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Inmarcesible por Nithael

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Notas del capitulo:

Advertencias: Err… menciones del abuso infantil ya citado y expuesto en numerosas ocasiones eee… ya.

Over and over, over and over, you make me fall for you
Over and over, over and over,you don't even try

Over and over; Three Days Graces.


Oído, olfato, vista, tacto, gusto.

Somos prisioneros de nuestros sentidos.

Yugi lo descubrió poco tiempo después de que su relación con Kaiba se formalizara. Como si su propio cuerpo se hubiera dado cuenta del cambio la percepción de su mundo se distorsionó, cambió, se trastocó. Su mundo se trastornó por completo y Yugi sabía quién era el responsable directo e indirecto de aquel pequeño calvario (aunque también, debía reconocer, sospechaba de las malditas hormonas. Todo había que decirlo).

El primer cambio lo percibió con el oído. Fue una situación ridícula, una completa tontería pero fue tan consciente de aquel minúsculo detalle que después no pudo dejar de pensar en ello. La biblioteca de la mansión de Kaiba era grande y silenciosa. La mayor parte de ella estaba repleta de los libros de ingeniería, manuales matemáticos y otro sin fin de objetos que tenían que ver con el trabajo de su pareja.

Yugi podía apostar toda su baraja a que Seto se había leído todos y cada uno de los libros que decoraban la parte mecánica de los libreros, sin embargo, su biblioteca también contenía otra clase de libros (y esos no estaba tan seguro de que se los hubiera leído, es más, probablemente estaban allí por obra y causa de Mokuba) y eran esos los que estaba buscando y cuando, por fin, encontró uno suspiró frustrado. No llegaba a alcanzarlo, sin embargo, el destino pareció ponerse de su lado pues pronto Seto Kaiba apareció para salvar el día.

—Kaiba, ¿me puedes alcanzar ese libro, por favor? —había preguntado y el castaño le había hecho el favor.

Tardó en darse cuenta que lo había preguntado incluso antes de mirarle, tardó en darse cuenta que había reconocido a Seto por el sonido de sus pasos porque perfectamente podría haber sido Mokuba o algún trabajador de la mansión pero Yugi había sabido con la claridad con la que sabía que el mago tenía 2500 puntos de ataque que se trataba del CEO incluso antes de verlo. No dejó de pensar en ese incidente hasta que el segundo síntoma apareció días más tarde.

Pasó por la mañana, a una hora más bien temprana. Él aún no había salido de la cama y estaba bastante remolón en la misma. No quería moverse e internamente culpaba a su pareja por aquella cama tan mullida y adictiva. No comprendía como Seto era capaz de abandonar aquel mullido colchón sin ni siquiera parpadear o pensárselo un par de veces al menos.

—Por muy divertido que sea verte retozar en mi cama es hora de que te levantes, Yugi —el aludido rezongó y Kaiba se cernió sobre él para intentar de destaparle. Los bruscos movimientos provocaron que el CEO terminara excesivamente cerca de su rival, excesivamente cerca de su cara. Fue en ese micro instante en el que se dio cuenta.

—Kaiba —susurró mientras olfateaba el aire—. ¿Has cambiado de gel de baño? —ni siquiera se planteó su propia pregunta, salió imprevista de sus labios—. Huele muy bien.

—¿Qué? Uso el mismo de siempre, ¿aún no has despertado del todo? —Yugi se quedó callado después de su respuesta, confuso, no dijo nada más en un buen rato y obedeció sin rechistar cuando el CEO le recordó que tenía trabajo.

El tercer síntoma fue el más difícil de detectar ya que incluso antes de empezar a salir sus ojos habían buscado instintivamente, por inercia, el cuerpo de su rival siempre que estaban en la misma habitación. Necesitó de la ayuda de un tercero para darse cuenta de que aquel habito había... empeorado.

—Joder, Yugi, lo ves todos los días, deja de babearle a la tele —recordaba como Jōnouchi se había burlado de él entonces y la vergüenza que él había sentido. Porque no había podido evitarlo, sus ojos se habían movido solos en cuanto sus oídos habían escuchado la voz del presidente de Kaiba Corp salir del aparato. Su rubio amigo había terminado riéndose a mandíbula suelta por culpa del intenso rubor que le subió a las mejillas irremediablemente después.

También el tacto sufrió las consecuencias aunque en menor medida y, en realidad, era más lo que recordaba sentir bajo los dedos que lo que realmente sentía. Pasó durante uno de los días más calurosos que se recordaban en aquella época. Seto y él se habían encerrado en la habitación del primero y el mismo parecía alguna especie de masoquista climático. Solo verle vestido con una camiseta negra de manga larga y cuello alto aumentaba la temperatura de la maldita habitación.

—Por el amor de los dioses, Kaiba, te vas a cocer —se había quejado Yugi, harto de intentar convencerle de que se pusiera algo más fresco.

—Estoy bien. No hace tanto calor —había replicado su novio y él le había mirado como si le hubieran salido las cabezas de sus adorados dragones blancos en cada hombro. Yugi había aprendido, a las malas, la terrible inseguridad que las cicatrices físicas le habían provocado al CEO sobre su cuerpo pero estaban en casa y, joder, Seto no tenía porqué escondérselas a él. Las había visto, las había lamido y sus manos habían memorizado cada recoveco irregular, cada línea, cada hueco. Sus manos habían memorizado el mapa que era el cuerpo de Kaiba y lo recordaban a la perfección.

Tuvo que dibujárselas una a una por encima de la camisa para hacérselo entender. Aunque al menos con ello consiguió que el otro se pusiera una camiseta de manga corta. Las cicatrices en los brazos de Seto siempre le encogían el estómago, eran de un extraño color marrón (suponía que debido a una muy mala cicatrización), irregulares y a juzgar por lo que había oído de los labios de Mokuba las debía haber provocado el gusto que Gozaburo tenía por las fustas.

Pero eran parte de Seto. Yugi las aceptaba. Así que no tenía porqué esconderlas.

No a él.

Y en cuanto al último trastorno...

Yugi creía haberse vuelto adicto al sabor de Seto Kaiba. Fin.

—¿Crees que estoy enfermo? —le preguntó a Honda después de explicarle con más o menos lujo de detalles (realmente dudaba que Honda necesitara saber su problema con el tacto y el sabor) lo que le estaba sucediendo. Había sido incomodo pero era el único al que podía acudir a esas alturas de la partida.

—Nah —contestó el castaño—. Simplemente estás enamorado.

Aunque Yugi dio por bueno el veredicto había algo en lo que no concordaba.

Estar enamorado de Seto Kaiba era muchas cosas pero nunca algo simple.

Notas finales:

Los capítulos restantes ya están terminados y solo tengo que ponerme a retocar y pasar cosas a limpio. Espero que os este gustando.

Nos leemos.


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