Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Inmarcesible por Nithael

[Reviews - 25]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Advertencias: Juro solemnemente que no tengo nada en contra de Anzu pero usarla a ella me iba bien para la palabra.

Rid of the monsters inside your head, put all your faults to bed, you can be king again.

King; Lauren Aquilina.


El aeropuerto era un hervidero de cuchicheos, murmullos, risas y llantos. Kaiba estaba acostumbrado a ellos, estaba acostumbrado a ignorar la existencia de toda la gente que iba y venía de un lado a otro emocionada o cansada, estaba acostumbrado a ir directamente a su vuelo y sumergir su cabeza en un libro o en su portátil hasta quedarse dormido, hasta llegar a su destino pero aquel día no podía hacer eso debido a que no estaba allí para irse de viaje sino que estaba atrapado en la cafetería del aeropuerto.

Él y Mokuba estaban allí esperando a Yugi y Anzu. La castaña había vuelto a Japón por sus vacaciones para pasarlas con sus amigos y familiares y la situación había acabado poniéndose muy... tensa. Mientras miraba el humo de su taza de café deslizarse fuera del líquido negro Seto se preguntó qué clase de anormal se confesaba en un aeropuerto tras medio día de viaje (quizá su enfado no le estaba permitiendo ser muy objetivo y racional, quizá).

—Hermano —llamó Mokuba—. Afuera está oscureciendo ya, ¿no crees que es algo tarde para un café? —la expresión avinagrada de Kaiba le dijo muchas cosas al moreno. Que se callase, era una de ellas, lamentablemente para el CEO su hermano le conocía demasiado bien—. No puedes culparla. No lo sabía.

—Puedo culpar a Yugi por no decírselo —gruñó el castaño en respuesta. Definitivamente, no estaba siendo objetivo.

—No. No puedes. Yugi se lo ha dicho a todos sus amigos personalmente —le recordó— y no iba a ser diferente con ella —la paciencia de Mokuba rozaba la de un santo en situaciones como aquella—. Lo sabes. Sabes que no quería decírselo por teléfono.

Irracional. Kaiba lo estaba siendo y saberlo no mejoraba la situación. No quería triángulos amorosos en su vida, no quería ser una mera opción porque si era una opción podría no ser elegido, ¿quién en su sano juicio escogería el camino difícil? Solo los necios. Finalmente, suspiró, sus facciones se suavizaron y su expresión se volvió melancólica, casi torturada. Tenía miedo. No podría culparle por olvidarse del camino difícil.

—Hermano —le oyó decir a su hermano—. No va a dejarte.

A Seto le habría gustado estar tan seguro como se mostraba Mokuba.


—Tenía la esperanza de que nadie se me adelantara antes de poder reunir el valor suficiente para hacerlo pero por lo visto has sido tú el que al final se ha adelantado, ¿eh? —Anzu recordó su conversación con Kaiba en aquella fiesta que ahora se le hacía tan lejana y no pudo evitar pensar en lo irónico de la situación. Su voz era triste y le añadió un cariz de incredulidad cuando preguntó—. Pero, en serio, ¿Kaiba?

Y Yugi estaba empezando a odiar esa pregunta. Quería imaginar que Anzu lo hacía porque estaba dolida pero en el fondo sabía que lo hacía por el mismo motivo que el resto. No terminaban de aprobar su elección y eso le molestaba. Le molestaba porque él conocía las dos caras de Kaiba, conocía al hombre bajo la máscara y no soportaba la idea de que le siguieran haciendo daño. Desde que había empezado una relación con el castaño había descubierto muchas cosas que jamás habría imaginado y había estado dos veces a punto de perderlo todo.

Kaiba le habría llamado exagerado por el pensamiento. Solo uno había llegado a rozarle. Pero había sido más que suficiente tener la sangre de Kaiba en sus manos una sola vez para saber que temía más que nada perder todo lo que habían construido en ese tiempo. Temía perderle. Y era realmente molesto que sus amigos le cuestionaran sin ni siquiera preguntarle hasta qué punto llegaban sus sentimientos por él.

—Le quiero —se limitó a responder. Y era cierto. Lo quería todo de él, incluso esa fea manía suya de esperar que fuese a dejarle en cualquier momento, incluso los momentos difíciles merecían la pena, sin embargo, no sabía cómo hacérselo entender a ellos. Empezaba a ser verdaderamente frustrante.

—No puedo hacer nada contra eso —sentenció resignada.

—No —aseguró Yugi. Y era extraño rechazar a su primer amor pero era la decisión correcta pues ya no sentía esa clase de amor por ella. La quería (era su mejor amiga, joder) pero ya había pasado mucho tiempo desde la última vez que sintió mariposas en el estómago por el simple hecho de estar en su presencia.

—Creo que debería coger un taxi —susurró.

—No tienes porqué... Hemos venido a por ti. A Kaiba no le importará llevarte —su voz se fue apagando cuando se percató del extraño brillo en los ojos de la castaña y entendió que lo que ella quería era estar sola—. Al menos déjame pagarte el taxi —ella negó con la cabeza.

—No —repitió con la voz ligeramente ronca. Carraspeó—. No te preocupes Yugi. Además, se está haciendo de noche y quiero irme a casa ya. Estoy bastante agotada —se calló, Yugi la vio dudar—. Llámame, ¿vale?

—Claro. Seguimos siendo amigos —confirmó—. Tenemos que reunirnos todos como aquella vez.

Yugi la vio marcharse, la acompañó hasta el taxi y cuando este se perdió en el horizonte dejó escapar un largo suspiro. Deseaba desde el fondo de su corazón que Anzu encontrara a alguien nuevo a quien amar así como el que su amistad no se viera demasiado afectada por aquel rechazo. Aunque en el fondo sabía que no las tenía todas consigo en el último punto. A nadie le gustaba ser rechazado. Después fue a la cafetería y cuando localizó la alta figura de su pareja se acercó a su mesa para sentarse a su lado.

—¿Dónde está ella? —preguntó Seto.

—Ha cogido un taxi —explicó Yugi. Se sentía como si le hubieran dado una paliza—. Creo que me he cargado nuestra amistad —susurró.

—Se le pasara —replicó el presidente de Kaiba Corp—. No eres alguien a quien se le pueda guardar rencor fácilmente —Yugi le miró y, a pesar de la vergüenza y de estar en público, le agarró la mano por debajo de la mesa.

—Le das demasiadas vueltas a las cosas —le dijo mientras apretaba con suavidad su mano.

—No eres el más apropiado para reprocharme eso, ¿sabes?

Ambos se quedaron callados y permanecieron con las manos entrelazadas hasta que Mokuba empezó a cabecear. Seto soltó el agarre que había mantenido sobre la mano de Yugi y fue hasta su hermano. Con una suavidad que muchos no habrían creído posible en alguien como el CEO movió el hombro de Mokuba para que se espabilara. Podría haber cargado fácilmente con su hermano pero Mokuba ya no era un niño y probablemente la idea le habría parecido horrible.

—¿Vienes? —le preguntó a Yugi cuando el moreno empezó a andar hacia la salida. El rey de los duelos asintió, se levantó de la silla y siguió a su pareja.

La primera vez que entró en la limusina de Kaiba supo que jamás se acostumbraría a ella. Y ahí estaba, pensando exactamente lo mismo que en aquel entonces. Miró a Mokuba, el cual se había tumbado en los largos asientos y se había quedado dormido, y luego observó en silencio como Seto le echaba su abrigo blanco por encima y cuando el castaño se sentó a su lado lo vio a él. La mayoría del tiempo Kaiba solía ser una persona silenciosa y, por lo general, a Yugi no le molestaba, sin embargo, aquel día no podía dejar de sentirse inquieto.

—Atem siempre parecía saber lo que pensabas, lo que sentías —soltó de repente—. A veces me gustaría tener esa habilidad.

—Atem parecía saber lo que pensaba y sentía todo el mundo, Yugi —se quejó el CEO—. Si quieres saber algo solo tienes que preguntar. No tengo nada que ocultarte —aclaró. Seto le miró de reojo y Yugi se le quedó mirando, sin embargo, ninguno volvió a hablar por un rato largo.

—Sabes que te quiero, ¿verdad? —soltó Yugi repentinamente y, de manera automática, los hombros de Kaiba se relajaron. El movimiento fue imperceptible pero Yugi lo notó, también notó como el ambiente a su alrededor parecía menos cargado.

—No tienes porqué...

—Sí, sí tengo —atajó—. Tengo que decírtelo porque quiero que lo recuerdes, porque no quiero que lo olvides. Tienes esa maldita manía de olvidarlo y cuando se te olvida te descuidas y yo te necesito así que sí, me da igual lo egoísta que suene porque es así. Te necesito y...

Y Kaiba le besó.

Le rodeó con un brazo la cintura, le atrajo bruscamente y le calló con un beso.

—Que tonta manía esa la tuya de decirme que eres egoísta —masculló contra sus labios.

—Que tonta manía esa la tuya de olvidarte de que te quiero —rezongó Yugi.

—Eres la persona menos egoísta que conozco —insistió, impaciente.

—Entonces no conoces a muchas personas, Kaiba —susurró el rey de los duelos antes de refugiarse entre los brazos de su novio.

Daba igual cuantas veces Kaiba le dijera que no era egoísta. Yugi se sentía el ser más avaricioso del planeta cuando se trataba de él. Porque quería que sus amigos aceptaran la decisión que había tomado sin cuestionarle, porque necesitaba que el mundo entendiera a Kaiba y solo entonces se atreviera a juzgar pero al mismo tiempo temía el día que el mundo viera al Kaiba que él conocía porque entonces podrían caer tanto como lo había hecho él.

¡Ah, el egoísmo! Que veneno tan sutil, que enfermedad tan contagiosa.

Pero si ambos eran egoístas con el otro quizá y sólo quizá no sería tan reprochable.

Notas finales:

Supongo que todos al ver la dichosa palabrita pensó que trataría el capítulo entorno al Flareshipping, ¿me equivoco? ¡Poj no! (porque no sé me ocurría nada dado que Atem está en el más allá más que nada, lol). Y como recordaba haber dejado ese punto al aire en el capítulo… (no recuerdo el número ahora) pues me dije "Vamo' a putearlos un poco".

Nos leemos.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).