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¿Realmente fue un error? por aiakafuri

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Notas del capitulo:

Espero les guste :)

Como no voy a poder actulizar el fin de semana
lo subire de una vez (pasado sen largo, no me gusta dividirlos)

Disfrútenlo...

Estaban en el taller de cocina preparando un lomo mechado cuando algo explotó y la cocina vibró. Miraron por todos lados y nada.  A los pocos minutos llegó alguien corriendo —Estalló una bomba en la Academia de policías.

 

—¡Daiki-san! — salió corriendo las 15 cuadras hasta la academia. Cuando llego ya habían acordonado la zona y no dejaban pasar a nadie.   Su corazón latía rápidamente, no había informes. Tenía bastante tiempo esperando y nada. Había marcado a Daiki y no le respondía las llamadas —Dios, no

 

Fue a la casa de los Aomine y tampoco sabían nada.  Su hijo no se había comunicado con ellos.

 

Tenía miedo de haber perdido a su primer amor. Tenía 8 años enamorado de su mejor amigo, Aomine Daiki, quien sólo lo trataba a bien porque le cocinaba el almuerzo y eran ex-compañeros de Tōō. Nunca le confesó sus sentimientos por miedo.

 

Al siguiente día no fue a clases, se dedicó a buscarlo en hospitales y nada. Ya era bastante tarde cuando se le ocurrió ir a la comandancia. Iba a preguntar por él, cuando lo vio tomando un café. Se veía pálido y cansado —Daiki-san— sollozó y se aferró a él.

 

—Ryō— le respondió al abrazo —¿Qué pasa?— cuestionó al verlo llorando.

 

—Creí que lo había perdido. Lo estuve buscando todo el día. No respondió mis llamadas— sollozó. Estaba vivo.

 

—Lo siento. El teléfono estaba en la taquilla de la academia, supongo que se quemó— dijo revolviéndole el cabello.

 

—Creí lo peor— dijo escondiendo su rostro en el pecho del peli azul.

 

—Estaba haciendo mi rondín. Escuchamos de la explosión y regresamos. Estuvimos toda la noche rescatando a nuestros compañeros— comentó abrazándolo. El castaño estaba temblando —Vamos. No llores. Estoy bien.

 

—Lo siento. Creí que lo había perdido— dijo limpiándose las lágrimas.

 

Le levantó el mentón para verlo a los ojos —Estoy bien. Estoy vivo, ya no llores— dijo limpiándole las lágrimas. Pero ese rostro lloroso le demostraba toda la preocupación, sin saber por qué, se acercó y besó al castaño.

 

————

 

Cuando Ryō se percató de lo que estaba pasando. Ya estaba en un hotel  siendo penetrado de forma salvaje por el peli azul —Aghhhh Daiki Aghh más.

 

—Ryō— gruñó mordiéndole el hombro y sosteniéndolo de la cadera. Estaba sentado y el castaño lo montaba.

 

—Daiki-san— capturó los labios del moreno y profundizó el beso.

 

—Ryō— jadeo al sentirse apretado.

 

Una ronda siguió a otra hasta que iban en la cuarta. Ambos llegaron al orgasmo gritando sus nombres.

 

—Te amo Daiki-san— murmuró antes de quedar dormido.

 

Daiki se quedó petrificado. Ryō la amaba, pero eran amigos... Siempre lo vio cómo su amigo.  Miró al castaño y estaba profundamente dormido murmurando su nombre, entre sus piernas se escurría el semen y lo recordó... Ryō era un docel y no se cuidaron. Se levantó y se dirigió a la farmacia más cercana.

 

———————————

 

Abrió sus ojos y vio al moreno sentado en el bordo de la cama dándole la espalda y se sentó —Daiki-san.

 

Se sentó de lado y miró al castaño. Su cabello estaba revuelto y su piel marcaba por sus caricias, aquello le excitó. Sacudió su cabeza  —Ryō esto no debió pasar. Fue un error.

 

El corazón de Ryō se quebró.

 

 —Lo sé— susurró y se levantó, recogió su ropa y entro al baño. No lloro, no debía llorar. No iba a mostrarle cuán roto estaba su corazón. Creyó que el peli azul  se había marchado pero aún seguía en la habitación.

 

—Toma— indicó dándole la bolsa de plástico.

 

La tomó y vio su contenido. Reconoció el nombre del medicamento, era para evitar que quedara embarazado.

 

—No puedes quedar preñado. Yo no quiero hijos— dijo sin mirar a los ojos al castaño.

 

Mordió su labio. Aquello le confirmaba que el peli azul no lo quería. No quería estar atado a él con un hijo —Entiendo. Quiero que vea que me las tomo— el peli azul lo miro y él abrió la caja, sacó las pastillas y las ingirió, tomó agua para bajárselas. Abrió la boca y le enseñó que las había ingerido —¿Feliz?

 

—Ryō yo...— trató de decir, aquel tono de voz lo conocía muy bien.

 

—No hay nada que decir. Esto no paso— tomó su bolso y salió de la habitación. En cuanto puso un pie el pasillo,  un mar de  lágrimas surcó sus mejillas. Corrió como nunca lo había hecho. Tenía que olvidar esa noche.

 

Miró la puerta cerrarse y se sintió culpable. Tomó las cosas que quedaban y notó aquel dije que le había regalado al castaño en su cumpleaños del segundo año de Tōō, lo tomo y lo guardo en su bolso. Salió de la habitación y fue a pagar.

 

—¿Viste a ese chico?— escuchó del recepcionista.

 

—Sí. Iba llorando mucho. Me pregunto qué le paso— dijo la de limpieza.

 

—De seguro lo utilizaron. Lástima es muy bello— dijo la otra.

 

Las interrumpió y pago la cuenta.

 

——————————

 

Ryō no volvió a comunicarse  o buscar a Aomine. Su corazón estaba roto, estudiaba para distraerse y no pensar en él.

 

Las semanas habían pasado y se cumplían dos meses desde aquel día. Últimamente se sentía mal, cuando se desmayó su madre lo llevo al hospital.

 

—¿Qué tiene mi hijo?— cuestionó una pelinegra, Sakurai Nana.

 

—Su hijo tienen 8 semanas de gestación.

 

—¿Qué?— preguntaron al unísono.

 

—Sakurai-kun, tiene 8 semanas de gestación— repitió.

 

—Ryō— gritó Nana.

 

Estaba embarazado… Su rostro se llenó de lágrimas —Yo... Tome... Las pastillas— pudo decir. A Nana se le encogió el corazón verlo así.

 

—Sakurai-kun su grupo sanguíneo es A negativo, ese tipo de medicamento no surge efecto en usted. Pudo haber tomado 15 pastillas  y aun así siguiera embarazado— explicó.

 

—Doctor podía darnos la siguiente cita— dijo Nana apretándole la mano a su hijo. Realmente se miraba mal.

 

—Por supuesto…

 

 

Llegaron a su casa y Nana lo enfrentó —¿Qué pasó? ¿Quién es el padre? —  Ryō le explicó todo lo que había pasado —Cariño. Tienes que decirle.

 

—Pero Dai... Aomine-san dijo que no quiere hijos— trató de decir.

 

—Ve y dile. Ya veremos que hacemos— dijo Nana abrazado a su hijo. Siempre había sospechado que por eso su hijo no tenía novio, siempre había rechazado a sus pretendientes por Aomine Daiki.

 

Ryō limpió sus lágrimas y fue a la academia de policías, estaba por llegar cuando lo vio: Aomine Daiki reía y besaba a una pelinegra muy bonita y bastante desarrollada, tal y como le gustaban.  Con el corazón destrozado regresó a su casa y lloró en los brazos de su madre. Cuando su padre llegó y los vio, hizo preguntas y su madre le respondió a todo.  Por un minuto pensó que su padre lo iba a correr, pero lo abrazó y le dijo que contaba con su apoyo.

Una semana después estaban viajando a Francia. Unos meses atrás su padre había recibido una oferta por parte de un amigo y la había rechazado, pero le habló y le dijo que aún estaba en vigencia la oferta. Así que aceptó y  se mudaron a Francia. 

 

No tuvo el valor de despedirse de sus amigos, pues eran los mismo que los  Aomine y de seguro le dirían, y no quería que se enterará. Por lo que únicamente envió  un mensaje a Imayoshi diciéndole que se iba y luego dio de baja su número.

 

Su padre era auditor, así que tenían un buen nivel económico. Por lo que consiguieron comprar una casa  con tres recámaras, un baño y medio, un jardín pequeño y una cocina. Vivían en el distrito XV  en el centro de París, era tranquilo y bastante cercano a la universidad y  a la empresa a la que su padre trabajaba.

 

Se inscribió en: Le Cordon Bleu Paris Institut d’arts culinaires et de management hôtelier. Uno de los mejores en el mundo y siguió el semestre, eso, hasta que ya no pudiera ir  por el embarazo.

 

En cuanto a su bebé iba bien y comenzaba a tener náuseas. Más de una vez se vio en problemas por sus clases, a las cuales apenas y le entendía. Pero gracias a que una de sus compañeras de clases era japonesa le explicaba y entendía el francés poco a poco.

 

Habían pasado dos meses desde que llegaron a París. No había día que no dejará de pensar en el padre de su bebé. Miles de dudas y preguntas surgían pero siempre recordaba "Esto fue un error, yo no quiero hijos" esas palabras le partían el alma. Su bebé no era un error, era un milagro, pues aun que tomó ese medicamento estaba esperando a su hijo. Lo amaba y sólo saldría adelante para él y por él. Viviría por él.

 

—Ryō Sakurai.

 

—Nosotros— dijo Nana y ambos entraron al consultorio. Le dolía escuchar llorar por las noches a su hijo y nombrarlo a él. El maldito que le rompió el corazón a su hijo y  el culpable de que su dulce niño no riera como antes.

 

—Bienvenidos. Pase a la báscula— dijo el doctor. Era un hombre rubio de ojos azules, su nombre: Vicent Dómine.

 

—Oh no— hizo un mohín mientras se quitaba los zapatos.

 

—¿Ha seguido la dieta?— cuestionó.

 

—A medias— respondió Nana —Con tantos antojos que ha tenido, creo que ha de pesar el triple Dómine— agregó sonriendo.

 

—Vaya es cierto— dijo viendo la báscula —Vamos Ryō sube a la cama y desabrocharse la playera. Es hora de hacer tú ultrasonido.

 

Ryō sonrió, se desabrocho la playera y subió a la cama. Nana se quedó de pié a su lado y tomándole la mano. La vez pasada no pudieron hacerle la ecografía porque se había roto el aparato.

 

Vicent encendió el aparato. Tomó el gel y el escáner. Miró fijamente el vientre haciendo sonrojar a Ryō —¿Cuatro meses verdad?— el castaño asintió —. Es bastante grande para los cuatro meses— mencionó palpando el vientre —. Bueno, veamos— esparció el gel y comenzó a escanearlo.

 

Nana y Ryō observaban la pantalla. No sé veía nada hasta que aparecieron un contorno gris. Ryō comenzó a llorar al percatarse de  la forma de una mano, era su bebé.

 

—Oh— exclamó Vicent.

 

—¿Qué pasa?— dijeron asustados.

 

—Felicidades... Son dos bebés— dijo sonriendo.

 

—¿Dos?— gritaron ambos.

 

—Sí— aclaró la imagen y se vieron claramente.

 

—Dos bebés— murmuró Nana.

 

Lloró, pero no de dolor  sino de felicidad. Esperaba dos bebés, dos hijos de Daiki,  a quienes amaría incondicionalmente.

 

————

 

Las semanas fueron pasando, y rápido  iba adaptándose a su nueva vida. Su francés mejoraba cada día y su vientre era más notorio. Algunos de sus compañeros lo veían raro, otros se le acercaban a frotar su vientre y le daban dulces ya que habían notado que comía dulces a cualquier hora. 

 

Cuando era fin de semana preparaba galletas y pasteles para vender y ayudarse para juntar dinero para sus bebés. El cómo comenzó a vender fue algo chistoso, se le habían antojado unas galletas de chocolate así que se puso a prepararlas, el olor había atraído a los hijos de los vecinos y terminó invitándoles. Los niños quedaron encantados y luego sus madres fueron a pedirle que si les vendía galletas y aceptó. Al poco tiempo cada fin de semana ya tenía pedidos, y cómo su madre no trabajaba lo ayudaba.

 

En el sexto mes descubrió que esperaba varones. Vicent le había recomendado que a partir del séptimo mes descansara, y así lo hizo. Nada más cumplió casi los ocho meses solicitó licencia de seis meses y se la dieron, cómo ya había acabado el semestre y lo paso bien, no tuvo problemas. Se reintegraría en seis meses, aún que le habían dado el año.

 

Las últimas semanas fueron tranquilas y con antojos, agradecía estar en casa y con su madre. Había dejado de hornear ya que se cansaba con facilidad y se la pasaba acostado. Un embarazo de dos gemelos no era fácil y más cuando venían más grandes de lo esperado... Aunque en el fondo sabía que era por la gran altura de Aomine.

 

—¿Ryō estas bien?— preguntó una pelinegra de cabello corto y muy bonita. Inari Yamaha.

 

—Casando, Inari— respondió frotándose el vientre.

 

Inari sonrió. Cuando conoció al castaño se veía una gran tristeza en su mirada y aunque aún seguía Ryō se notaba más feliz. —Es normal. Lo que me sorprende es tu gran barriga.

 

—Vienen grandes— respondió sonriendo.

 

—Cierto. Tú eres alto— comentó sonriendo.

 

—Su otro padre también... Mide casi dos metros — respondió triste.

 

—Vamos. No te desanimes. No piensen en ese imbécil— dijo irritada.

 

Ryō la observó. En el poco tiempo se habían hecho muy buenos amigos y se llevaban de maravilla. Ambos se confiaron sus vidas y ella tomó muy mal lo de Aomine, Inari quería tomar el primer avión a Japón y cortarle su amiguito —Traqui...— llevó su mano al vientre.

 

—¿Estas bien?— cuestionó levantándose del sillón, Ryō había hecho una mueca fea.

 

—Creo que.... Aghhhh— se aferró al sillón.

 

—Ryō— dijo preocupada.

 

—Mghhh creo aghhh nacer— gimió.

 

—Nana-san, Ryōsaki-san. Van a nacer— gritó hacía el jardín.

 

Nana y Ryōsaki entraron corriendo y vieron quejándose a su hijo e Inari trataba de calmarlo. Rápido llevaron al castaño al auto e Inari condujo, ya que las manos de Ryōsaki temblaban.

 

Gracias a que el hospital estaba a unas 10 cuadras llegaron en 19 minutos. Inari corrió por ayuda a urgencias mientras Nana y Ryōsaki sacaban a Ryō del auto. La camilla llegó y subieron a Ryō, para esos momentos ya había partido aguas y lo llevaron directo al quirófano.  Tanto a Nana y Ryōsaki los dejaron pasar mientras Inari completaba la ficha de registro.

 

—Tranquilo cariño— dijo Nana sosteniéndole de la mano.

 

—Aghhh duele— susurró entre lágrimas.

 

—Resiste— Ryōsaki le limpio las lágrimas con su pañuelo. Nana Ryōsaki se habían vestido con unas batas azules y cubre boca.

 

—Lo vamos a anestesiar— indicó el doctor Vicent. Estaba por irse a casa cuando le avisaron, a los bebés le faltaban un par de semanas.

 

El anestesiólogo hizo su trabajo y a los pocos minutos Ryō no sentía dolor ni gran parte de su cuerpo.

 

—Necesito que estén atentos, son dos y de gran tamaño. Comencemos.

 

Ryō escuchaba las palabras de aliento de su madre y padre. No podía ver nada por la cortina que habían colocado frente a él —Mamá...  ¿Puedes ver lo que hace Vicent?

 

—Sí, cariño. No te preocupes, no los perderemos de vista— aseguró Nana sonriendo.  Entendía el miedo de su hijo,  ella también lo sintió.

 

Los minutos pasaban y Vicent  al fin pudo ver a los gemelos, extrajo al de la derecha —Primer bebé  4:18 pm.

 

Ryō escuchó el llanto de su bebé y sintió una gran desesperación —Quiero verlo.

 

—Tranquilo. Ahora lo traen— Nana trataba de tranquilizar a su hijo. Ryōsaki miraba llorando a su primer nieto mientras era aseado por la enfermera —Es hermoso Ryō.

 

—Segundo bebé 4:20 pm— el llanto del segundo bebé resonó, lo entregó a la enfermera y reanudó la cesárea.

 

—Quiero verlos— rogó.

 

—Ya los traen— dijo Nana.

 

Una enfermera se aproximó a Ryōsaki y le entregó al bebé mayor. —Es hermoso Ryō— con cuidado se aproximó a su hijo  y le colocó en el pecho a su nieto.

 

—mi bebé— lloro al verlo. Lo besó y revisó cada parte de su pequeño cuerpo.

 

Otra enfermera se acercó a Nana y le entregó el segundo bebé. Miró al pequeño y sonrió al verlo —Son preciosos, Ryō. Mis nietos son hermosos.

 

Ryōsaki cargo a su nieto mayor para que Ryō pudiera cargar al menor. Mientras lo hacía, aprovechó para revisarlo, no quería confundirse de nieto.

 

Ryō cargó al menor. Mimó y besó a su pequeño. Revisó a su pequeño y encontró una pequeña diferencia del mayor, tenía un pequeño puntito en su pelvis —Eres hermoso.

 

—Necesitamos sus nombres. Primero el mayor: nacimiento 25 de Julio a las 4:18 pm peso 4,254kg y midió 58 cm— leyó la ficha de nacimiento.

 

—Ryōdai...Ryōdai Soleil Sakurai— respondió viendo a su padre y su bebé.

 

—El menor nació a las 4:20 pm. Peso 4,250 kg y midió 58 cm— dijo otra enfermera.

 

—Ryō... Ryōki Lumière Sakurai— dijo arrullando a su bebé.

 

—Ryō— murmuraron ambos.

 

—Son franceses— dijo sonriendo pero sabía a qué se referían. Sus hijos no tenían la culpa de que siguiera amando a su padre, y que  Daiki no quisiera hijos y no lo amara.

 

Vicent y las enfermeras sonrieron por los nombre Sol y Luz, pero el padre tenía razón eran franceses de nacimiento.

 

Ryōsaki observó a Ryōdai, su escaso cabello era castaño al igual que el de su hermano Ryōki —Felicidades hijo.

 

—Gracias papá, les debo mucho— murmuró antes de cerrar sus ojos y quedar profundamente dormido. Ryōki se removía en sus brazos pegándose sintiendo el calor de su padre.

 

Al siguiente día despertó y la habitación tenía una que otras flores y globos de "Bienvenidos bebés” y "Felicidades papá".

 

Era padre, tenía dos hermosos hijos. Ya quería verlos correr, reír y que lo llamarán papá... Lágrimas surcaron sus mejillas —Daiki-san— murmuró en medio de las lágrimas ¿Por qué no podía amarlo? ¿Por qué tuvo que llamarlo error y no querer hijos con él?

 

Inari entró a la habitación y lo vio llorando —Ryō...— dejó los regalos en la cama y abrazó al castaño —No llores ¿Qué pasa?

 

—Daiki— murmuró en medio del llanto mientras se abrazaba a su amiga.

 

—Si quieres voy por él y lo  arrastro de las pelotas hasta aquí— dijo  triste. Ryō seguía amando  ese hombre que le rompió el corazón.

 

Sonrió y se limpió las lágrimas —Te imaginé haciéndolo.

 

Inari soltó una risa estruendosa —Yo también. Vamos no llores, él no vale la pena. Ahora tienes dos hijos por lo que vivir y proteger. Cierto… espero te guste— recogió los regalos y se los entregó.

 

Recibió los regalos y se acomodó para poder abrirlos. Abrió el primero y se encontró ropa para bebé en color azul celeste, la cual consistía en una diminuta camisa, gorro, toalla, pantalón, babero y unos zapatitos; cada uno tenía bordado un sol.

 

—Es para Ryōdai— dijo feliz.

 

—Es hermoso. Muchas gracias— regreso la ropita a la bolsita y luego abrió la otra. Consistía en lo mismo y también tenía bordado un sol, pero este tenía las puntas curveadas.  –Son realmente hermosos. Gracias, muchas gracias— dijo sonriendo.

 

—De nada. Están limpios, los lave por si quieres ponérselos— le guiño un ojo.

 

—Eso hare nada más nos den de alta ¿Ya los viste? ¿Dónde están?— pregunto.

 

—Oh cierto. Voy a decirle a la enfermera que despertaste. Ellos están bien, los vi antes de venir. Ahora regreso— salió de la habitación y fue en búsqueda de la enfermera.

 

La miró salir y luego dirigió su mirada a sus regalos, eran hermosos. Quería que sus bebés vistieran esos lindos conjuntos al salir del hospital.

 

—Hijo— Nana entro a la habitación y vio a su hijo sonriendo.

 

—Mamá— volteo a verla, llevaba las pañaleras que habían preparado  y una maleta para él.

 

—¿Cómo  te siente, cariño?— dejo las bolsas en el bordo de la cama.

—Cansado y con un poco de dolor, supongo que es normal— respondió abrazándola.

 

—Sí— sonrió al verlo animado pero aun así noto los bordes rojos en sus ojos.   

 

Inari  entro con Vicent y detrás de ellos las enfermeras con sus hijos. En lo que Vicent chequeaba y hacía preguntas, Ryō se dedicó a mimar a su hijos mientras  Inari tomaba fotos a los tres e incluso con nana y el doctor –Son la sensación del pabellón. Pocas veces tenemos bebés japoneses aquí, así que los adoran— comento Vicent, y Ryō sonrió.

 

————————


Conforme pasaban los meses Ryōdai y  Ryōki iban mostrando los lindos genes heredaros de la pantera y no solo el color azul de ojos sino  por su posesividad, ya que rara vez se dejaban cargar por otras personas, lloraban hasta que Ryō los cargaba. Tampoco les gustaba que algún desconocido o desconocida se le acercará a su papá.

 

Para Ryō fue una gran alegría ver que tenía sus ojos azules y sus facciones parecidas a las de Daiki, pues sus bebés habían heredado mayor parte de él (cabello castaño, misma tez y la forma de sus orejas). Sus bebés se veían más grandes de los meses que tenía, por lo que tenía que comprar tallas más grandes para vestirlos así cómo pañales.

 

Cuando sus bebés cumplieron los seis meses regreso a sus clases, tomó un horario intermedio para poder estar en las mañanas y tardes con ellos, y para no ocasionarles problemas a sus padres, aunque ellos le decían que no tenían problemas sabía que ya se los había estado ocasionando y no podía dejar las cosas así.  Los gastos los cubría con las ventas de postres y uno que otros platillos que hacía para vender. Incluso había hecho un trato con Vicent para surtirlo de pasteles los fines de semanas, pues su esposa y familiares quedaron encantados con las galletas y un pastel que le regalo al mes de los nacimientos de sus bebés.  Cómo Inari lo había mantenido informado sobre las clases del semestre que perdió, se adaptó rápido. Muchas veces se sintió frustrado consigo mismo por todo lo que se le juntaba, pero si quería darles un buen fututo a sus hijos tenía que esforzarse.

 

Conforme los meses pasaban sus amores iban aprendiendo a gatear, dar sus primeros pasos, hablar o eso intentaban ya que solo decían “acu” para pedir agua. Al cumplir los 10 meses, sorprendentemente ya caminaba… más bien corrían y había aprendido a decir “gaeta”. En los siguientes meses ya habían aprendido varias cosas y ya medio hablaban, la primer palabra que dijeron bien fue papá. Ese día Ryō lloro abrazando a sus dos hijos. 

 

Ryōdai y Ryōki cumplieron dos años y Ryō ya se había graduado.

 

Gracias a unos de los maestros rápidamente encontró empleo en hotel 3 estrellas, ahí fue donde comenzó su vida laboral unos días después de graduarse.  En un año, logro juntar para la certificación de postres que quería, en el hotel lo apoyaron cambiándolo de horario, para que por las mañanas pudiera dejar a sus retoños en el preescolar, luego iba a la escuela para las clases de certificación y al salir iba por sus pequeños para dejarlos con su madre y se iba a trabajar en el hotel. Al cual, en un años  había ascendido de puesto y la certificación estaba por concluir.

 

 

Cuando sus hijos estaban por cumplir los 5 años llego el momento de dar respuestas:  —¿Dónde está mamá? – preguntaron una noche que Ryō había llegado de trabajar. Se le partió el corazón tener que decirles, así que fue directo al punto.

Tomo una foto de él cuando tenía 7 meses de gestación y se sentó frente a ellos –Soy un doncel, es decir, puedo tener bebés en mi vientre y es donde ustedes estuvieron. Así que soy su “mamá”.

 

—… ¿Entonces tenemos otro papá?— pregunto Ryōki. Él era el más directo y más sincero de los hermanos.

 

—Sí. Se llama Daiki y tiene los ojos azules igual que ustedes— dijo sonriéndoles.

 

—¿Y dónde está?— cuestiono Ryōdai.

 

Mordió su labio. No podía decirles una mentira completa pero tampoco les diría toda la verdad —¿Recuerdan que el novio de Inari la dejo?— sus hijos asintieron –Pues eso mismo paso con Daiki y conmigo. Claro, cuando lo hizo no sabía que estaba esperándolos a usted y cuando intente decirle él ya tenía a alguien más en su vida. Tome la decisión de no decirle y fue justo cuando nos mudamos aquí.

 

—¿No nos quiso papá?— pregunto Ryōki.

 

—No quise interferir en su vida y no le dije que los esperaba. Él no sabe de ustedes— comenzó a llorar –Lo siento. Lo siento. Lo siento.

 

—Papi no tiene  la culpa. Papi quiso que papá fuese feliz como abuelita y abuelito— dijo Ryōki.

 

—Papi siempre nos ha querido— dijo Ryōdai abrazándose a su padre.

 

Ryō los abrazo  y besos su frentes –Sí quieren conocerlo, podemos ir a Japón.

 

—Solo quiero a papi— dijeron al unísono. 

 

Después de ese día Ryō estuvo mucho más tranquilo.

 

 

 

Cuando los gemelos cumplieron 6 comenzaron a asistir al nivel básico, y Ryō fue reclutado por un restaurante 5 estrellas, al parecer el gerente había ido donde estaba trabajando y le encantaron los platillos y el postre, así que decidieron contratarlo y aceptó, después de todo era un cambio drástico en el salario y eso lo ayudaría con los gastos.

 

Por increíble que pareciera sus pequeños eran aplicados, solo Ryōdai a veces tenía sus altibajos, pero bueno todo niño los tiene. Claro, en ocasiones se negaban a estudiar u obedecer y solo tenía que decir una frase: no hay básquet por una semana, y hacían las cosas sin protestar.  Sus hijos amaban el básquet y eran los mejores de su escuela, ambos tenían la velocidad y la fuerza, pero Ryōdai tenía  su precisión en encestar tres puntos mientras que Ryōki tenía el estilo salvaje y sin forma de Daiki.

 

Al año, por órdenes del dueño del restaurante, comenzó a viajar constantemente. A sus hijos no le gusta ya  él tampoco, pero tenía era su trabajo,  así que los llamaba cuando se desocupa del restaurante. En uno de esos viajes se reencontró con Inari, quien había sido reclutada en Londres un par de años atrás, a pesar de que siempre estaban en comunicación se tuvieron que narrar los últimos acontecimientos en su vida. Inari estaba viviendo con su novio y al parecer pronto formalizarían.

 

Mientras que Ryō había dejado al varón con quien había estado  intentando una relación, le gustaba y atraía, era bueno con él pero  en cuanto se enteró de que eran dos niños lo llamo zorra e intentó violarlo;  al final terminó en el hospital, y  a sus padres casi les da el infarto cuando lo vieron con el labio partido, la mejilla morada y dos cotillas rotas. Por lo que decidió darse tiempo para él y su roto corazón, encaprichado con buscar personas que solo lo dañaban.  Por qué a pesar de todos los años, no había podido olvidar a Aomine Daiki, su primer amor y el padre de sus hijos.

 

Sus hijos estaban por cumplir los nueve años, en ese tiempo ya era reconocido a nivel mundial gracias a los viajes a que había hecho y conferencias que solía realizar. Se había quedado de  manera permanente el restaurante los últimos meses y fue cuando  se reencontraron.

Un cliente había pedido hablar con el chef y por lo distraído que andaba no presto atención a la persona, solo se dirigió a la mejor mesa del restaurant y fue cuando se reencontraron: Akashi Seijūrō  y Furihata Kōki estaban  frente a él mirándolo sorprendidos.

 

—Sakurai— grito Kōki y se lanzó a los brazos su viejo amigo.

 

—Qué sorpresa Ryō— logro decir Seijūrō después de salir del shock sorpresivo.

 

—Lo mismo digo— dijo dándole al mano a Akashi.

 

—Desapareciste de la nada. Sin avisarnos— dijo Kōki limpiándose las lágrimas.

 

—Lo siento, Furihata-san. Fue de improvisto y perdí mi celular.

 

—Ahora es Akashi. Nos casamos hace 3 años. Así que eres el chef— Ryō asintió— Bueno pues tenemos que hablar.

 

—Felicidades… Ahora no puedo. Me falta una hora de trabajo y tengo que ir a casa— dijo viendo la hora.

 

—No hay problema. Te esperamos y hablamos en tú casa— dijo Seijūrō.

 

—… Claro, pero prométanme que no le dirán a nadie que me encontraron y lo que les voy a confiar o no hablamos— dijo serio.

 

Seijūrō y Kōki se sorprendieron, Ryō había cambiado –Claro. Lo prometemos.

 

Los Akashi esperaron la hora y vieron salir al castaño cambiado, admitieron que se veía más guapo de lo que ya era a sus 22 años antes de desaparecer.  

 

 –Vamos— dijo al matrimonio. Salieron del restaurante y fueron al auto de los Akashi, y Ryō le indico al chofer la dirección. Al llegar vieron una casa de un nivel bastante grande.

 

Entraron a la casa –Ya llegue— dijo fuerte.

 

—Papá— gritaron dos pequeños y corrieron a los brazos del castaño.

 

Seijūrō y Kōki se quedaron petrificados. Esos niños se veían de 11 años ¿Cómo era posible? —¿Son tus hijos?— logro decir el castaño.

 

—Niños ellos son viejos amigos, el pelirrojo es Akashi Seijūrō, y  su esposo Kōki-san. Preséntense— dijo a los gemelos.

 

—Ryōdai Soleil Sakurai. Mucho gusto— dijo en japonés.

 

—Ryōki Lumière Sakurai. Es un gusto conocer a amigos de papá— dijo el menor.

 

El matrimonio observo los ojos de los niños y las sonrisas que les dedicaban, luego miraron al castaño quien asintió confirmándoles sus sospechas.

 

—Niños, vayan a dormir. Mañana tienen que ir a clases— dijo a sus hijos.

 

—Sí papá. Un gusto conocerlos— dijo Ryōdai.

 

—Hasta luego… Mis abuelos ya están dormidos— dijo Ryōki  y ambos se fueron a su habitación.

 

—Son de Daiki— fue lo primero que dijo Seijūrō.

 

—Sí, es su padre biológico— confirmó mientras dejaba su bolso en el sillón.  

 

—¿Cómo? ¿Cuándo?— comenzó a decir Kōki nervioso.

 

Los invito a sentarse y les relato, llorando, todo lo que había pasado.

 

—Sakurai— dijo Kōki y lo abrazó.

 

—¿Le piensas decir?— cuestiono Seijūrō sin duda sería una gran noticia para su amigo, y por supuesto estaría muy feliz.

 

—No. Ese día me dejo claro que no quiere hijos… al menos conmigo no. Además, él mismo me entrego ese medicamento así que automáticamente rechazo a mis hijos— dijo limpiándose las lágrimas.

 

—Pero Aomine-san… él— trato de decir Kōki.

 

—Ustedes prometieron no decir nada y confió en ustedes— interrumpió al castaño.  

 

—¿Ya no lo amas?— cuestiono Seijūrō.

 

Sonrió de forma triste –Lo amo, eso es lo peor. De seguro ya hizo su vida con alguna mujer y tienes hijos.

 

—Sí… Se casó hace dos años…— dijo Seijūrō solo para ver cómo Ryō comenzó a llorar –Verás él….

 

—No quiero escuchar más— dijo interrumpiendo al pelirrojo. Sus lágrimas no cesaban.

 

—Está bien… Te tengo una propuesta, estoy planeando abrir una nueva ala en un hotel 5 estrellas y quiero que seas el chef principal.

 

—Me niego.

Notas finales:

Gracias por leer 

Besos :*


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