Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ella en tu mirada por Haruka Eastwood

[Reviews - 25]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola! Quiero darles las gracias por sus comentarios que me animan mucho a continuar con este pequeño proyecto. En especial a: Violent, Vicky, Liziz y Karolita ♥

 

Mi Facebook por si gustan agregarme.

 

¡Sin más preámbulos, a leer!

Titulo: Ella en tu mirada

Resumen: No puedo evitar sucumbir ante él, ante sus malditas caricias… es una lástima que no sean para mí, sino para ella…

Categoría: Originales

Clasificación: Mayores de 16 años

Género: Drama. Romántico.

Advertencias: Lemon

N° Capítulos: 3 de 6

Por: Haruka Eastwood

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Ella en tu mirada

Capítulo 3: Sentimentalismo

Desde siempre he creído que no tengo buena suerte, y que lo único bueno en mi vida es Román, por lo que al estar en esta bochornosa situación lo confirmo, probablemente tenga algo contra mí. No sé, tal vez en otra vida fui alguien malo y es momento del famoso karma. Contengo la respiración rodeando mi cuerpo con ambos brazos haciéndome un ovillo, sin saber cómo sentirme realmente, es una mezcla entre vergüenza, molestia y frustración.

La verdad es que lo último que quiero es escuchar una escena entre mi jefe y su esposa, pero dada la situación creo que no tengo más opción. No es como si pudiera salir de mi escondite e irme sigilosamente fingiendo que nada a pasado, si momentos antes estuve a punto de entregarme a Julián importándome poco la hora y él lugar. Simplemente caí ante sus estúpidos encantos de macho seductor, pero vamos, ¿cómo decirle que no cuando me mira de una manera tan intensa que mí estomago da un vuelco?

Imposible, ¡Él es imposible! Ahora solo tengo ánimos de irme a casa y encerrarme en mi habitación, de la misma forma que lo hacía hace diez años. Contengo el suspiro analizando la situación. Primero, me encuentro bajo el escritorio de mi jefe con la ropa desacomodada, ahí es cuando hago hasta malabares para ponerla en su sitió sin hacer el menor ruido. Segundo, mi jefe tiene a su despampanante esposa sentada en sus piernas, seduciéndolo para conseguir un poco de sexo mañanero, importándole un pepino que alguien pudiera entrar y verla (realmente no la puedo juzgar por esto, ya que estuve a punto de hacer lo mismo, bueno, entre comillas, porque yo no lo seduje, el simplemente ordena y yo como idiota obedeciéndolo ciegamente).

Vamos Gabriel, ¿acaso no tienes dignidad? ¿No has aprendido nada? Soltaría un bufido y es que mi tonto subconsciente tiene razón. Julián Montes es impulsivo, dominante y un obsesionado con el control, algo así como: yo digo brinca y tú preguntas ¿cuántas veces? Y si algo he aprendido en el tiempo que llevo trabajando para él, es que odia las negativas, pero odia más las insistencias cuando ya dijo que no.

En pocas palabras, la actitud de Ingrid lo está poniendo furioso, lo peor de todo es que ella parece ignorarlo. No hay duda de que Ingrid Sousa es una mujer preciosa, así que cualquier hombre ligeramente pervertido no dudaría en tener un poco de sexo, creyendo que el estar en la oficina le agrega un toque morboso y de peligro que dispara la adrenalina a mil. Evidentemente, este no es su caso, ya que tuvo la desdicha de casarse con Julián, el hombre más extraño (según yo) del mundo.

—Hace mucho que no lo hacemos…

—Ingrid, ahora no —suavemente toma la muñeca que ella había llevado a su entrepierna—. Por si no te has dado cuenta, estamos en la oficina.

—No importa~ ¿acaso no te excita la idea de poder ser pillado?

—La verdad no, soy el jefe y tengo una imagen que mantener, no puedo arriesgarme, ni permitirme a que alguien nos vea en una situación poco ética —su voz se vuelve ronca. Oficialmente esta cabreado, y yo solo puedo rodar los ojos, pensando en que es un maldito mentiroso, porque cuando me estaba toqueteando no le importo que alguien pudiera entrar y vernos en una situación comprometedora—. Y te agradecería que me dejaras trabajar tranquilamente.

Su tono de voz tan gélido me paraliza, por lo que intento verlo, su mandíbula apretada y aquella mirada de advertencia solo hacen que la pobre mujer se remueva incomoda.

—No… no te entiendo —repentinamente se levanta de su regazo, viéndolo con una mezcla que iba desde el enojo, pasando por la tristeza y terminando en la desesperación—. Julián… ¿qué te está pasando?

—Ingrid, basta. No estoy de humor para otra de tus rabietas sin sentido. ¿Quieres hablar? Hablaremos en la casa, ahora estoy ocupado.

Cortante y frío como solo él pude ser. Vaya bastardo, en momentos como estos es en los que realmente me siento mal por ella, es una especia de lástima que incluso a mi me afecta, me impulsa a salir y decirle la clase de hombre con la que está casada, sin embargo algo me detiene, es exactamente lo mismo que me obliga a seguir con él sin importarme nada más. Al menos puedo decir que yo sé bien lo que está pasando, Julián, el macho conquistador si tiene un amante, uno fuera de lo común que resulta ser el hombre bajo su escritorio.

—No —Ingrid le reta con la mirada, revolviéndose el cabello frustrada y dolida—. Hace meses “meses” que no me tocas, que te niegas a mis caricias y sabes qué, ya me canse. Mejor dime que tienes una amante y acabemos con todo esto.

—No sé de que hablas.

—¡De ti y de mi!

La palma de ella se estrello con gran violencia sobre el escritorio, haciéndome dar un bote de la impresión. Ciertamente estoy sorprendido, siendo ella tan hermosa pensé que Julián rara vez la dejaba salir de la cama, pero ahora simplemente no se qué creer.

Vaya, creo que no soy el único que lo está pasando mal con él, incluso empiezo a sopesar la idea de salir de mi escondite y proponerle hacer un club anti-Julián, lo más seguro es que en cuestión de horas seamos más de treinta personas. Y es que no es sorpresa para nadie lo bastardo que puede ser mi jefe, por lo que me concentro en escuchar atentamente lo que dicen, rogando porque nadie este tras la puerta de la oficina, queriendo oír un pleito marital.

—No hay nada que decir, al menos no por ahora —espetó poniéndose de pie—, así que te agradecería que bajaras la voz y dejes tus putos berrinches para después.

—¡Eres un bastardo! —Le golpea el pecho con el dedo índice—. No te entiendo, y tampoco quiero hacerlo. ¡¿Por qué eres así conmigo?!

—Nunca te pedí que me entendieras, y así he sido siempre, ahora márchate.

—¡Imbécil! Eso es lo que eres… —escucho el fuerte taconeo hasta la salida, seguido de la puerta azotándose.

Julián simplemente se deja caer en su silla, sobándose las sienes.

—Te has pasado —murmuro al salir de mi escondite, pero antes de que diga algo me pongo de pie, me sacudo el traje y le pongo la taza de café en frente, fingiendo que nada a pasado—. Bébelo, sigue caliente.

Le escucho bufar y decir una que otra maldición. Termino por ignorarlo y salgo de ahí, me siento agobiado a su lado, imposibilitado y atado de manos en un sentido metafórico. Confirmando que siempre he tenido mala suerte, e incluyo al amor, debido a que cada uno de mis novios es peor que el anterior, antes de Julián tuve que aprender a imponerme ante un hombre que me veía como saco de box, ahora me toca sobrellevar el sentimiento de ser tratado como un remplazo.

•••

No me siento bien. Tengo un extraño sentimiento de culpa al terminar de acomodar las cosas de mi escritorio y mandar a imprimir un archivo que desde hace semanas he tenido guardado. Soy desidioso y me estoy arrepintiendo de lo que haré, así que tras sostener mi carta de renuncia, leyéndola por milésima vez, contengo el aire dejándome caer en la silla. ¡Estúpido sentido de lo correcto! Sé que está mal dejar botado un trabajo de un momento para otro, y es aun peor por el cargo que tengo, ya que mínimo debo de avisar a Recursos Humanos un mes antes.

Reviso el calendario viendo que es 23 de Diciembre, intentando consolarme al pensar que son vacaciones y que nadie volverá al trabajo hasta el tres de Enero. No debería importarme, pero mi estomago no está de acuerdo, cielos, incluso tengo ganas de devolver. Y mi subconsciente intenta mimarme, diciendo que Julián nunca tuvo consideración conmigo y mis sentimientos, así que yo no debería preocuparme por su empresa.

Es un buen argumento, por lo que me incorporo con la resolución de que hoy es mi último día, diciendo cómicamente: no eres tú ni yo, solo es Julián. Sé que me veré muy mal al dejarle botado todo, aunque ya es muy tarde para remordimientos sin sentido. Inhalo, exhalo y tomo las carpetas correspondientes, caminando hasta su oficina, en cuanto apruebe su contenido me podre considerar libre de él, de sus brazos de sus besos, libre de mis ilusiones de una vida mágica y color de rosa a su lado.

Como es costumbre en mí, me adentro en su oficina sin tocar, viendo sus negros cabellos caer sobre su rostro, manteniéndose absorto en firmar los últimos documentos del año, una cosa de nada. Aprieto los labios caminando hacia él, y en algún punto del camino he comenzado a contener la respiración. Luce malditamente guapo e intimidante, haciéndome basilar sobre mí decisión.

¡Cielos! No ahora. Mis manos tiemblan y mis labios se separan lentamente.

—Julián —balbuceo lastimosamente. Levanta la mirada, observándome impasible—. Solo falta que firmes esto. Ya he checado la agenda, y todas tus citas están programadas para el tres de Enero a partir de las doce del día, no hay más pendientes…

—De acuerdo —murmura al tomar la carpeta que le entrego—. Solo esto y podre irme —farfulla para él, aun así puedo escucharlo.

No me atrevo a decirle nada más. ¡Me siento patético y cobarde! Tan solo deslizo la hoja suavemente por el escritorio, a la cual no le toma importancia, sintiendo como mis mejillas se humedecen. No es la cuestión de renunciar, es el hecho de ya no poder estar junto a él, de saber que soy reemplazable, un juego sin valor para Julián. Aunque prefiero irme ahora antes de que sea peor… después no sé si sea capaz de superarlo.

¿Soy dramático? Probablemente, lo necesito, necesito desahogarme, porque al salir de aquí todo cambiara y no volveré a saber nada él.

—Adiós.

—Sí, está bien —susurra desinteresadamente—. Nos vemos el tres de Enero.

¡¡Qué genial despedida, Julián Montes!! Tan bastardo hasta el final.

Ya no le contesto, no tiene caso. Simplemente salgo de ahí sintiendo un nudo en la garganta, tomo mis cosas y me dirijo al elevador, presiono el botón y comienzo a rezar para que las puertas se habrán, pero como si el destino me odiara, escucho su potente grito, lleno de confusión y enojo. ¡Estúpido elevador!

—¡Gabriel Mondragón! —La puerta de su oficina se azota y por ella sale un furibundo Julián, sosteniendo la hoja que momentos antes deje en su escritorio, dándome cuenta que ya no hay nadie en este piso—. ¡¿Me puedes explicar que mierda significa esto?!

—Mi renuncia —espeto, agradeciendo que las puertas del elevador se habrán, pero como si la vida me odiara, mi tirano ex jefe me sujeta del brazo estrellándome contra la pared.

—No te he dado el permiso de irte —brama.

—No es necesario, acabo de renunciar, ahora suéltame.

—¿Por qué? —sus grandes y frías manos sujetan mis muñecas, colocándolas sobre mi cabeza, acercándose más a mí, hasta dejarme inmóvil.

—Porque no soy un juguete —su agarre pierde fuerza, mirándome inquisitivo—. Porque me enamore de ti como un idiota. Y porque me duele que no me veas a mí, que la veas a ella cada que estás conmigo, ¡No soy un remplazo, no soy un sustituto! Tu no me amas… —mi voz se quiebra, sus ojos se abren y un sollozo sale de mis labios—. ¡Yo no soy Gabriela! ¡¡No soy ella!! Soy yo…

Me suelta dando un par de pasos hacia atrás, pareciera que mi contacto le quema. Aprieta los labios y su mirada se ensombrece.

—Yo… —ni siquiera puede mantenerme la mirada.

Su mutismo me daña más que sus palabras. Las puertas del elevador se vuelven a abrir, así que tomo mi maletín que tire por su culpa y me meto, presionando el último botón, el del aparcamiento.

—Acepta que esto se termino.

Me ve con sorpresa y confusión. Las puertas se cierran y solo puedo escuchar que grita mi nombre mientras que yo me desmorono lentamente…

•••

Muevo la humeante taza de ponche entre mis manos, viendo como mi prima Amalia habla y habla, contándome algo que tiene que ver con su novio mientras sus pechos dan la impresión de querer escapar de aquella diminuta blusa con un tremendo escote. Soy homosexual, pero incluso a mi me es complicado no distraerme con ellos, tal vez se deba a su aburrida platica.

La verdad es que no tenía planes para navidad. No es una de mis fechas favoritas, pero ayer el hermano de mi madre llamo y nos invito a pasar este día con él, su esposa, sus cuatro hijos y el abuelo, un hombre que siempre me ve como si yo le cayera mal. Al principio me iba a negar, pero Román lucia tan animado que termine por aceptar y eme aquí.

Mi tío Jorge es el único hermano de mamá, es cinco años mayor, por lo que actualmente tiene cincuenta. Es un hombre agradable, de cabello rojizo, alto, piel blanca y cuerpo rollizo. Hasta donde recuerdo, es contador, mientras que su esposa Elizabeth es ama de casa. Su anterior mujer lo dejo por otro hombre, olvidándose de sus hijos, actualmente el mayor, Alejandro, tiene veintiún años y la menor, Amalia, solo diecinueve. Evidentemente, de su primer matrimonio, Elizabeth también tuvo hijos, Ricardo actualmente tiene veintiséis años y Lucas quince.

—¡No sé qué hacer! —Chilla Amalia, sacándome de mis pensamientos—. Llevamos dos meses y él ya me pidió hacerlo, me gusta… pero no sé.

—Eres tú.

—¡Gabriel, eso no ayuda!

—Sabes que sin importar lo que te diga terminaras haciéndolo con él, y después me dirás que no era lo que esperabas o algo por el estilo —la miro entrecerrando los ojos—. ¿Me equivoco?

—No —farfulla entre pucheros—. ¿Tú que arias?

—Le diría que no —suspiro—. Pero sigo siendo hombre, no entiendo porqué me preguntas a mí.

—Porque eres el único hombre al que le tengo la suficiente confianza para preguntarle —me enseña su lengua, como si eso fuera obvio—. ¿Acaso nunca se lo has pedido a ninguna de tus novias?

Creí que se notaba que no me iban las mujeres, veo que me equivoque, pero igual no tengo intenciones de revelar mis preferencias. Y no puedo decir que mi vida sexual es magnífica. Siendo sinceros es un horror, pero la verdad se escucha feo que yo le diga a Amalia que probablemente su novio solo quiera un poco de sexo, así que si no lo consigue, dentro de un par de semanas más terminaran.

—No —murmuro con suavidad—. Si realmente quieres a alguien, el momento se da, no lo exiges ni lo condicionas.

—Ya veo —su semblante luce decaído.

Aun así sonríe, me da las gracias y se va a la cocina, por lo que suspiro y salgo de la casa, sintiendo el aíre frio golpear mi rostro.

—Luces triste… primito… —contengo el grito cuando siento unos fuertes brazos rodearme por los hombros y un cálido aliento rosar mi cuello—. ¿Qué paso con tu linda sonrisa? Aquella que tanto me gusta.

—R-Ricardo…

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Continuará

 

Notas finales:

Mil gracias por leer~ ♥

 

Haruka Eastwood


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).