Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ella en tu mirada por Haruka Eastwood

[Reviews - 25]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola!! Lamento mucho la tardanza, había avisado por Facebook, y puse una nota en mi perfil diciendo que mi pc se descompuso, afortunadamente ya está bien :3 Sólo espero que les guste el capítulo, porque ya solo queda uno.

 

¡Sin más preámbulos, los dejo leer!

Titulo: Ella en tu mirada

Resumen: No puedo evitar sucumbir ante él, ante sus malditas caricias… es una lástima que no sean para mí, sino para ella…

Categoría: Originales

Clasificación: Mayores de 16 años

Género: Drama. Romántico.

Advertencias: Lemon

N° Capítulos: 5 de 6

Por: Haruka Eastwood

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Ella en tu mirada

Capítulo 5: Dulces mentiras

La felicidad es un sentimiento complejo, intenso y efímero, el mismo que no entenderé por más que me esfuerce. Dicen que muchos pasan su vida buscándola, otros la encuentran y no la valoran, finalmente esta el grupo de personas que tiene la felicidad al alcance de su mano y no lo nota, así como yo. Es difícil, pero en mi caso me está aprisionando, envolviéndome en un manto cálido y reconfortante, dándome una muda afirmación de que ahora todo irá mejor, que el pasado es solo eso. Prácticamente me grita que olvide lo que me causa tristeza porque a partir de hoy, mi vida estará llena de dicha, sin embargo, solo pienso en escapar y ocultarme por tiempo indefinido.

Es irónico en más de un aspecto. Quiero gritar mientras me hundo en mi miseria, enumerando los motivos que actualmente me hacen sentirme como una mierda, tal vez el primero sea haberlo hecho con la persona que hasta hace unas horas veía como mi primo, es eso, o que mientras Ricardo me hacía el amor, yo fantaseaba con Julián, recreando una romántica escena en donde finalmente me tomaba a mi por quien soy, no por lo que le recuerdo. Incluso sopeso la idea de aumentar lo mentiroso que soy en cuanto a lo que siento, teniendo que admitir que me será imposible sacar a ese hombre de mi cabeza... porque sí mi mente se niega a recordarlo, mi cuerpo se empeña en resguardar cada sensación producida por su tacto y sus besos, aquellos que me erizaban la piel, llevándome a un mundo de inmenso placer.

Suspiro con pesar sintiendo la boca seca y un terrible dolor de cabeza. Es entonces que me juro no volver a beber nunca en mi vida, está de más decir que mi tolerancia al alcohol es nula. ¿Cuánto tome? ¿Cinco copas de vino? Es ridículo... yo lo soy. La cabeza me punza y mi estomago no esta precisamente feliz, el toque final lo pone Ricardo, quien me abraza con demasiada fuerza como si en cualquier momento fuera a desaparecer. Y no tengo ni idea que le voy a decir cuando despierte, fingir demencia o racharlo son mis opciones, las dos igual de destructivas, más para él.

"Puedes aceptarlo" grita mi subconsciente, renovado con una esperanza única, una tan grande y resplandeciente que comienza a aterrarme. No, definitivamente eso es lo único que no puedo hacer. No soy capaz de fingir amor, de hacerle lo mismo que Julián me hizo, y es que ilusionarlo para que crea que lo amo y darle falsas expectativas de una posible relación a mi lado es una canallada.

Indeciso, y bastante aturdido, miro el reloj que tiene en la mesita de noche, son las seis de la mañana, tal vez dormí poco más de una hora, pero actualmente me es imposible permanecer tumbado con Ricardo abrazándome. La cerecita del pastel es que ambos estamos completamente desnudos y su calor me es asfixiante, el rose de su piel contra la mía me estremece, pero no precisamente de excitación. Sólo quiero voltear y apartarlo de mi lado, de mi vida… aislarme e intentar olvidar todo.

Me siento acalorado, sucio y un traidor. Su tacto me quema y resquebraja mi mundo lentamente, comenzando a hacer mella en mi fracturada mente. Y con un cuidado abrumador, me separo de él, rogando para que no despierte, al menos no en las próximas dos horas. Una vez libre, me muevo con sigilo por toda la habitación, recojo mi ropa y agradezco que mi mochila este aquí. La tomo y me meto al baño comprobando que tengo una muda de ropa limpia.

En algún punto dejo de importarme todo, y lo compruebo cuando me meto bajo el frió chorro del agua, ni siquiera me tome la molestia de regularla. La piel se me eriza y el aíre escapa de mis pulmones, aun así me obligo a permanecer bajo el frió chorro por más de veinte minutos. Al salir no dejo de tiritar, me visto rápidamente y prácticamente escapo de la casa, subiéndome al auto y manejando sin rumbo.

—Soy un completo idiota —farfullo deteniéndome cerca de un lujoso hotel, el cual pertenece a Julián. Es como si algo me hubiese atraído hasta aquí, maldiciéndome al pensar como una maldita colegiala enamorada que anhela escuchar la voz de su amante. Entonces mi celular suena y sin fijarme contesto—. Si, diga…

—Gabriel… no cuelgues —ordena tajante, pero en su voz hay un atisbo de miedo—. Quiero hablar contigo.

—No hay nada que hablar, Julián.

—Claro que sí. ¿Dónde estás?

Aprieto los labios al mismo tiempo que el aparato que aún mantengo contra mi oído. Él siempre es así, tan impositivo, tan maldito y es que todo quiere que se haga cuando él lo ordene, todos somos parte de su juego, piezas que él mueve a su antojo cuando quiere y como quiere. Parece que desea obediencia, y que nunca lo cuestiones, pero yo no soy un animal asustado que teme morir en las fauces de Julián Montes.

—¡Vete a la mierda!

El teléfono quedo hecho añicos —o eso creo— en alguna parte del auto, mientras intento contener mi rabia y no matar a alguien. Lo odio. Lo odio por como es, por cómo me trata y aun así seguí a su lado, aun así deseo permanecer con él y vivir en un mundo de falsas esperanzas en donde sólo me vea a mí. Es cuando pienso si fingir está mal. Porque el problema no es él y su arcaico método de hacer las cosas, el problema soy yo que permito su trato, agachando la cabeza con sumisión.

Dejo caer la cabeza sobre el volante, mientras muerdo mi labio inferior en un burdo intento por contener las lágrimas, esas que brotan desesperadamente a causa de la rabia. El auto me parece sofocante y sin mover la cabeza abro la puerta, sólo lo suficiente para permitir que el frio aíre se cuele dentro. Entonces… entonces alguien aparece. Todo pasa tan rápido que mi cerebro no alcanza a comprender que sucede, un momento estoy maldiciéndolo y en otro me toman del brazo y me sacan del carro, empotrándome contra este de manera bestial.

El golpe saca el iré de mis pulmones e instintivamente cierro los ojos a merced de ese alguien. Lo primero que se me viene a la mente es creer que están a punto de robarme el auto, pero entonces mis labios son asaltados con bestialidad y desespero. Mi cuerpo es apresado entre unos fuertes brazos que deseo olvidar y mis ojos se abren contemplando su rostro. Deseo apartarlo, me remuevo inquieto pero cada vez hace más presión, así que acabo mordiéndole el labio.

—Joder —brama mirándome mal—. No tenías porque hacer eso.

—¿Qué rayos haces aquí? ¡Suéltame!

—No tengo intenciones de soltarte —toma mi rostro entre sus grandes y frías manos—. Estaba en el hotel…

—No me interesa —le corto apartándolo bruscamente.

—Dije que teníamos que hablar.

—Y yo te he dicho que no tengo nada que hablar —espeto, sintiendo como sus penetrantes ojos verdes se clavan en los míos, haciéndome temblar—. Apártate —ordeno, intentando subirme al auto.

—Te extraño.

Su declaración es como él, abrumadora y malditamente directa. No puedo evitar mirarlo, pero contrario a todas las veces anteriores, esta vez lo hago con odio, aquel que he guardado en lo más profundo de mí desde que me entere de todo, permitiéndome sonreír irónico.

—¿Y? —le miro desafiante—. Soy un hombre Julián, un hombre que no correrá a encerrarse en su habitación o vera cientos de estúpidas películas por haber terminado una estúpida relación sin sentido. Por ende, no caeré ante un par de palabras. Déjame tranquilo.

—Nunca he pensado que eras una mujer.

—¿No? —lo tomo del cuello de la camisa, jalándolo hacía mi, hasta que nuestras miradas se cruzan, en una guerra silenciosa, él intentando que caiga y yo intentando que me deje—. Tienes razón, así que todas las veces que follamos y me llamabas Gabriela era una manera de joderme.

—Tú no entiendes.

—No me interesa entenderte.

Su ceño se frunce y el agarre sobre mi brazo se intensifica.

—Tienes que estar conmigo.

Mi ojo titila mientras lo miro con enfado, manteniéndome firme al observar como acorta la distancia entre nosotros, recargando su frente contra la mía.

—¿Tengo? —siseo lento, casi como si deletreara la palabra—. No te equivoques, Julián, yo no soy ninguna de tus mujeres que obedece por algún beneficio económico, o por lujos sin sentidos.

—¡No te estoy comparando! —se separa y agarra su cabello con frustración, antes de aprisionarme en un abrazo posesivo—. Sé que eres hombre, y no me importa. Ya entendí… ya lo hice… no puedo estar con alguien que no seas tú…

—Es una pena, porque yo si he estado con otro hombre…

Fue un comentario hiriente, pero en ese momento no lo pensé, simplemente me dije que se lo merecía, pero al ver su expresión que pasó de la sorpresa a la tristeza en cuestión de segundos me hizo sentir como una mierda, como si yo fuera el malo de la historia. No es que haya buenos o malos, simplemente son hechos que pasan y en esta ocasión no medí las consecuencias de mis palabras.

—No importa… —balbuceo. Por primera vez vi a Julián Montes, mostrar una expresión más humana fuera del ámbito sexual, haciéndolo ver frágil, como si necesitara que lo protegiera, que lo envolviera entre mis brazos eternamente—. Gabriel, yo… —escondió su rostro en mi cuello, aferrándose a mí con desespero— por favor quédate conmigo.

—Te amo… Julián… me gustaste desde el primer momento en que te vi. No me importo que fueras un maldito bastardo —correspondí su abrazo, sintiendo como se tensaba—. Cuando me entere que solo estabas conmigo porque me parecía a ella, me dije que no importaba. No importaba siempre y cuando pudiera tenerte entre mis brazos aunque fuera una dulce mentira —antes de que me diera cuenta, ya estaba llorando, siendo consolado por la misma persona que tanto daño me hace—. Pero soy egoísta… muy egoísta y no quiero ser solo un remplazo.

—No eres un remplazo —su voz adquirió un matiz mimoso, arrullándome con su aterciopelada voz— pero es verdad que te pareces a ella. Yo no estoy contigo por la similitud, eres tú… alguien completamente diferente, alguien a quien no le importa decirme lo que piensa. Gabriel… para mí no es fácil aceptar que me enamore de otro hombre… me enamore como idiota y use el pretexto de tu similitud con mi anterior esposa para fingir que estaba haciéndole el amor una mujer…

Sus palabras, sus malditas palabras me mataron, me hicieron feliz y me hicieron desear eliminarlo con mis propias manos. Un nudo se formo en mi garganta mientras el corazón me palpitaba con desenfreno, como si quisiera hacer un boquete en mi pecho y salir disparado. Al final, termine empujando con todas mis fuerzas a Julián, mirándolo sin saber cómo, tan solo… tan solo lo golpee con el puño cerrado fuertemente, logrando que cayera con la mano sobre la mejilla.

—Eres un maldito bastardo —farfulle con desprecio—, ni siquiera concibo el poder perdonarte. Sólo aléjate de mi vida. ¡Déjame tranquilo!

No le di tiempo a responder, a objetar. Me fui de ahí comenzando a manejar de regreso a casa, mientras las lágrimas fluían libremente. ¡¿Qué mierda fue eso?! ¿Una disculpa? ¿Una justificación? Porque si era así solo logro que realmente lo odiara, deseando fervientemente que desapareciera no solo de mi vida, sino de este mundo.

Al llegar a casa de mi tío, salí del auto azotando la puerta en el proceso. Solté un gruñido de frustración, comenzando a patear la pared, antes de darle un puñetazo que logro lastimarme la mano, y  que gritara mostrándome aun más patético.

—¿Gabriel? —no conteste. Fatigado, me recargue en la pared, dejándome caer lentamente—. ¡Por Dios… Gabriel, mira tu mano! —Ricardo estaba a mi lado con un semblante de preocupación, revisando mi mano, mientras buscaba su pañuelo—. ¿En qué diablos estabas pensando? Pudiste lastimarte seriamente.

—¿Qué más da? No es como si me importara…

—A mi me importa —bramó—. Cuando desperté y no te vi me preocupe… —entonces sentí como me envolvía entre sus brazos con ternura, susurrándome al oído—. Me tenías muy preocupado… creí que me odiabas y que estabas tan molesto conmigo como para desaparecer…

Era tan diferente… tanto que me daba miedo, y desee haberme enamorado primero de Ricardo, pero aun no es tan tarde… aun puedo amarlo…

—No te odio… necesitaba pensar.

Sus manos acunaron mis mejillas y sus preciosos ojos grises buscaron los míos.

—Gabriel… déjame amarte. Déjame estar contigo… cuidarte, mimarte y decirte cada mañana entre susurros cuanto me importas —sutilmente deslizo el pulgar sobre mis labios, dibujándolos con ternura—. Permíteme borrar la huella del pasado y disfrutemos del presente juntos.

Sus labios sellaron los míos en una muda aceptación y por primera vez en mi vida, sentí que jamás me arrepentiría de elegirlo a él, porque Ricardo no lo permitiría...

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Continuará

Notas finales:

Muchas gracias a los que leyeron, sobre todo a los que se toman la molestia de dejarme un comentario que son realmente importantes, más que nada porque es la primera historia original ;) afortunada o desafortunadamente ya sólo queda un capítulo para el final, el cual estaré publicando la próxima semana.

 

Haruka los ama y les desea un lindo día.

 

Haruka Eastwood


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).