El sol se estaba despidiendo de aquella llanura, Mizuki había demorado más de lo planeado en organizar unos papeles.
Mientras tanto, Kazuno se encontraba agotado, el entrenamiento había sido satisfactorio y era momento de irse. No pudo evitar traer a su mente a la persona de ojos grises, y tampoco pudo evitar sonreír y sonrojarse por ello. En eso se dio la vuelta, había notado una presencia
-Hola Mizuki- dijo sonriendo cálidamente
-Hola…disculpa, no me has dicho tu nombre
-Es verdad, lo siento. Me llamo Kazuno- extendió su mano, y el otro la estrechó, aquel toque y aquel nombre generaron que una punzada latiera en el corazón del otro.
-¿Seguro ese es su nombre? Juraría que… no lo sé, sería otro- pensó Mizuki, pero al escuchar aquel nombre sintió algo, como si no fuese la primera vez que se encontraran ellos dos. Qué sensación más curiosa, algunos le llamarían deja vu, pero era algo completamente diferente. Ninguno sabía con exactitud qué era, pero les intrigaba aún más y más.
-Venía para inscribirme a kendo, pero creo que ya es tarde- dijo Mizuki algo cabizbajo
-Claro que no, soy el Capitán, así que si gustas puedo hacerte la prueba ahora, ya sabes, para saber cuál es tu nivel- con un tono algo vanidoso pero divertido, Kazuno se dirigió al almacén, del cual regresó con unas prendas y dos shinai –Toma, yo espero a que estés listo- dándole un sable al que sería su contrincante en breve.
La espero no duró demasiado, muy pronto Mizuki salió con aquellas hermosas prendas, pero para una batalla. Kazuno sintió su corazón latir con mayor rapidez mientras el otro se acercaba, aquella escena le parecía tan familiar, en ese momento, el sueño se volvió visión:
Eran mediados de 1800, por alguna razón, Kazuno se encontraba en frente de un incendio, comenzó a correr mientras unos hombres le perseguían a él. Quedó enfrente de una especie de muro de bambú, cuando se disponía a dar la media vuelta para buscar otro camino, una persona lo impidió, tenía un sable, ambos tenían uno pero Kazuno se negaba a usar la violencia para escapar. En eso, algo increíble ocurrió, la otra persona le abrió paso por aquella especia de muro
-¡Vete!- dicho esto envainó su sable y cuando dio un paso para alejarse, Kazuno le habló
-¡Espera! ¿Quién eres? ¿Por qué me has ayudado?
Y justo cuando la persona le iba responder, despertaba de aquel sueño. No sin antes escuchar un susurro cuyo final era: “…zuki”
-¿Podemos comenzar?- cuestionó Mizuki, pues se había percatado que el otro tenía la mirada perdida, pero fija en él.
-…zuki, Mizuki, lo siento, últimamente ando algo despistado. Pero sí, podemos dar inicio- La pelea empezó, y cada que uno lanzaba un ataque no podía evitar sentir que estaba haciendo algo mal, a pesar que no provocaban ningún daño en el otro sentían que así era. Esta sensación estuvo presente todo el tiempo que duró aquel encuentro, hasta que al fin terminó.
Ambos estaban demasiado cansados, en eso, sus miradas se encontraron, ambos se pusieron nerviosos y se voltearon. Era casi como si ambos se hubiesen disculpado por lo de antes, pero realmente no había razón, sólo fue un encuentro.
-Mizuki, dime ¿tienes otro nombre?
-N-No, ¿por qué lo preguntas?
-Curiosidad
-A mí me da curiosidad saber por qué te llamas Kazuno ¿no eres originario de este país?
-Sí, pero mi padre viene de Japón así que realmente es por él que me llamo así- dijo sonriendo cálidamente a Mizuki, le alegraba que esa curiosidad fuese exteriorizada. -¿Tú vienes de Japón?
-Sí, por ello mi cabello es tan negro, pero es por mis ojos que me llamo así ¿sabes? Es curioso
-Tienes razón, tus ojos son como una hermosa luna en invierno
Mizuki se sonrojó, nadie le había dicho esto en su vida. Era demasiado vergonzoso, y más viniendo de Kazuno, lo acababa de conocer. Sus hermosos ojos grises comenzaron a brillar aún más, cuando reaccionó, el otro ya estaba frente a él, mirándolo fijamente, como intentando descifrar algo.
-¿Sabes Mizuki? Tienes un buen nivel, y también tengo que decirlo, me resultas tan familiar, tal vez en uno de mis viajes a Japón te conocí y no lo recuerdo bien- comenzó a reír
-¿De verdad? Siento lo mismo, es extraño, tal vez tengas razón con lo que dices pero…es imposible- Ambos comenzaron a caminar hacia los vestidores, cuando llegaron, Mizuki comenzó a quitarse la parte superior de sus prendas, pero por alguna razón no podía, algo se había atorado.
-Te ayudo- dijo Kazuno acercándose hacia el más pequeño.
Con cuidado, pudo despojarlo de aquella prenda, ese tacto generó una especie de descarga en ambos, Mizuki sentía que algo había regresado a él, quería que siguiese tocándolo.
Kazuno intentó controlarse apartando la vista de aquel hermoso cuerpo, pero en un descuido vio el abdomen del menor sólo para descubrir algo grabado, una marca en su piel…