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Inmarcesible por Nithael

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Notas del capitulo:

Advertencias: Pues creo que ninguna, ¿exceso de tranquilidad, quizá?

Mejor que lo nuestro no empiece nunca para que no acabe hallando despojos

Herida; Roko.


La tapa de la olla oscilaba violentamente de un lado a otro. El aberrante aroma de lo que estaba siendo cocinado llegaba hasta el comedor desde la cocina a pesar de la pared y la puerta cerrada que los separaba. La cazuela de la reconciliación. Mokuba maldijo en voz baja su suerte. ¡Él no iba a reconciliarse con nadie! ¿¡Por qué tenía que sufrir aquella tortuosa tradición también!? Miró a Yugi con una mezcla de pena y arrepentimiento. Vale, él le había recordado a su hermano aquella curiosa tradición familiar (¡a modo de broma!). Se la había sugerido después de ver a Seto colgar por quinta vez el teléfono sin marcar el estúpido número de Yugi pero jamás, en la vida, creyó que el castaño se lo tomaría en serio.

Lo había hecho.

Y ahora se arrepentía profundamente de haber abierto su bocaza.

—¿Es normal que huela así? —preguntó Yugi con el ceño fruncido.

—Es... en realidad… bueno… cuando Seto cocina —cosa que no pasaba a menudo gracias a Ra, Buda, Jesucristo o quien fuera que estuviera allá arriba— le da mucho a la parte... creativa.

Si algo sabía con exactitud de su hermano mayor era que no podía seguir al pie de la letra una simple y anodina receta culinaria. Acostumbrado a innovar, a experimentar y remover cosas de su sitio una y otra vez en los problemas tecnológicos a los que solía enfrentarse había acabado llevando esa manía al área de la cocina. Eso unido al extravagante sentido del gusto de su hermano daba como resultado una combinación terriblemente peligrosa para sus pupilas gustativas y, en aquel caso, para las de Yugi también. Yugi. Le miró al recordar el mensaje que Seto finalmente le había enviado al chico.

Es necesario que hablemos. Te invito a comer.

Mañana. No hace falta que traigas nada.

—Tan amable como siempre —había murmurado Mokuba pensando que su hermano empezaba con muy mal pie. Para empezar, ¿por qué cuernos habían discutido aquella vez? Su hermano no se lo había dicho y cada vez que le había sacado el tema al rey de los duelos de manera indirecta el otro había fingido no entender de qué le hablaba y se había salido también por la tangente.

—Mokuba, ¿son normales esos ruidos? —el chico estaba cada vez más pálido y el moreno no podía más que compadecerle. Cualquiera con dos dedos de frente o que hubiera pisado un par de veces una cocina sabría que toda aquella situación apestaba a anormalidad.

—Tú reza para que salga humo negro. Significaría que a Seto se le ha quemado la comida y pediríamos pizza y no tendríamos que probar la cazuela de la reconciliación —contestó y pronunció aquellas últimas cinco palabras con reverenciado temor. Con el paso de los minutos el aroma que inundaba el comedor empeoraba, con el paso de los minutos el pánico de los comensales aumentaba.

Hasta que, ¡finalmente!, Kaiba salió de la cocina con una humeante olla entre las manos. Mokuba se estiró un poco cuando fue dejada sobre la mesa y automáticamente se echó hacia atrás en cuanto vio su contenido. ¿Por qué el caldo era de color violeta? El moreno tragó saliva cuando Seto lleno su plato hasta el borde, de repente el ya de por si inexistente apetito que había sentido hizo las maletas y se fue de vacaciones a las islas Bahamas. ¿Era necesario que la carne pareciera estar enferma?

Si la cocinera viera aquello probablemente le daría un infarto.

Por curiosidad, o quizá por puro masoquismo, el hermano pequeño metió el dedo dentro del plato que acababan de servirle y luego se lo llevó a la boca. El sabor resultó horrible y terriblemente picante. Para su total horror pudo ver como su hermano tomaba una cucharada, fruncía el entrecejo, agarraba el bote de pimienta y la sal y espolvoreaba un poco de ambos en su propio plato.

Masoquista.

Su hermano mayor era un bastardo masoquista y sádico.

—No sé como siguen vivas tus papilas gustativas —masculló el pequeño de los Kaiba mientras con las puntas de los dedos alejaba aquel objeto de tortura en el que se había convertido su plato de comida.

—Deja de exagerar, Mokuba, no está tan mal y ninguno nos vamos a levantar hasta que terminemos de comer —cuando Seto dijo aquello Mokuba rezó para que no se refiriera a la olla entera. No quería morir. Era demasiado joven para morir. Seguro que moriría si se metía una cucharada de eso en la boca. Lo peor era saber que si Seto se lo proponía podía cocinar realmente bienpero el bastardo prefería darle a la experimentación.

¡Mal!

¡Se suponía que estaba intentando reconciliarse con Yugi y no quería matarlo!

¡Se suponía que deberían estar hablando de lo que fuera que hubiese ocasionado su pelea y no comiendo algo que los haría enfermar a los tres!

—¡Pero Seto...! —empezó a exclamar desesperado—. ¡Es violeta!

—Igual que las berenjenas y nunca te he oído poner pegas cuando tenías que comértelas.

Quiso gritarle. Muy fuerte y muy alto. Pero al final lo que hizo, en su desesperación, fue buscar la mirada de Yugi. Este, tras probar el invento, había llevado la jarra de agua a su terreno y se aferraba a ella como si le fuera la vida en ella. Mokuba vio como Yugi tragaba saliva, miraba su plato (¿había mencionado ya que de vez en cuando a la maldita sopa le salían pompas?) y luego miraba a Kaiba. El hermano menor guardó su esperanza a buen recaudo. No podía permitirse dejarla salir antes de tiempo.

—Kaiba —llamó Yugi finalmente.

Mokuba no quería hacerse ilusiones.

—¿Sí?

De verdad que no quería.

—Si pedimos unas pizzas prometo perdonar las anteriores, esta y cualquiera de las ofensas que cometas de aquí a mil años —Yugi suplicó. Mokuba abrió la puerta de la esperanza y la dejó libre. Si aquello salía bien el moreno prometía, no, juraba comprarle al rival de su hermano cualquier cosa que quisiera en su vida.

Seto Kaiba se lo pensó. Como el buen negociador que era sabía que debía mantener la expectación antes de dar un veredicto.

Y para alivio de Yugi (y regocijo de Mokuba) el CEO aceptó el trato.

Notas finales:

Bueno, como podemos ver el capítulo está enteramente narrado desde el punto de vista de Mokuba así que el pobre no tiene ni idea de lo que ha pasado. Y, en fin, la idea para este capítulo es otra de esas que no sé de dónde salió y, bueno, es un capitulo un poco de transición y a la vez una idea algo loca pero necesaria para lo que está por llegar. Espero que os haya gustado.

Nos leemos.

PD: Felices fiestas.


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