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Inmarcesible por Nithael

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Notas del capitulo:

Advertencias: Agárrense que vienen curvas. 1/2.

"Cause I'm only a crack in this castle of glass"

Debris III.


Nunca fue un enfrentamiento de dragones y caballeros, nunca hubo princesas en lo alto de una torre esperando por su salvador. Pero si hubo dragones y hubo personas demasiado importantes atrapadas en un mundo de tinieblas. Su historia estaba llena de dolor, sus barajas cubiertas de las maldiciones de otros, de sus sueños rotos y de sus esperanzas pérdidas. Parecía mentira que un pasatiempo tan inofensivo en apariencia guardara tanto odio, rencor y violencia en su interior. Parecía mentira que el mayor refugio de Kaiba fuera un nido de maldad encubierto.

Pero, en el fondo, no le extrañaba.

La estrategia era un rebaño de lobos con piel de cordero.

Y él era un lobo sin disfraz, un lobo que enseñaba las garras y los colmillos sin molestarse en disimularlos, sin embargo, Yugi era distinto. No era un cordero, tampoco un lobo disfrazado (el lobo había sido Atem). Kaiba nunca había conseguido clasificarle, seguía sin saber hacerlo. Quizá ese era el motivo por el que estaba evitando un enfrentamiento directo con él. No era como si nunca hubieran jugado (amistosos, sin nada en juego) pero la competición era un tema completamente distinto. No tenía miedo de Yugi, sin embargo, temía que al enfrentarse con él no sintiera la chispa.

Esa chispa que le devolvía a la infancia y le gritaba que aquello era divertido, que él estaba vivo.

—¿Cuál es la excusa que me vas a poner? —la voz de Yugi le obligó a parar de trabajar, le obligó a separar su cuerpo del portátil y de la mesa de su despacho. Le obligó a volver a la realidad. Se preguntó vagamente qué pensaría Yugi si alguna vez le dijera la manera en la que era capaz de sacarle de sus ensoñaciones con solo su voz.

—¿Disculpa? —intentó sonar confuso, contrariado y ofendido mas sólo consiguió sonar desinteresado. Mierda; pensó. Su rival suspiró. Mierda; repitió su mente. Al menos no lo dijo en voz alta.

—Solo me preguntaba qué me ibas a decir está vez para no participar en el torneo que tú mismo has organizado, Kaiba —reclamó. No le culpaba por estar enfadado. En su lugar, él habría hecho lo mismo (probablemente algo incluso peor).

—¿No necesito el dinero? —tanteó el terreno. Siempre había sabido que el momento llegaría desde que aquel juego de tira y afloja comenzó, había sabido que tarde o temprano la frustración del rey de los duelos estallaría. Yugi no dejaba de ser un duelista. Su alma buscaba un rival a su nivel y ese era él (no era como si quisiera echarse flores pero las cosas eran así).

—¿Y desde cuando eso te ha detenido? Si todo esto es porque somos novios…

—Si compitiéramos te aplastaría igual. Seas mi pareja o no, Yugi —cortó el CEO antes de que el otro continuará por aquel camino. Mintió. Porque quería que sus palabras fueran ciertas pero no estaba del todo seguro de que lo fueran. ¿Le aplastaría? ¿Sería capaz de darlo todo?

¿Sería capaz Yugi?

—¿Es eso un reto? —Y Kaiba supuso que sí, que lo era, que ya se había sentenciado con sus palabras. Desde la ventana de su despacho podía verse toda la ciudad de Domino, a Kaiba le gustaba especialmente la vista nocturna, sin embargo, la hora de su sentencia fue una mañana, el sol coronaba y brillaba por encima de los edificios de Domino, el sol le iluminaba y se ría a su espalda como un bufón sin gracia.

—Lo es —esas dos simples palabras estrujaron su estómago y sonó a aullidos de moribundos en su cabeza y cuando Yugi tuvo la desfachatez de sonreír estuvo tentado de golpearse en la frente con el teclado. Por suerte (para su cuerpo) el CEO seguía siendo un maestro del autocontrol (además, si se golpeaba se haría daño y no le apetecía nada en esos momentos hacerse daño así mismo porque, bueno, dolía).

Tuvo que recordarse así mismo que el sarcasmo mental contra su propia persona no iba a ayudarle a salir del berenjenal en el que él solito se había metido.

—¡Genial! Le diré a Mokuba que te meta en la base de datos por si se te olvida —Yugi sonrió, Kaiba gruñó. Para que no escapes; así era como había sonado en realidad—. Nos vemos en tu casa.

Yugi se acercó a él, se puso de puntillas para darle un breve beso en los labios y luego se marchó por donde había venido, dando algún que otro saltito. Kaiba supo que estaba feliz.

También supo que, en realidad, era un demonio disfrazado de ángel.

—Ese pequeño diablo —masculló para sí mientras se dejaba caer en su cómoda silla. Agarró su baraja y buscó en su interior la carta de uno de sus preciados dragones azules—. Parece ser que vamos a enfrentarnos muy pronto a los magos oscuros.

En su mente, como un recuerdo, resonó un rugido.

Seto Kaiba intentó esbozar alguna clase de sonrisa.

Ni siquiera él podía negar que, en su interior, aquel duelo era lo que más deseaba del mundo.

Pero también era lo que más temía.

Notas finales:

Creo que la cosa aún sigue en el plan "vamo' a putearlo' un poco". Es un poco el prefacio para el próximo capítulo y ¿qué decir? Soy un desastre narrando duelos así que quizá me tarde un poco más dependiendo de si lo quiero hacer detallado o me salto el tema (probablemente me salte el tema y haga narraciones ligeras pero una siempre tiene la esperanza de que va a intentar hacerlo bien –khé- (?))

Nos leemos.


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