ello, su hermanito no le mentiría, nunca lo ha hecho y algo dentro de Dio decía que nunca lo haría, el menor siempre ha confiado en él ciegamente, siempre creyéndole aun si Dio le estuviera mintiendo, ¿entonces por qué? ¿Por qué su celular aún no sonaba?, Dio se levantó de golpe dando pasos inquietos alrededor del sillón, ¿Es que acaso le había sucedido algo? ¿Acaso habrán tenido un accidente? No, debía calmarse, pensar racionalmente, y se volvió a sentar.
Quizás simplemente los dos tortolos decidieron quedarse una noche más, y quizás Jonathan habrá querido avisarle pero la excusa de mujer que tiene seguramente lo detuvo y lo engaño con un efusivo beso atrayéndolo hacia ella, enredando sus brazos alrededor de él, y quizás comenzarían a retroceder en sus pasos hasta caer sobre su cama, compañera que habrá tenido que aguantar los gritos chillones de la rubia al abrirse ante el hombre, Dio tembló al imaginarse aquel sonido irrumpiendo en sus oídos. Quizás aquel beso desencadeno una ronda aún más apasionada donde sus lenguas se buscaban entre ellas, y quizás el más grande comenzaría a pasear sus fuertes y pesadas manos sobre la chica, pero sería gentil, la trataría con sumo cuidado recorriendo cada rincón de su cuerpo, Dio deseaba sentir aquel toque sobre él, ya lo podía imaginar, su hermano abriría sus piernas y las acariciarías mientras repartiría pequeños besos a la vez que diría palabras diciendo lo hermoso que es su piel, o quizás Dio mismo repartiría besos sobre el pecho de Jonathan mientras lo penetra y siente como esas mano buscan algo en que sostenerse encontrándose con su espalda, entonces esas uñas desgarrarían levemente su propia piel, dolería un poco, pero lo disfrutaría como los mil demonios, querría que Jonathan enterrara aún más profundo sus uñas sobre su carne, querría sentir la sangre bajando sobre su espalda, querría sentir que Jonathan lo marcaba de alguna forma así como él lo marcaria sobre su cuello, pecho y básicamente el resto de su cuerpo.
Dio casi podía sentirlo, él le abriría aún más sus piernas para poder ir más profundo mientras marcaria esos hombros con profundas mordidas, hundiendo sus dientes hasta el punto de casi querer arrancar aquella carne, quería hacerlo suyo, quería sentirlo suyo, quería que fuera parte de si mismo como que Dio quería formar parte de él. Pero no, Jonathan no era suyo, porque quizás en ese instante estaba repartiendo besos sobre las piernas de Erina y no sobre las de Dio, quizás le estaba diciendo lo hermosa que era sobre su oído y no sobre la del rubio, quizás ahora estaba en la cama con ella y no con él.
Entonces su celular comenzó a brillar y el sonido corriente que traía cualquiera de aquellos aparatos inundo toda la habitación.
-¿Jonathan?
-Dio, perdón si te preocupé por no llamarte en toda la tarde, la cosa es que el avión se retrasó como dos horas y nos mantuvieron ahí esperando, y mi celular estaba sin carga así que no pude contactarte hasta llegar acá.
-¿Ya estás en tu casa?
-Sí- casi podía sentir como Jonathan sonreía del otro lado al responder de forma tan entusiasta, aunque eso no le sorprendería, él siempre sonreía.
-¿Y llegaron bien?
-Algo cansado pero sí, Erina se fue al instante a tirarse sobre la cama, me parece que ya se quedó dormida.
-Pues me alegro.
-Bueno solo te llamaba para avisarte, ahora me voy a ordenar la ropa y luego me acostaré.
-Buenas noches.
-Buenas noches Dio- antes de que le cortaran habló de forma rápida.
-Te quiero- lo dijo con suavidad acariciando cada palabra como si eso les diera un toque especial, después de todo eran palabras dichas para su querido hermano.
-Yo igual te quiero- y sonrió.
La llamada acabó junto con todas sus preocupaciones, obviamente Jonathan llamaría, y aun si hubiera decidido quedarse una noche más con Erina, este nunca hubiera sucumbido por los encantos de aquella puta, se hubiera resistido y hubiera llamado a Dio porque le quería, le amaba, y ningún ser en la tierra cambiaría eso, su hermanito no era alguien que sucumbiría ante el deseo, caso contrario a Dio, que ya sabía muy adentro que esa emoción fogosa lo terminaría de consumir dentro de poco, y ya sus palabras vagas de amor que se pueden confundir con amor fraterno tomarían el verdadero significado que le daba, el rubio sabía que no aguantaría mucho, pero tampoco es como si se resistiera a lo inevitable, más bien quería sucumbir ya, quería ser dueño de sus deseos y poder hacer realidad todas las fantasías que tenía con su hermano, entonces Dio tomo un sorbo de su copa.
Continuara…