Cuando Luhan sale de la escuela, camina con la mirada vacía, sus pasos son pesados y lentos, muy lentos. De pronto, y sin notarlo, se ha detenido. Parado cerca del portón, sus ojos se elevan hacia los cristales del edificio; Luhan sabe quién está disfrutando de un atardecer naranjo. Sehun está allí, mirando el cielo de una tarde de primavera, y el corazón del adolescente bombea fuerte porque es la primera vez que se halla con una sonrisa más real, más única, más especial, como si se encontrase con la juventud fresca de su profesor. Pasan los segundos, pasa el tiempo tan corto y veloz al mismo tiempo, y del estómago del estudiante nace azúcar y brotan mariposas, flores y estrellas brillantes, una sensación poco más diferente a las anteriores porque es más pesimismo que alegría y, sin embargo, sigue disfrutando esa tan agradable mueca de felicidad de su joven maestro. Luhan no nota el momento en que Sehun fija sus ojos en alguien, un alguien que podría estar cerca de él, por eso Luhan voltea hacia todos lados, intentando localizar a la persona dueña de la hermosa alegría de Sehun. Sigue buscando; hay muchas chicas y chicos, profesores y profesoras, demasiada gente, y cuando Sehun alza la mano para despedirse de ese alguien, Luhan quiere intercambiar esa despedida; pero no lo hace porque no es él a quién Sehun le dice un hasta mañana recitado lentamente por sus labios rosados, ¿Cómo podría ser Luhan? Simplemente no es él, seguramente es una alumna o una profesora, mucho más seguro. Así que solo se marcha, con los ojos más enfermos de tristeza y el corazón lleno de un enamoramiento prohibido.
Un amor que duele mucho, demasiado. Y que, aunque lo quisiera, no podría ser llamado un cuento de hadas.
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Es el mediodía de un jueves, el florecer de los cerezos son hermosos, y caen en su cabeza en forma de lluvia rosa, a Luhan de verdad le fascina el hecho de empaparse de pétalos suaves sin necesidad de utilizar un paraguas para cubrirse, y aunque ahora mismo no esté tan entusiasmado como otros días, hace el intento de relajarse y de no ponerse a llorar mientras se recuesta sobre el césped.
—Hola Luhan.
—Soo, buen día.
Kyungsoo, un gran amigo de secundaria, no van en el mismo salón, pero están en el mismo grupo de canto. Es una buena persona, es serio y maduro para su edad, a Luhan le agrada mucho platicar con Kyungsoo porque sabe escuchar y también es alguien a quien puede acudir para pedir un consejo.
—¿Esperas a alguien? —pregunta de repente, pues el chico se nota un poco ansioso, con esa mirada brillante de que pronto se va a encontrar con alguien.
—Uhm —carraspea, como decidiendo entre decirle toda la verdad o solo la verdad a medias—. Pues sí.
—¿Una chica? —Luhan sigue con la curiosidad de saber quién es la persona, la estudiante. Aunque duda un poco, pues nunca ha visto a Kyungsoo rodearse de chicas, lo cual no es raro en absoluto. Pero piensa que si Kyungsoo saliera con alguien no sería una chica, sino más bien con su mejor amigo. Los ha visto juntos desde que tiene memoria, y de verdad parecen muy unidos, demasiada unión que ya no parece amistad solamente.
—Pues…
—¿Es tu amigo? —suelta repentino y Luhan puede notar tan perceptiblemente las mejillas de Kyungsoo tan rojas como una cereza.
—¿P-por qué dices e-eso? Yo, yo solo- solo —El tartamudeo, los sonrojos, los nervios y todo en él evidencian lo ya no tan secreto, y de alguna forma, eso le da mucho gusto.
—No te preocupes Soo, eso es lindo.
Hay segundos llenos de un silencio un tanto entristecido.
—No tanto Lu, porque siempre tenemos que escondernos, ya sabes, por ser hombres —responde, y sí, está feliz de saber que Luhan no los desprecie y que, al contrario, los felicite; pero también existe cierta pena de saber que no todos son como Luhan, que el actuar y los tratos de las personas sean demasiado diferentes, teniendo muchas veces que ocultar su sana y bonita relación para no recibir algún tipo de maltrato.
—Eso sí es triste…
—Sí; pero al menos sé que mis padres y mis amigos no me tratan diferente y me apoyan, así que no todo es tan malo —sonríe, Luhan hace lo mismo, aunque por dentro las lágrimas estén por salir.
—Si fueses una mujer o Jongin lo fuese, todo sería distinto, ¿verdad? Sería mejor, no tendrían que esconderse y- —suspira, muy entristecido.
—No, y no deberías decir eso, no deberíamos cambiar lo que somos o quienes somos solo para recibir aprobación de alguien o de una sociedad acostumbrada a que hagamos lo que quieran, si lo haces, estás perdiendo contra ti, porque no estás cambiando porque lo quieres, sino porque no estás aceptándote. Es el mundo quién debería aceptar los cambios, las diferencias sin caer en el prejuicio; nuestra relación es la misma que el de una mujer y hombre. No tendría por qué ser diferente, amor es amor.
Luhan escucha atento y de alguna manera, el dolor en su pecho se va aminorando, debe de salir, debe de ser expulsado de su cuerpo de una u otra forma.
—Soo…
—Dime.
—Yo quisiera dejar de querer a una persona, porque sé que jamás va a corresponderme y el corazón me duele —Por fin lo ha sacado, se siente libre como un ave en el cielo, y vuela lejos del edén de la compunción. Sus mejillas y nariz se enrojecen y al pronunciar las dos últimas palabras es cuando se quiebra su voz y las lágrimas brotan como una cascada de agua pura y cristalina.
Kyungsoo no tarda mucho en acercarse a su amigo para abrazarle y brindarle algo de consuelo.
—Pero Lu, ¿cómo sabes que no te va a corresponder si ni siquiera lo has intentado? —No suelta al afligido, sigue apretando con sus brazos el cuerpo tan débil por un amor complicado.
—E-es que también es un- un hombre.
Aguarda en silencio, esperando por más respuestas, por más confesiones.
—Y- y él… él e-es alguien m-mayor.
—¿Qué tan mayor?
—Mucho.
Medita antes hablar, Kyungsoo no podría decirle a Luhan que se aleje de alguien que ame porque sea mayor. Pero también sabe que una relación así sería un tanto peligrosa, no tanto por lo prohibido que se escucha, sino porque Luhan podría salir muy lastimado, y obviamente porque no solo la sociedad estaría en su contra, sino también las leyes.
—Lu, tranquilo, está bien —Kyungsoo duda un poco de seguir hablando, permanece en silencio por un par de minutos; pero luego opta por decir lo más más maduro y propio posible: —No conozco a la persona que te hace llorar mucho, pero desearía que te amara como lo haces tú, porque si de verdad esa persona te amara tanto no te haría daño aun si tú eres menor y él mayor, el que ambos sean hombres es solo un pretexto para no aceptar que tienes miedo del mundo y del rechazo.
No entienden nada aún, son todavía adolescentes comenzando a conocer el mundo, tratar de sobrellevar normas estúpidas de un mundo egoísta.
—Tal, tal vez- debería intentarlo.
—Síp, tal vez; pero debes tener cuidado.
—Lo tendré.
Luhan comprende, debe cuidarse del mundo, de sus compañeros, papás, maestros y de Sehun, de descifrar un amor honesto y verdadero, solo en caso de algún enamoramiento parecido.
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