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Reinicio por scienceFragile

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Notas del capitulo:

Buenas noches, queridas damicelas y nobles caballeros (?) Bienvenidoas a una nueva actualización. 

Quiero decir que muchas gracias por sus hermosos reviews uwu Los contestaré con la mayor prontitud posible, es que estoy actualizando desde el internet del celular, pues, no tengo internet... hahaha. 

Sigh. 

Espero que este capítulo les guste ~ 

Muchas gracias por leer. 

Capítulo I

 

 

- [~*.*~*.*~*.*~*.*]

 

¡BIENVENIDO AL SITIO QUE HACE TUS SUEÑOS REALIDAD~!

 

¿Cansado de una vida miserable y llena de desgracias?

¿Cansado de lamentar viejas decisiones?

 

¡Pues Kami-sama tiene la solución perfecta para ti :D ~!

Kami-sama lo sabe todo; lo ve todo. Pobre humano, cansado de la vida que tú mismo has forjado… ¿Quieres un reinicio? ¿Volver a intentarlo? Kami-sama te concederá ese deseo, ¡Sí! Podrás volver a intentar todo lo que podría haber salido mejor en tu pasado. Kami-sama lo ve todo, Kami-sama lo sabe todo; sólo podrás reiniciar tu vida realmente estas en un callejón sin salida.

¿Deseas postularte, o postular a otra persona?

 

-Has elegido postular a otra persona; por favor, escriba el nombre de la persona que desea postular y Kami-sama evaluará su situación:

 

I z a y a   O r i h a r a. . .  

 

¡Enhorabuena! El nombre de Izaya Orihara ha sido añadido a la lista exitosamente, ¡Muchas gracias por confiar su futuro en nuestras manos~!

 

¿Desea salir del sitio?

Sí – no

 

-[~*.*~*.*~*.*~*.*~]-

 

 

 

 

 

 

–No me hagas arrastrarte abajo, ¿Eh?

Mi Dios.

Mi Dios, mi Dios, mi Dios.

– ¿Izaya? – hizo el ademán de adentrarse en la habitación, y alzó las cejas; no por favor.  – ¿Pasa algo?

–N-No… enseguida bajo.

Te miró, frunció el ceño y suspiró. Negó con la cabeza ligeramente y se encogió de hombros.

–Te espero abajo – se dio vuelta y se marchó, cerrando con delicadeza la puerta. Inmediatamente cuando escuchaste el click de la cerradura, corriste al espejo y lo embestiste, más o menos, mirándote con horror. 

Esto tiene que ser una broma. Sí, broma: de mal gusto, trillada y muy cutre.

–Maldición – estiraste tus cabellos para ver si era una broma, efectivamente dolió, no era una peluca. – Santa mierda… – no, no podías con esto. 

¿Qué estaba pasando? Hace no más de cinco segundos estabas en un auto a punto de morir, lo recordabas claro; muy claro. La fuerza con la que las manos de Manami se aferraron a tu hombro y la voz ronca de Kine diciendo tu nombre. Todo apuntaba a que habías partido al otro mundo. ¿Este era el otro mundo? ¿El cielo? ¿El infierno? ¿Todo fue un sueño?

Joder, no. Esto tenía pinta de ser el final de una serie de cuarta, y no te gustaba para nada. Te hacía recordar que de pequeño, la serie de médicos que adorabas terminaba con que todos los pacientes y médicos eran ficticios, y que las historias eran narradas por el abuelo de un niño en coma. En serio, qué final de mierda. Te ibas a volver loco. Recordabas que esa noche maldeciste como nunca antes, tanto que tu madre se enojó y gritó: “¡Vuelves a maldecir una vez más y te corto la lengua!” Nunca más dijiste nada ofensivo delante de ella.

Pero esto no podía ser una de esas cosas, porque recordabas todo tan vívido e íntimo que tu interior te gritaba ¿En serio piensas que eso fue un sueño?

Hasta jurarías que seguías sintiendo el dolor de tener un cuchillo clavado en las costillas. O de tus brazos, o cuerpo, rotos.

Te estremeciste.

Y entonces, un pitido resonó en la habitación. Venía de la cama, debajo de la almohada.

Era un pitido de celular, como si un mensaje acabara de llegar. Pero por estas épocas no tenías uno, ni si quiera te dejaban tener una consola. O si quiera mirar mucha tele.

Agarraste el borde de la camisa del pijama y caminaste hacia la almohada. Cuando te diste cuenta de que aún tenías ese dichoso peluche entre tus manos, lo tiraste al suelo y lo pateaste lejos. Cielos, si fruncías una vez más el ceño, hasta podrías decir que aumentarías un par de años; suspiraste frente a la cama, y alzaste la almohada sólo para encontrar tu viejo celular debajo de ella, ese que había sostenido Manami.

Lo tomaste desconfiado, y lo mantuviste entre tus dedos vacilando entre si abrirlo o no, al final, lo abriste ¿Qué podría haber ahí dentro que sea peor que haber retrocedido catorce años? Nada; por el momento.

Hiciste una mueca.

De nuevo estabas frente a una pantalla blanca: un mensaje, sin remitente, asunto o número.

[Has decidido volver a intentarlo; en hora buena. Tienes un mes exacto (30 días, 23 horas y 59 minutos) para lograr una acción que cambie significativamente las cosas que te disgustan]

Inmediatamente en cuanto acabaste de leer, un cronómetro se alzó en lo alto de la pantalla. Era el tiempo que te quedaba para volver a intentarlo.

¿Pero qué mierda es volver a intentarlo?

Gruñiste volviendo a esconder aquel aparato debajo de tu almohada. Apoyaste tu cabeza en ella al mismo tiempo en que aspirabas el aroma que tenía: olía a jabón y suavizante para ropa. Olía a limpio. Olía a tu antigua casa.

Te diste vuelta, sacando el aparato de debajo de la almohada y miraste el cronómetro: 30 días, 23 horas y  49 minutos. Un mes, para cambiar algo. O sea, ¿Tú futuro? Vaya tontería, la historia no puede cambiarse; cerraste los ojos y frunciste el ceño. “… que cambie significativamente las cosas que te disgustan” ¿Perder? ¿Haber perdido contra Shizuo? Pero, ¿Por qué te habían llevado tan atrás?

Atrás, ¡Atrás!

¡Cierto!

Saltaste de la cama y corriste a la puerta corrediza que daba a un balcón, y la abriste. Inmediatamente el viento frío golpeó tu rostro y temblaste. Algo blanco se coló por la ventana… ¿Eso era nieve? Entrecerraste los ojos usando tu mano como visor; era temprano, el sol apenas estaba saliendo por el horizonte. Y entonces, lo viste. Volviste a abrir los ojos sorprendido.

Tu boca quedó abierta de par en par.

Ahí estaba Ikebukuro.

El Ikebukuro de hace 14 años atrás.

Estaba ahí, ¡Tal y como la recordabas! Te apoyaste en el barandal haciendo puntitas para mirar hacia abajo, y notaste que esta no era tu casa. No, si no que era la casa de tus abuelos. Hecha de madera y pintada de color celeste, frente a una plaza y un pequeño lago, casi a las afueras de la ciudad. Casi, porque sabías que había más casas allá a lo lejos, siguiendo el camino de tierra que pasaba enfrente de la vivienda.

Era impresionante, todo estaba justo en el lugar que recordabas.

Podrías quedarte admirando la vista todo el día…

– ¡IZAYA!

… pero no, no podías.

 

 

[…]

 

 

Sábado 06 de Abril de 2002

–Las nevadas duraran tres días seguidos antes de que podamos ver el cielo despejado, la máxima de temperatura será 10°C, y la mínima -5°C, recomendamos mantener a los niños bien abrigados y… –

– ¿Escuchaste? Si vas a salir abrígate bien. 

Hmn mn – murmuraste.

¿Qué?

–Sí, mamá – asintió, y devolvió su atención hacia la televisión, inmediatamente como dejó de mirarte pusiste los ojos en blanco.

Si había algo más incómodo que despertarse siendo un niño y desayunar con tu madre, era despertar siendo un niño y desayunar con tu madre enfadada.

Y, sí, estaba enfadada.

No despegaste los ojos el tarro de arroz y comiste en silencio. Al menos, pensaste, ahora tengo una noción de qué tan atrás fui. Porque, al bajar, notaste que no estaban tus abuelos. Eso significaba que estabas entre uno de los días en que abandonaron la casa de tu padre, y tus abuelos se mudaron dejando la casa a tu madre.

Entre esas fechas… ¿Por qué volviste exactamente entre estas fechas? ¿Qué se supone que debías buscar?

– ¿Pasa algo? –  te sobresaltaste al escuchar la voz de tu madre, ella te miraba extrañada mientras masticaba una porción de arroz. La miraste, y caíste en la cuenta de que estabas haciendo caras mientras pensabas ¿Siempre hacías caras cuando pensabas?

–Mamá… – soltaste pensando en cómo seguir la pregunta – ¿Podemos ir hoy a la ciudad?

Tragó, dejando el tarro vacío en la mesa y limpiándose las comisuras de sus labios con una servilleta. Tragaste en seco observándola expectante, ya sabías lo que seguía.

–Y, ¿Por qué? –  preguntó con tono tranquilo, cruzándose de brazos – ¿Por qué quieres ir a la ciudad?

–Es que…

¡Vamos, inventa algo!

–Me gustaría comprobar la dirección de la casa de un amigo de la escuela – ella alzó las cejas, y supiste que tenías que proseguir –. Nos fuimos de la nada, y antes de las vacaciones me había dado su dirección…

Sonreíste al notar en como cerraba los ojos, suspiraba y se encogía de hombros negando con la cabeza lentamente; eso era signo de que se rendía ante tus palabras.   

–… Está bien  – se levantó de la mesa y caminó hasta cruzar por al lado tuyo y acariciarte la mejilla –. Pero tú juntas la mesa. 

– ¡Sí~!

 

 

 

 

 

 

 

Sabías que tu madre te estaba mirando por el espejo retrovisor cada dos por tres. Y es que era raro, seguramente para ella, que estuvieras tan ansioso. Siempre fuiste tranquilo y callado, casi nunca te alterabas, y quizás que ahora estuvieras hincando los dedos en la puerta del vehículo y mirando por la ventana con expresión rara, la descolocaba.

Pero es que estabas al borde de gritar de nerviosismo.

Aún no podías caer en la cuenta de que esto podría ser real, así que tenías que convencerse de alguna manera. Así que ibas a buscar pruebas, pruebas de que esto no era sólo una broma muy bien elaborada. Así que ibas a ir a la casa de Shinra (sí es que Shinra vivía en aquel edificio por estos tiempos) y si le veías, ahí creerías en todo lo que está pasando contigo ahora.

Un escalofrío recorrió tu espalda al pensar en que podrías ver a una versión pequeña de Shinra, que sería un equivalente a más tonto, más ruidoso y más molesto que el adulto, suponiéndolo.

Tu madre estacionó el auto en un parque que estaba a dos cuadras del edificio donde suponías vivía Shinra. Caminó contigo hasta los columpios, y miró los alrededores.

–Recordé que tengo cosas que comprar, así que tienes dos opciones: ir conmigo y esperar para ver a tu amigo, o ir sólo – habló, acomodándose detrás de la oreja un mechón rebelde de cabello, mirándola desde abajo, fuiste más consciente de que era mucho más bajo que normalmente.  

–Sólo – dijiste apretando las mangas de la campera negra que tenías puesta –. Quiero verlo cuanto antes.

Tu madre entornó los ojos, y sólo suspiró; se agachó a tu altura y te pasó la mano por la cabeza.

–Pero ten mucho cuidado, ¿Sí? –  metió la mano en el bolsillo de su abrigo y sacó un pequeño teléfono celular antiguo –. Lo encontré dentro del cajón de la abuela y funciona, si pasa algo no dudes en llamarme: soy el número uno en el marcado rápido. El dos es la policía, ¿Está claro?

–Sí, mamá  – removiste tu pierna inquieto y agarraste el teléfono que te ofrecía. Ella sonrió satisfecha y te besó en la frente. No recordabas que fuera tan cariñosa, lo cual te puso incómodo.

–Bien, nos vemos dentro de tres horas Izaya.

Nos vemos.

–Nos vemos.

Esperaste hasta que dobló hacia la izquierda y desapareció de tu vista para soltar todo el aire que estabas conteniendo y correr. Correr hacia el edificio de Shinra. El tráfico de Ikebukuro de 2002 no era nada en comparación con el de 2016. Al menos un niño podía pasar corriendo sin que lo matasen.

Al llegar al edificio estabas agitado y tu cara se sentía congelada. El viento helado te había golpeado de frente, y podías apostar todo lo que tenías a que estabas colorado por el frío. Siempre fuiste de piel sensible. Luego de respirar unos segundos, entraste en el edificio. Fuiste directo hacia el ascensor ignorando la mirada rara que te dio la muchacha que atendía la recepción; no te detuvo ni dijo nada, y las puertas del ascensor se abrieron de par en par. Al entrar, tuviste que hacer puntitas para llegar al número del piso de Shinra y sentías como toda la dignidad que te quedaba se iba a la basura.

Mientras que en las cuatro paredes metálicas del ascensor resonaba música clásica genérica, tú sólo podías escuchar el latido de tu corazón en las orejas. Parecía que iban a estallar, y aún respirabas agitado.

Aún no estabas seguro de qué hacer si Shinra no vivía ahí todavía. Cargabas con la esperanza de que Celty, al ser una  Dullahan, pudiera sentir algo raro en tu presencia y ayudarte en, no sé, algo. Celty siempre sabía qué hacer, o al menos sabía mantener la calma de la situación.  

Las puertas se abrieron con un tintineo; y comenzaste a sentirte nervioso. Estrujaste los bordes de tu campera, y recordaste vagamente que de pequeño siempre tenías ese tic. Por eso todas tus remeras o abrigos estaban arrugados (ligeramente) por esa zona.

Respiraste hondo.

Miraste la hora en el teléfono que te dio tu madre y calculaste con los ojos cerrados que habían pasado una hora desde que habías comprobado el cronómetro por última vez. Aún no sabías si eso tenía importancia o no, pero que hubiera un límite de tiempo para vaya-a-saber-qué te ponía incómodo.

Así que con eso en mente avanzaste con paso decidido hasta la mitad del pasillo y te detuviste en la puerta con el número del departamento de Shinra. Por lo que más quieras, suspiraste, que esté aquí. Y de nuevo, tuviste que hacer puntitas de pie para tocar el timbre. Qué molesto, gruñiste por lo bajo sintiendo vergüenza por la falta de estatura.

Por alguna razón, el sonido del timbre te puso nervioso.

Comenzabas a sentir calor.

Suspiraste cerrando los ojos para mantener la calma. No esperabas llegar tan lejos; ¿Ahora qué? ¿Y si Celty no se daba cuenta de que había algo raro con que estés ahí? Bueno, podías pensar algo sobre la marcha. Seguro.

Esperaste, parado en frente de la puerta, por un minuto entero; y al no ver señales de vida, decidiste tocar de nuevo.

Nada.

–¿… Shinra? – vacilaste si decir su nombre o no, al fin y al cabo, eras un desconocido. Pero no obtener respuesta te ponía los pelos de punta – ¿Hola? ¿Shinra, estás ahí?

Tocaste el timbre.

Una, y otra vez.

Sin saberlo comenzaste a fruncir el ceño, y estabas a punto de hacer la gran Shizuo y pegarle un puñetazo a la puerta, aunque seguramente sólo te harías daño. Tranquilo, suspiraste, y contaste hasta tres mentalmente antes de volver a tocar el timbre, tres veces.

Nada.

–Maldición… – hubieras comprobado la lista de inquilinos, o al menos haber hablado con la recepcionista. Al menos te hubieras ahorrado viajar a la ciudad y tener que convencer a tu madre.

Cuando estabas a punto de tocar el timbre por séptima vez, escuchaste un ruido a tus espaldas. Era el ascensor, que abría sus puertas y revelaba la figura de una mujer en un traje bastante ajustado y negro. Te entraron ganas de reír, de felicidad o de nerviosismo, no lo sabías.

Inmediatamente como la mujer reparó en tu presencia frente a la puerta se tensó, y retrocedió un par de pasos, parecía nerviosa, ¿Me habrá reconocido? Más alegría, más y más.

Avanzó, apuntando su casco al suelo, empujaba su motocicleta con las dos manos muy lento. Sentiste ganas de gritar su nombre, pero sabías que si lo hacías todo sería más raro, así que te contuviste. Al llegar frente a ti, se agachó a tu altura y escribió algo en su celular.

[Disculpa… ¿Estás buscando a alguien?] Leíste.

–Sí – a ti. – ¿Está… Shinra en casa?

[¡Ah, lo siento! Él salió por unos días a la casa de un amigo del colegio… no sé muy bien cuando regresará, uh, ¿Eres amigo suyo? ¿De la escuela?] Su actitud fue suficiente para saber que en efecto no notaba nada raro en ti. Te sentiste desfallecer.

Ah… ya veo. Y, yo diría que algo así.

Ella debió notar tu decepción, porque de inmediato comenzó a teclear de nuevo.

[Lamento que no esté, pero seguramente volverá mañana]

[Te tengo una propuesta, ¿Te interesa?] Asentiste. [Si me dejas anotada tu dirección, yo misma puedo llevarlo hasta tu casa, ¿Qué te parece?]

Te mordiste el labio un momento y pensaste si eso era una buena idea o no, al final, la extraña amabilidad que estabas recibiendo de Celty bajó tus defensas y le entregaste la dirección de la casa de tus abuelos. Al salir del edificio y mirar las calles de Ikebukuro tan cambiabas, sentiste una sensación de vacío en tu interior.

Al pensar que estuviste a segundos de perder todo esto… suspiraste.

Metiste tu mano en el bolsillo de tu abrigo y apretaste un botón del móvil que te dio tu madre llevándote a la oreja.

– ¿Hola? ¿Mamá?  No, no pasó nada; estoy bien. Resulta que mi amigo no estaba en casa…

 

 

   

Notas finales:

Espero que ser haya subido bien, no confío mucho en el internet del celular... weeelll~ Muuchas gracias, nuevamente por sus lindos comentarios, y por leer. 

Espero el capítulo les haya gustado, y espero leerlos de nuevo en el futuro. 

Nos veremos en la próxima actualización, quizás, pronto. 

¡Nos leemos! 


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