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ADVERTENCIA: La Belleza es Peligrosa por jotaceh

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Día 89: Alma y corazón

 

Ingresé a la mansión corriendo, lo único que necesitaba era abrazar a Víctor. Ya había tomado una decisión, le había elegido y quería contárselo, darle el sí y comenzar desde ahora a planificar el inicio del resto de nuestras vidas. Estaba decidido a ello, pero un accidente me interrumpió.

 

Los grito venían del segundo piso, Consuelo estaba gritando desesperada, pedía ayuda y sin entender nada corrí para encontrarla.

 

-Llama a una ambulancia, por favor… Marcela está muy mal…-mencionó asustada la mujer, mientras tenía entre sus brazos a la anciana.

 

No sé muy bien cómo sucedió todo, porque me perdí, fue como si una fuerza externa me guiara mientras yo estaba encerrado en una burbuja, alejado de la realidad, escondido del dolor.

 

Marcela se ha convertido en alguien muy importante en mi vida, desde que la conocí en aquel sótano ha estado a mi lado, aconsejándome para guiarme por el camino correcto, para no enceguecerme por el odio y el resentimiento. Gracias a ella me he convertido en una mejor persona y en ese momento, estaba grave, tanto que ingresó inconsciente al pabellón de cirugía.

 

Esperamos en la clínica, en aquel ambiente frío, sumamente pulcro aunque carente de calor, un santuario de la esperanza que muchas veces hace oídos sordos a los rezos de los familiares y seres queridos que esperan buenas noticias en sus pasillos.

 

A ese lugar llegó luego Javier, quien ha estado cerca de mí todo este tiempo, como un padre protector preocupado del hijo que hace tan poco ha recobrado.

 

-¿Qué le ha sucedido? Se veía tan bien estos días…- él también estaba extrañado por la repentina descompensación de la anciana.

 

-No lo sé… no me lo explico…- respondí intentando contener las lágrimas.

 

A mi mente llegaron todas aquellas noches en que dormí desnudo abrazando el cuerpo de esa mujer, todas las veces en que lloré desesperado al estar encerrado en aquel lugar y ella, con sus manos cansadas, me acariciaba el cabello y con ese pequeño gesto lograba hacerme olvidar todo el sufrimiento que me rodeaba.

 

Cuando estás a punto de perder a alguien, llegan a tu mente todas las culpas, todos los momentos en que te has alejado, todos los minutos que desperdiciaste y es que te das cuenta que tal vez nunca más le vuelvas a ver. ¿Y cómo tranquilizar eso? Es completamente imposible, la frustración de vivir la última vez es el peor sentimiento que cualquier ser humano puede vivir.

 

-En realidad… Ella no ha estado bien desde que salió del sótano. Tan solo que ha fingido todo este tiempo para no molestar…- reveló Consuelo, la única que sabía la verdad de la anciana.

 

Aquella revelación me derrumbó y terminé llorando como no hacía hace tanto tiempo ya. ¿Por qué pasó toda su vida relegando su sufrimiento? Incluso ahora que está vieja, sigue callando su dolor para no incomodar a los demás.

 

Tras una hora, los doctores aparecieron en el pasillo y nos llamaron para revelar el resultado de sus tratamientos.

 

-Lo siento, pero ya no hay vuelta atrás… He leído su historial y… me parece sorprendente que aún esté con vida, después de estar tanto tiempo viviendo en esas condiciones… Si quieren, pueden ingresar a verla, ya está más estable… Es momento para que se despidan de ella…- el médico habló calmado, demasiado sincero para mi pesar.

 

Preferí dejar que primero entrara Consuelo, no me sentía capaz de ver por última vez a Marcela. Decidí caminar por el exterior de la clínica, despejar mi mente y así no ser un problema cuando ingresara a verla.

 

-Vine tan pronto supe… Lo siento mucho amor…- a mi lado llegó Víctor tiempo después de lo sucedido.

 

Finalmente no estaba en la mansión en el momento en que quería confesarle que le había elegido, que prefería estar a su lado, que quería amarle tanto o más que a Daniel, tan solo que ya no era el día para ello.

 

-¿Dónde estabas?- no quería hablar de muerte.

 

-Con los detectives… No puedo creer que todavía no den con el paradero de la perra de Verónica. Después de todo lo que ha hecho, sigue en libertad quizás en qué lugar… riéndose de nosotros…- y con sus palabras recordé la última vez que la vi, destruida en un prostíbulo sucio de la zona más marginal de la ciudad. No, no estaba riéndose de nosotros, sino que recibiendo lo que el destino le había deparado. Como todos nosotros.

 

Víctor, aun cuando pasó tanto tiempo en la cárcel, no ha podido olvidar que ella fue quien asesinó a su hermana, no puede perdonar el que le hayan arrebatado a Francisca, cuando ya han transcurrido tantos años tras ello.

 

-No imaginé que seguirías pensando en eso…- murmuré.

 

-¿En eso? Eso es hermana… a quien mataron… ¿entiendes lo que significa para mí?- Víctor se había alterado.

 

-Necesito hacer justicia… por ella… por su memoria…- aunque han pasado más de diez años, aquel sentimiento sigue oprimiendo el pecho de aquel hombre.

 

Le miré fijamente, para encontrarme con el mismo semblante del muchacho que conocí en la Scuola. Era como si el tiempo no hubiera transcurrido, como si siguiera delante del chico nuevo, del feo a quien debía engatusar para ganar la apuesta.

 

-Yo sé dónde está Verónica…- dije finalmente, revelando aquello que tal vez él no debería saber.

 

-¿Qué?... ¿Tú?.... ¿Hace cuánto que lo sabes?- Víctor no podía creerlo.

 

-No hace mucho… la encontré en el cementerio donde está enterrado Vicente… -no fui capaz de terminar la frase, porque pude percatarme en ese momento de lo acelerada que tenía la respiración.

 

Y de la nada, sin entender razones, comencé a llorar amargamente, como si mi corazón quisiera juntar el dolor que sentí tras la muerte de Vicente, del asesinato de Alonso y ahora la muerte de Marcela.

 

-Lo siento…- dije antes de salir corriendo.

 

Necesitaba ver a la anciana, tenía que despedirme de ella como se lo merece, porque gracias a ella, porque por su bondad, pude convertirme en una mejor persona.

 

Llegué en el momento indicado, acababa de salir Eunbyul y ocupé su lugar al lado de la mujer. Aunque mi rostro estaba empapado en lágrimas, le sonreí alegremente y es que era eso lo que quería darle, la belleza de un amor puro, la sinceridad de un alma que le agradece eternamente el haberla conocido.

 

Me senté a su lado, y tomando su mano, le acaricié delicadamente. Con el rostro cansado y la mascarilla de oxígeno puesta en la boca, me miraba con una paz que solo se consigue cuando estás a punto de partir para siempre.

 

No fue necesaria ninguna palabra, ninguna frase elaborada que resumiera lo mucho que la amo, porque la vida no se trata de eso, no son frases alegradas ni libros bien escritos, sino que de presencias, de miradas y caricias en el momento oportuno, de compartir tu tiempo y entregar el calor que tu pecho puede producir.

 

Las palabras se las lleva el viento, pero el contacto con su mano, con sus deditos cansados, eso es algo que jamás olvidaré. Estuve a su lado hasta el momento en que la inmensidad del universo se robó su último suspiro, y como una pluma revoloteando en el aire, se marchó de esta vida como el ángel que siempre fue.

 

Y aunque puedan imaginar que me llené de tristeza, esta vez fue distinta. Al salir de la habitación, fui colmado de una paz tan grande, de una tranquilidad tal que podía ver todo más claro, todo más hermoso. Me gusta imaginar que fue el último regalo que Marcela me ha entregado, que su alma pudo tocar la mía y entregarme su sabiduría, que su esencia perdurará por siempre en mi interior.

 

La pena por la muerte de alguien nace del egoísmo que poseemos, más que del amor que sentíamos por aquel ser. Sentimos que necesitamos tener a nuestro lado a todos aquellos a quienes amamos, como objetos de colección y nos aferramos tanto a sus presencias, que al perderles les lloramos desesperados, mas no de pena sino que por el vacío que nos dejan en nuestros corazones limitados, como si sus recuerdos fueran a ser olvidados tras su muerte.

 

No lloré más, solo seguí adelante haciendo aquello que debía realizar hace tanto tiempo y que por miedo no me había atrevido. Me sentí libre por primera vez en muchos años e iba a enmendar mis errores, porque merezco ser feliz a mi propio estilo. Y eso haré ahora, tomaré las decisiones correctas consultando a mi corazón antes que a mi mente, porque esto que llamamos vida es un cuento de hadas que debe ser leído con el alma, no un balance que tiene que ser descifrado por las neuronas.

 


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