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Romantic Hero por Room 13943

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Notas del capitulo:

Segundo capítulo ya jajsjwiwvaoqphe<3

¡Casi dos mil! ¡Casi dos mil palabraaaaaas! No dirán que no los conciento, eh, mis sweeties♥ 

Hoy vamos a aprender muxixisisimo de Kai :v De éste Kai.

Lloyd Montgomery Garmadon se hallaba ceñudo mientras jugaba con un libro que tenía frente él, encima de la mesa. Lo abría y lo cerraba. Tomaba un extremo y pasaba la hojas rápidamente con su pulgar, una y otra vez.

Al final, echó un suspiro al aire.

—Es inútil— susurró para sí, mirando por la ventana de la habitación—. Creo que tenía razón, no le presto mucha atención a los pequeños detalles...

¿Será...?, pensó. No, para nada, es absurdo.

Rascó su nuca de forma nerviosa. Se puso de pie y caminó a paso rápido hasta el baño, se daría una ducha y luego se cambiaría para ir al colegio. Aunque la verdad era que ese día quería faltar, como era normal en él, pero una fuerza invisible lo hacía querer ir.

Una vez hecho todo, bajó hasta la cocina donde su madre preparaba el desayuno. Cuando la mujer se percató de la presencia de su hijo, giró su cabeza y sonrió.

—Hola, amor. Pensé que hoy no irías a la escuela. —Con su mano izquierda, le indicó al rubio que tomara asiento en la mesa. — ¿Qué te hizo cambiar de opinión?

—No sé —suspiró —. Simplemente tengo ganas de ir, ¿es raro?

—Para nada. ¡Eso me alegra!— Puso un plato con un trozo de pay de queso en la mesa. —Ahora come.

—Gracias, mamá.

Mientras sostenía el tenedor con una mano, en su cabeza trataba de imaginar la figura completa de Kai Smith. Pero sólo llegaban cosas que otras persona considerarían –dependiendo mucho del pensamiento– irrelevantes o muy superficiales; su forma de vestir tan extravagante, su altura, su piel totalmente clara que daba a entender que no salía mucho, la sonrisa moja-bragas, la voz jodidamente sexy que poseía, su cabello castaño, sus...

Tosió y se atragantó con el trozo de pay que pasaba por su garganta. ¡Eso era! ¡Había encontrado la respuesta! ¡Qué tonto! Era tan obvio.

— ¡Lloyd!— gritó la madre, asustada por el repentino cambio de humor del chico—. ¿Ha pasado algo, cariño?

—El pay estuvo delicioso mamá. Ahora, me voy al colegio.

Dejó caer el tenedor sobre el plato vacío y corrió escaleras arriba para tomar su maletín.

— ¡Pero aún falta una hora!

El grito fue en vano, para cuando la mujer se dio cuenta, Lloyd ya había cerrado la puerta principal detrás suya.

~~~

Cuando estaba a sólo un paso de entrar al edificio, se detuvo secamente. Necesitaba calmarse, tenía la respiración a mil por tanto correr.

Además, se riñó a sí mismo, no sé nada de él... Ni siquiera del supuesto "trabajo", o qué pasará si fallo. Necesito averiguar más de Kai.

Inhaló y exhaló varias veces, relajando sus cansados músculos. Apretó el cordón de su maletín y se peinó al cabello hacia atrás con su mano.

Al fin entrando al colegio, se dispuso a encontrar a alguien a quien preguntarle más sobre el dichoso Kai Smith; más en concreto, a una chica.

Y como si el destino quisiera que por una vez en su vida fuera feliz, encontró a dos chicas tan sólo doblando la esquina que dirigía hacia las taquillas. Una alta y de cabello negro corto hasta los hombros, luciendo muy seria. La otra, por el contrario, se veía radiante de alegría y su cabello era moreno hasta la cadera. Era una de las tantas hormonadas que habían rodeado a Kai como si fuera un dios.

Se acercó, algo tímido.

—Hey, hola...— dijo, atrayendo la atención de la castaña.

— ¡Oh, Dios! ¡Eres Lloyd!— exclamó, feliz.

—Eh, sí. —Jaló con su dedo índice el cuello de su camisa y preguntó con voz seca: —Esto, quisiera hacerles una pregunta...

—Sí, ¿cuál es? —La pelinegra se cruzó de brazos, expectante.

— ¿Saben algo de Kai Smith?

La pelinegra ni se inmutó, pero la castaña pareció estallar en cólera: —¿Por qué el repentino interés en él?

—Ah, sólo curiosidad.

—No somos las indicadas para contarte sobre él— se adelantó la de cabello corto, antes que la otra empezara a hablar. Tanto ella como Lloyd se habían dado cuenta de que si la chica abría la boca nuevamente, nada bueno saldría—. ¿Alguna vez has subido a la azotea, Garmadon?

Al rubio le sorprendió escuchar su apellido por alguien que no fuera un profesor, no estaba acostumbrado. Cayó en la cuenta de que la pelinegra parecía no ser una de esas moja-bragas andantes. Eso lo tranquilizaba mucho.

—Sí, lo he hecho. —La azotea es un buen lugar, pensó. Me relaja y casi nadie va, lo cual la hace mejor.

—Bien, eso me ahorra muchas explicaciones.— Sonrió.— Si te has dado cuenta, antes de la última docena de escalones para llegar a la puerta que da a la azotea, hay un pequeño descanso. Y si eres muy observador, en el descanso hay una puerta corrediza que por lo general tiene un letrero que dice “cerrado”.

—Ah, sí. Lo he visto un par de veces. Siempre me he preguntado que hay ahí— susurró más para sí.

—Si vas ahí a las tres, tendrás la suerte de encontrar a Alfred; el secretario de Kai.

— ¿Secretario?— preguntó, incrédulo. ¿Para qué diablos necesitaba un secretario?

—Suena raro, pero así es.— La pelinegra suspiró pesadamente y rodó los ojos. Parecía molesta.— En fin, el te contará todo lo que quieras saber. Si es que eres “cliente” de Kai...

—Muchas gracias —dijo Lloyd. Con una semisonrisa en su rostro, se marchó del pasillo para ir a su salón.

Iré saliendo de clases, se recordó, ¡y haré muchísimas preguntas! Entre más sepa, mejor. ¡Hoy no fallaré!

~~~

El timbre fue su salvación una vez más. Lloyd no se molestó en estirarse ni tratar de relajarse, simplemente tomó sus cosas y las guardó. No debía demorar más e ir de inmediato a la azotea. Pero una voz lo detuvo.

Una muy conocida.

—Hey, Lloyd.

Alzó la vista, encontrándose con Kai en el umbral de la puerta, recargado en éste, con los brazos cruzados y una sonrisa amplia.

— ¿Ya has encontrado la respuesta a la pregunta

—Sí— dijo, decidido. Caminó hasta quedar frente a frente.

— ¿Y bien?

—Tu cabello, es castaño y no rojo. Bueno... en realidad tienes un mechón rojo que cruza tu frente, ¡pero no es por completo!

El más alto empezó a reír tan alto que incluso las lágrimas asomaron por sus ojos. Se inclinó un poco hacia delante, oprimiendo su estómago con los brazos. 

Lloyd se preguntaba qué estaba pasando. Y como no podía soportar más la risa al igual que las miradas curiosas de algunos compañeros, se atrevió a indagar.

— ¿Qué es tan gracioso?

—Que has fallado, eso es gracioso.— Ante la sorpresa del rubio, Kai explicó: —Verás, en primer lugar, mi cabello no es sólo castaño, sino cobrizo. Y en segundo lugar, es muy fácil cambiar el color de tu cabello. ¿Cómo crees que tengo el mechón rojo, eh?

Lloyd echó su cabeza hacia atrás y dio un alarido. El más alto sonrió casi cariñoso, añadió: —Mañana es tu última oportunidad. Recuerda, si no aciertas... Tu vida será horrenda. Adiós, ¡suerte!

Alargando la última sílaba, se marchó despidiéndose con la mano alzada por el lado derecho del pasillo; justo el lado contrario a donde se hallaba la escalera a la azotea.

El rubio frunció el ceño. ¡Menuda estupidez! Pero aún le quedaba poder saber más de Smith, así que su idea de ir a ver al tal Alfred no había cambiado en nada. Incluso se había vuelto más grande su curiosidad.

Casi extrangulando la agarradera del maletín, se lo puso en el hombro y salió del aula. ¡Era ahora o nunca!

~~~

Un chico pelinegro, al que cualquier persona con dos dedos de frente llamaría “emo”, abrió la puerta corrediza. El letrero decía «ABIERTO».

— Sí, ¿quién eres y qué quieres?

—Esto, vengo porque quisiera saber algunas cosas... ¿Eres Alfred, no? Yo soy Lloyd Garmadon.— Hablaba tan rápido que el chico vestido de negro lo hizo callar con su mano.

—Habla más lento y repite tu nombre. Sólo tu nombre, los apellidos no importan.

—Lloyd. —Bajó la mirada, algo apenado.

El pelinegro “emo” caminó dentro de la pieza, que parecía ser no otra cosa que un despacho, hasta un escritorio de madera pintado de gris. En el lugar había de todo; estanterías, cuadros decorando la pared grisácea, gabinetes cerrados y abiertos que mostraban infinidad de carpetas color hueso. Atrás y enfrente del escritorio se hallaba una silla y un sofá para dos.

La luz provenía de una lámpara en el techo y otra en una esquina. Al lado de ésta, una mesa blanca redonda con una silla afelpada negra. Encima de la mesita, un libro cerrado de tapa verde. Parecía que Alfred había estado leyendo antes de su repentina llegada.

—Lloyd Garmadon, sí. —Escuchó la voz del pelinegro.— Pasa y toma asiento. ¿Qué necesitas saber?

—Gracias.— Se sentó en el sofá y Alfred tomó la silla detrás del escritorio. Se cruzo de piernas, esperando. —Bueno, quisiera saber más de Kai... Sobre este trabajo o lo que sea.

—Empezaré diciendote lo que a todos; mejor no enamorarse de Kai, porque podrías salir lastimado.

El rubio negó rápidamente con la cabeza.

— ¡No es eso!— Sentía las mejillas arder. ¿En qué pensaba este sujeto?— ¡No me interesa para nada! Sólo quiero saber quién fue el que dijo que yo necesitaba su ayuda.

Alfred pareció aliviado. Mostró una sonrisa tranquila.

—Oh, en ese caso todo está bien. Bueno, lo mejor es empezar por el principio. Así que voy a aclarar algunas cosas de él. Uno, es bisexual.

— ¿Qué?— Lloyd parpadeó.— ¿De verdad? Creí que era homo el ciento diez por ciento.

Alfred rió.

—Casi. Dije lo mismo cuando lo conocí, y esto nos lleva a la segunda cosa; ha tenido cuatro novios y una novia.

—Guau, menudo casanova— murmuró burlón el rubio.

—Algo así. Terminó con todos siempre con la misma excusa: «No los amo como ellos a mí». Cuando terminó con la chica le di un golpe en la nuca. ¡Ya me había hartado esa maldita frase! Y así nació esto. Kai entró en razón, abrió los ojos. Hasta ahora, no se ha vuelto a “enamorar” o por lo menos eso dice. Creo que cumple muy bien sus promesas.

— ¿Qué prometió?— indagó Lloyd.

—No volver a jugar con los sentimientos de los demás, aunque fuera inconscientemente. Y las acosadoras suyas no cuentan; en su vida se ha liado con una.

—Están como una cabra todas las chicas de aquí— dijo, recordando a la que le había abofeteado.

—Y que lo digas. ¿Algo más?

—Sí— pensó muy bien antes de formular las siguientes preguntas—. ¿Qué pasa si fallo la pregunta que me hace y quiénes fueron sus parejas?

—Me iré por la más fácil. Sus parejas, recuerdo muy bien los nombres de los chicos: Zane Julien, Cole Bucket, Jay Walker y yo, Alfred Spender. Claro que conmigo no duró ni un día. ¡Es un desastre! Y la chica, bueno, a saber.— El pelinegro miró al chico. Parecía impaciente, quería saber qué pasaría si no respondía bien la pregunta.

Alfred suspiró y se levantó de la silla, colocándose a un lado.

—Y sobre qué pasa... No lo puedo decir, no porque no quiera o deba, sino porque no lo sé. Kai es impredecible en ese aspecto; nunca usa el mismo método dos veces.

Lloyd dejó caer todo su peso en el sofá. La respuesta no ayudaba a calmar sus nervios; ¡quería decir que Kai podría hacer lo que quisiera sin importar si él daba un sí o un no!

Eso sonaba nada alentador. Ahora temía de verdad.

Agarró de nuevo su maletín y se puso de pie como Spender. Murmuró un «gracias» mientras se inclinaba ligeramente y salió del despacho corriendo escaleras abajo.

¡Tengo que encontrar la respuesta y rápido!, pensaba, sintiendo un escalofrío por su espalda.

Pero... ¿Y qué pasaría si de rendía?


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