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A Imagen y Semejanza por chibigon

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Notas del capitulo:

Advertencia: Lemon.

-12-

A Imagen y Semejanza

Por Ladygon

 

Capítulo 12: Amor Angelical.

Volvió a fijarse en la salida.

“Debo volver con Dean” —pensó.

Movió sus alas desplegadas y logró teletransportarse cerca del portal. Los leviatanes cayeron con fuerza, levantando el polvo del suelo. Castiel usó ese polvo de camuflaje y huyó lo más rápido que pudo hasta sentirse atraído por esa fuerza salvadora. Salió justo a tiempo, o eso pensó, pero al ver a su alrededor vio más bosques y se sintió confundido, por un momento. Logró concentrarse y supo que estaba en un lugar extraño de la Tierra, porque era demasiado parecido al Purgatorio.

El corazón angelical de Castiel saltó rápido. Se había librado por poco. Observó por los alrededores por si había algún demonio; estaba todo despejado. Desplegó sus alas, otra vez, y fue directo hacia Dean en casa de Bobby, pero ver al Winchester no tranquilizó su pobre corazón, sino que lo dejó más atormentado al verlo venir hacia él con una de esas sonrisas matadoras.

—Ho… la Dean —dijo con la voz entrecortada.

Si quiso decir algo más de eso, no pudo, ni se acordó, porque Dean  tomó sus labios con una sed no sentida antes. Castiel abrió los ojos por la sorpresa, como también abrió la boca y descubrió su “error” o su buena acción, al sentir esa exquisita lengua entrar sin permiso, con arrebato.

Sintió sus alas batirse de la emoción y el movimiento invisible echó a volar los muebles.

—¡Cas detente! —ordenó Bobby— ¡Por Dios! ¿Quieres destruir mi casa?

Castiel soltó el beso medio confundido, mirando a su alrededor, y en efecto había provocado un ligero ciclón en la estancia. Bobby y Sam estaban en un rincón cubriéndose la cabeza con las manos y Dean… Dean… estaba entre ido y avergonzado, pues seguía en sus brazos.

—Lo siento, no me di cuenta —dijo liberando a Dean con cuidado.

—En fin, si van hacer eso seguido, mejor busquen un lugar más seguro… ¡como Alaska! —bufó Bobby muy molesto.

—Ya Bobby no pasó nada, nadie resultó herido —abogó Sam.

—Dile eso a mi televisión y a mi estéreo, ¡a mi botella de whisky! —exclamó el malhumorado hombre.

—Ok, sí, la botella de whisky... —murmuró Dean.

—Lo arreglaré. —Cas levantó su mano con la palma abierta hacia el frente.

Las cosas comenzaron a tomar su lugar original como si retrocedieran en el tiempo. Volvieron a restaurarse como si nunca les hubiera pasado nada. Todo esto ante los asombrados ojos de los hombres. Castiel también se sorprendió con ese poder, por un instante había olvidado que ya no era Dios y solo actuó como tal. El resultado debió ser un momento vergonzoso, pero resultó todo lo contrario.

—Creo que todo está en su sitio —dijo Castiel un tanto confundido.

—Fabuloso... eres fabuloso —la voz de Dean sonaba enamorada.

—Dean.

—Lo eres.

—Dean.

—Oigan par de tórtolos, dejen eso, ¿quieren? Es incómodo —bufó Bobby otra vez—, mejor me voy. Un gusto de verte otra vez Cas.

Lo último sonó tan sincero que Dean sonrió.

—Voy contigo Bobby —dijo Sam—. También me da gusto de verte. —Salió de la habitación, siguiendo a su padre adoptivo.

Quedaron en silencio, mirándose fijo a los ojos con un sentimiento profundo.

—¿Cómo estuvo el Purgatorio? —preguntó Dean.

—Caliente.

—Vaya, no parece tan malo.

—Es horrible.

Dean sonrió, fue hasta él, tomó sus mejillas con ambas manos y besó sus labios con cuidado primero, suave, delicado, lamiendo y acariciando. Cuando abrieron las bocas sus lenguas tomaron el control de sus cuerpos. Las ricas corrientes avasalladoras recorrieron los rincones de sus esencias.

—Llévame lejos —murmuró un Dean, muy deseoso, entre las comisuras de sus labios.

Cas sintió la vibración de la voz de Dean y exaltó su cuerpo.

—Dean.

—¿Me llevarás? —susurró manoseando.

—Dean.

—¿Lo harás?

—Dean, no puedo.

Se apartó de él confundido.

—¿No puedes teletransportarte?

—Sí, puedo, pero no podemos dejar a Sam y Bobby solos. Crowley amenazó con vengarse y si estamos lejos, atacará.

Dean comenzó a sulfurarse.

—¡Ese maldito hijo de perra! —exclamó a punto de grito.

Parecía un niño berrinchudo. Castiel lo quedó mirando con curiosidad, no sabiendo si echarse a reír o molestarse con la situación.

—Está bien, está bien —siguió Dean, tratando de calmarse—, veremos cómo lo arreglamos.

Castiel rodeó su cintura con una mano y lo atrajo hacia él.

—Te ves tan lindo iracundo —susurró el ángel en su oído.

Besó su cuello hasta escuchar un suspiro.

—Podemos ocupar una habitación de aquí —dijo Dean nervioso.

—Eres muy escandaloso para eso —arguyó sin pensar.

—¡No es cierto! —gritó Dean y luego bajó la voz inmediatamente—. No es cierto... no tanto. 

Castiel besó su pecosa nariz y al siguiente momento, los dos estaban en la habitación que a veces los hermanos ocupaban para dormir en la casa. Lo abrazó con más fuerza y profundizó el beso.

Dean terminó el beso con dificultad.

—Deberíamos cerrar la puerta primero —dijo Dean con las mejillas arreboladas.

—Ya la cerré y también puse a dormir a Bobby y a Sam.

—Fabuloso —Sonrió y trató de besarlo otra vez sin éxito—. Dean lo miró confundido.

Castiel le devolvió la mirada con seriedad.

—Antes que nada debes saber algo— le dijo.

—¡Ah!, Cas deja de tramitarme.

—¿Tramitarte? —Ahora el confundido era él.

—Sí, ya... —suspiró Dean—, dime qué pasa.

—Tengo dos almas en mi interior —soltó Cas sin más.

 —¿Qué, cómo? —dijo con los ojos abiertos—, pensé que te deshiciste de todas las almas.

—Sí, pero estas se quedaron.

—¿Son leviatanes?

—No parecen serlo.

—¿Quiénes son?

—No lo sé, pero ahí están. Iré al Purgatorio en unos días y trataré de sacarlas otra vez.

—Eso es muy peligroso con Crowley en pie de guerra, ya es una gran suerte que salieras ileso una vez del Purgatorio, otra vez, sería tentar a la suerte.

—Dean, debo hacerlo.

—Espera ¿Me estás diciendo que no podemos... —Dean hizo un movimiento con las cejas—, tú ya sabes, si no sacas esas almas antes?

Ahora sí, que el asunto estaba complicado.

Castiel quedó en silencio y pensativo. Dean se estaba poniendo nervioso.

—Mira, no sabemos qué quieren esas almas. Si vas al Purgatorio y ellas no quieren salir, seguiremos con el problema y tú te habrás arriesgado por nada —arguyó Dean.

Castiel cerró los ojos en silencio como si se estuviera concentrando en algo.

—¿Cas? No desaparezcas. —El miedo se reflejó en su voz.

El ahora ángel abrió los ojos y lo miró fijamente.

—No voy a desaparecer, Dean. Estaba tratando de hacer contacto con las almas, pero no pude. Lo que sí, pude hacer, fue desconectarlas. No sé por qué fue tan fácil, estaban bastante lejos como si huyeran de mí.

—¿En serio? Si huyen de ti, no creo que quieran que las dejes en el Purgatorio.

—Es factible.

Silencio.

—¿Desconectaste las almas? —preguntó Dean con sugerencia.

—Sí.

—¿Los dejaste sin internet?

Castiel hizo un movimiento pensativo antes de responder:

—Figurativamente sí, no pueden escucharnos, ni vernos, ni sentirnos.

—Mmmmmmh.

—¿Dean?

—Mmmmmmh.

—Dean.

—Creo que deberíamos aprovechar la situación.

—¿Cómo?

Dean se abalanzó con todo y lo besó. Metió su lengua impetuosa, desesperada. Dolieron los labios, pero no importó para nada. Se pegó al cuerpo deseado con mucho deseo, pues con tanto manoseo y expectación previa, ya estaba casi listo con ganas de más.

Castiel lo sintió duro por sobre la ropa, cosa que lo sorprendió gratamente. Decidió no posponerlo más, porque podría reventar la poca paciencia de su amado, paciencia que vio en el límite. Así que lo tomó en brazos y lo depositó en una rápida maniobra, en una de las camas gemelas. Vio la bella sonrisa reflejada en sus ojos, las manos volaron en caricias desesperadas. Era la primera vez de esa forma tan entregada. Por primera vez harían el amor, de la manera que siempre debió ser: completos, llenos de amor, desnudos ambos en cuerpo y alma, sin reparos ni ataduras, sin rencores ni malos entendidos, con perdón y cuenta nueva; haciéndole frente al futuro, juntos, siendo como son, valientes, virtuosos, defectuosos, de diferente especies; ángel y humano, ambos, en una relación sobrenatural, un amor sobrenatural.

Castiel besó su piel, pasando por sus pezones, uno primero, tomándolo con la punta de la lengua, jugueteando, rodeándolo, succionando y chupando. Su otra mano ocupada en el cuello, hombros, pecho, cintura, glúteos. Sentía las caricias por su espalda en el abrazo cálido, de brazos y piernas. Caricias en su pecho, entrepierna con todo el cuerpo ondulante, fogoso. 

Acarició la entrepierna, subió y bajó por ese miembro maravilloso, poniéndolo bastante duro, tanto que el líquido pre-coital estaba escurriéndose por entre sus dedos. Tocó ese agujerito con las yemas, estimulando y acariciando más. Escuchó los deliciosos gemidos del otro y decidió entrar con uno de sus dedos hasta la coyuntura. Lo deslizó hacia arriba y hacia abajo, luego metió otro y un tercero para estimularlo más, para que gimiera más. Le gustaba escuchar esa voz, en especial cuando se ponía exigente, desesperado y articulaba con diferentes tonos su nombre, su diminutivo y su apodo cariñoso, pero ahora quería escuchar algo más de esa boca.

—Casss… —gemía—, te quiero…

—¿Solo me quieres? —preguntó con esa ingenuidad tan característica suya, mientras deslizaba su otra mano al trasero, a las nalgas, y las apretaba con un masaje exquisito.

—No, yo… ¡Ah!... —fue la respuesta.

Castiel sonrió con dulzura, escuchó otro gemido y retiró los dedos para colocarse entre las piernas. Entró con decisión mientras el cuerpo se arqueaba al recibirlo. Unos pequeños grititos de dolor acompañaron su gruñido al sentirlo tan tibio y acogedor. Llegó al fondo y un espasmo exquisito satisfizo su búsqueda de placer, mantuvo esa sensación por unos instantes hasta que ambos se acostumbraran a la invasión.

—Cas… Cas… Ahora ya… dale… dame…

Ahí estaba su humano exigente.

Ahora le toco gemir a él con las sensaciones. Se retiró y volvió a entrar en un movimiento que dobló la espalda del otro. Cuando el pecho bajó, él volvió a arremeter. El movimiento se hizo cada vez más rápido, siguiendo los deseos del cuerpo de Dean, quien lo movía a un ritmo delicioso. Aquel traserito golpeándose contra él hacía aumentar su deseo poderoso y las sensaciones delirantes del humano, traspasaban su cuerpo menos sensitivo. Él era un ángel, no sentía como los hombres, pero el contacto con su humano especial, podía hacerle sentir cosas nunca experimentadas, más que eso, lo hacía sentir vivo. Vibraba con cada toque de Dean, con cada gemido suyo, con cada mirada y con cada palabra salida de su boca. En este momento donde todo es tan etéreo y al mismo tiempo físico, se sentía completo, como nunca lo había estado.

—Te amo Dean. —Sella lo dicho con un beso.

Dean gime una y otra vez con los movimientos más erráticos, el beso se rompe y  es reemplazo por un abrazo cerrado, apasionado y desesperado.

—Te… amo… Cas… Dios… esto es… mmmmh… —Muerde su cuello.

Enreda sus dedos en los cabellos de Cas y se siente mecer en su interior, hunde sus talones en la espalda baja del ángel. El calor lo sofoca y el punto en su interior, ya no es tal, pues explota en cada uno de sus rincones íntimos, aumentando su placer.  Trata de aguantar su conexión con él, resistir ese contacto hasta el último momento, y resiste en cada una de las embestidas, pero se siente arrebatado en sus emociones. Dean no puede más, sus sentidos se nublan, su piel perlada de sudor se tensa y abre los ojos, la boca, y grita. Unas pequeñas lagrimitas se desplazan por sus ojos.

Castiel siente el apriete, el grito, al cuerpo y al alma. Gruñe y grita también antes de caer sobre Dean. Las respiraciones tratan de normalizarse, en especial, la de Dean. Cas aprovecha una bocanada para tomar los labios de su amado cazador.

—Hermoso… —dijo Castiel cuando soltó el beso.

—Mmmmh… ah, delicioso… —añadió Dean con una sonrisa perezosa.

Permanecieron abrazados, durante muchos minutos, mirándose en silencio, con las respiraciones tranquilizadas a cada momento. Dean enredándose más en el cuerpo de Castiel, no quería soltarlo, sino que sentir su calor. Su piel con la suya. Sonrió y recordó algo.

—¿Por qué elegiste esa armadura para vestirte de Cassy? —preguntó Dean de vuelta al tema que le daba tanta curiosidad.

—Es la forma como conciben ustedes a los ángeles.

—Los ángeles de la guarda llevan vestido.

Castiel desvía su mirada como pensando un segundo, luego lo vuelve a mirar confuso.

—No, no usan vestido —concluye Cas.

Dean comienza a reírse. Su querido ángel no ha cambiado tanto como pensaba, incluso después de ser Dios, todavía mantiene su hermosa inocencia.

—Un ángel con armadura es un ángel guerrero, ¿no?, ¿pensaste que un ángel guerrero era más acorde a nosotros? —pregunta Dean.

—Necesitaban un guerrero como tú, incluso uno más fuerte para protegerte mejor.

—Tú siempre has sido un guerrero. No necesitas vestirte con armadura para serlo —Se pone encima de él, su rostro sobre su rostro—. Eres mi Ángel de la Guarda, mi soldado, mi guerrero, eres mi héroe. Siempre has sido eso y mucho más para mí. Así que no tienes que ponerte esa armadura para serlo.

 —Sabía que no te gustaba, pero no tanto. —Cas lo mira confundido.

—No tanto, solo un poco. Podría soportar verte algún día vestido otra vez así. —Dean lo besa con una sonrisa y aún en su boca, el beso se profundiza con lentitud.

Las caricias vuelven a aparecer y una segunda ronda de buen sexo angelical está en las puertas del deseo, pese al cansancio de la roda anterior. Dean vuelve a moverse y friccionar su vientre despertado por el apetito. Su entrepierna dio un respingo cuando ambas manos de Castiel se posicionaron en su trasero y apretaron firmemente. Besó su mentón para incorporarse y sentarse en las caderas de Cas, con las manos de este todavía masajeando sus glúteos.

—Te gusta mi trasero, ¿eh? —le dijo Dean—. Mmmmh…

—Por supuesto —fue la simple y obvia respuesta.

Siguió, moviéndose con sus manos agarradas de los antebrazos de su ángel, quien vio maravillado cómo cobraba vida propia esa entrepierna y se levantaba ante sus ojos. Dean soltó una mano y lo guió  hasta su entrada para penetrarse él mismo, con cuidado al principio, después, sentarse de una vez.

Su espalda se arqueó con brusquedad al igual que la espalda de Cas. Aguantó el grito en la garganta que amenazaba con salir con estruendo, esperó un solo instante antes de comenzar a moverse con un vaivén muy erótico que empezó a sacar de quicio a su querido ángel. Le gustaba el control ejercido con el ritmo constante, podía acariciar, acariciarse y ser acariciado, masturbado.

Los gemidos volvieron a llenar la habitación. La cama volvió a golpear la pared con constancia. Los cuerpos volvieron a sudar, cayendo gotitas revoltosas por todos lados. El sexo entró y salió las veces que quiso, las veces deseadas e impulsadas. El calor volvió a nublar los sentidos con fuerza avasalladora. Cada vez más fuerte.

—Ah, sí…

—¡Dean!...

Otro golpe de carne, otro sentimiento en las almas, y vuelta la explosión y el orgasmo final. Ahora fue Dean quien cayó sobre un agitado Castiel. Cayó con una sonrisa, con un beso que dio en su boca y en su mejilla. 

—Eso estuvo fabuloso.

—Para ti casi todo es fabuloso —refutó su ángel.

—No, esto estuvo fabuloso de lo fabuloso.

Castiel nunca reía, porque nunca tuvo razones para hacerlo, solo sonreía a veces. El humor de los humanos no lo comprendía del todo. Ni siquiera entendía bien lo que quiso decir Dean, pero le dio risa y rió con ganas.

Dean también rió, pero de felicidad al ver, por primera vez quizás, a su ángel reír con ganas.

Después de un rato de continuas miradas y caricias, Dean recordó algo.

—Bobby y Sam, ¿dónde están?, ¿todavía los tienes fuera de combate?

—Si te refieres a si están dormidos, todavía lo están.

—Iré a bañarme, ¿quieres bañarte? —preguntó Dean con segundas intenciones.

—No necesito bañarme, Dean. —Las segundas intenciones no fueron recibidas. 

—Joder, Cas —dijo con un suspiro—. Okey, limpia el desastre. La habitación apesta a sexo y no quiero chistes maliciosos de Sam… No, todavía.

Castiel asintió con la cabeza mientras veía el maravilloso culito de Dean, moverse con sensualidad fuera de la habitación rumbo al baño.

Rato después, Sam supo que algo había pasado, pues despertó sentado en la silla del escritorio de Bobby, con Bobby sentado también al lado suyo, sin acordarse qué estaba haciendo o hablando. Confirmó sus sospechas cuando vio a Dean con el pelo mojado y tan feliz que parecía caminaba sobre nubes de colores.

Tomó nota para echarle la bronca a su hermano cuando se le pasara la cara de bobo —si es que se le pasaba— para entonces, pensaba tener alguna broma bien hecha como castigo por dormirlo sin su permiso.

Castiel trató otra vez de hacer contacto con las dos almas en su interior, pero sin resultado. Eso lo ponía nervioso de alguna forma, pero sentía tener el control sobre ellas así que no se sintió tan desvalido, después de todo, durante casi un año tuvo miles de almas dentro de él y pudo con ellas hasta cierto punto.

Dean parecía más preocupado por el ángel que él mismo. También estaba el asunto de Crowley y por qué no, el asunto del cielo, el cual Castiel no podía dejar de lado. Demasiados problemas que se avecinaban solo por querer estar juntos. Esperaba que el Cielo no conspirara otra vez contra ellos, porque ya sabía que el Infierno lo estaba haciendo, justo en aquel instante.

Fin capítulo 12

Notas finales:

Hola, ya estamos llegando al final de este fic. Solo quedan dos capítulos más.

Gracias por leer y un saludo especial a quienes dejan reviews ^_^


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