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Inmarcesible por Nithael

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Notas del capitulo:

Advertencias: Algo de fluff, algo de hurt, pensamientos casi depresivos, etc, etc.

¡Suffocate everything,
they complicate everything,
they seal your fate everyday...!

Leave It all behind; Cut To Follow.


Ser un Kaiba implicaba muchas cosas que Seto había aprendido por las malas.

En su momento había significado soportar a Gozaburo, aprender de Gozaburo, trabajar para Gozaburo. Ser un Kaiba había implicado caer en el infierno y, en cierto modo, aún seguía significándolo, sin embargo, aquel era otro tema. Cuando Seto aceptó ser un Kaiba lo hizo principalmente por Mokuba. Por su hermano soportó los golpes, las cicatrices, el infierno. Por su hermano volvería a soportarlo. Pero no solo lo hizo por Mokuba también lo hizo por sí mismo. También lo hizo por su ambición, por el rencor se guardó el dolor, se tragó las lágrimas y se tatuó aquel apellido maldito en el alma.

Daba igual que no compartiera lazos de sangre con su padrastro, Seto sabía, en el fondo, en aquel recóndito lugar en el que se escondía su pepito Grillo, que Gozaburo había perpetuado con él su legado por mucho que Seto se empeñara en destruirlo a cañonazos. Daba igual que eliminara todo lo que Gozaburo había creado a lo largo de los años porque su verdadero legado, su última y más perversa creación no podía destruirla. No porque no lo hubieran intentado, no porque él mismo no hubiera tenido esa intención en el pasado. Era mucho más problemático que eso.

No lo tenía permitido. No le dejaban destruirse así mismo.

Porque le había hecho demasiadas promesas a la vida y si algo era Seto Kaiba era ser un hombre de palabra.

Y esa promesa en momentos como el que estaba viviendo era un terrible dolor de cabeza o, mejor dicho por aquel caso en concreto, de costado. Tampoco podía culpar al tipo que había intentado matarle, sin embargo, no sentía pena alguna por él. Hundir empresas que comerciaban con el armamento de su padrastro era una de sus especialidades. Lo había advertido y no era culpa suya que algunos idiotas obviaran sus amenazas. Seto Kaiba era un hombre de palabra.

—No será la última vez que esto pase —le había advertido a Yugi con la roja sangre aún fresca, aún deslizándose fuera de su herida, lamiendo su costado, deleitándose con las viejas heridas con su viscosa sustancia.

—¿No habría sido más fácil comprar las armas? No es que lamente la desaparición de una empresa armamentística pero... —pero casi le había costado la vida de su pareja. El castaño entendía su miedo, entendía su frustración. ¿Cuántas veces se habían enfrentado a seres que habían intentado apoderarse de su alma? El epicentro siempre había sido el faraón, siempre había sido, a fin de cuentas, Yugi el que se había visto en vuelto en todas aquellas pesadillas. Al menos esperaba que con la desaparición de Atem no hubiera más monstruos espirituales pretendiendo el alma del contrario.

—Lo habría sido —reconoció el presidente de Kaiba Corp y aunque habría sido más fácil no era tan sencillo. Conocía a aquella clase de corporativas, conocía su hambre, la clase de pirañas que eran. Una vez probaban la carne débil querían más y más como un tiburón que acababa de percibir la sangre bañando su territorio. No iba a declararse inocente pues él era igual o peor. Y era por eso que las conocía tan bien. Porque él era un depredador ansioso de destrozar a su víctima hasta que no quedaran ni sus huesos. Pero no podía explicárselo a Yugi porque Yugi nunca podría entender lo que todo aquello implicaba.

¿Creía que los juegos de las sombras eran duros? Eso era porque aún no había presenciado la desesperación de alguien que estaba perdiendo todo lo que había construido con sus propias manos y no podía hacer nada para evitarlo. Porque la vida a veces era mucho más que respirar, porque los monstruos espirituales, en comparación, eran mucho menos terroríficos que aquellas alimañas con las que Kaiba trataba todos los días.

Aunque a veces se le olvidara que era una de ellas.

A veces se le olvidaba que ser un Kaiba significaba ser una alimaña, una piraña, un buitre, un tiburón.

Un depredador.

Él era el peor de todos aquellos monstruos.

Había sido creado para ser el peor de todos ellos.

Y a veces se le olvidaba.

Y todo era culpa de Yugi, de su rival, de su amigo, de su novio.

Porque cuando estaba con él se sentía... Seto. Simplemente Seto. Aunque Yugi siguiera tratándole de manera cortés cuando estaban solos podía, por un momento, olvidar quién era en realidad, olvidar lo que él era en el fondo. También olvidaba lo que merecía y lo que no. Merecía aquel dolor en el costado, merecía dolores mucho peores y, por supuesto, no merecía lo que tenía, no merecía a la persona que estaba a su lado.

Era ridículo, en realidad, su lógica le decía que no tenía sentido, que estaba siendo descuidado y que Yugi terminaría siendo su perdición.

Pero cuando Seto despertaba por la mañana con Yugi a su lado, aún dormido, no podía evitar pensar, de manera irracional y absurda, que quizá no mereciera todo lo malo que le ocurriera, que quizá valía la pena abrir los ojos cada mañana por ese momento, por ese remanso de paz.

Y quizá, en el fondo, aún estaba esperando el momento en el que despertase del sueño para descubrir que seguía viviendo en una pesadilla.

Notas finales:

En fin, la tranquilidad de estos dos se ha visto ligeramente perturbada, ¿empeorará? ¿mejorará? Lo descubriréis cuando pueda ponerme a retocar los demás caps sin morir en el intento (?).

Nos leemos.


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