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Lirios Blancos ( Segunda parte de "Mi amor en la mafia") por Anako_Chan

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Notas del capitulo: Antes que todo, quiero ofrecerles una enorme disculpa por la tardanza, la verdad es que me suspendieron el servicio de internet un tiempo, y por eso no pude actualizar, ojalá y les guste la continuación, y les prometo que si me dejan muchos reviews subiré los próximos capitulos cuanto antes.
Cáp. II
Tristes memorias


_ ¡Es hora del almuerzo! ¡Vamos! Exclamaba una voz adolescente, tratando con dificultad de hacerse escuchar sobre el ruido infernal que la máquina que operaba su compañero producía.

Tras un instante una mirada verde se alzaba para ubicar de donde procedía esa voz. Un segundo más tarde vio ante sus ojos a Valerio, el empleado más joven de toda la fábrica, un muchachito verdaderamente adorable y simpático, con enormes ojos miel, el cabello castaño, y rasgos tan tiernos y delicados como los de una chica.

_ ¿No piensas venir a comer Keith? Preguntó el chiquillo. Cuando el ojiverde por fin hubo silenciado el insoportable sonido.

_ ¡Seguro! Expresó el mayor sonriendo, quien por alguna razón sentía por el chico una inefable ternura. Esto último quizás se debía a que el menor era huérfano de madre y su padre se encontraba gravemente enfermo, al parecer por una terrible infección, lo cuál le obligaba a sus tan sólo dieciséis años a trabajar tan duro como cualquier adulto, en aquella olvidada y mugrienta factoría de ensambles, para poder sobrevivir.

_ ¿Qué has traído hoy para comer Keith?

_ *Stracciatella que sobró de ayer y un poco de pan de ajo. Y tú ¿Qué trajiste?

_ Otra vez huevos fritos… Respondió el menor con pena. _ Es que estoy guardando algo de dinero para ir a Roma en estos días, Debo comprar algunas medicinas para papá y me han dicho que allá se consiguen algo mas baratas. Explicó.

_ Vaya… Murmuró el más grande con aflicción. _…Bueno, a decir verdad hoy no tengo muchos deseos de comerme lo que traje, tu almuerzo luce mucho mejor que el mio. ¿Qué te parece si cambiamos?

_ ¿K-Keith? Tartamudeó sonrojado al observar al moreno intercambiar sus portaviandas, cediéndole a él su comida.

_ Vamos, come, que ya de por sí está algo fría. Invitó Andri con una dulce sonrisa, a tiempo que comenzaba él a degustar sus alimentos.

Tras un instante Valerio rompió el silencio que se había formado entre los dos, a causa de la prisa por devorar su comida, antes que el tiempo se les terminara y tuvieran que volverse al trabajo.

_ A decir verdad estoy emocionado. Confesó el de ojos miel, atrayendo la atención de su compañero. _ Nunca he ido a la capital, dicen que es muy grande y muy bonita.

*¿La capital?* Pensó Keith sin poder controlar todos los recuerdos que se agolpaban dolorosamente en su mente: recordó la famosa academia de arte, los jardines, la fuente, y sobre todo el hermoso par de ojos azules que tanto amaba. ¿Por qué con tan sólo oír nombrar ese lugar, el corazón se le oprimía de la misma manera que cuando vio por última vez esa bella mirada azul tan llena de lágrimas? ¿Acaso nunca podría olvidar todo aquello y empezar de nuevo?

Esta serie de tristes memorias hicieron que Andri se pusiera de pie, aún cuando sobraba algo de tiempo de descanso.

_ Me voy a trabajar. Dijo tratando de disimular el nudo en la garganta que le cortaba la voz.

_ P-Pero Keith, aún no acaba la hora. ¿Ha pasado algo? Preguntó preocupado el chiquillo, quien no obtuvo respuesta alguna.

Transcurridas varias horas y habiendo concluido ya la ardua jornada Andri, quien vestía un raído saco negro y unos desgastados jeans azules, se dirigía al que ya desde hace algún tiempo era su hogar: un cuarto pequeño, ubicado en una humilde colonia de obreros. A pesar de todo vivir ahí era muchísimo mejor que el ghetto, en su casa tenía una pequeña cama, una televisión vieja, pero en buen estado, e incluso un comedor y una estufa que había adquirido de segunda mano y a muy buen precio.

Ya había caminado algún rato el ojiverde, cuando de pronto una pequeña mano tomó la suya para detenerlo.

_ Keith, ¿Por qué te has ido así? Siempre vamos a casa juntos.

_ Excusa Valerio, a decir verdad, estaba algo distraído.

_ ¿Puedo ir a tu casa un rato? Preguntó el más joven. _ La verdad aún no quiero llegar aún la mía.

_ ¿Pero…? ¿Y tu padre?

_ Será solo un momento, Por favor. Insistió el chiquillo, quien deseaba aunque fuera por algún instante escapar de sus responsabilidades adultas y divertirse un rato al lado de Andri, por quien al parecer ya hacía tiempo que había comenzado a sentir algo más que simple cariño.

_ Bueno, si quieres. Aceptó por fin el de tez bronceada rascándose la cabeza. _ Aunque te advierto que no hay mucho que podamos hacer.

_ ¿Podemos ver algo de televisión? Sugirió el menor, quien no poseía una, puesto que apenas vivía en una especie de sótano abandonado, que una piadosa pero lúgubre mujer les prestaba a él y a su anciano progenitor.

Al llegar por fin a la morada del ojiverde el chico corrió a la habitación donde se encontraba el televisor, el cuál era en blanco y negro, y lo encendió tumbándose en la cama.

_! Mira Keith hay una película de mafiosos! ¿Qué te parece si la vemos? Instigó el invitado tras dar un breve recorrido por todos los canales.

* ¬¬ U Lo que me faltaba* Pensó Andri para sí * Una de mafiosos* Era lo último que deseaba ver en su vida, no le gustaba para nada recordar aquellos tiempos en que solía servir al líder más importante de la mafia Europea, cosa que evidentemente no había dicho nunca a nadie, sin embargo ante la insistencia de Valerio, no pudo negarse y acabó por sentarse a un lado de éste en la cama.

Por fortuna para el ex escolta el filme ya tenía rato de haber empezado, por lo cual terminó pronto su tortura. Al finalizar la película el menor apagó la televisión y miró embelesado a Keith. No sabía aún a ciencia cierta que demonios era lo que sentía por él ¿Simple agradecimiento? Podría ser, El de felina mirada, siempre había visto por el bienestar de él y su padre, llegando al grado incluso de mal pasarse una semana entera por ayudarle a comprar las medicinas que le hacían falta. Sin embargo, el agradecimiento no provoca la subida de temperatura corporal, ni el aumento en el ritmo cardiaco y mucho menos el repentino abultamiento debajo de su pantalón.

En su interior la respuesta era lógica, sin duda se había enamorado de Keith, de su bondad, de sus preciosas orbes esmeralda y por supuesto que de su cuerpo perfectamente moldeado y varonil. Por desgracia para el menor quien llevaba lidiando con sus sentimientos ya hacía más de un año, sabía muy bien que Andri, quien le llevaba ocho años de diferencia, lo veía tan sólo como un niño indefenso y nada más, y que nunca se atrevería a ponerle una mano encima. ¿O acaso estaba equivocado…?

El moreno permanecía en silencio, los recuerdos no paraban de atacar su mente, sin embargo un suave roce en su mano detuvo su profunda meditación. Volvió la vista hacia su acompañante quien ahora se hallaba de rodillas sobre la cama, frente a él, mirándolo fijamente a los ojos, como nunca antes lo había hecho.

_ ¿Ya te aburriste Valerio? Preguntó el mayor quien se sentía bastante perturbado por la actitud del pequeño. …ste último no emitió respuesta alguna, comenzaba a aproximarse lentamente hacia el rostro de su acompañante, con los labios húmedos y entreabiertos, sorprendiendo de repente los de Keith, a quien robó un cálido beso lleno de dulzura y deseo.

_ ¡PARA! pidió el mayor finalizando el beso, conectado aún al castaño por un fino hilo de saliva

_ Keith yo…

_ Sabes que esto no es bueno, tu eres aún un niño, esto no es correcto. Exclamó exaltado Andri, a quien sin embargo ese suave contacto había hecho reaccionar de manera automática todo su cuerpo. _ ¿Por que lo hiciste?

_ Yo…

_...

_ Yo…yo te quiero mucho Keith. Confesó el chiquillo con las mejillas encendidas. _ Eso es todo, explicó cándidamente mientras bajaba la mirada.

_ Solo no lo vuelvas a hacer. Pidió Andri con tono paternal, como quién regaña a un niño pequeño que acaba de cometer una travesura. _ Además ya es hora que vayas a casa, no quiero que tu padre se enfade y te lastime otra vez.

El de ojos miel asintió y salió de ahí como si nada hubiera pasado, justo antes que su amigo cerrara la puerta, se dio vuelta y le dijo:

_ ¿Te gustaría acompañarme a la capital el domingo? La verdad me da algo de temor perderme

La mirada esmeralda se detuvo en él por un instante, era imposible negarle algo a un crío tan encantador, así que no tuvo otra opción:

_ De acuerdo. Asintió. Trascurrido un minuto vio esfumarse al muchacho, quien corría a toda prisa para evitar causarle un enojo a su padre. * Espero que no lo reprendan* Se dijo Keith mientras cerraba la puerta lentamente.

Al llegar al interior de la vivienda se dirigió a su habitación, la cual se encontraba iluminada únicamente por la luz de la luna, sacó de una caja de cartón un papel de considerable tamaño, lo miró largo rato y con fuerza lo abrazó contra su pecho. Iría en un par de días a Roma, sin embargo ¿Lo volvería a encontrar? ¿Podría contemplar otra vez esos inmensos ojos celestes que alguna vez le pertenecieron? *Han pasado ya dos años* Suspiró con nostalgia, mientras devolvía el retrato a su lugar disponiéndose a dormir… Si es que acaso lo conseguía.

*Stracciatella: Es una especie de consomé que se prepara con pan, queso y caldo de verduras.

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