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Niño Robot por Kuro Kaori

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— ¿Sucesor de L? –Soltó una carcajada irónica —Eres tan sólo una muñeca rota a la que Mello da vida.

Near dejó de enredar sus dedos en su cabello y alzó la vista para ver a aquella bonita niña de cabellos rubios. El color recordaba a los de él, sin embargo los de Linda eran un tono más claro.

¿Qué acababa de decir?... ¡Ah! Sí... algo sobre el hecho de ser una muñeca a la que Mello daba vida. Interesante metáfora, no se podía esperar menos de alguien abocado a las artes. Sin embargo, viniendo de ella, se le hacía un poco patética su forma de actuar.

Era algo sabido por todos allí en la Wammy’s House que Linda estaba enamorada de Mello. El único que ignoraba sus sentimientos era él, tal vez la razón de que no se hubiese dado cuenta era su baja autoestima. Sin embargo Near no creía que alguien tan inteligente dejase pasar semejantes cosas por alto, aunque, en realidad, era más probable que no le interesara.

En fin, debía admitir que aquella situación, producida por el despecho de esa muchacha al saber que Mello había abandonado aquel lugar, se le hacía un tanto curiosa. Era más que obvio que todos le echarían la culpa a la eterna competencia entre ambos y mucho más directamente a él. Incluso se esperó todo tipo de reclamos, pero aquella frase que acababa de decir esa niña le había sorprendido.

— ¿A qué te refieres con eso? –preguntó sin darle más vueltas al asunto, después de todo, se le hacía muy poco productivo no saciar las dudas por algo tan banal como podía resultar el orgullo.

—Las únicas veces que una expresión ha aparecido en tu rostro han sido cuando ganabas a Mello en los exámenes.

—Sigo sin entender tu punto. –bajó nuevamente su mirada y comenzó a sacudir su blanco rompecabezas con la intención de volverlo a armar.

—Sin Mello no eres nada... no tienes motivación... ¿Qué te hace pensar que sin él podrás atrapar a Kira?

—Lo atraparé.

—Mello es el motor que te mueve.

—Esta conversación es insustancial... Dices esas cosas porque los sentimientos te enceguecen –la miró a los ojos —No puedes pensar con objetividad y es por eso que tu juicio falla –se puso de pie y tomó sus cosas; sin dar más lugar a que aquella charla continuase se marchó de allí.

 

**

Aquella vez... ¿había huido de esa conversación? ¿Por qué la recordaba en esos instantes? ¿Con qué fin?

Mello estaba muerto y el vacío que en todo momento sentía, ese que parecía no dejarle por nada, se había acrecentado.

¿Era cierto que esa sensación siempre había estado allí?

Observó las centelleantes pantallas de las computadoras frente a él.

Al fin habían atrapado a Kira y dentro de poco esa sede sería desmantelada. La S.P.K. estaba disuelta. Sin embargo, sabía que pronto volvería a participar de nuevos casos junto a algunos de los agentes que la conformaban, después de todo él era “N“, el sucesor de “L“... pero ¿realmente se merecía ese puesto?

“Sin Mello, no eres nada“

Acarició aquel muñeco que había hecho, el cual le representaba. Era obvio que no se parecía a él. Mello era hermoso, siempre lo había sido, tuvo la certeza de ello la vez que lo vio cuando apenas eran unos niños inocentes. Por supuesto que jamás se lo diría. Después las cosas se tergiversaron, su relación se había visto envuelta en una violenta rivalidad y el odio lo cubrió todo.

Había sabido, aquella vez en la que Mello le había declarado sus sentimientos, que sus palabras le herirían y, sin embargo, no se arrepentía de ellas porque, a partir de ese instante, él se superaría a sí mismo llevando su potencial lo más lejos que podía. El problema ocurrió después, cuando la obsesión por superarle se convirtió en algo tan grande que lo llevó a la muerte. ¿Acaso había sido él el verdugo de Mello?

No podía entender el porqué de que su amor fuese tan grande.

Revisó aquella caja con todas sus pertenencias. Finalizada la investigación no quedaba otra cosa por hacer que tirarlas, Mello no tenía familia que fuese a reclamarlas. Sin embargo no se atrevía a deshacerse de ellas. No le gustaba la idea de que él desapareciera para siempre. Ese acto era como negar que alguna vez estuvo, que había sido parte de su vida.

Mello no tenía mucho, un par de tabletas de chocolate, su ropa de cuero, dos armas, sus borcegos y un retrato de Near. Lo observó unos instantes sin sorprenderse del todo de que eso estuviese allí. Mello siempre había sido sentimental, esa era una de las pocas características de su personalidad que le resultaban previsibles. Siempre le amaría a pesar del odio que declaraba sentir y de la negativa a la hora de trabajar con él.

¿No se lo había dejado en claro, acaso, la vez que había buscado su fotografía en esa misma sede, que siempre le esperaría?... Por supuesto que los demás no lo habían entendido con esos tintes románticos, sin embargo él y Mello siempre habían estado muy compenetrados, hasta el punto de que, la mayoría de veces, podían entrever los significados ocultos que había en cada una de las palabras del otro.

Al fin y al cabo su relación era especial, ambos lo sabían.

Pero ya no más, Mello estaba muerto y con él se habían roto aquellos lazos que los unían, que más que lazos parecían los hilos de una marioneta que mantenían en movimiento a Near.

El término “muñeca rota” volvía a él con más fuerza que nunca.

“¿Alguna vez me amarás, Near?”, le había preguntado aquella única noche en la que estuvieron juntos, y él había fingido dormir en ese instante porque no se sentía con ánimos de responderle. Estaba tan confundido. No había sido fácil pasar de la nada absoluta a ese ir y venir desbordante de sensaciones.

En ese momento se había sentido ahogado por el cúmulo de sentimientos que no sabía que guardaba en su interior. Todo era tan cálido que le hizo consciente de que jamás experimentaría algo parecido con nadie y que tampoco quería hacerlo. Lo único que había deseado era fundirse entre sus brazos, no dejarle ir nunca. Pero no podía decirlo porque no tenía respuesta para su pregunta, no la sabía. ¡Al fin algo que no supiese!

Near regresó a la realidad sorprendido por un cálido roce en sus mejillas. ¿Qué era eso?

Se tocó el rostro temeroso de lo que pudiese encontrar sobre él y pronto descubrió que aquello que parecía acariciarle no eran más que sus propias lágrimas. Sorprendido, se halló a sí mismo sin saber qué hacer en esa situación. Sólo una cosa daba vueltas en su mente de manera insistente... una certeza que, al clarificarse dentro de él, lo llenaba de pesar.

“Siempre, Mello“

 Era la respuesta que no había obtenido aquella vez y se había ido sin saberla.

 

 

 

 

 

Notas finales:

Hasta la próxima.

:D


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