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A Imagen y Semejanza por chibigon

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Notas del capitulo:

Aquí algunas respuestas y más preguntas.

-9-

A Imagen y Semejanza

Por Ladygon

Capítulo 9: La Ira de Dios.

Los días pasaban y los encuentros sexuales se volvían más frecuentes. Cassy no podía rechazarlo, porque ese algo dentro de él lo llamaba e incitaba ¿Qué pensaría su Señor si supiera que estaba haciendo justo lo que le dijo que no hiciera? Seguramente se enfadaría, peor, el hecho que no apareciera por sí mismo quería decir que no sabía nada. Algo muy extraño, pues él lo sabía todo. Quizás lo sabía y no le importaba: eso no tenía sentido.

Cassy ahora estaba confundido no solo por Dean, sino por su Señor. Sintió la necesidad de ir al cielo en busca de orientación, pero no podía teletransportarse. Los ángeles de la guarda debían reportarse de vez en cuando y su Señor lo dejó sin ese deber, ¿habrá sido a propósito? Una cosa era llamarlo, porque estaba interviniendo  con su quehacer divino, pero otra muy diferente era subir al cielo a reportarse.

Ahora un dolor no físico lo embargaba y no tenía cómo expresarlo. No sabía qué era o cómo llamarlo y no podía preguntarle a nadie ¿Sam o Dean, sabrían? Ellos eran humanos, por lo tanto, no podían saber qué le pasaba a un ángel, ¿o sí? ¿Por qué lo dejaban solo sus hermanos? ¿Por qué lo dejó solo su Señor? ¿Tan mal lo estaba haciendo? Y si era así, ¿Por qué no lo destituían de su puesto? No era lógico, nada lo era. No sentía que estuviera haciendo nada malo, pero si justamente, lo estaba haciendo y no sabía, eso lo tenía nervioso: ya no sabía qué estaba mal o qué era correcto, no solo con él mismo, sino también con Dean.

Su humano parecía bien cuando estaba con él y se sentía bien. El ángel guerrero lo sentía bien, pero entonces, algo pasaba que no podía identificar y todo cambiaba. Una angustia muy grande se posicionaba en su pecho y un amargo aprisionaba su garganta. El nivel de desesperación subía, pero lo que no entendía el ángel, es que ese nivel de desesperación, si bien era recíproco, en Dean, por ser humano, se volvía letal, como una persona que aguanta la respiración bajo el agua y busca la superficie para dar esa bocanada salvadora, pero nunca llega a esta, porque parece alejarse más y más, y el deseo de llegar a esa superficie se incrementa, convirtiéndose en lo único que importa, ya que ve el azul del cielo desde la transparencia del agua y sabe que está allá arriba. Lo sabe, lo ve, lo siente y esto no hace más que reforzarlo todo.

Así estaba Dean, sin tope. El nivel de desesperación sin control, cuando lo llamó para que lo follara en una sucia esquina en pleno callejón.

—No puedo hacerlo aquí, pueden vernos —explicó el ángel.

—Solo tienes que desaparecer. No habrá problemas —dijo bajándose los pantalones y la ropa interior hasta los talones, quedando desnudo de la cintura para abajo.

Se dio vuelta contra la pared, apoyando las manos y levantó el culo para que lo follaran duro, rápido y parejo.

El ángel no estaba ni excitado, pero eso no era problema, solo tenía que agarrarlo de la cintura frotar su pene contra ese trasero y meterle los dedos en la boca para que los lubricara. Así lo hizo. Le metió  dos dedos en la boca. Dean los chupó con avidez y presteza, porque sabía donde irían a parar. Después, abrió más las piernas cuando sintió esos dedos invadir su trasero, quiso estar desnudo completo, pero en ese lugar era imposible. Además, le daba un toque más excitante, más de lo que estaba.

—Ya, métemelo —suplicó.

Cassy sacó el lubricante, el cual traía siempre, y lo esparció en su miembro con movimientos bien masturbadores para levantarlo al máximo, dejándolo listo para el impaciente.

—Rápido… Ah… —Calló de improviso al sentir la invasión.

El ángel se lo metió todo de una sola vez y lo llegó a levantar de su sitio. Dean pegó un grito muy escandaloso y tuvo que taparle la boca con su mano. Así lo folló con movimientos erráticos del trasero de Dean, quien lo mecía en busca de más y de él arremetiendo para dárselo profundo.

Sintió que alguien venía, desplegó sus alas, agarró a un jadeante Dean por la cintura, y voló con él hacia el cielo. Dean casi se desmayó.

Aterrizaron en el techo de un edificio, todavía pegados por el calor del sexo. Dean con un ataque de pánico por el vuelo, trató de despegarse, literalmente de Cassy, quien lo tenía bien agarrado, tapando su boca. Comenzó a pegarle  con los brazos y piernas, pero el ángel solo lo inclinó en la cornisa, en donde quedó con el pecho pegado en el borde mirando, hacia las luces de la ciudad en altura y hacia los techos de los otros edificios. Al hacer esto, el ángel romano soltó su boca para colocarla en su espalda y arremeterlo con estocadas fuertes.

Dean lleno de pánico al ver que el otro continuaba gritó:

—¡Cas, no, detente, idiota!

El ángel se detuvo al instante y Dean se soltó, tropezando a causa de los pantalones abajo. Comenzó a subírselos y a insultarlo de mil formas, producto de la adrenalina del susto.

—Venía alguien —explicó con simpleza el ángel.

—¡Púdrete! ¡Solo tenías que desaparecer, no hacerte el Superman! ¡Dios, casi me da un infarto! —Caminó nervioso como animal acorralado —. Maldito hijo de perra.

Algo dentro del ángel se remeció.

—Lo lamento, yo no soy Castiel. No puedo teletransportarme, solo volar —dijo con tristeza.

Por primera vez, Dean tomó conciencia de todo lo dicho. Había logrado que Cassy mencionara el nombre de Castiel, sin títulos ni nada parecido ¿Era eso alguna blasfemia?

—No, no quise decir eso, en serio —contestó Dean a modo de disculpa.

—Lo sé, sé que no quieres decir lo que dices. —Lo miró con tristeza.

Silencio e intercambio de miradas. El ángel desapareció.

—¡No! ¡Espera, no te vayas! —Vio hacia todos lados— ¡Maldición! —Se agarró la cabeza con ambas manos— ¿Qué hice? —Su voz se perdió en un murmullo.

El ángel guerrero de la armadura azul sexy, no volvió a aparecer, aunque él rezara con todas sus fuerzas hasta las súplicas. Dean comenzó a ahogarse, casi literalmente hablando, y trataba de todas las formas de que no le afectara, pero eso era imposible. Fue su hermano quien lo notó extraño.

—¿Todavía sigues con la striper? —preguntó Sam con curiosidad.

Dean se preguntó de cuál striper se refería su hermano. Casi metió las patas en la mentira.

—¿Eh? —Abrió los ojos—. Ah, ella, no, ya no. Me dejó por un barman.

—¡Oh!... —Evaluó el burlarse, pero el rostro de su hermano lo detuvo—. Quizás sea lo mejor.

—Quizás.

No, no era lo mejor para él, quería a su striper personal, a su ángel. El estómago se le revolvió de improviso.

Las conductas erráticas volvieron más peligrosas que nunca, ya que eran más absolutas. No cayó en la bebida ni nada de eso, él necesitaba algo más fuerte. Algo que lo embarrara de sangre, pues creía que la caza de monstruos ayudaría, pero en el inconsciente, buscaba algo más doloroso que reemplazara lo que sentía, y eso estaba en el nivel de daño dispuesto a sufrir. Por eso buscó casos como loco y luego se lanzó hacia el primero que encontró peligroso.

—Pero Dean, no sabemos si es un caso —hablaba la voz de la conciencia.

—Hay un muerto Sammy, uno —enfatizó con el dedo en alto—, por menos hemos investigado.

Dean se veía más agitado que de costumbre.

—Está bien, hagámoslo —aceptó Sam suspirando.

Después, se tiró como un kamikaze a la caza sin siquiera investigar con qué trataba. Sam se subía por las paredes por la rabia y la preocupación: Dean no le respondía el celular.

—Cassy, Cassy, necesitamos de tu ayuda. Dean está haciendo estupideces y no me contesta. Espero que estés con él y lo traigas a salvo —pidió con tono asustado.

El ángel apareció ante sus ojos.

—No estoy con él —contestó.

Sam casi quedó pegado en el techo del motel.

—¡Cassy, por Dios!, ¿dónde estabas? Dean desapareció y no puedo encontrarlo.

—Está a diez kilómetros de aquí en una granja abandonada. Lo puedo ver. Está bien por el momento. Iré a buscarlo por aire. Tú ve también, te llevaría volando, pero si voy solo, llegaré más rápido —explicó a toda prisa.

Inmediatamente, desapareció de improviso ante la vista de Sam.

—¡Espera, cómo llegaré! —gritó. 

Unas imágenes se le aparecieron en la cabeza y supo que era Cassy quien las enviaba. Salió disparado en busca de un taxi, pues no le quedó más remedio, y partió rumo a la dirección guiada por el ángel.

Cassy volaba a toda velocidad con sus hermosas alas blancas extendidas, dejando una estela misteriosa en el cielo. Cubrió rápidamente los diez kilómetros y llegó a una casa deteriorada por el abandono. Veía desde las alturas  el Impala estacionado no tan cerca de la casa de un piso y junto a esta, un granero. Entró como un fantasma en busca del imprudente cazador y lo encontró en la cocina, revisando una alacena. Si buscaba sal o tenía hambre, no lo sabía. Dean se dio la vuelta.

—¡Cassy! ¿Por qué no te apareces? No hay nadie por aquí.

El ángel no se hizo visible y tampoco se movió de su posición. Dean siguió buscando por la casa al presunto monstruo. Entró a los dormitorios donde las camas eran un desastre ruinoso, polvo por todas partes. Pasó por el baño, hurgueteó el botiquín como buscando algo en específico, pero no sabiendo qué cosa. Volvió al living.

Dean suspiró.

—Mira, Cassy, sé que lo eché a perder, pero... dame una oportunidad ¿Sí? Prometo hacerlo bien esta vez.

Nada.

—Cassy, por favor.

Nada otra vez.

—¡Maldición! —exclamó frustrado.

Salió de la casa con la mente y el alma apaleada, rumbo al granero. El piloto automático andando para atrapar al monstruo de turno, el cual no apareció por ningún lado. El granero estaba solo a unos pasos de la casa de junto y había señas de que el monstruo estuvo en ese lugar, pero nada en específico.

El lugar no estaba tan sucio como la casa. Igual era de madera, pero un poco más grande, con algunas ventanas de vidrios, las cuales dejaban entrar la luz de forma suave para iluminar el interior de los corrales llenos solo de paja. Comenzó a escudriñar, primero los almacenes del fondo donde guardaban las herramientas y otras cosas. Le llamó la atención un sin número de artículos filosos que servían para segar el trigo y para mover la paja.  

Sam llegó minutos después con machete en mano y muy agitado por haber corrido el trecho donde lo dejó el taxi. Demasiado apartado del camino hacia la granja, corrió con las imágenes mandadas por Cassy. Gracias a estas imágenes, sabía que estaban en el granero, así que entró sin más.

—¡Hey, Cassy!, ¿seguro no quieres follar aquí? La paja está fresqui… —Dean quedó helado al ver a Sam mirarlo como si tuviera dos cabezas.

El ángel se presentó.

—No, Dean, no quiero follar contigo en la paja —Miró a ambos cazadores—. Hola Sam, no hay monstruos por los alrededores.

Dean se recuperó del shock.

—¿Ahora decides hablarme? ¿Cuándo aparece Sam? —Estaba mosqueado.

—Es importante que él esté presente en esta conversación.

—No, no lo creo, esto nos incumbe a ti y a mí. No lo involucres en esto.

Sam con la cabeza hecha un lío poco entendía de qué hablaban, pero no quería que lo dejaran fuera. Eso ni hablar.

—Wowowow, esperen un momento ¿De qué demonios están hablando? —pregunta Sam— ¿Acaso ustedes dos? —Mueve el dedo índice apuntado a uno y al otro.

—No es lo que pare… —comienza su hermano.

—Sí, Dean y yo estamos follando desde hace un mes —interrumpe el ángel.

—¡Qué! —Abrió la boca de la impresión—, pe…pero… pe… ¿La striper? —preguntó a Dean, apuntando a Cassy.

Dean rueda los ojos.

—La striper. —Dean apunta con el dedo al ángel.

Silencio.

—¡Oh, mi Dios! —Sam se agarra la cabeza— ¡Pero qué demonios están pensando! Dean, no puedes follarte a Cassy, es un ángel de la guarda que fue creado hace unos pocos meses.

—No, no es así —explica el ángel—, él no me folla. Yo lo follo a él.

—¡Dios! ¡No quiero saber eso! —gime Sam.

—¿Quieres callarte Cassy? —pide Dean entre molesto y avergonzado.

—No, no puedo callarme. Lo siento —afirma el ángel—, Sam, Dean no está mejorando. Intenté ayudarlo, pero no mejora, al contrario, está peor y no quiere verlo.

—¿A qué te refieres? —preguntó Sam con seriedad.

—Sí, ¿de qué hablas? —Quiso saber Dean—, yo estoy bien.

—No, no lo estás —Sam y Cassy hablaron al mismo tiempo, mirándolo fijamente.

Dean los miró de vuelta.

—Eeeeh, ok —Asintió asustado de esos dos.

—Es el lazo entre almas con mi Señor —explicó Cassy—, no está desapareciendo, al contrario, se fortalece.

—¿Cómo que se fortalece? Explícate —exigió Dean.

—No debió fortalecerse si estaba teniendo coito conmigo. Debió desaparecer, porque yo soy un ser diferente al del lazo, pero el ser diferente pudo crear la fortaleza en sí.

—No te entiendo, explícate mejor —pidió Sam.

—Yo, soy un ser semejante a mi Señor, en otras palabras, me parezco a él. Dean confunde sus sentimientos, me confunde con él.

—No, no es eso… —Trata de explicar Dean.

—Sí, lo es, me confunde con Castiel.

—Bueno, Cassy eso es natural que pase —interviene Sam—. Tú eres igualito a él, digamos que tienes el mismo envase con diferente etiqueta.

Cassy lo quedó mirando. Sam hizo un gesto de comprensión.

—Me refiero a que eres igual a Castiel —explicó Sam.

—Aun así, no debió pasar. Puede que me parezca, pero tengo una esencia diferente y esta no puede fortalecer el lazo, porque soy solo una sombra… —Cassy se quedó en trance, luego abrió los ojos como teniendo una revelación.

—¿Qué?, ¿qué pasa? —preguntó Dean.

—Cre… o saber por qué el lazo se fortalece, pero no se satisface…

—¿Ah, sí? Pues, ¡ilumínanos! —Dean alzó las manos.

—Sí, Cassy, dinos lo que crees qué pasa con el lazo —pide Sam.

—Solo se me ocurre una razón para que el lazo se haya fortalecido y tiene lógica, pero no estaré seguro si es cierto hasta que lo compruebe.

—¡Qué, sí! ¿Cuál es la razón? —preguntó Sam.

—Yo no soy una sombra —sentenció.

—¡Qué! —gritaron los dos cazadores de improviso.

—No soy solo una sombra —repitió— debo ser algo más y el único que puede decírmelo…

El ángel guerrero cerró los ojos y bajó la cabeza, topando su mentón con su pecho; extendió los brazos, las manos con las palmas hacia arriba. Sus alas se abrieron en magnificencia, ocupando todo el lugar.

Ni siquiera lo dudó.

El corazón de Dean golpeó en su pecho con violencia, pues supo de inmediato lo que estaba haciendo el ángel.

—¡Cassy, no! ¡No lo hagas! —gritó.

Pero entonces, su hermano lo detuvo e hizo callar.

—Déjalo, necesitamos saber —dijo Sam.

—No ves que lo matará ¡No puedo dejar que lo haga! —chilló Dean desesperado.

—Dean —El ángel abrió los ojos para él—. No me pasará nada, confía en mí.

Dean se tranquilizó, aunque no mucho.

Cassy cerró los ojos otra vez y un brillo tenue invadió todo su cuerpo.

Ya sabían lo que pasaría, así que aguantaron la respiración y esperaron por segundos, los cuales parecieron horas.

Y Castiel, Dios Todopoderoso y Eterno, apareció con su figura habitual, pero totalmente, serio y escalofriante. Había cambiado más de la cuenta desde la última vez que lo vieron, pues era y no era él. Su aura daba una especie de terror, que solo Muerte o el mismo Lucifer proyectaban.

El Ángel de la Guarda puso de inmediato una rodilla en el suelo; su mano derecha en el corazón y la cabeza gacha, donde topaba su mentón con su pecho; sus alas medio plegadas descansaban en el suelo en actitud de sumisión.

—Supongo deseas morir por eso me has llamado —dijo Castiel con voz tétrica, ignorando como siempre a los hermanos y levantando los dedos en chasquido.

Dean adelantó un paso asustado, pero Sam lo detuvo con la mano.

—Mi Señor, os he llamado, porque no temo morir. Si es lo que deseáis, podéis disponer de mi vida.

—¡No, Cas te lo suplico…! —exclamó  Dean desesperado y volvió a sentir el agarre de su brazo.

Castiel, movió solo su cabeza hacia el lado, fijó los ojos en Dean, quien perdió el aliento de forma repentina. Había pasado un buen tiempo donde sus miradas se encontrasen. Sin embargo, la transparencia de ese color verde, reveló la profundidad de sus emociones al ser divino.

—Ustedes… —dijo Cas, arrastrando las palabras—, ¡qué hiciste! —Volvió la vista hacia el ángel para recriminarlo.

—Solo lo que vos deseabais —confesó con simpleza.

—¡Cómo te atreves! —rugió Dios.

Los cristales de las ventanas temblaron, y la ronca voz hizo un eco tenebroso. El granero se unió al crujido de los pocos cristales y comenzó a temblar desde los cimientos. Enseguida, el vidrio reventado saltó hacia ellos, teniendo que cubrirse con sus manos. Los muebles, que componían los almacenes, se abrieron de improviso y las cosas dentro de ellos, cayeron al suelo donde se desparramaron las herramientas, rompiéndose algunos tiestos.

—Mi Señor —apuró con voz potente antes de que fuera pulverizado—, yo no soy una sombra, y soy más que una imagen.

Castiel abrió los ojos y el temblor comenzó a menguar.

—Lo sabía, quizás siempre lo supe —continuó el ángel ensimismado—, pero tenía una especie de bloqueo que me cegaba —Se levantó de su postura sumisa y quedó parado a la altura de sus ojos, chocando las dos orbes azules—. Quizás puedas deshacerte de Dean, pero no puedes deshacerte de mí.

—¡Insensato! —rugió Castiel —. Si es eso lo que crees, mataré a Dean —sentenció Dios decidido y miró al cazador.

La oscuridad cayó sobre el lugar, solo el brillo de los ojos azules se hizo intenso, luminoso. Apuntó su mano a los asustados humanos.

—¡No lo hagas! —le gritó el ángel.

Cassy desplegó sus alas y se fue en contra de su Señor, el cual cambió de trayectoria su ataque y lanzó al ángel, con tanta fuerza contra la pared, que este la traspasó, quedando incrustado.

—¡Cassy! —gritó Dean, corriendo hacia el ángel.

—¡Dean! ¡No! —Sam intentó detenerlo, pero no pudo alcanzarlo, así que corrió detrás de su hermano.

—¡Son unos malditos blasfemos! ¡Ya me tienen harto! ¡Los mataré a todos! —retumbó la voz de Dios, en todo el lugar, provocando un temblor demasiado fuerte.

Las paredes comenzaron a resquebrajarse y partirse. El viejo granero no aguantando más los embates divinos, amenazaba con caerse al suelo. Sam alcanzó a su hermano, quien no alcanzó a llegar donde Cassy yacía, y los dos tuvieron que sujetarse el uno del otro del brazo, ya que el vaivén les hacía perder el equilibrio. Luego, los hermanos no pudieron mantenerse en pie producto del remecer de la tierra y se sujetaron más fuerte, tratando de levantarse sin éxito.

Finalmente, todo colapsó y donde antes estuvo el granero con su casa de junto abandonada, una gran nube de polvo espeso, oscuro, cubrió el lugar.

Fin capítulo 9


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