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Inmarcesible por Nithael

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Notas del capitulo:

Advertencias: Menciones de maltrato infantil. 1/2.

And I wonder if you know how it really feels

to be left outside alone when it's cold here

Left outside alone; Anastacia.


A la tierna edad de siete años Seto Kaiba se cayó de la bicicleta que le había regalado su padre y al no llevar protección alguna fue inevitable que se hiciera varias heridas, una especialmente dolorosa y profunda en la rodilla. Como el niño que era Seto Kaiba lloró. Tiempo después solo sería una fea memoria cuyo recordatorio permanecería en forma de blanquecina cruz sobre la piel de su rodilla.

Su primera cicatriz.

Poco sabía aquel tierno infante de que solo sería la primera de muchas otras, poco sabía de lo mucho que terminaría aborreciendo los surcos irregulares sobre su cuerpo, la piel especialmente blanca, rosa o marrón que destacaba en contraste con la suya propia y que poco sabía también de las otras, de las que no dejaban marca pero permanecían debajo de la piel y dolían, de las que cuya huella ardía más que cualquier otra.

Seto Kaiba las conoció todas, las huellas del alma, las marcas en la mente, las cicatrices en la piel producto del dolor y fueron precisamente esas últimas las que por un descuido fueron descubiertas. Por primera vez en años había olvidado echarle el pestillo a la puerta del baño y eso, en su opinión, había sido su ruina. Porque ante él, con la mano sobre el pomo de la puerta y una expresión incrédula en el rostro, se encontraba su rival.

Yugi.

Las gotas de agua que se deslizaban desde su cabello hasta el suelo martilleaban el silencio, la respiración contenida y el nulo movimiento se apoderaron de sus cuerpos. Kaiba ni siquiera parpadeó, temeroso de que cualquier movimiento ahuyentara a la liebre asustada que parecía ser Yugi en ese momento (cuando, en realidad, la liebre asustada era él, quien quería huir era él, quien necesitaba que eso no hubiera ocurrido no era nadie más que él).

Bien era cierto que estaba furioso con el chico por aparecer en el momento más inoportuno, sin embargo, más enfadado estaba consigo mismo por haber cometido semejante desliz, por haber olvidado algo tan crucial como era cerrar la maldita puerta con su pestillo.

No le quedaba más remedio que apechugar con las consecuencias. Quizá debía fingir normalidad, ser el mismo de siempre. Quizá si lo intimidaba lo suficiente no tocarían el tema (y quizá al dragón blanco le saldría pelo y se convertiría en un perro).

Kaiba sabía que si la situación hubiera sido diametralmente opuesta no habría dejado pasar el tema. Y probablemente habría roto algunas piernas.

—¿Vas a quedarte mirándome eternamente? Si vas a estar aquí al menos podrías tener la decencia de pasarme una toalla —y Seto odio su voz, demasiado frágil, demasiado dubitativa, demasiado ronca, demasiado todo lo malo que se le ocurría pero al menos pareció sacar a Yugi de su jodida ensoñación.

—Kaiba —murmuró el chico mientras hacía lo que el castaño había pedido. Aunque una zona de su cerebro, la más ilógica, le gritaba que se tapara el maldito torso lo que hizo con aquella toalla fue anudársela en la cintura para de esa forma tapar su zona más pudiente permitiendo de ese modo que su rival siguiera teniendo acceso al resto de finas líneas que surcaban su pecho y vientre como si se trataran de un tatuaje (un tatuaje irregular, feo y desagradable, coronado por pequeñas quemaduras demasiado redondas, demasiado perfectas en su forma).

No se sentía cómodo bajo aquel escrutinio, se habría mentido así mismo pensando lo contrario. Y aún así no se atrevió a decir nada por miedo a revelar una debilidad latente, una debilidad que ya estaba expuesta. Y aún con todo eso al final se hartó, se hartó de su miedo, de la mirada perdida de Yugi, del picor imaginario en unas cicatrices ya cerradas, en unas quemaduras de habano ya curadas.

—Pregunta de una jodida vez o sal de aquí para que pueda secarme y vestirme, Yugi —demandó en un punto que rozaba la histeria. Para su sorpresa (porque estaba seguro de que Yugi debía tener millones de preguntas en su cabeza) su rival solo hizo una, en voz baja, calmado.

—¿Gozaburo?

Una pregunta terriblemente certera, un dardo envenado, una puñalada dolorosa. Seto Kaiba aspiró profundamente y cerró los ojos antes de responder. Su propia respuesta le supo a hiel, a metal, a sangre, a bilis.

—Gozaburo.

Notas finales:

Okey, supongo que es un headcanon bastante fanon en realidad ya que he visto bastantes FA's sobre las cicatrices de Seto. También he visto que suele haber dos versiones sobre los maltratos de Gozaburo.

Que su padrastro era lo suficientemente concienzudo como para no dejar marcas o que las dejó. En este fic decidí usar la segunda posibilidad (y es la que más me cuaja dada la actitud de Kaiba con respecto a ciertas cosas).

Es un capitulo que está directamente relacionado con el próximo que subiré ya que va a ser su continuación directa y eso. Espero que os haya gustado.

Nos leemos.


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