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Sintomas por Abyss

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Notas del capitulo:

Finalmente hasta que subo continucion xD

No esque esto de la inspiracion esta barbaro (?) Pero bueno, para despues de navidad, espero finalmente poder acabar esto y continuar tambien con flores :D

Sostiene la taza de porcelana blanca con ambas manos, mientras mira él liquido —anteriormente caliente— atentamente, intentando descifrar que clase de color era exactamente. No es que realmente quisiera prestarle atención a la bebida que momentos antes se encontraba consumiendo, simplemente no quería alzar la vista y encarar a la persona que tenia haciéndole compañía en la mesa, su madre, Graziella.

Riley tenia media hora de haber salido de casa, en busca de dulces, deliciosos dulces que se le habían antojado cuando vio un comercial por televisión que obviamente se encontraba promocionandolos como la mejor y mas deliciosa cosa en él mundo… Lo que probablemente no era verdad, pero que de todas formas deseaba consumir. Y obviamente Riley, como buen príncipe que era, no hizo otra cosa mas que sonreír, darle un cariñoso beso en la frente y encaminarse hacia la puerta mientras se ponía la chaqueta encima, listo para enfrentarse a la madre naturaleza con tal de traer golosinas para la futura mama.

Así que ahora ahí se encontraba, sentado frente a su madre, con una panza próxima a cumplir los siete meses, no hacia otra cosa mas que tener dudas… Y justamente tener a su madre sentada, sonriendole amablemente, no es como realmente quisiera estar en ese momento.

—¿Mama?

La amable mujer de ojos anaranjados rápidamente atendió al llamado de su único hijo —que ademas estaba a poco tiempo de hacerla abuela— con la sonrisa siempre presente en su amable rostro, y dejando de lado lo que se había encontrado pensando hasta hace unos momentos.

—¿Necesitas algo?¿Quieres que le llame a Riley para saber donde viene?¿Necesitas otra chaqueta?

Jun rápidamente se encargo de negar con la cabeza todo lo que su madre le preguntaba, la excesiva atención le hacia sentir… Extraño. Con Riley aquello no pasaba, estaba mas que acostumbrado a que él mayor girara a su alrededor, no solo había terminado por acostumbrarse a tal atención, sino que también solía buscarla y de vez en cuando —aquellas veces que aun no estaba embarazado— solía pedirla tímidamente. Pero ni con su madre y padre había sido así, la mayor parte de su infancia, Palmer se había encontrado ausente y las pocas veces que se encontraba en casa, él tiempo que tenia a la mano parecía ir tan rápido que en un abrir y cerrar de ojos, una vez mas, se encontraba fuera y lejos de casa, de su madre y él. Su madre, por otro lado, siempre había estado de un lado a otro, ocupada con cosas de la casa, lo que comerían, por enseñarle y criarle por ella misma, por ello decidía guardarse todo, si necesitaba llorar siempre encontraría consuelo en la estrechez de su armario —igual si llegaba a sentir miedo— y si llegaba a requerir alguna clase de atención, no faltaba que hiciera una inocente travesura para que otras personas se la dieran.

Pero no su madre. Su ocupada madre tenia otras cosas que hacer y pensar en lugar de tener toda su atención puesta en su pequeño hijo… O al menos eso es lo que pensaba, cuando la veía llorar en solitario en la gran cama matrimonial donde dormía, en aquellas horas que —se supone— él debería de estar durmiendo en la habitación contigua.

Y solo por eso, por sus borrosos recuerdos y la curiosidad latente —que le quemaba desde hace poco mas de un mes— fue que finalmente tomo una respiración profunda y dejo salir aquella pregunta que deseaba hacerle llegar a su madre desde hace poco tiempo.

—¿Desde cuando papá… Se fue?

Él silencio que origino su pregunta fue lo suficientemente incomodo, que cuando finalmente se decidió a alzar la vista una vez mas —después de haberla bajado, avergonzado de su propia duda— para notar como la siempre amable sonrisa de su madre, finalmente se había desvanecido de su rostro y una expresión de desconcierto fue lo que demostró tras permanecer un buen rato en silencio.

Espero una respuesta pacientemente —de esas pocas veces que lo era— igual de nervioso y no totalmente seguro de realmente querer una respuesta, pero ya no había vuelta atrás, la pregunta ya había sido echa, ya no tenia otra opción mas que intentar digerir la respuesta que fuese a recibir.

—¿Desde cuando se fue?—repitió Graziella en un susurro, haciendo un esfuerzo por recordar—¿Te refieres a…?

—Irse de… Cuando era niño, no tengo muchos recuerdos de él—confeso Jun regresando su vista a su ya frío te—Y los pocos que me quedan de él, son demasiado borrosos y vagos que en ocasiones es difícil para mí, él creer que son siquiera reales.

La amable mujer de cabello castaño miró él triste semblante que de un momento se había hecho presente en él rostro de su único hijo, un sentimiento de culpa y abandono se hizo presente de manera inmediata en su pecho, si era sincera consigo misma…

—No lo recuerdo—admitió, cruzando sus manos y mirando hacia la ventana más cercana, admirando él blanco paisaje que finalmente se había instalado en toda la región, y no solamente al norte donde siempre nevaba sin importar la época del año—Un aproximado… Es cuando tenías tres o casi cuatro años.

Su mirada se perdió en él blanco paisaje mostrado a través de la ventana, recordando como la navidad ya había pasado —una fecha que recibió con su hermana y madre en la región de Johto— viniendo también a su memoria, aquellos días en que su hijo —mucho más joven que ahora— se pegaba a la ventana durante casi todo él día, esperando ansiosamente la llegada de su padre. Una llegada que no se cumpliría hasta varios días después. Para posteriormente desaparecer antes de año nuevo.

—¿Nunca te sentiste sola?

Una vez más su único hijo captó su atención con otra pregunta, incapaz de poner otra expresión más que la de desconcierto ante las preguntas que se encontraba recibiendo en aquel momento, por un momento la idea de tomar la vía de escape fácil, diciéndole que sería mejor hablar en otro momento, apareció en su mente. Pero eso no sonaba justo.

Su hijo tenía dudas, y como madre, debía intentar contestarlas.

—Sí—admitió después de otro largo silencio, pensando brevemente en otra forma de responder, para simplemente llegar a la conclusión de que no, no había otra manera—Obviamente no tanto, te tenia a ti, siempre has sido mi luz y la razón de mis sonrisas...—además de los agradables recuerdos de un viejo noviazgo y del día de su boda, pero decidió no agregar eso, era mejor que siguiera siendo un secreto, pensó—Aunque eso no evitaba que extrañara a tu padre.

Jun miro y escucho atentamente a su madre, procesando cada una de sus palabras, letras y la emoción que estaba expresando en ese momento, haciéndolo sentir ligeramente culpable por estarle pregunta aquello… Aunque eso no evitó que otras dudas se cruzaran por su mente.

—¿Alguna vez has pensando en irte con papa?—soltó de inmediato, como si tuviese alguna urgencia por dejarlo salir, sorprendiendo a su madre—Irte de aquí y…

—No—cortó de inmediato Graziella, sin sonar tan cortante y volviendo a sonreír en un intento de brindar calma, aquella que ni ella misma era capaz de sentir—Esta casa, este pequeño pueblo… Esa mi hogar, y a diferencia de tu padre y de ti, yo soy incapaz de irme de aquí.

Una vez más él silencio se instaló en él lugar, mientras ambas miradas se cruzaban sin la intención de pelear o siquiera intentar descubrir lo que la persona contraria se encontraba sintiendo.

—Ahora que yo no estoy, ¿Te sientes sola?

Jun sintió las lagrimas acumularse en sus ojos —acción que hizo que su madre se alterara un poco— sintiéndose repentinamente mal porque haberse ido en aquel viaje por toda la región, él haber dejado a su madre sola tal cual como lo hizo Palmer e incluso, él darse cuenta de que él ya consideraba la isla de hierro su hogar, y que quería regresar a como dé lugar solo para darse cuenta de que dejaría a su madre… Sola. Totalmente sola. Ya sin su esposo y sin su hijo a su lado.

—¡Jun!—llamó Graziella preocupada, tomando las manos de su hijo entre las propias al darse cuenta que se había quedado pensando, mirando fijamente a la nada—¡Claro que no!¡Yo sabía que esto pasaría!

Él rubio no dijo nada, en su lugar, simplemente continuó con la mirada fija en su madre, esperando pacientemente a una respuesta más concreta.

—Mi pequeño...—susurro Graziella cuando noto que la atención de Jun estaba nuevamente puesta en ella, soltando sus manos y pasando a abrazarlo—Esto es normal, toda madre, desde que su hijo nace, está consciente de que crecerá y abandonara él nido. Así que no, no me siento sola, porque se que estas cerca y que alguien te cuida...

Jun sintió él cálido abrazo otorgado por su madre, sintiendo que finalmente las primeras lágrimas eran liberadas y copiando él gesto, sosteniendo a su madre entre sus brazos de aquellas raras veces que solía hacerlo, incapaz de decir nada más sobre las dudas que albergaba. Y en su lugar, escuchaba atentamente lo que su madre continuaba diciendo, sintiendo como una de las manos de su madre se movió en círculos sobre su espalda, en un gesto confortable y esperando que le ayudará a tranquilizar su ligero llanto que de un momento a otro se había hecho presente.

—… Alguien que no te va a dejar como yo me quede—admitió Graziella con una sonrisa e intentando no llorar ella también, no era como si él recordatorio de que la casa era demasiado grande para una persona fuese agradable—Y que estoy totalmente segura, no te apartara de mi lado… Suficiente agradecida estoy con que me vengas a ver de vez en cuando…

Graziella sintió él cuerpo de su hijo tranquilizarse un poco, lo que le hizo sonreír ligeramente, pero, antes de siquiera poder decir algo más, un golpeteo continuo sobre la puerta les hizo sobresaltarse al mismo tiempo.

—¿Riley?

Soltó por inercia él rubio tras soltarse de su madre, para posteriormente secarse rápidamente las lágrimas que tenía en él rostro, totalmente seguro de que no quería que él mayor preguntara la razón de su llanto.

—Yo iré.

Anuncio Graziella mostrando una vez más una de sus enormes sonrisas, con una expresión mucho más relajada y tranquila de la que había visto alguna vez. Como si en aquella plática finalmente hubiese podido decir algo que desde hace mucho tiempo tenía guardado.

—¿Olvido que está abierto?—preguntó Jun al ver su madre desaparecer con dirección a la puerta, se encontraban en la cocina después de todo.

—Tal vez traiga muchas bolsas—soltó Graziella con una sonrisa y en un tono ligeramente alto, al recordar él montón de golosinas que su hijo había pedido a su novio.

Finalmente la de cabello castaño se puso un suéter encima para abrir la puerta, adentro de la casa estaba caliente y afuera estaba incluso nevando, la diferencia de temperatura podría hacerle daño. Tomo él pomo de la puerta, sonriendo a la espera de lo que sería la graciosa imagen de Riley cargando un montón de bolsas.

Pero no, eso no fue lo que se encontró a la puerta de su hogar.

Ahí, de pie y con nieve en él cabello y la gruesa chamarra de pluma, se encontraba Palmer. Tan alto como lo recordaba y con una sonrisa que le hacía recordar la razón del porque se enamoró de él.

—Graziella.


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