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Ella en tu mirada por Haruka Eastwood

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Notas del capitulo:

Hola! Muchas gracias a los que se animaron a leer ♥ solo espero que esta loca idea les siga gustando :3 y un agradecimiento especial a: Liziz y Karolita por comentar ♥

 

¡Sin más preámbulos, a leer!

Titulo: Ella en tu mirada

Resumen: No puedo evitar sucumbir ante él, ante sus malditas caricias… es una lástima que no sean para mí, sino para ella…

Categoría: Originales

Clasificación: Mayores de 16 años

Género: Drama, Romántico

Advertencias: Lemon

N° Capítulos: 2 de 6

Por: Haruka Eastwood

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Ella en tu mirada

Capítulo 2: Un gran problema

Desde el primer momento en que lo vi me enamore perdidamente de ese hombre: alto, imponente y con una sed de poder abrumadora. Todo este tiempo he vivido en una jodida fantasía, obligándome a creer que se fijo en mí porque era especial, alguien único y porque vio algo que nadie más tenía —un enorme parecido con su esposa muerta—. ¡Genial! Realmente es genial, me digo una y mil veces. Vaya ejemplar de hombre que me he conseguido.

Apuesto. Lo es y mucho, cualquier mujer con un poco de sentido común babearía por alguien como Julián Montes. Inteligente. Ahora que lo medito no he conocido a otra persona tan culta y hábil en finanzas y administración, claro que habría que omitir el hecho de que es un completo caos en su vida priva, en la cual estoy hundido hasta el fondo. Carismático. Bueno, si a su sonrisa de macho dominante y prepotente se le puede considerar así, pues lo admito, lo es. Según yo, eso es lo más sobresaliente de él. ¿A que es todo un adonis?

«Solo en tus sueños» Me digo y desde la cama (cubierto por una fina sabana que intenta ser blanca) solo me queda ver su ancha espalda mientras sale de la habitación. Y como otras tantas veces, no me dirigió la palabra —no hubo beso, ni caricia, ni un “gracias, estuviste genial”—, tan solo se marcho el muy maldito; sonrió y pienso que le ha faltado arrojarme un par de billetes para hacer todo más realista, es decir, ya me trata como a su puta, así que no me debo extrañar si uno de estos días me ofrece dinero por mis servicios como sustituto de su amada esposa… ¡Vaya vida!

Chasqueo la lengua y con un enorme nudo en la garganta comienzo a vestirme, viendo que son las seis de la tarde. Maldigo una y mil veces, ya que le había prometido a mi hermano llegar temprano para llevarlo a comer, por lo que tomo el teléfono para prenderlo. ¡Seis llamadas perdidas! Cielos, debe estar furioso, creo que más hambriento que molesto, aun así es malo, por lo que dude un poco en regresarle la llamada.

Momentos como este son los que me hacen dudar quien es el hermano mayor...

¿Gabriel?

—¿Román? ¡Lo siento mucho! —es lo primero que se me ocurre—. Llego en veinte minutos, pero te prometo llevarte a comer e ir a ver una película.

Eres un idiota.

Y me acaba de colgar. Creo que esta vez sí se molesto, normalmente es un lindo, dulce y tierno hermanito, pero cuando se molesta es todo un ogro, claro que me lo merezco, se supone que debería estar en la casa desde hace tres horas, tiempo que he empleado para venir a revolcarme con mi jefe en este hotel, desatendiéndolo. No sé si soy mala persona, un idiota, bastardo o todo lo anterior. ¡Vamos, hay que hacer apuestas! No tengo nada que perder…

Al parecer este no es mi día, por lo que al llegar al estacionamiento, me acomode la bufanda, hundiendo mi rostro entre los pliegues mientras camino al auto observando el vahó de mis respiración. Odio el frio, (y agradezco que no caiga nieve porque moriría congelado), pero odio aun más el calor… oh, y a Julián, no hay que olvidar a Julián, creo que encabeza la lista de lo que me desagrada.

—Soy un mentiroso… ¿por qué no te puedo odiar?

Tal vez solo sea otra de mis fantasías, pero creo que cada que me besa lo hace por gusto, incluso puedo decir que me siento protegido, mimado y deseado entre sus brazos, dejándome llevar por el torbellino de emociones que me provoca una sola caricia suya. Claro que lo más seguro, es que todo sea obra y gracia de mi magnifica imaginación, por eso es que he meditado seriamente en renunciar.

No sería tan mala idea, de hecho comienzo a visualizarme, mientras entro a su oficina como si yo fuera el jefe, le arrojo las carpetas del día, le digo uno que otro insulto y al final, estampo mi mano sobre su fino escritorio de caoba, poniendo mi maravillosa renuncia frente a él. Me pregunto si gritara, la romperá o se limitara a echarme a patadas de ahí.

Claro que al paso que vamos, no creo que pase mucho tiempo, sé que no puedo seguir así, con esta maldita fantasía que solo hace daño, más a mí que a él, de hecho dudo que a Julián le afecte en algo. Vaya, realmente no tiene caso seguir pensando en eso, por lo que al adentrarme al coche me dedico a conducir hasta la casa intentando no pensar en nada.

Son veinte minutos hasta la zona centro. Vivo en un enorme apartamento que compre hace poco más de un año, tiempo después de la muerte de mi madre. Tal vez era su recuerdo que me atormentaba o puede que el problema sea yo, total, no era de extrañar, afortunadamente Román no se opuso, de hecho se vio encantado con la idea de cambiar de casa, de escuela y prácticamente de vida.

Así que al subir por el elevador me siento como un adolescente, el cual sabe que en el momento en que abra la puerta se va a encontrar con sus padres esperándole con mala cara, dispuestos a darte la reprimenda del siglo por llegar tarde a casa nuevamente y no haber avisado. Dicho y hecho. Ni siquiera he medito bien la llave de la puerta cuando esta se abre, dejándome ver a un molesto Román, claro que en vez de sermonearme se arroja a mis brazos como cuando era pequeño.

—Eres un idiota.

—Lamento la demora… tenía trabajo y he olvidado llamarte.

—Hueles raro.

Cielos, mi cuerpo se tensa de una forma casi dolorosa, yo se que huelo a sexo, puede que a perfume de él, mismo que intente camuflar con cantidades excesivas del mío. Evidentemente, (o eso quiero pensar) mi dulce Román es tan inocente como para no saber identificar a que huelo.

—¿Enserio?

—Sí… ve a bañarte —ordena.

Al separarse puedo verlo mejor, es increíble que a pesar de que le faltan dos meses para cumplir los trece años ya mida un metro setenta (¡diez más que yo!). De piel ligeramente acanelada, cabello negro y ojos azules, físicamente es idéntico a nuestro padre (y yo soy una mala copia de mamá, quien decía que yo era todo champagne y él todo whisky. Comparación que sigo sin entender), aunque su carácter es muy dulce, tierno, pero la mayor parte de las veces es serio y un poco torpe… solo un poco.

—De acuerdo —acepto entre suspiro, sabiendo que realmente me hace mucha falta—. En cuanto salga podemos ir a donde quieras.

—Quiero hamburguesas, ir al cine y que me compres palomitas, dulces y una soda de tamaño grande.

Bueno, creo que lo más afectado después de todo esto va a ser mi billetera.

•••

El lunes y yo somos enemigos mortales, me parece que el odio es mutuo, ya que después de pasar un maravilloso día, en donde me levanto tarde y me olvido del trabajo tiene que aparecer don lunes a arruinar todo, obligándome a levantarme temprano para llegar a tiempo a la oficina. Momentos como este me hacen pensar seriamente sobre mi renuncia.

—Gabriel —levanto el rostro, y lo primero que aparece en mi campo de visión es Julián, tan imponente y frío como siempre, portando un ajustado traje negro, camisa blanca (extrañamente desabrochada de los primeros botones y sin corbata) que me obligan a perderme en su persona—. Cancela la cita de las doce, prográmala para el miércoles y si aparece Ingrid dile que tengo trabajo, que no moleste.

—Claro —le miro a los ojos, aquellos preciosos ojos verdes—. Buenos días, es una preciosa mañana y mi fin de semana estuvo bien, no me quejo.

—Como sea —chasquea la lengua con fastidio, dándose la vuelta—. Quiero mi café en cinco minutos.

Y ese es mi tirano y prepotente jefe, el mismo sujeto del que me enamore como idiota. Parece que mis actividades ya no se limitan a servirle como asistente y sustituto (prostituto), ahora también tengo que llevarle su café con dos de azúcar y malditamente caliente para que se queme su sensual boca.

Al menos ya no me sorprende aquella actitud indiferente, después de un sábado de sexo en un hotelucho de quinta, al principio me sentó mal, aunque después me obligue a creer que lo hacía para mantener las apariencias, es decir, el imponente Julián Montes no se podría mostrar cariñoso en plan romántico-meloso con su asistente, porque sería un golpe bajo para su imagen y orgullo de macho alfa, sin mencionar que él no es gay. Aja, dímelo a mí que soporto sus tardes de sexo rudo, oh, no para nada es gay… jodido hipócrita.  

Recuerdo que la primera vez que intimamos estaba que me desmayaba de los nervios y los estúpidos bichos hacían estragos en mi estomago. Putas mariposas que querían una liberación… bueno, pensándolo bien ahora sé que si salieron… en forma de sustancia blanca. Bueno no… joder. Estaba tan distraído que ni siquiera le preste atención a Álvaro, quien es el jefe del departamento de contabilidad, y me miraba diciendo no sé qué cosa, comenzando a manotear.

—Tiene que quedar antes de la una de la tarde —me dice entre gruñidos, por lo que afirmo sin saber qué rayos me ha pedido, aunque cuando abro la carpeta que me entrego sé que es el balance del último mes, el cual me toca revisar y si esta todo en orden don tirano debe firmar.

—Claro, te lo llevo en un rato.

Suspiro, viéndolo marchar, por lo que ahora sí, debo de llevarle el café antes de que se ponga más neurótico, al menos aprendí a prepararlo. Y frente a la puerta de su oficina, sujeto la humeante taza con fuerza; me siento tan rebelde que no toque, solo me adentre viéndolo tras su escritorio, frotándose las sienes con fastidio. Repentinamente, siento lástima por él y su terrible resaca, lo cual explica las condiciones en las que llego, al menos no se amaneció de fiesta ni trajo ropa del día anterior.

—Gracias por no tocar —farfulla cerrando los ojos.

—¿Quieres algo para el dolor de cabeza o te basta con el café bien cargado?

—Solo dame el café.

Suspiro con pesadez y me acerco para ponerle la tasa frente a él, momento que aprovecha para jalarme de la corbata, estampando sus labios con los míos de una forma brusca, salvaje y demandante. Jamás me había besado en la oficina, ¡está loco el tipo! Cualquiera podría entrar y vernos, aun así no soy capaz de resistirme, por lo que me dejo hacer, y antes de que me dé cuenta me encuentro sentado sobre su regazo, rodeándole el cuello con los brazos mientras devora mi boca.

—J-Julián —jadeo contra sus labios, sintiendo como acaricia mi pecho—. Mmm e-espera~

¿En qué momento me desabrocho el saco y camisa? No lo sé, ni me interesa, tan solo me concentro en todas las sensaciones de sus expertas manos sobre mi piel expuesta, comenzando a deslizarla sobre mí miembro que lucha por liberarse de los apretados pantalones.

—Te necesito… —y yo más, todo por besarme y manosearme.

¡Mierda! Siento mi corazón golpetear con desenfreno, a la par que me sonrojo violentamente. Justo cuando estoy decidiéndome a renunciar, alejarme de él y su maldito sexo sentimentalista, se le ocurre besarme y por primera vez siento que me habla a mí. No soy el recuerdo, no soy un sustituto, solo soy yo…

—E-Estamos en la oficina —no lo resisto. Intento dialogar con coherencia, antes de que mi sentido común decida irse de irse a dar un paseo. Estoy a nada de ceder a su locura, y dejarme follar en la oficina.

—¿Y? —De acuerdo, que yo lo he intentado.

Escucho el característico sonido de mi cinturón ser desabrochado, junto al pantalón, dándole el pase libre para meter sus manos bajo mi ropa, comenzando a masajear mis nalgas directamente. Siento sus labios sobre el lóbulo de mi oreja, no puedo evitar suspirar satisfecho, removiéndome entre sus brazos, rosando su erección con mi trasero.

Repentinamente siento como mueve la silla hacia atrás y me arroja al suelo (según él) con delicadeza, haciendo que me meta bajo el escritorio, mientras él se acomoda. ¡No entiendo nada! Estoy a punto de moverlo y gritarle que es un perfecto idiota, cuando escucho un suave taconeo, junto a la puerta que es cerrada con algo de fuerza.

—¡Julián Montes! —Oh por todos los cielos, esa es Ingrid, realmente es muy mal momento para estar bajo el escritorio, con la camisa desabotonada y los pantalones desabrochados—. Te estuve llamando todo el fin de semana y tu celular apagado, me tenías realmente preocupada.

—Ingrid. No. Grites. —Lo dice tan lento y pausadamente que parece un rugido atemorizante.

—Pero no tienes por qué ponerte así —chilla en plan dramático, comenzando a caminar hasta él. Por Dios, quédate lejos, no vengas, que hasta a mi me produces migraña—. ¿Dónde estabas pastelito?

Esto es demasiado, aprieto los labios para no reírme a carcajadas, pero es misión imposible. Tan solo por eso cada que me moleste lo llamare “pastelito”. Pensándolo bien, esa mujer es como una piedra en el zapato, una tonta y enorme piedra que se ve a kilómetros que solo finge interés por Julián, vaya, no hay que ser un genio para darse cuenta que lo único que le importa es el dinero, o tal vez sea mi impresión. Probablemente muy dentro de ella, este ese extinto sentimiento de amor hacia la pareja y solo lo quiere disfrazar por interés material, o babosadas por el estilo.

—Ingrid, estoy muy ocupado, después hablamos.

Yo puedo constatar que antes de que llegara estaba demasiado ocupado.

—Pero te extraño… —susurra con melosidad, tanta que estoy a un paso de que me de diabetes—. Amor~ no gustas que te ayude con tu dolorcito de cabeza —ay no, solo espero que no sea lo que estoy pensando, porque ni crea que me quedare aquí escuchando sus guarradas.

Repentinamente veo como ella se acerca y le rodea el cuello con los brazos, sentándose en su regazo, por lo que agradezco infinitamente que el escritorio sea tan amplio que me permita esconderme… o eso creo.

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Continuará

Notas finales:

Gracias por leer ♥ se agradecen comentarios :) 

Haruka Eastwood


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