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Con tretas te engañé y en tu cama me colé por Fullbuster

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Notas del capitulo:

Portada (click para ver, creada por Heisabeth) 

Actualizaciones: Todas las semanas (Los martes)

Las estrellas brillaban intensamente en el cielo. Los expertos en astronomía habían dicho que hoy sería una de las noches con mayor número de estrellas visibles en el cielo de Tokyo, una noche especial que muchas parejas habían salido a disfrutar.

 

Desde la gran cristalera del décimo piso frente al gran parque Hibiya Koen se encontraba una oscura figura observando a las parejas pasear bajo los floridos árboles de cerezo y los robles. La primavera era una de las épocas que más le gustaba a Aomine Daiki, el esplendor de los árboles de cerezo, pero este año todo había cambiado. Su vida iba a dar un giro de trescientos sesenta grados. Veía con preocupación cómo todo se le escapaba de entre las manos. Siempre había sido muy organizado, planificaba todo al detalle, lo había aprendido con el paso del tiempo y sobre todo… desde que se hizo policía.

 

Aún recordaba sus años de juventud jugando al baloncesto con sus compañeros. Eran días buenos y felices, tan sólo era un crío creyéndose mayor, demasiado prepotente y orgulloso. Los años le habían demostrado que su carácter debía cambiar y lo había intentado pese a que le era difícil no sacar su temperamento habitual. Ahora como policía no podía permitirse el lujo de decir algo inapropiado, se había cargado de paciencia.

 

- Maldito cabrón – exclamó al fin dejando escapar una lágrima y limpiándola al instante.

 

Golpeó el cristal con la mano haciéndose daño. Ni siquiera le importó el dolor, dejó el puño allí apoyado observando aún a todas aquellas parejas. Él debería estar allí, con la que había sido su pareja durante seis malditos años y que ahora le había destrozado el corazón. Nunca había imaginado enamorarse y mucho menos… que le romperían el corazón. Sonrió levemente, seguramente en este momento habría dicho algo como “sólo yo soy capaz de amarme”. ¡Qué irónico le parecía ahora! Debía haber seguido aquel lema, debía haber sido fiel a sus principios y quererse sólo él pero no… le había regalado su corazón a otra persona y ésta lo había hecho añicos.

 

- No debí enamorarme de ti, Kagami – susurró apoyando su frente contra el cristal – Maldigo el día en que me enamoré de ti.

 

Los fuegos artificiales estallaron en el cielo festejando el gran acontecimiento mientras Aomine golpeaba ya sin mucha fuerza el cristal. Ni siquiera quiso abrir los ojos para ver aquellos fuegos que deberían haber sido mágicos para la pareja, ahora le parecían insignificantes.

 

Hacía apenas una semana pensaba que su vida no podía ser más perfecta. Había logrado todo en la vida, todo lo que más ansiaba y soñaba. Era policía, sus padres gozaban de una salud de hierro, sus negocios iban bien y él tenía la pareja perfecta. Hacía no mucho que se había metido en la hipoteca de ese precioso piso del centro de Tokyo. Quizá su sueldo no fuera excesivamente alto, de hecho era bastante mediocre comparado a los autónomos y los grandes empresarios como su padre, pero al menos le permitía vivir con comodidad y pagar ese piso. Lo único que jamás esperó fue que su novio le dejase.

 

Decidió finalmente apartarse de la ventana. No le hacía nada bien ver a todas aquellas parejas en el parque. Se tumbó en el sofá y simplemente pensó en todo lo que había sido su vida, en lo que había vivido hasta ahora y lo que tendría que afrontar estando solo. Era la primera noche que pasaba en solitario después de seis largos años en compañía. La soledad a la que tanto estaba acostumbrado de joven ahora no la aguantaba.

 

A la mañana siguiente y sin haber podido pegar ojo en toda la noche, se dispuso a ir a la ducha tratando que el agua caliente que caía sobre él se llevase parte del dolor y la tristeza que sentía. Ni siquiera había sido una buena ruptura, había sido la peor de las canalladas. Alguien había mandado una fotografía demasiado sugerente sobre lo que hacía su novio en aquellas largas y aburridas tardes donde decía tener reuniones importantes.

 

Kagami trabajaba en el banco, el banco que Aomine ahora esquivaba con tal de no cruzarse con él, no podía soportar verle, no después del daño recibido. Siempre creyó que él sería suficiente para Kagami pero se equivocó, buscó en otra persona algo que él no pudo darle, ni siquiera sabía qué era ese “algo”. Quizá si hubieran hablado más, si no se hubiera enfriado tanto su relación, si hubieran estado más por casa los dos y no haciendo horas extra se habrían dado cuenta y habrían arreglado el problema antes de que fuera tarde.

 

Aomine, tras salir de la ducha, cogió su teléfono para guardarlo en el bolsillo de su uniforme… pero no pudo evitar volver a mirar aquella fotografía. Ni siquiera podía ver el rostro del otro chico, tan sólo a Kagami disfrutando de aquel momento íntimo. Se dejó caer unos segundos en el sofá frustrado y humillado, sintiéndose utilizado y completamente solo.

 

Al salir a la calle desapareció. Siempre había pensado que le gustaría vivir en un pueblo, salir a la calle y conocer a la gente pero aquí en Tokyo, nadie se conocía. Poner un pie fuera de tu casa hacía que desaparecieras para el mundo entero, nadie sabía quién eras, él ni siquiera conocía a sus vecinos. Las ciudades grandes tenían ventajas, pero también sus desventajas. Ésta era una de ellas, una de las que más odiaba Aomine. Suspiró antes de comenzar su camino hacia la comisaría. En diez minutos atravesando el parque llegaría.

 

No le quedarían más de tres minutos para alcanzar su destino cuando escuchó una melodiosa voz que venía de muy cerca. Por primera vez en mucho rato, salió de sus pensamientos para mirar a la derecha buscando al autor de aquella voz. Un chico rubio estaba sentado en el bordillo de piedra de la fuente principal del parque, tocando una vieja guitarra que parecía estar bien afinada y cantando una antigua canción que él reconoció enseguida, era la canción que su madre siempre cantaba cuando él era pequeño.

 

Abrió los ojos impactado por la coincidencia y se detuvo unos segundos mirando a aquel chico del que todo el mundo pasaba. Por alguna extraña razón, él no podía simplemente pasar. Se acercó a él consiguiendo que el chico abriera los ojos y mirase sorprendido al agente de policía frente a él antes de que le proporcionase una cálida sonrisa.

 

- Lo siento, agente, creí que no le importaría que practicase aquí. Ya me marcho – susurró el cantante.

 

- No hace falta – comentó Aomine sorprendido por la educación del joven, generalmente aquella gente siempre ponía problemas cuando veían a un agente del orden – puedes quedarte. Me había sorprendido la canción, nada más. Tocas muy bien.

 

- Gracias – sonrió Kise – entonces quizá algún día quiera venir a verme tocar. Trabajo no muy lejos de aquí, en el bar Touga a una manzana de aquí. Si viene quizá le pueda dedicar una canción.

 

- Claro.

 

Aomine aún bajo su seriedad continuó caminando hacia la comisaría de policía. No tardaría en llegar. En la puerta con un total rostro de inexpresividad le esperaba su compañero, Kuroko Tetsuya. Para Aomine aquel chico era la prueba viviente de que nunca sabías lo que te encontrarías en el cuerpo. Era un chico con un cuerpo débil, poco atlético y con una falta de presencia alarmante pero ahí estaba… siendo policía, algo que Aomine no se explicaba. Ni siquiera sabía cómo ese chico había pasado las pruebas.

 

Ambos habían sido amigos desde el instituto, habían jugado juntos al baloncesto pero cuando Kuroko le dijo que quería seguir sus pasos y ser policía como él, se lo tomó a broma. Ahora le tenía de compañero. Resopló profundamente y cerró los ojos unos segundos hasta que el aroma a café llegó a su nariz. Abrió los ojos encontrándose un vaso frente a él con un humeante y relajante aroma.

 

- Toma – dijo Tetsu dando un sorbo a su café.

 

- Gracias.

 

Aomine cogió el vaso de plástico con el café y lo volvió a oler antes de darle un sorbo. Le gustaba el café de una forma peculiar, con un poquito de canela. Por alguna razón, poner canela le hacía recordar la Navidad. En su casa siempre había sido una gran celebración y recordaba con nostalgia aquel aroma a canela que le trasportaba a esos días de felicidad.

 

- Lleva canela, la pedí especialmente para ti – dijo Tetsu.

 

- Gracias, Tetsu – le sonrió Aomine.

 

Tetsu siempre había sido su mejor amigo, habían estado juntos desde que se conocieron en el instituto y sabía perfectamente los gustos de Aomine. Lo único que le molestaba a Aomine de su compañero era cuando se ponía en plan enciclopedia. Siempre había sido un gran estudiante y sabía de casi cualquier tema. Por suerte para él, hoy parecía estar calmado… o eso creía él.

 

- ¿Sabías que la canela ayuda a estimular tu cerebro? – le preguntó Tetsu.

 

- Oh, Tetsu… no empieces – respondió Aomine empezando a caminar hacia el coche patrulla.

 

- ¿La tomas por eso? – preguntó Tetsu – Quizá yo también debería empezar a tomar los cafés con canela.

 

- Tomo el café con canela porque me gusta el sabor dulce que le da – comentó Aomine – ni siquiera sabía eso del cerebro. ¿Cómo conseguiste aprobar las pruebas?

 

- Me esforcé mucho en la parte práctica y la teoría era fácil.

 

Aomine resopló, a él las pruebas físicas ni le habían surgido como un problema, la teoría con todas aquellas leyes, código penal y las penas condenatorias que tenía que aprenderse le habían resultado todo un fastidio. Qué diferentes eran ambos y a la vez… que bien se compenetraban. Aomine sabía perfectamente que si alguna vez le tocaba salir corriendo detrás de un delincuente, iba a tener que hacerlo él, eso sí… ahí estaría Tetsu para leerle sus derechos y saberse la teoría de cómo hacer las cosas. Para algunos casos, siempre era interesante contar con Tetsu.

 

En el coche, mientras Aomine conducía y tomaba sorbos de su café, al parar en los semáforos en rojo, Tetsu mantenía sus ojos fijos en una novela policíaca que estaba leyendo, con el café en su mano izquierda y con el oído bien puesto en la emisora por si les llamaban para algo.

 

Aomine detuvo el vehículo en uno de los semáforos cercanos al parque y debido al calor que hacía, decidió bajar la ventanilla. Tetsu le miró extrañado unos segundos. Sabía que su compañero no lo estaba pasando nada bien y cuando giró su vista a la izquierda viendo el banco donde trabajaba su ex novio todo le encajó.

 

- ¿Calores de golpe? – le preguntó - ¿Tiene algo que ver con Kagami? Hoy no está trabajando – comentó.

 

- No tiene nada que ver con él.

 

- Estás enfadado y tu cuerpo reacciona a los lugares donde sueles recordarle.

 

Aomine se fijó de nuevo en el chico rubio que esa mañana había visto, seguía allí cantando y recibiendo monedas de algún amable transeúnte que se detenía unos segundos a escuchar la hermosa canción que entonaba. Tetsu miró hacia el mismo lado al que lo hacía su compañero.

 

- ¿Sabías que la música es beneficiosa para la salud? – preguntó Tetsu.

 

- Oh, por Dios, Tetsu… – comentó Aomine – Eres como una maldita enciclopedia.

 

- Yo prefiero decir que soy de mente curiosa. La música aumenta la comunicación neuronal y una música agradable te ayudará a descansar, algo que creo que necesitas.

 

- No necesito dormir, Tetsu, lo hago muy bien.

 

- No dicen lo mismo tus ojeras.  Sube la ventanilla por favor, hace frío ahí fuera y va a llover en breve.

 

- No va a llover – dijo Aomine mirando el cielo nublado – conozco muy bien el tiempo de la ciudad, me he criado aquí, no va a llover.

 

- La humedad es alta y la temperatura la idónea para que llueva – dijo Tetsu viendo cómo la primera gota caía sobre el parabrisas dejando a un Aomine atónito.

 

La lluvia empezó a caer con mayor fuerza y Tetsu apartó sus ojos del chico rubio por primera vez para volver a su libro justo después de darle otro sorbo a su café.

 

- Te lo dije – susurró volviendo a leer.

 

- Esto no es llover, son cuatro gotas – dijo Aomine sin poder ver nada por la cantidad de agua que caía.

 

- Sube la ventanilla, te estás empapando y enciende los limpiaparabrisas, está diluviando.

 

- Listillo – susurró Aomine llevándose una mirada furtiva de su compañero, pero haciéndole caso y subiendo la ventanilla mientras encendía los limpiaparabrisas.

 

Aomine miró el semáforo, pronto estaría verde y podrían continuar la marcha. Por coincidencias de la vida, justo cuando podía pasar, la alarma del banco se activó obligándole a apartar el vehículo a un lado para bajar a ver qué ocurría. Odiaba la lluvia pero bajó con rapidez viendo cómo cuatro hombres encapuchados salían del banco con maletas y pasamontañas. Armados, se dirigían hacia el parque para huir, algo que alarmó a Aomine. Mientras Tetsu sacaba el arma y bajaba del vehículo dándoles el alto, Aomine corría hacia el parque intentando cortarles la huida.

 

Escuchó a Tetsu pedir refuerzos y cómo respondían desde la central que estaban en camino. Los hombres entraron al parque disparando al azar. Por suerte para todos, ninguna tenía un objetivo claro, simplemente una distracción, aun así, al ver a ese chico rubio en mitad del parque tratando de recoger su guitarra para salvarla de la lluvia, se dio prisa para llegar hasta él. Prácticamente le empujó dentro de la fuente cayendo ambos dentro y sacándole de la trayectoria que llevaban los atracadores, pero perdiéndoles de vista.

 

Se incorporó con rapidez pero no consiguió verles. Maldijo el suceso antes de girarse a mirar a ese chico que buscaba su guitarra en el agua. No había mucho que hacer por ella, estaba completamente empapada y la madera no aguantaría mucho tiempo. Aun así, el chico al ver el rostro apesadumbrado del policía, intentó sonreírle dándole las gracias por haberle ayudado.

 

“Aomine aún no podía imaginarse cuánto iba a cambiar su vida aquel fortuito encuentro”


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