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Inmarcesible por Nithael

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Notas del capitulo:

Advertencias: Ninguna realmente.

But I'm only human
and I bleed when I fall down

Human; Christina Perri.


—¡Vamos, Yugi! ¡No seas tortuga! —Mokuba gritó y Yugi deseó tener suficiente fuerza como para sacarle la lengua aunque en realidad ya la estuviera sacando pero no por las razones que hubiera querido.

—No soy una tortuga. Tu palacio es demasiado grande —Yugi jadeó, intentaba desesperadamente recuperar el aliento.

—No es un palacio —replicó el moreno ladeando un poco hacia la derecha su rostro—. ¡Venga! Tenemos que aprovechar que Seto no está. No podría enseñártelo de otra manera —aunque por un lado la curiosidad era terriblemente alta (¿qué era lo que tantas ganas tenía Mokuba de enseñarle que Kaiba no quería que nadie viera?) por otra parte se sentía que estaba invadiendo demasiado la privacidad de su rival (y si tenían en cuenta que su lazo de amistad era tan fino como un hilo no estaba seguro de hasta qué punto quería tensarlo)—. ¿Vas a venir este año o el que viene, Yugi?

—Voy, voy —cedió finalmente. No podía negarlo. La curiosidad le carcomía por dentro. Mokuba le había hecho adentrarse dentro del bosque que se situaba detrás de la mansión Kaiba y aunque sabía que era bastante grande no había esperado que fuera tan malditamente inmenso. Debían llevar horas (o eso le parecían a él) caminando y adentrándose en ese enorme lugar (al menos habían ido recto durante todo el camino por lo que esperaba no perderse a la vuelta). Aquel bosque parecía no tener fin.

—Solo un poco más. Te prometo que vale la pena —Mokuba había retrocedido un poco para ir algo más al ritmo del rival de su hermano. Para él que estaba acostumbrado a recorrer ese bosque cada vez que su hermano parecía perder el contacto con la realidad por culpa del trabajo aquel camino no le era en ningún momento una dificultad pero entendía que para Yugi estar enredándose continuamente los pies con ramas, raíces y demás sustancias verdes debía ser algo más que novedoso. Y no quería que se echara para atrás, el moreno se moría de ganas porque su amigo viera aquello.

Después de varios minutos que a Yugi se le hicieron aún más eternos de lo que realmente eran por fin detuvieron su paso. Mokuba el primero y él un poco después tras llegar a su lado y lo que vio fue algo que hizo que, realmente, entendiera porque valía la pena hacer ese recorrido una y mil veces. El bosque terminaba abruptamente en una obertura circular y continuaba más allá pero no era lo importante los árboles que se veían a lo lejos sino lo que se veía en aquel oasis perdido en medio del bosque. La explanada no era verde sino que en mitad de ella había una pequeña laguna que se partía en dos por un pequeño puente que unía la orilla con un islote en el centro de la misma.

Aún así lo que más llamó la atención de Yugi fueron las flores que rodeaban la laguna y poblaban allí dónde la vista le alcanzaba. Cientos de crisantemos de un intenso color violeta le dieron la bienvenida a ese pequeño jardín secreto y él estaba tan maravillado por los colores y olores que inundaban sus sentidos que apenas se dio cuenta de que Mokuba había empezado a tirar de él. Parpadeó un poco sorprendido y miró al moreno que parecía decidido a llevarle en dirección al puente de aquel lugar tan místico, tan... espiritual.

—¿No crees que tu hermano se enfadará si descubre que hemos estado aquí? —terminó preguntando sin poder evitarlo. Cuanto más se empapaba de aquella naturaleza más sentía que había algo especial allí, algo casi intimo. Casi se sintió mal por estar profanando aquel lugar en contra de los deseos de su dueño. Casi.

—Es posible pero... bah, si tu no le dices nada y yo no le digo nada no se enterara nunca así que... —Mokuba deslizó su dedo índice contra sus propios labios—. Será nuestro pequeño secreto. ¡Ven! Aún no has visto lo mejor de este sitio.

¿Qué no había visto lo mejor? Yugi estuvo escéptico sobre aquel comentario, sin embargo, cuando atravesó el puente y estuvo en el centro del islote no tuvo más remedio que darle la razón al pequeño de los Kaiba. Si los crisantemos le habían dejado sin aliento la clase de flores que allí le recibieron le dejó con la mente en blanco. Ni siquiera tenía palabras para describir el estremecimiento que sacudió su cuerpo y el sobrecogimiento en su corazón.

Yugi nunca se había considerado particularmente fan de las rosas. Le parecía que habían perdido parte de su significado y de su misticismo con la agresiva mercantilización que sufrían (y él había tenido que sufrirla de primera mano en el departamento de marketing de Kaiba Corp), sin embargo, cuando sus ojos contemplaron el inmenso rosal azul y blanco que le recibía en el centro de aquel trozo de tierra verde tuvo que tragarse sus palabras. El rosal estaba en el centro, rodeado por cuatro bancos totalmente blancos. Yugi se preguntó vagamente si Seto alguna vez habría ido a aquel lugar a meditar o quizá a leer. No le costaba demasiado imaginarle en esa situación. Él mismo quería experimentarla.

—¿Son bonitas, verdad? —preguntó Mokuba con suavidad—. Por lo que he averiguado a mi hermano le costó mucho conseguir la variante azul. No son de plástico pero tampoco son enteramente naturales como se entiende el termino. Pero, ¡cuidado! Aún así tienen espinas y no veas como duele si te pinchas.

—¿Te ha pasado? —preguntó Yugi curioso. Se sentó en uno de los bancos, al lado del moreno que había hecho lo propio.

—Una vez. Tuve que decirle a Seto que fue fuera de casa. Aún no sabe que conozco la existencia de este lugar —confesó.

—Conociendo a tu hermano es probable que ya lo sepa y que solo este haciendo como que no lo sabe —replicó el rey de los juegos con una pequeña sonrisa. Mokuba soltó una breve carcajada ante una posibilidad tan probable. Le gustaba que Yugi conociera a su hermano, le gustaba saber que alguien se tomaba la molestia de hacerlo. De conocer a la persona que se escondía bajo sus muros de hierro y hormigón—. Mokuba... ¿por qué me has traído aquí?

—Quería enseñártelo. Esto —una parte de Seto, una parte alejada de los duelos de monstruos, de la fría electrónica. Quería que Yugi conociera a Seto. A la persona. No a la máscara—. También quería hablar contigo —eres la única persona con la que puedo hablar de él como si fuera una persona humana y no un robot; pensó.

—Ya veo —murmuró.

—Es raro que tenga amigos pero me hace feliz. Le veo feliz. Quiero decir... Ya sé que no lo aparenta demasiado y que no es precisamente la persona más expresiva del mundo pero le gusta tu compañía —sintió que se atragantaba con sus propias palabras. No sabía cómo expresar la inmensidad de sus sentimientos, de su agradecimiento para con Yugi. Desde lo de Atem había temido muchas cosas. La inmensidad de la herida que el faraón había dejado en su hermano había atemorizado por largo tiempo su mente.

—¿De verdad lo crees? —aunque a veces entendía a Kaiba a veces no podía evitar sentirse como una mosca molesta a su alrededor.

—¡Claro que lo creo! ¡Desde Atem no...! —se calló de golpe y Yugi lo notó. Yugi vio como Mokuba se mordía el labio inferior y suspiró.

—Podemos hablar de ello si quieres. Sé que tampoco debió ser fácil para ti —a veces, Yugi se preguntaba a cuanta gente había acabado hiriendo con sus decisiones, a cuantas había herido el propio Atem.

—Lo lamento. En realidad no... —Mokuba gruñó y se revolvió un poco el cabello—. Sé lo que significaba para ti. Lo que significó para mi hermano. Es solo que...

—Le hizo daño a Kaiba —completó Yugi por él—. No físicamente. Aquí —llevó la mano hasta su pecho y la presionó contra la zona en la que estaba el corazón—. Entiendo que le odies o te caiga mal.

—No lo odio... bueno, quizá un poco —se quedó callado—. Lo hice. Odiarle. Cuando paso yo realmente lo odiaba. No le perdonaba que le hubiera hecho daño a mi hermano —tragó saliva al recordar—. Incluso discutí con Seto y le dije que odiaba a Atem —volvió a callar—. Fue extraño. Cuando se lo dije se quedó callado y al final solo... sonrió. No una sonrisa de verdad, claro. Me dijo que era demasiado joven para entenderlo. A veces creo que Seto está esperando a que cuando crezca le odie a él en vez de a las personas que intentan hacerle daño —confesó frustrado.

Yugi se quedó callado mirando a Mokuba. Le veía. Le veía como no lo había visto nunca antes. Como el hermano pequeño que no entendía por qué todo el mundo odiaba a su hermano, como la persona que mejor conocía a Kaiba Seto. Y suspiró. Porque Yugi sabía que Mokuba había visto lo mejor y lo peor del castaño pero el problema era que el resto de las personas solo veían lo peor ya que Kaiba tampoco se molestaba en mostrar lo mejor de sí mismo (todo el asunto de los juegos y su tecnología era diferente).

—Supongo que al final es como una rosa por muy cliché que suene. Para llegar a la belleza de tu hermano primero tienes que pincharte con todas sus espinas —pensó Yugi en voz alta sin apartar los ojos de aquellas bellas flores.

—Yo diría que más bien es como el castillo de la Bella Durmiente —replicó Mokuba.

Yugi tuvo que darle la razón.

Notas finales:

¿Recuerdan todo lo que dije de celos y caramelo? ¡Pues olvídenlo! ¿Saben lo peor? Que tenía la idea clarísima. Quería que Mokuba y Yugi conversaran, quería mostrar su relación y como Mokuba acepta a Yugi como alguien cercano a su hermano porque sabe que Yugi hace feliz a Seto con su presencia aunque Seto sea el Grinch y no lo reconozca peroooooo aún así fue difícil ponerlo en palabras, sigh. Soy un caso perdido. Así que solo espero que les haya gustado.

Nos leemos.


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