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A Imagen y Semejanza por chibigon

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A Imagen y Semejanza

Por Ladygon

 

Capítulo 6: Dios del Cielo y de la Tierra.

Dios estaba enjuiciando a Naomi por las atroces torturas cometidas en el cielo. Tanto a ella como a sus secuaces, los estaba mandando al calabozo cuando sintió el llamado insistente y molestoso del ángel a cargo de los Winchester. Castiel hizo una mueca de disgusto.

-Volveré pronto –dijo Dios a Hannah- asegúrate que se cumpla la sentencia.

El ángel llamado Hannah hizo una inclinación de cabeza a modo de respeto, solo la levantó cuando su Señor desapareció.

Castiel estaba como la última vez que lo vieron: con su típica gabardina y con cara de pocos amigos. El Ángel de la Guarda se puso de inmediato de rodillas, al igual que un caballero medieval ante su rey; con una rodilla en el suelo y la otra doblada; su mano derecha en el corazón y la cabeza gacha, donde topaba su mentón con su pecho; sus alas medio plegadas descansaban en el suelo en actitud de sumisión.

—¿Por qué me has llamado? No puedes hacerlo —dijo Castiel, ignorando a los hermanos.

—Perdóneme mi Señor, os lo suplico, pero Bobby está en peligro mortal y no puedo salvarlo, porque mi poder está limitado a los Winchester —respondió con solemnidad.

—Ese no es mi problema, es problema tuyo para eso te creé. No debes molestarme con nimiedades, tengo cosas más importantes de qué ocuparme.

—Lo sé, mi Señor, pero mi deber es proteger a los Winchester. Mi tarea encomendada por vos está en peligro, porque parte de los Winchester es Bobby Singer, y si él está en peligro, estos también lo están. Necesito de vuestro permiso directo para actuar, Señor mío.

Era extraño ver a dos Cas juntos, parecían figuras miradas en un espejo tridimensional. Sin embargo, se veía la diferencia de poderes, algo que no se podía ver, sino solo sentir. Sam y Dean lo sabían, pero Dean lo sabía de forma diferente.

—Sigue siendo problema tuyo —continuó con el mismo tono déspota.

Dean no lo soportó más.

—Cas, corta el rollo, por favor…

No pudo seguir hablando, porque en ese instante, Castiel le mandó una mirada tan fría, que lo obligó a congelarse ahí mismo.

Dios levantó su mano con rapidez y Dean vio una luz que emanaba en su palma directo hacia él. Su respiración se cortó al fijar su vista en los azules.

—Mi Señor, os lo suplico… -gimió el ángel.

Solo la dirección de la mano cambió con brusquedad hacia el ángel de la guarda y la luz le explotó en el pecho a Cassy, tirándolo contra la pared.

Todo fue tan rápido que no hubo tiempo de reaccionar, es más, los hermanos se quedaron con la boca abierta sin saber qué hacer. Dean seguía con los ojos pegados en la mirada de Castiel, el cual no hizo la intención de retirarla en ningún momento.

El ángel desde el suelo, había levantado la vista alterado, y en vez de mostrarse preocupado por su estado, estaba asustado ante la herejía de Dean. El humano terminaría fulminado con la mirada y eso no era ninguna metáfora.

Justo cuando pensó que esto último pasaría, Dios desapareció ante los ojos de todos y sintió alivio, porque al menos seguían vivos.

El mismo sentimiento tenía Sam en estos momentos.

—Dean, no debiste…

Y mientras Sam regañaba a su paralizado hermano, Dios apareció frente a cinco demonios; alzó su mano derecha; juntó sus dedos. Los pobres lo miraron horrorizados.

—¡No, por favo…!

Los cinco estallaron al mismo tiempo al chasquido de sus dedos. La sangre roja, entremezclada con una especie de goma negra, salpicó los muros, el suelo y las viejas maquinarias de la fábrica abandonada.

Bobby estaba semiinconsciente, atado a una silla, sangrando por todos lados. Miró a Castiel como entresueños y vio cómo ponía una mano en su hombro mientras la sangre espesa seguía chorreando por las paredes.

Los regaños todavía no terminaban para Dean cuando apareció otra vez Castiel, con un Bobby bien magullado a su lado. Bobby estaba confundido y también asustado. El asombro general se hizo en la habitación: Sam tenía la boca abierta; Dean paseaba su mirada de Bobby hacia Cas y viceversa; y el ángel chocó su vista con Dios y la bajó al suelo al instante, se incorporó del golpe para ponerse de rodillas de nuevo.

Dios, ignorando a todos, menos al ángel, se acercó hasta el arrodillado y posó su mano en la cabeza de este. Luego, la retiró con pereza.

—Ahora también eres el Ángel de la Guarda de Bobby Singer. Las vicisitudes debes resolverlas tú mismo por eso solo apliqué un castigo benevolente. La próxima vez, mi ira caerá sobre ustedes.

Y así como apareció, desapareció en un abrir y cerrar de ojos, dejando a todo el mundo con una sensación de alivio, pero también de tristeza extrema. Principalmente, para Dean que por segunda o tercera vez, sentía como si le cortaran algo dentro de sí.

El ángel se levantó del suelo con lentitud y fue donde Bobby. Colocó dos dedos en la frente del herido y al instante quedó sano.

—Sam, Dean, ¿están bien? —preguntó preocupado el ángel.

Los chicos recién reaccionaron y Sam se acercó a Bobby.

—¿Cómo estás Bobby? —preguntó Sam preocupado.

Bobby se miró las palmas de las manos.

—Mucho mejor, creo —respondió Bobby confundido.

—¿Y tú cómo estás Cassy? —volvió a preguntar Sam.

—Estoy bien —contestó el ángel.

—Díganme qué pasó –pidió Bobby.

—Cas te salvó —dijo Dean con tono triste.

Todos lo miraron de vuelta.

—Ah, sí, ya me acordé —Se sentó en un sofá—. Denme un trago.

Los chicos se reunieron alrededor de Bobby para escuchar su relato de cómo fue secuestrado por su amigo, el cual resultó ser un demonio.

—Era una trampa de principio a fin –dijo Bobby— ¡Dios, fui tan estúpido!

—No tenías por qué saberlo, Bobby. –Lo calmó Sam.

Dean miraba a Cassy de reojo en completo silencio. Necesitaba darle las gracias, pero esas cosas siempre le eran difíciles después de insultar primero, porque debía la disculpa también. Sintió un ligero dolor de cabeza.

Por otro lado, Bobby siguió con su relato del secuestro. Cinco demonios lo; agarraron, ataron, amordazaron, tiraron a una furgoneta y llevaron a un lugar apartado donde lo torturaron por pura diversión antes de llamar a los Winchester. El lugar estaba muy bien protegido contra ángeles y demonios, porque eran unos rebeldes de Crowley. Al parecer, no les gustaba la administración del rey demonio y querían matarlo, eliminarlo para después encargarse de Dios. Algo totalmente fuera de sí, pero la idea era, ofrecerse ellos mismos como sus nuevos administradores. No era tan descabellada la idea, porque si Crowley no estaba para administrar, de todas formas, se necesitará alguien que lo haga para el dueño del infierno, el cual era Castiel. Si se hacía bien el trabajo, a Dios no le importaría quién lo haga, siempre y cuando se haga.

La cuestión no les resultó, porque apareció Dios a rescatarlo y los pobres ilusos demonios solo lograron suplicar, antes de pintar las paredes de la fábrica.

—¿Y qué crees hará Cas? —preguntó Dean.

—No lo sé, supongo irá donde Crowley a reclamarle o pedirle explicaciones. Es lo que yo haría —dijo Bobby, sorbiendo un trago de su vaso.

—¿Tú qué crees Cassy? —Su tono fue amable.

El ángel fijó su vista azul en él.

—Yo creo que hará lo que dice Bobby.

Silencio.

—Como sea chicos, ya no es nuestro problema, gracias a Dios... y valga la redundancia —puntualizó el experimentado cazador.

Otro caso resuelto, bueno hasta nuevo aviso, hasta que se vea si hay más de estos demonios rebeldes que quieran sacar de circulación al rey demonio y los involucre a ellos. Al menos Bobby, también estaba bajo la protección de Cassy, eso era algo que los tranquilizaba de alguna forma, porque el ángel era muy competente cuando se trataba de salvarles el pellejo. Tanto así, que Dean tuvo que reconocer que el ángel era de muy buena ayuda. Eso le permitía descansar mucho, cosa que no hacía desde... no lo recordaba.

El ángel estaba a punto de desaparecer, pues su labor había terminado. Dean lo detuvo para su sorpresa.

—Quiero darte las gracias por todo —dijo Dean con humildad.

—No es necesario. Es mi deber resguardar vuestra seguridad —respondió con simpleza Cassy.

—Lo sé, pero de todas maneras quería que lo supieras. Y también, disculpa por lo de antes —dijo un tanto avergonzado.

El ángel bajó la vista hacia el suelo, luego la subió para depositarla en los iris verdes.

—En ese caso, está bien.

Dean iba agregar algo más, pero quedó con la palabra en la boca, porque el ángel desapareció ante sus ojos. Suspiró, sintiéndose bobo y sin saber la razón.

—No fue tan difícil, ¿no? —dijo su hermano.

—No, no lo fue. —Sonrió.

Porque así fue siempre con Cas: insultaba primero, después pedía, para luego dar las gracias y por último, disculparse. A veces cambiaba el orden, pero no alteraba el producto. Ahora lo hacía con este otro ángel tan diferente y, al mismo tiempo, tan igual a Castiel.

Extrañaba a Castiel, su hermano tenía razón, pero jamás se lo confesaría. Lo extrañaba y el verlo otra vez, solo hizo que el sentimiento de vacío creciera en su pecho. No era el mismo sentimiento cuando Sam estuvo en la jaula, ese era más de desesperación al saber que su hermano sufría y no podía hacer nada al respecto. El sentimiento de extrañeza con Sam era de desgarro, como si le quitaran el aire y se sofocara, como si le golpearan en un nocaut certero y le produjeran la muerte instantánea. En cambio, el sentimiento con Cas era totalmente diferente, era más de añoranza. No te golpeaba, sino que te picoteaba, una y otra vez, haciendo un agujero profundo, sangrante que producía una muerte lenta, muy lenta, agonizante.

El lazo…, debía ser el lazo entre almas de Cas con él. Este se estaba disolviendo y producía estos malestares. Pero quizás si desapareciera, estaría mejor. Junto con el lazo, desaparecerían todas esas emociones y sentimientos con Cas, y quizás podría vivir con el recuerdo. Lo dejaría pasar como siempre hacía con todo lo que dejaba atrás y formaría parte de su pasado. Debía mirar hacia adelante y seguir su camino de cazador.

Por tanto, volvió a cerrarse y no pensar más en Castiel, pero el pasar de los días no servía de nada. Al contrario, desarrolló, sin querer —de forma casi inconsciente— la necesidad de hablar con el ángel guardián que tenía a su lado. Y creyó que lo hacía por Cassy, pero la verdad lo hacía por él mismo, sin saberlo.

En estos momentos, Dean está solo en el Impala. Apaga la radio y se queda mirando las luces de la ciudad desde lo alto de un cerro donde está aparcado. Sam está en el motel donde no lo espera, porque le dijo que iba por una linda chica, la cual no fue tan linda como creyó y la conquista se le fue por el traste.

Nada qué hacer, solo un momento para relajarse, para darse un respiro hondo. Baja del auto y se sienta en el capó, inhala profundo, exhala con alegría, y su mente vuela. Medita los últimos acontecimientos y en su mente un pensamiento traicionero lo obliga.

—Cassy, si estás escuchando… ¡ah qué digo!, por supuesto estás escuchando –dijo avergonzado— solo quería decirte que lamento mucho haberme burlado de tus capacidades angelicales, o eso que tengas, mojo, o no sé. He sido un hijo de perra contigo, últimamente, y me has salvado varias veces. Yo…

—Hola Dean.

El cazador salta del capó y queda parado en un instante.

—¡Dios, Cassy!, ¿quieres matarme? –dice, llevándose la mano a su agitado corazón.

El ángel romano, ladea la cabeza al igual que su Dios cuando está confundido.

—No quiero matarte –Sus alas blancas y brillantes hacen un movimiento es su espalda, que no pasa desapercibido—. Al contrario, mi deber es protegerte. Creo que quedó claro el otro día.

Dean embobado con la figura que tenía adelante, dejó que el silencio de la noche respondiera por él. Supo, por qué estaba prohibido que ese ángel se presentara ante los humanos. Una figura arrebatadora, definitivamente, fuera de este mundo, no puede coexistir en este plano de la existencia, por muy sobrenatural que sea.

Sus ojos son hipnotizadores y solo el viento nocturno, azotando su rostro pudo despertarlo.

—Pensé que no te presentarías más –respondió Dean después de “minutos”.

—Me llamaste.

—¿Y vendrás ahora cuando te llame? –dijo con una esperanza.

Cassy pareció pensarlo y la esperanza se convirtió en duda. Una punzante.

—No lo sé –dijo el ángel confundido— creo que eso depende.

—¿Depende de qué?

—De si quieres verme.

Silencio incómodo. Dean miró el suelo como si hubiera algo interesante ahí. Cassy lo miró con interés, pero luego paseó su vista por los alrededores.

—Entiendo –dijo Dean.

—Bien.

—Bien –confirmó.

Y el ángel desapareció ante sus ojos.

Dean quedó confundido sin saber adónde ir. Caminó unos pasos hacia delante, luego pareció cambiar de opinión y retrocedió hasta el Impala. Titubeó al abrir la puerta del auto antes de entrar. Miró por todas partes antes de ponerse en marcha hacia el motel. 

Llegó tarareando una canción y Sam sonrió divertido.

—Por lo que veo, fue rápida, pero muy satisfactoria tu cita –dijo su hermano.

—No tienes ni la menor idea –respondió con misterio—, ¿cerraste el caso?

El giro de la conversación resultó ameno, para ser solo un trabajo terminado con un final, no feliz, sino súper feliz. Por lo menos, así se sentía Dean y lo demostró hasta llegar a casa de Bobby.

—¿Y qué le pasó a este otro? –preguntó extrañado Bobby.

—Tuvo una cita de esas “satisfactorias” –dijo Sam a modo confidencial.

—Ah.

Sam y Bobby sonrieron cómplices al verlo lavar su Impala con tanta alegría.

Sin embargo, esa alegría fue solo momentánea: como el efecto de una droga, dejando huellas depresivas, Dean tenía días buenos, malos y muy malos. Mantenía la pared para no preocupar a Sam, pero lo carcomía por dentro. Ignoraba sus malestares y evadía el real problema de forma olímpica. Dean era un terco, el mayor de toda la humanidad, si decía que estaba bien, él estaba bien y punto. No había razón para la duda.

Es así que los días muy malos, Dean activaba el piloto automático y se convertía en un súper cazador, bebía como condenado, o, armaba y desarmaba el Impala como si fuera un rompecabezas. Resultaba; lograba engañar a todos, incluso a él mismo, en el consciente, porque en el inconsciente se manifestaba su secreto, y aparecía como por arte de magia “sin ser llamado”:

—Hola Dean –saludaba como siempre el ángel.

Un golpe seco respondió al saludo. Dean tendría otro chichón en la cabeza al golpearse en la parte inferior del capó de su Impala.

—Cassy, hola, ¿cómo estás amigo?

—Bien.

Sí, ahora todo estaba bien. El día muy malo de Dean se convirtió en un día de los buenos. Esa era otra de las razones, porque resultaba su engaño, ya que en casi todos los días muy malos de Dean, aparecía Cassy y le transformaba el día. Por esta razón, Sam nunca se daba cuenta de la situación de su hermano, salvo en contadas ocasiones donde levantaba una ceja de forma sospechosa.

Y tenía razones para que su instinto sospechara, pues Dios dejó consecuencias en su actuar en la Tierra. Consecuencias que el ángel guardián debió sopesar como castigo, porque no solo le quitaron el poder de teletransportarse como creyó, sino que le traspasaron algo más. Algo inexplicable, invisible e incauto, que ni siquiera Dios pudo prever.

Fin capítulo 6

Notas finales:

Gracias por sus reviews ^^


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