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Inmarcesible por Nithael

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Notas del capitulo:

Advertencias: Menciones de maltrato infantil. 2/2. A veces el alcohol nos envalentona más de lo que debería.

Shout it from the roof tops, write it on the sky line All we had is gone now.

Imposible; James Arthur.


Echados sobre la cama de Seto, con varias botellas vacías de diversos licores alcohólicos perdidas entre las sabanas y con las nubes de la borrachera aún sobre sus cabezas. Así era como Kaiba y Yugi se encontraban. Borrachos. Las risas surgían y se apagaban espontáneamente como fuegos artificiales tremendamente cortos y ruidosos. No había sido algo planeado. Después del incidente del baño Kaiba había ido directo hasta su despacho, había agarrado el poco alcohol que tenía en ese lugar y, para su sorpresa, Yugi le había seguido, había cogido un vaso y había empezado a beber con él.

Si le preguntaran cómo narices habían terminado yendo del despacho a la cama de su habitación Seto no habría sabido cómo responder. Ese espacio de tiempo parecía haberse borrado de su mente y sólo había negro. Cerró los ojos y no tardó mucho en volver a abrirlos debido a que sintió los fríos dedos de su rival sobre su vientre. Parecía que, en algún momento, su camisa se había levantado lo suficiente como para revelar lo que su ropa escondía.

—¿Cómo...? —la pregunta de Yugi fue hecha con voz pastosa, la cara roja y el ceño fruncido en lo que parecía ser una expresión de suma concentración. El alcohol que circulaba por las venas de Seto lo encontró divertido. Ni siquiera lo pensó antes de abrir su bocaza para responder. Su borrachera lo decidió por él.

—Uhm... errores más que nada. Mis errores —respondió. Se incorporó con lentitud y con una clara falta de coordinación entre sus extremos y tras varios intentos consiguió quitarse la camisa. Le dio la espalda a su rival mostrándole la que había sido la peor de sus heridas. Una larga línea marrón y arrugada decoraba de manera grotesca su cintura desapareciendo en uno de los costados—. Salvo esta. Esta es la excepción. Gozaburo llevaba... —por culpa del alcohol le costaba pensar, por culpa del alcohol estaba haciendo demasiadas cosas que no debería estar haciendo. Pasó su lengua por sus labios, humedeciéndolos— años preparando cuidadosamente la adquisición de una compañía rival —Kaiba calló y, mentalmente, maldijo el alcohol que nublaba sus recuerdos—. Se le escapó de entre las manos, ¿sabes? Cuando la podía tocar con la punta de los dedos fue adquirida por otro de sus rivales. Se la jugaron al viejo —rió, una risa agónica, desganada, febril, enferma—. Se puso furioso y el resto es historia. Yo estaba donde no debía y en el momento en el que no debía. Lo demás no importa —definitivamente aquellos licores le habían soltado la lengua. Se la habían soltado demasiado.

—A mi si me importa —replicó Yugi.

—A ti te importa todo lo que no es de tu incumbencia —contraatacó Kaiba.

—Tú eres de mi incumbencia —susurró. Seto le miró, el cabello de Yugi caía laxo a cada lado de su rostro y en lo que tardó en recuperar la cordura el pensamiento de que era hermoso, de que su rival era hermoso, asaltó su cabeza como un dardo envenado. Quiso gritarle, quiso alejarle y hacerle daño. El suficiente como para que se alejara de él, como para que entendiera de una vez que era mejor dejar de perder el tiempo con su persona, sin embargo, de sus labios nada más que salió un murmullo apenas audible.

—Harías bien en dejar de preocuparte tan excesivamente. Especialmente por mi —soltó con la voz ahogada. Porque sabía que no merecía aquel tipo de preocupación por parte del contrario, porque no entendía porque a Yugi le importaba tanto. Él, que tenía las manos manchadas de sangre, que se había merecido todos y cada uno de los golpes que había recibido en su vida por todas las barbaridades que había cometido, por todo lo que había arruinado.

—Es imposible que no me preocupe por ti —replicó Yugi—. Eres como esas... como esos cisnes de cristal que venden en las joyerías o en los todo a cien. Esos que se rompen con solo mirarlos.

Y Kaiba no sabía si reír o llorar ante esa comparación. Porque los cisnes de cristal eran bonitos, puros y estaban llenos de luz mientras que él era oscuro, viscoso y estaba podrido por dentro y por fuera. A veces se preguntaba cómo era posible que Yugi siempre viera lo bueno de las personas aún. Después de todo lo que el muchacho había pasado resultaba ridículo. Lo más desesperante era el fuerte deseo de hacerle entrar en razón frente al fuerte deseo de que no cambiara nunca.

Así que al finalmente simplemente empezó a reír. Porque era ridículo que le comparara con un cisne de cristal, porque Yugi sabía lo frágil que era y en esos momentos, borracho como una cuba, no le importaba en lo absoluto. Y la risa le salió tan natural, tan genuina y espontanea que por un breve momento, por un instante, pareció ser tan joven como era en verdad y no como el alma vieja que siempre le habían dicho que era.

Quizá fue esa risa la que lo sentenció para siempre.

O quizá fue el alcohol que corría libre por las venas de su rival.

Yugi le besó. Fue un beso torpe, primerizo y con sabor al licor que habían estado bebiendo unido a un sabor que desconocía. El propio sabor de Yugi. Sus labios eran mullidos, calientes y tiernos y Kaiba supo en ese mismo instante que podría perderse en ellos eternamente. No fue un descubrimiento agradable e incluso a pesar de estar borracho pudo sentir como el pánico se apoderaba de cada centímetro de su consciencia.

—Kaiba —el aludido le miró, le miró como si fuera la primera vez que le veía. La voz de Yugi sonaba somnolienta pero alegre—. Creo que podría enamorarme de ti.

Y supo inmediatamente que hablaba en serio.

Y supo inmediatamente que esa posibilidad existía.

Y no solo por parte de Yugi.

Y tuvo miedo.

Porque no, joder, otra vez, no otra vez, no caería en ese maldito juego. Otra vez no entregaría su corazón para que fuera devuelto en un estúpido puzle imposible de ser resuelto. No como aquella maldita vez.

Finalmente, después de una noche de completo insomnio Seto Kaiba juró y perjuró sobre el dragón blanco de ojos azules que no volvería a probar una gota de alcohol en su vida.

Notas finales:

No creo en la premisa de que el alcohol cambia por completo la personalidad pero si nos cambia el modo de ver las cosas y nos suelta la lengua [y, en ocasiones, por experiencia no propia hace que se jodan cosas que no queríamos joder y que las cosas se líen de una manera que para todo aquel que lo lea/escuche sea de risa (fui una mala persona pero no puede evitar reírme al escuchar dicha experiencia)].

En el caso de Kaiba creo que el alcohol apagaría esa vocecita que insistentemente le dice "cállate y no digas nada porque a ellos no les importa".

Nos leemos.


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