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Guía práctica para tratar con un idiota y no enamorarse en el intento por ZAHAKI

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Notas del capitulo:

Hoy decidí que debo ir actualizando lo que ya he publicado en FF.

Disculpen la tardanza.

Guía práctica para tratar con un idiota y no enamorarse en el intento

By: Zahaki

Paso 3.- Ojos que no ven, corazón que no siente.

*****

 —¿Dónde dijiste que era el trabajo, Patsuan?

Gintoki no solía hacer trabajos en solitario, pero considerando las circunstancias, determinó que aquel encargo era algo que fácilmente podía manejar por su cuenta mientras Shinpachi se encargaba de la limpieza y Kagura paseaba a Sadaharu por el distrito. El mencionado asomó medio cuerpo por la puerta de la cocina mientras llevaba consigo una cesta de ropa sucia de la que parecía tener intenciones de atender en ese momento.

—En la tienda de ramen de Ikumatsu-san.

Gintoki hizo un gesto afirmativo y tras calzarse bien las botas, abandonó la Yorozuya en dirección al lugar indicado, a donde arribó no muchos minutos más tarde encontrando a la atareada mujer ir de un lugar al otro con numerosos utensilios de cocina que el freelancer jamás sería capaz de reconocer. Ella, al reparar en su presencia, se mostró considerablemente aliviada.

—Gin-san —dijo abandonando el traslado de las ollas y limpiándose las manos en el delantal eternamente manchado de distintas salsas. Se acercó a la barra donde ya se encontraba el albino apoyado y que aún trataba de entender el motivo del ajetreo e identificar la solicitud de la que se haría cargo—. Me alegra mucho que llegaras. Te he llamado porque contrataron mi comida para un evento y como sabrás, yo sola no puedo darme abasto.

Gintoki le dedicó algo parecido a una mirada comprensiva, de cualquier modo, no era como si su expresión dijera mucho. Al observar el volumen de la actividad de la mujer, consideró la posibilidad de llamar a sus ayudantes y sus pensamientos se materializaron con el grueso sonido de su voz.

—Seguramente vendría bien un par de brazos más.

—Oh, no —detuvo ella—. Ya he llamado a alguien. En este momento está disponiendo todo en la cocina. La verdad es que contacté a la Yorozuya porque compré ingredientes al por mayor, pero como quería que estuvieran frescos me tocaba retirarlos hoy y como verás…

El Yorozuya asintió entendiendo la línea del discurso e interrumpió: —Así que quieres que vaya por ellos mientras tú te encargas de todo acá.

Como respuesta, ella asintió mostrando una sonrisilla de disculpa. Gintoki no se hizo esperar y atendió las indicaciones de Ikumatsu. Tomó la factura con la que debía retirar los alimentos y encaminó su destino al local referido, que afortunadamente quedaba en el Distrito Kabuki; pero tal era la cantidad que no le tomó mucho tiempo deducir que su motocicleta era inútil para dicha encomienda. Movido por la practicidad y utilizando recursos que la clienta había entregado antes de su partida, buscó un taxi en el qué llevar las cosas hasta la tienda de ramen.

El trabajo no ocupó más de un par de horas de su tiempo entre la revisión de que coincidiera lo que decía la factura con lo que le entregaban. Ikumatsu había cerrado la tienda para el público habitual y se dedicaba solo al menú que debía entregar para el evento que, según tenía entendido, se llevaría a cabo al caer la noche de ese mismo día. Gintoki saludó asomando la cabeza entre las cortinas y ella devolvió el gesto con un movimiento de cabeza mientras transportaba más ollas llenas de alimento. En vista de esto, y por raro que parezca, decidió tomar la iniciativa y comenzó a descargar toda la mercancía, colocándola a salvo del sol y el polvo que siempre se desplazaba en las concurridas calles de los suburbios.

—Gin-san, ya haré que te den una mano con eso.

Gintoki quiso negar, puesto que llevar ingredientes de un lado a otro en realidad no era un trabajo que requiriera mucho esfuerzo, pero más pronto la mujer se dispuso a buscar la ayuda ofrecida que él negándose a recibirla. Tampoco era como si le molestara desocuparse antes. Su cabeza ya fraguaba el plan de irse a disfrutar el tomo semanal de la Jump como recompensa por el trabajo culminado sin incidentes. Se encogió de hombros y tomando una de las cajas más grandes, pasó al área de mostrador con cuidado al no poder ver al frente por el volumen del paquete.

—¿Dónde la dejo? —preguntó al sentir unos pasos detenerse delante de él.

—Tranquilo. Yo puedo encargarme de eso.

Gintoki parpadeó un par de veces sin saber si darle crédito a la voz que sus oídos captaban, deseaba por todos los cielos -o los infiernos- estar paranoico al punto de que imaginaba la voz del producto de sus pesadillas (por muy desagradable que el asunto se escuchara en su cabeza), pero para su desgracia ningún dios pagano quiso atender su súplica y comprobó sus fundamentadas sospechas al ver que quien se encontraba frente a él no era otro que el mismo que había imaginado.

—¿Zura? ¿Qué demonios haces aquí?

—¡Que no es Zura, es Katsura! —exclamó éste dejando caer la caja irritado, pero al percatarse de quien le hablaba sus facciones se suavizaron con la misma velocidad con la que su molestia había aparecido— Oh, Gintoki.

Gintoki, por supuesto, explotó—¡Nada de “Oh, Gintoki” idiota! Te pregunté que qué demonios haces aquí. ¿Me estás siguiendo, bastardo?

—No es bastardo, es Katsura —respondió el patriota rendido mientras se inclinaba a tomar la caja e inspeccionaba en el proceso que nada se hubiese dañado. ¿Desde cuándo era tan cuidadoso y diligente? —. Vine porque Ikumatsu-dono estaba en un aprieto, ya sabes que acostumbro a comer soba aquí con Elizabeth. Ella está en la tras tienda ¿quieres verla? Cada día está más boni...

—Esto es una tienda de ramen —le cortó Gintoki sin ser capaz de aguantar una conversación unilateral sobre un pato mutante y horroroso.

—Pero hay soba.

—No puede haber soba en una tienda de ramen. ¿Quieres tomarme el pelo, idiota?

—¿Quién querría tu permanente natural?

—¡Ése no es el punto!

El Yorozuya que siempre mostraba desinterés a la mayoría de las cosas, no podía concebir el hecho de que su paciencia alcanzara saldos rojos cuando su rutina era interrumpida por el terrorista carismático. Aquello era un enigma que en todo el tiempo que llevaba conociéndole no era capaz de responderse. Katsura, como siempre, mostró intenciones de agregar algo a su brillante discurso, pero la oportuna intervención de Ikumatsu evitó la guerra léxica que estaba por desatarse entre ambos hombres.

—Ah, Katsura-san, ¿podrías ir descargando eso en la barra de la cocina mientras voy por los vegetales?

El mundo que por lo general era protagonizado por Gintoki en los ojos de Katsura, de pronto pareció perder el norte. La mirada oliva desvió por completo su atención del Yorozuya para atender el llamado de la joven viuda sin dilación. Gintoki podría estar seguro de que en ese momento Katsura ni siquiera recordaba el motivo por el que habían comenzado su patética discusión y eso es algo que, aunque le costaba dignidad y media admitir, le molestaba y demasiado.

Gintoki no pudo hacer otra cosa más que observar al terrorista desaparecer hacia la cocina, quedándose en ese estado sin mostrar intenciones de retirarse a su ratonera compartida con un perro gigante y una niña con poco encanto y cero modales hasta que la voz de su clienta le abstrajo de vuelta a la realidad.

—Creo que necesitaré más de tus servicios. Prometo pagarte bien.

Tardó cerca de un minuto en considerar las opciones y concluyó que no implicaría gran cambio el posponer su lectura de la Shonen Jump por algunas horas más sin que fuera capaz de intuir que en aquel largo período de trabajo sus ánimos se irían al traste al ser testigo del trato que su ex compañero de armas le dedicaba a la linda cocinera.

Seguramente algo estaba muy mal con él.

Entre movimientos coordinados, embalajes de viandas, música de ambiente, risas, comentarios fuera de lugar y una inexplicable sensación de abandono, Gintoki se hizo acreedor de una realidad que se había negado a observar hasta ese día. Katsura jamás le había parecido alguien precisamente atractivo. Está claro que siempre se le había hecho parecido una chica, cualidad que le costó uno que otro golpe al no ser capaz de retener sus pensamientos y verbalizarlo con poco tacto sin verdadera motivación de ofensa. En cierto período de su juventud, encontró a Katsura verdaderamente femenino, pero aquello lo había internalizado tiempo atrás y había encontrado justificada su percepción al estar rodeado de gorilas malolientes y velludos.

Katsura iba y venía por la cocina con materiales finamente cortados mientras Ikumatsu se mantenía frente al fuego y Gintoki era principal espectador de aquella extraña interacción que se decía tanto sin que los trabajadores labios se movieran por parte de uno o del otro. Observaba cómo el Joui parecía saber qué necesitaba la propietaria y se movía prestamente a ubicarlo y alistarlo para la cocción, el cómo la mujer con su mano extendida recibía el ingrediente y los aderezos precisos sin que ésta hablara, de aquella cuchara extendida que pedía una opinión del sabor.

Gintoki realmente quería creer que el rememorar todo aquello sobre su pasado que hasta ese día había permanecido en las cosas sin importancia de su cabeza, era la causa por la que en ese preciso instante era víctima de un estrepitoso shock que se transmutaba en irritación. Quería ignorar, por sobre todas las cosas, el hecho de que su cabeza estaba exageradamente creativa y veía lo que siempre se había negado a ver: Zura en realidad era alguien atractivo, lo suficientemente atractivo como para ser capaz de ganar la atención de cualquiera, incluso la de una mujer bonita como la cocinera de ramen a la que dedicaba tiempo de sus actividades terroristas, a la que veía con ternura comprensiva cuando un platillo no estaba “en el punto”, a la que trataba con una caballerosidad de la que nunca pudo creerse testigo.

Gintoki Sakata se negaba a creer que Katsura Kotarou era alguien lo suficientemente atractivo incluso para alguien como él…

Notas finales:

Espero que hasta pronto.

 


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