Luffy
Abrazando mis piernas contra mi pecho en busca de algo de calor esperé paciente a que mi hermano volviese, mas la luna ya estaba en su punto más resplandeciente y no había indicio de él.
Dónde estás, Ace…
Un escalofrío recorrió mi cuerpo ocasionando que, en respuesta, estrechara más mis piernas.
Desperté súbitamente. Arrugué confuso el ceño al toparme con que estaba tumbado en un cómodo sofá y con una manta tapándome, ¿cómo…? Incorporándome me centré en que había vuelto “mágicamente” al loft. Le eché un rápido vistazo al reloj al lado de la tele; las una de la madrugada. Mejor me iba a dormir, que ya iba siendo hora. No me alejé ni dos pasos del sofá cuando mi hermano bajó las escaleras que daban directamente a su habitación con tan solo el pantalón de pijama puesto, rodé los ojos; tan exhibicionista como siempre. Tan pronto como abría la boca para darle, a mi manera, las gracias la volví a cerrar en un mohín. Tenía el cuello lleno de chupetones, ¡chupetones!, es decir, yo muriéndome de frío y sueño afuera y él follando con alguna de sus zorras. Genial…
— Venía a despertarte para que te fueras a la cama… — calló con la confusión latente en su gesto; frunció el entrecejo — ¿Luffy?
— Ya me iba, gracias por traerme adentro — balbuceé sin pararme a mirarlo, solamente seguí andando hacia mi habitación.
Cerré la puerta al entrar y sin perder más tiempo me metí bajo el sin fin de sábanas, edredones y mantas que era mi cama. Joder…, ahora que lo pienso, no tenía que haber puesto esa cara de vinagre, él no tiene la culpa, no sabía que yo estaba muriéndome de frío en el rellano, no puedo culparlo por algo que desconocía, si hay alguien a quién debo culpar es a mí mismo por ser tan despistado.
— Dios…
Cerré los ojos aspirando profundamente.
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Crucé las puertas dobles del instituto a paso rápido, llegaba tarde, muy tarde. Una vez llegué al aula en la que me tocaba matemáticas toque para luego abrir. Desde luego que el karma me odia, anda que tener matemáticas un viernes a primera hora…
— Llega tarde.
Buenos días a usted también, ¿sabe? Negué, que fuerte…
— Lo sé y lo lamento, Cocodrilo.
— Siéntese y saque sus cosas.
Fui a mi pupitre compartido con Usopp sonriéndole. Apenas terminaba de sentarme cuando se me echó encima.
— Este profesor parece que chupa limones para el desayuno, dios mío, que estúpido el tío
No pude evitar reírme al escucharlo.
— De verdad, le hace falta un polvo — asentí abriendo el libro.
— ¿Uno nada más? — bromeó y los dos estallamos en risas.
— ¡Luffy! — cerramos la boca inmediatamente. Posé mi mirada en él y me estaba dedicando esa mirada de: «A la puta calle». Verás… — ¡A dirección!
Empezamos bien la mañana — negué recogiendo mis cosas —, pues a hacerle una visitilla a Shanks
Ace
Di una última calada al cigarrillo y lo tire al suelo para seguidamente pisarlo, exhalé el humo y entré al dichoso antro, no terminó de entender porqué barbablanca me sigue mandando a mí a hacer estás tonterías, por favor. Cerré las puerta tras de mí ganándome la atención de todos los presentes, bien…
Luffy
Está era la novena vez que tocaba a la puerta y nadie me respondía. Pues no hay nadie. Me acerqué a secretaria para preguntarle a Makino si había visto al pelirrojo.
— Buenos días, Luffy — saludó desviando su mirada del canal de las noticias.
— Buenos días, Makino, ¿has visto a Shanks?
— Ah, sí, en estos momentos está en una reunión con los jefes de estudios
— Vale — suspiré —, gracias Makino.
— ¿Qué has hecho ya, Luffy?
Sonreí al captar el tono reprensivo en su voz.
— No ha sido mi culpa, Cocodrilo me tiene manía — expliqué intentando defenderme.
Ella soltó una risita.
— Seguro que es…
“—Últimas noticias: se ha encontrado en un establecimiento del barrio rojo de la ciudad diez cadáveres, estos han sido acribillados a balazos, se estima que se trata de un ajuste de cuentas por parte del crimen organizado… —”
— Que masacre… — manifesto afligida — todavía no entiendo como la gente tiene el valor suficiente para hacer tratos con la mafia.
— Sí… — concedí con la mirada clavada en un punto fijo —, yo tampoco lo entiendo.
Las clases ya habían acabado ¡y era viernes! Cerré mi taquilla tras guardar os libros que necesitaría este fin de semana para estudiar, que triste, tengo que estudiar. Me colgué la mochila de una sola asa sobre el hombro y, con las manos metidas en los bolsillos de mis pantalones grises de jogging comencé el recorrido a la salida. No me quedaban ni diez metros para salir cuando vi a Zoro y a todos sus amigos apoyados en la verja; bien… Salí sin mirarlos intentado pasar desapercibido pero que ese fuera mi objetivo no significaba que lo consiguiera.
— Pero a quién tenemos aquí, — mierda. Cerré los ojos al escucharlo a mis espaldas — ¿no te quedas con noso…?
Volví a abrirlos desconcertado al ver que se había callado a mitad de la oración. Mi sorpresa fue mayor al encontrarme a Ace apoyado en una pared frente a mí.
— Vamos, Luffy
El severo y frío tono de su voz no dejaba lugar para replicas. Juro que hasta a mí se me heló la sangre en las venas al escucharlo. Alzó su oscura mirada y tuve que tragar en seco, se me secó la garganta.