Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ella en tu mirada por Haruka Eastwood

[Reviews - 25]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Titulo: Ella en tu mirada

Resumen: No puedo evitar sucumbir ante él, ante sus malditas caricias… es una lástima que no sean para mí, sino para ella…

Categoría: Originales

Clasificación: Mayores de 16 años

Género: Drama. Romántico.

Advertencias: Lemon

N° Capítulos: 4 de 6

Por: Haruka Eastwood

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Ella en tu mirada

Capítulo 4: Combinaciones

—R-Ricardo —balbucee apartándome bruscamente de su agarre.

Un extraño escalofrío recorrió todo mi cuerpo en cuanto me di la vuelta encarándolo. Su amplia sonrisa era burlona, mientras me escaneaba minuciosamente cruzándose de brazos con prepotencia, haciendo un ligero movimiento de arriba abajo como si estuviera aprobando algo. Y es en estos momentos que odio mi baja estatura —un metro sesenta—, él fácilmente es quince centímetros más alto que yo, aunque sigue siendo menos intimidante que mi tirano ex jefe y su metro noventa. Suspiro y lo miro con desconfianza frunciendo el ceño.

—No pongas esa expresión —sonríe galantemente—. ¿Y bien?

Él, Ricardo Rivera es un hombre problemático. Ama las fiestas, los bares, antros y evidentemente: el alcohol en todas sus presentaciones, también hay que sumarle su molesto vicio del cigarrillo. Curiosamente, siempre tiene una sonrisa afable que me hace relajarme en su presencia, aunque este no es el momento. Su cercanía desde siempre me ha parecido… estremecedora, puede que intimidante cuando sus penetrantes ojos grises me observan con un sentimiento que nunca soy capaz de descifrar.

No me gusta admitirlo, pero fue mi primer amor, uno imposible, ligado a políticas familiares. He de decir que durante mucho tiempo debatí con mi subconsciente de lo que era correcto e incorrecto, analizando los pros y contras de confesarle lo que sentía, evidentemente nunca lo hice pero no me arrepiento, así que con el tiempo aprendí a verlo como lo que realmente es: mi primo, al que conozco desde hace trece años. Claro que eso no anula el hecho de que es demasiado atractivo.

—Y bien… ¿qué? —Cuestiono con torpeza.

Su mirada se endurece, erizándome los bellitos de la nuca. Sus ojos grises adquieren un matiz peligroso, mientras se pasa la mano por su cabello rubio cenizo un par de veces —es idéntico a su padre biológico, en paz descanse—, intentando acomodarlo o puede que solo sea una extraña manía suya. Luce tenso e instintivamente retrocedo un paso haciendo que suspire con molestia, ruede los ojos y camine hacía mi, acortando la distancia entre nosotros, acorralándome.

—Te conozco... —murmura acunando mi mejilla entre su mano— al menos lo suficiente para saber que tu linda sonrisa ha cambiado y que tus ojos no brillan como antes.

—Estas delirando.

—Por ti.

—¡¿Qué?! —Mis ojos se abren e inevitablemente lo miro fijamente.

No me di cuenta cuando se acerco tanto a mi rostro. Su cálido aliento se entremezcla con el mío. Me paralizo e instintivamente separo los labios dispuesto a gritarle que está loco y que se aparte; entre todos los escenarios posibles que mí perturbada mente imagino, definitivamente no estaba ser besado con agresividad por Ricardo, a quien considero desde hace más de una década como un verdadero miembro de mi familia. ¡Es mi primo! Y definitivamente esto no debería estar pasando.

Intento apartarlo, pero su mano derecha viaja hasta mi nuca profundizando el beso. Me rodea la cintura con demasiada fuerza pegándome a su cuerpo, sintiendo como su ansiosa  lengua se abre paso en mi boca, comenzando a explorar con descaro. Estoy más confundido que nunca, y molesto conmigo mismo por no haberlo evitado. Deseo golpearlo, así que cuando la falta de aíre se hace presente y me suelta, le doy un puñetazo en el estomago, limpiándome la boca con el antebrazo.

—¡Ey! ¿Por qué fue eso? —Pregunta con la mano en el estomago, ligeramente encorvado, fingiendo dolor—. Sabes, no era necesaria la violencia.

—¿Por qué? —espeto con la respiración agitada—. Lo sabes muy bien, idiota.

Me mira atónito y siento mis mejillas arder por vergüenza. Me centro en su mirada, sus ojos grises parecen opacarse mientras saca un cigarrillo de su chamarra y lo enciende con tranquilidad, viendo la luna, sus cabellos se mueven lentamente con el frió viento. Extrañamente me siento culpable, como si hubiera hecho algo muy malo, cuando fue él quien tuvo la culpa.

—Me gustas —se encoje de hombros dándole una calada al cigarrillo.

Mi mandíbula llega al suelo, mis ojos se abren y no soy capaz de decir algo razonable.

—Eres mi primo —balbuceo.

—No hay lazos de sangre, así que no le veo el problema.

—Soy hombre —frunzo el ceño, viéndolo con molestia.

—Yo también —sonríe juguetón y me sonrojo como idiota—. Pero el hecho de que no me hayas rechazado ¿significa que tengo una oportunidad?

Grácil, y con una agilidad envidiable se posiciona frente a mí. Su poderoso cuerpo me aprisiona contra la pared más cercana acortando la distancia entre ambos. Me siento atrapado entre las fauces de un nuevo depredador y no evito temblar ante lo inesperado, asustado y patético como sólo yo puedo ser. E incapaz de alejarlo, permito que me aprisione nuevamente en un abrazo cálido y protector, hundiendo mi rostro en su pecho por lo que parece ser una eternidad mientras disfruto del embriagante aroma a colonia y cigarrillo, dejándome llevar por el tranquilo palpitar de su corazón.  

Irónicamente, es la primera vez en años que me siento tan protegido, pero malditamente incomodo. Ya no dudo de que mi vida sea un asco. Incluso empiezo a sopesar la idea de tener un potente imán que atrae hombres raros, locos y pervertidos con serios problemas mentales. No tiene caso discutir con él, mucho menos intentar dialogar sobre mi negativa —la cual no exteriorice—, así que sutilmente me alejo de él, y me doy la vuelta entrando nuevamente a casa, sintiendo como mi estúpido corazón late frenéticamente.

•••

Entre hipidos, veo la hora en el reloj de la pared —justo enfrente de mí—, son las cuatro de la mañana y yo estoy por primera vez en mi vida ebrio. No soy capaz de articular una sola palabra sin que mi voz salga distorsionada e incluso comienzo a ver borroso. A lo lejos escucho al tío Jorge, que mantiene un vaso en la mano mientras canta en el karaoke en compañía de Lucas, evidentemente esta ebrio, la tía Elizabeth simplemente graba la escena con su teléfono, riendo discretamente con Amalia.

Busco con la mirada a Román quien está sentado al lado del abuelo, escuchando atentamente sus historias de cuando era joven. Finalmente, Alejandro y Ricardo están a mi lado, charlando con cara de fastidio, por lo que ocasionalmente piden mi opinión en temas sin importancia. Todo a mí alrededor da vueltas y término recostándome en la mesa, esperando a que el mareo se vaya.

—¡Vámonos a dormir! —Grita Elizabeth, llamando la atención de su esposo.

—Pues Gabriel ya se adelanto —exclama Amalia comenzando a reír.

Repentinamente la música cesa, Román y Lucas alegan que ellos dormirán juntos, por lo que nadie se opone y todos empiezan a marcharse. Actualmente estoy tan ebrio que no me importara si me dejan aquí.

—Ricardo —la suave voz de Alejandro llamando a su hermano se escucha muy cerca de mí, pero decido ignorarlo y finjo dormir—. ¿Gabriel se quedara contigo o conmigo?

—Conmigo —sentencia—. Solo ábreme la puerta del cuarto, por favor.

No escucho su respuesta, quiero alegar, pero en el momento que me enderezo siento que el mundo se mueve con frenesí. Y hubiera caído al suelo de forma ridícula si no fuera por los fuertes brazos que me sostienen. Al levantar la vista, observo la sonrisa burlona de Ricardo mientras se acerca cada vez más a mí, levantándome fácilmente al estilo nupcial, haciendo que mi cuerpo se acurruque instintivamente.

—Guau, no creí que fueras tan fuerte —Amalia se burla, antes de soltar un bufido de molestia—. Eres malo, Ricardo. Cada que me quedo dormida en el sofá, bien podrías haberme cargado hasta mi cama en vez de despertarme.

—Eres demasiado pesada —alega comenzando a caminar conmigo en brazos, a lo lejos puedo escuchar a mi prima gritándole lo tonto y grosero que es, diciendo que ella solo pesa sesenta y cinco kilos (veintitrés más que yo). Pocos minutos después siento como me recuestan en una mullida cama—. Ey… Gab, ¿puedes soltarme?

Hago un esfuerzo monumental por abrir los ojos, viendo con dificultad que me había sujetado al suéter de Ricardo con bastante fuerza. Mi rostro arde y evado su mirada soltándolo.

—M-Me hubieras… dejado en la mesa… —balbuceo con dificultad.

—Sabes que no soy capaz de hacerlo.

Me dejo llevar por él y sus tibias manos que cuidadosamente me despojan de la ropa, con la única intención de que este más cómodo. Mi vista nublada intenta buscar sus ojos con desespero y termino sujetando su cabello, atrayéndolo, quedando su rostro a escasos centímetros del mío. Finalmente le beso, mis labios buscan los suyos, aferrándome al calor de su cuerpo como única salvación a mi fracturada mente, queriendo reparar el daño que Julián me hizo a bases de caricias ajenas.  

Cierro los ojos con fuerza y gimo inconscientemente, cuando los vuelvo a abrir, descubro con horror que no es Ricardo quien me besa con cariño, sus amables manos no recorren mi cuerpo… ante mí, esta él. Julián Montes, mi ex jefe y mi ex amante es quien está a punto de hacerme el amor, y como si nunca me hubiera utilizado, le dejo hacer lo que le plazca con mi cuerpo.  

Me estremezco y vibro entre sus brazos, disfrutando de sus dulces caricias. Lo siento diferente, irreal, pero no me importa, ya nada importa, simplemente gimo bajito y abro los ojos llenos de lágrimas, viendo su figura borrosa sobre mi cuerpo.

—Dime que me amas —pido entre susurros suplicantes cuando se adentra en mi interior.

—Te amo mucho —su cálido aliento choca contra mi oído, y su voz cargada de una pastosa sexualidad me encanta, me seduce y me aterra—. Desde el primer momento en que te vi…

Sus estocadas son lentas, pausadas y deliciosas, como si temiera dañarme, entonces llego al orgasmo ahogando el grito de placer entre sus labios, enterrando las uñas en su espalda. Su mirada busca la mía, y es en ese preciso momento que los fríos ojos verdes se convierten en unos grises, demasiado cálidos y demasiado amables. Aquella espesa mata de cabello azabache se transforma en una rubia y entonces lo entiendo todo…

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Continuará

Notas finales:

Gracias por leer~♥

Haruka Eastwood


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).