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A Imagen y Semejanza por chibigon

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Notas del capitulo:

Advertencia: Spoiler séptima, octava y novena temporada.

-11-

A Imagen y Semejanza

Por Ladygon

 

Capítulo 11: Tierra, Cielo, Infierno y Purgatorio.

Sam llegó unas horas después. Abrió despacio la puerta, acercó el oído: planeaba salir corriendo en caso de interrumpir algo que no se puede interrumpir sin sufrir un trauma de por vida. Miró de reojo dentro de la habitación y solo vio un bulto en la cama. Aun así entró gritando:

—¡Ya llegué! —Siguió pasando la vista por todos lados.

El bulto era Dean, durmiendo. Extrañado de no encontrar a nadie más en la habitación, fue a golpear la puerta del baño.

—¡Cas! ¿Estás ahí?

—No, Sammy, Cas no está. Corta el escándalo, ¿quieres? —dijo su hermano, levantándose de la cama con pereza.

 Sam volteó el rostro avergonzado.

—Disculpa, pero no quería llevarme una sorpresa —dijo sonriendo—. Ya me pasó una vez y fue traumático, imagina con Cas, ¡uf, no, gracias!, tendría que ir a terapia.

—Pues en vez de terapia, acostúmbrate, porque hay Cas para rato.

—Sí, sí, ya sé que te pegó fuerte el angelito.

—Más que fuerte ¡Dios! —exclamó Dean, agarrándose la cabeza con una mano.

Sam arqueó las cejas.

—Sí, Dios ¿Dónde está Cas? ¿Qué pasó? No me digas que te botaron, ¿tan rápido?

—No digas idioteces, a mí no me bota nadie —dijo Dean con seguridad.

—Cas te botó cuando se convirtió en Dios —picó a su hermano.

—… Eso no cuenta… —dijo sin saber si ofenderse o no, quedó pensando.

Sam rió con ganas.

—No es gracioso. —Dean casi hizo un puchero.

—¡Claro que lo es! Mírate, pareces novia abandonada. —Sam volvió a reír.

—¡No me abandonó! Solo fue al cielo para arreglar unos asuntos pendientes, aunque no sé cuándo volverá —su voz terminó en un murmullo triste.

—¡Oh, vamos! Sabes que volverá. Siempre vuelve. No seas idiota.

—Perra.

—No, la perra eres tú ahora. —Volvió a reírse de él.

—Ok, idiota. —Dean sonrió.

Trató de hablar sobre el caso —cualquier cosa para cambiar de tema—, pero su hermano seguía riéndose de él. Sabía que Cas volvería, eso no lo ponía en duda, lo que sucedía era que simplemente, lo extrañaba… “¡maldición!” —pensó, se fue solo unas horas y ya lo extrañaba demasiado. Lo peor de todo esto era que su hermano lo sabía. Sabía que extrañaba tanto a Cas que lo hacía comportarse como una colegiala enamorada. Todo esto no era su culpa, porque por primera vez en su vida, estaba enamorado, realmente enamorado como el amor verdadero. No como esos enamoramientos de los cuales creía que era amor pero, en realidad, eran solo ilusiones. Si hasta su instinto se lo decía desde la primera vez que vio a Cassy. Cassy lo atraía desde su interior como un conjuro susurrante y entrañable, y aunque trató con todas sus fuerzas resistirse, no lo logró, el impulso era demasiado fuerte. Estaba seguro de que lo sabía de mucho antes, pero no lo veía, ¿cómo podía ser eso posible? Estar enamorado y no saberlo, aunque lo sabía de manera inconsciente. Todo un misterio para él.

—Si no te callas, le diré a Cas que te convierta en estatua de sal.

Sam dejó de reírse, pero mantuvo la sonrisa en una actitud extrañada.

—No te atreverías.

Dean no respondió, pero elevó las cejas  en una actitud muy sugerente. Su hermano se aclaró la garganta y comenzó a dar el reporte del caso en cuestión.

Parecía ser un hombre lobo, con la diferencia que este no se comió el corazón de la víctima. La casa con el granero a las afueras, fue su escondite por un tiempo. Quizás fue sorprendido comiendo o algo y mató en defensa propia, o para que no lo descubrieran. Después de esto huyó, inmediatamente, lo que explicaría la razón del por qué no se comió el corazón. Además, la víctima no era muy de los buenos trigos, la verdad, es que era un delincuente con un prontuario bastante largo.

—¿Quieres que lo sigamos? —preguntó Sam.

—Mmmmh, creo que debemos investigar primero, si fue un accidente o en defensa propia. Si fue una de estas dos…

—¿Lo dejamos ir?

—Mmmmmh.

Sam estaba con el rostro serio, pero sonreía con los ojos.

Cas subió al Cielo donde los ángeles lo esperaban con novedades sobre el trabajo de los ángeles de la guarda.

—Alabado mi Señor —dijo el ángel llamado Hannah—, os hemos extrañado.

El grupo presente, con Hannah a la cabeza le daba la bienvenida.

—Mis ángeles, ha llegado el tiempo, debo dejaros. No tienen, que seguir con ese trato conmigo —Vio el gesto de horror en la mirada de los ángeles—. No, no teman, todo estará bien.

—Mi Señor, por favor, no nos deje, ¡qué haremos sin vos! —exclamó Hannah, desesperada—, dijisteis que no nos abandonarías.

Pronto comenzaron a aparecer más ángeles, algunos con cuerpos humanos, otros solo luminosos en su forma original a la llamada en radio angelical, que su Dios hizo en ese instante, pues la información era entregada in-situ.

—No los abandonaré, si puedo. Vendré a verlos y estaré en contacto por si me necesitan —explicó al ver que se iban sumando más ángeles—. Todos ustedes saben que tomé el poder de las almas del Purgatorio para ganar la guerra, detener el Apocalipsis y renovar el Cielo. Nuestra misión siempre ha sido cuidar y proteger la creación de nuestro Padre. Es por eso que con el sistema implementado de los ángeles de la guarda podremos luchar contra el mal, ya que las fuerzas de las tinieblas tomaron gran parte del control en la Tierra. Debemos equilibrar las cosas. Seguir nuestro trabajo de protección y aprenderán de los humanos cosas maravillosas. Es cierto que ahora no lo comprenderán del todo, pero algún día lo entenderán. Por mi parte, debo devolver las almas que tomé prestadas. Si no lo hago, crearé un desastre, un peligro para todos. Esas almas pujan dentro de mí y quieren salir ¿Se imaginan el caos que podría generar?

—Mi Señor, ¿qué pasará con vos? —dijo Hannah con preocupación.

—Lo cierto es que no lo sé con seguridad. Quizás vuelva a ser un ángel como antes. Si es así, me convertiré en un ángel de la guarda, siempre quise ser uno y vendré a visitarlos.

Se escuchó un murmullo de insatisfacción.

—Pero vos eres nuestro líder, ¿quién nos guiará?

—Ustedes mismos pueden hacerlo, con la ayuda de todos. Es lo que han estado haciendo estos últimos meses, ¿acaso no se han dado cuenta? —dijo su Dios.

Más murmullos, pero ahora de asombro.

—Debe tenerse más confianza —continuó Castiel—, porque yo sí, confío en ustedes.  

Silencio.

—Sé que están asustados y se avecinan días difíciles, pero tengan la seguridad de que si se mantienen unidos, saldrán adelante victoriosos, por favor, respétense los unos a los otros y todo estará bien.

Les sonrió a todos con cariño y luego continuó con los preparativos de su renuncia. Dejó a cargo a Hannah junto con un comité. Los administrativos seguirían con las tareas asignadas desde siempre más la guarnición apostadas en los hospitales y uno especial que verían a los ángeles de la guarda. Aquí se inscribió él mismo como ángel de los Winchester en reemplazo de la sombra llamada Cassy que había dejado.

Hicieron una pequeña ceremonia de despedida, aunque algunos no estaban muy conformes con la situación, todo pareció ir bien. Sabía que había algunos como Malaqui y Bartolomeo no estaban muy de acuerdo con todo su liderazgo, lo sabía porque les había leído las mentes, pero había otros como Rebeca o Tyrus, que estaban o a su favor, en el caso de Rebeca, o eran neutrales, en el caso de Tyrus. Lo que le sorprendía era que Bartolomeo tuviera esos pensamientos cuando fue su segundo al mando en la guerra civil del Cielo y, además, se suponía era su amigo. De todas formas, dejó a Bartolomeo y a Malaqui bajo vigilancia moderada en caso de cualquier cosa, por una posible desestabilidad en el Cielo. Quizás debía mandarlos como ángeles de la guarda a la Tierra, pero no parecían interesados, ni tenían el perfil, aunque Baltazar tampoco lo tenía y terminó de guardián.  Como sea, cualquier problema del Cielo que hubiere, él trataría de ayudar como siempre lo hacía.

Concluido todo en el Cielo, decidió ir al Infierno a ver a Crowley. El demonio lo recibió con toda la pompa que se merece Dios.

—¿A qué debo el honor de su visita? —dijo el demonio con respeto.

—Vengo a informarte de la situación. Prefiero hacerlo yo mismo antes de que te enteres por otra fuente.

—Muy amable de su parte —respondió con ironía.

—Aunque conociéndote debes saberlo —Castiel le dio una mirada muy significativa—. Cuando me ofreciste las almas del Purgatorio, ninguno de los dos sabía las consecuencias de tener ese poder dentro de uno y creo que todavía no vislumbras que no es factible retener esas almas sin consecuencias.

—Tú lo hiciste —dijo Crowley con rencor.  

—No, no lo hice —Vio como el otro lo miraba con sospecha—. Sabes que tuve que deshacerme de los leviatanes, pese a eso, las otras almas me dieron bastante poder. Sin embargo, no puedo controlarlos para siempre y si yo no pude hacerlo, nadie podrá. Eso quiere decir que tú tampoco.

—Eso nunca lo sabremos.

—Lo sabes —Hizo una pausa—. Iré al Purgatorio a devolver el resto de las almas. No puedo controlarlas más.  Solo quiero que sepas, que esta vez los ángeles protegeremos a los humanos.

—¿Crees que volverás del Purgatorio? —dijo Crowley con malicia.

—No importa si vuelvo o no. Lo importante es que los ángeles harán su trabajo como siempre debió ser.

—Confías mucho en ellos. Pueden traicionarte ¿Sabes? Ellos no están acostumbrados a trabajar sin un líder y tú los abandonas. Me estás facilitando mucho las cosas.

—Si es lo que piensas puedes considerarlo, entonces, como un regalo de libertad.

—No creas que te has librado de mí. Esto recién comienza.

—No seas tan rencoroso y llorón. No te fue tan mal —dijo el aún Dios.

—¿Que no me fue tan mal? ¡Me traicionaste! ¡Me esclavizaste! Por tu culpa perdí el respeto de mis súbditos...

—... que yo aplaqué por si no recuerdas, fui yo quien acabó con tus rebeldes. Me debes una.

—Yo no te debo nada —respondió Crowley enojado.

—Claro que sí, era tu problema y yo vine a solucionarlo en vez de matarte por negligente. Así que me debes una —recalcó Dios la última parte.

—Grrrr —gruñó Crowley.

—Ahora si quieres, puedo matarte ahora mismo.

—No gracias.

—¿Ves? —refutó Dios.

—¿Qué tal esto? —continuó Castiel—. Confiaré en ti, de que no tratarás de tomar venganza.

El demonio rió de buena gana.

—Ser Dios te hizo más gracioso —le dijo Crowley.

—Las bromas rompen la tensión eso lo aprendí de los humanos —Dios se levantó del asiento y el otro se levantó también asustado—. Y también lo aprendí de ti. Eso lo sabes, ya que fuiste humano, aunque a veces lo olvidas —dijo con misterio.

Sonrió y le dio un miedo extraño al demonio.

—Nos vemos pronto Crowley.

—Adiós Dios, podría decir que fue un gusto conocerte, pero no. Cuando nos volvamos a ver las cosas serán diferentes —se despidió el Rey Demonio con ceremonia.

—Eso espero. —Y Dios desapareció del Infierno bajo el aliento de alivio del demonio.

No lo creería hasta que lo viera. Si en verdad Dios dejaría de ser Dios, Crowley no olvidaría la humillación, no importando si le debía algo o no. Castiel, el ángel, lo pagaría de alguna forma posible y era su deber buscar esa forma. Crowley se sentó en su trono de Rey de los Avernos a pensar concienzudamente, en un plan de contrataque. No habló en varias horas, pese a las insistencias de sus demonios subordinados sobre la cuenta de las almas recolectadas por el Infierno.

Mientras tanto, Castiel fue al Purgatorio. Siendo Dios, logró encontrar los caminos gracias a las Parcas. Estas eran las encargadas de llevar las almas de los monstruos al Purgatorio donde permanecerían para siempre, o hasta que otro monstruo eliminara a esa alma de monstruo. Es que el Purgatorio era eso: una continua lucha entre monstruos donde se cazarían por toda la eternidad. Un lugar boscoso, monocromático y muy caluroso, casi sofocante.

Viajando por uno de los caminos usado por las Parcas, el calor era intenso y debía actuar rápidamente, antes que llegaran los monstruos a atacarlo. En especial los leviatanes, quienes tenían ajustes pendientes con él y habían puesto precio a su cabeza.

Estos leviatanes sabían que Dios iba devolviendo las almas de a poco y esperaban que algún día, podrían encontrarlo débil. Es decir, sabían que tarde o temprano, terminaría devolviendo todas las almas y cuando eso pasara, se convertiría en solo un ángel. Un ángel en tierra de leviatanes no era problema para ellos, porque eran considerados por todos como “las pirañas del acuario”, o sea, ellos podían comerse a un angelito con pan o cualquier cosa sin excepción, incluyéndose a ellos mismos. Este último pensamiento, le hizo estremecer de solo pensar que estuvo a punto de soltar esas cosas venenosas en el mundo de los humanos. “El Apocalipsis Leviatán” estuvo demasiado cerca y debía agradecer a Muerte y a Baltazar por sus sabios consejos.  

Pensaba todo esto cuando llegó al Purgatorio. Tenía que alejarse un poco del portal que servía de entrada y salida al mismo tiempo, ya que el poder liberado podría afectarlo de alguna forma. Apareció en una especie de llanura entre el bosque tupido, pues no quería que sucediera lo mismo que la primera vez donde su poder destrozó varios árboles a su paso.

Ya en posición, concentró ese poder en su interior y luego lo liberó con cuidado. La luz se intensificó a su alrededor iluminando su cuerpo. El destello brillante salió desde dentro de su ser en una ráfaga hermosa y violenta. Así tan rápido como comenzó, así como terminó. Quedó cansado por su baja de poder tan repentina. Fue demasiado el poder liberado, ya que era todo lo que lo convertía en Dios. Ahora, era un ángel simplemente: Un Ángel de la Guarda.

Decidió salir rápido de ahí, así que corrió hacia el bosque, porque no estaba en condiciones de presentar peleas, pero algo llamó su atención: eran dos almas en su interior que no quisieron salir. Las iba a expulsar cuando sintió a los leviatanes acercarse donde estaba. Ahora que solo era un ángel, no podía moverse tan rápido, por eso dirigió su poder a la salida a ver si podía teletransportarse, pero no alcanzó.

Dos bolas cayeron, en medio del bosque, golpeando en el suelo en un casi cráter. Los entes crecieron desde su base hasta la cabeza para formar dos personas bien vestidas de negro: eran los leviatanes. Estos miraron los ojos azules y se lanzaron en su contra con todo. Castiel deslizó su espada por su brazo y esperó el ataque conjunto.

Recibió al primero, enterrando su espada en el corazón, pero no sucedió la muerte del monstruo, sino todo lo contrario, ya que lo enojó y abrió una boca enorme que abarcaba toda su cabeza. También sacó una lengua horrible, larga, siseante. Castiel del susto le dio un rodillazo y luego una patada que mandó lejos al monstruo. Se sorprendió de tener tanta fuerza, pero eso no le dio tiempo, porque el otro leviatán se le lanzó encima con las mismas ganas de comerlo. Pegó un salto hacia atrás y lo golpeó contra un árbol. El leviatán se mordió la lengua y pegó un grito salvaje, el árbol fue arrancado de su base desde la raíz y cayó al suelo junto con el monstruo.

Castiel vio a los dos leviatanes en el suelo y sintió como venía una manada de ellos a atacarlo. Volvió a fijar su poder en la salida y desplegó sus nuevas alas. No tuvo tiempo de admirarlas, pues ahora era un ángel por completo. Las agitó un poco, pero no sabía si estaban en forma como para una escapada fugaz.

Una lluvia de bolas negras de leviatanes, surcaban ese ambiente caliente a punto de caer sobre él.

Fin capítulo 11

Notas finales:

Gracias por leer, ya quedan pocos capítulos así que no se los pierdan ^_^


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