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Inmarcesible por Nithael

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Notas del capitulo:

Advertencias: Quizá algo de OoC por parte de Kaiba, idk, reescribí este capítulo demasiadas veces así que quizá se me haya escapado alguna que otra falta.

You got me looking so crazy right now
Your loves got me looking so crazy...

Crazy in Love; The Eden Project ft. Leah Kelly.


Era una bola de pelo marrón, una bola de pelo menuda, mona y adorable pero cuando apareció en el campo de duelo Mokuba Kaiba supo dos cosas. La primera fue que su hermano iba a perder la calma, la concentración y los estribos; la segunda era que Seto Kaiba no iba a quedarse callado. Internamente suspiró y se preparó mentalmente para la pelea del siglo. Llevaba sabiendo que ocurriría desde que su hermano entró en el torneo, es decir, era impensable que alguno de ellos dos no llegase a la final. Simplemente imposible.

Así que volvió a suspirar desde su asiento (esa vez de manera audible). Si ya iba a ser incómodo estar entre esos dos después de la final ahora que Kuriboh había entrado en escena no quería imaginar qué clase de infierno iba a desatarse en su casa y en el campo. Porque sabía lo mucho que Seto odiaba esa carta. Era ilógico e irracional pero, bueno, su hermano a veces demostraba que podía ser humano.

—¡Esto tiene que ser una maldita broma! ¿¡Te estás burlando de mí, Yugi!? —Mokuba escuchó como el CEO reclamaba—. ¿¡Otra maldita vez!? ¡Voy a acabar contigo y con esa cosa y después voy a encargarme de que esa carta desaparezca de la faz de la tierra!

Mokuba le pidió a los dioses que Yugi no le siguiera el juego a su hermano pero, para su desgracia, los dioses estaban de parranda.

—¿¡Ah!? ¡Kuriboh es una carta fundamental de mi baraja! ¿¡Por qué no iba a usarla!? ¡Yo… yo no te digo nada de tus cartas de virus! —se defendió el rey de los duelos.

—¡Mis cartas de virus no son una ofensa contra el rival! —contratacó el castaño. Dos cartas de trampa fueron colocadas en ese turno.

—¡Kuriboh no es ninguna ofensa! —Yugi activó una carta mágica. Mokuba quiso golpear a alguien. Ninguno de los dos parecía estar jugando ya con la cabeza por culpa de aquel diminuto monstruo. Y eso que había estado siendo un duelo tranquilo hasta el momento…

—Debe ser como ver pelear a papá y mamá —comentó Marik ligeramente sorprendido por la acalorada y apasionada discusión que ambos rivales habían empezado por culpa de la bola de pelo en el campo de duelo. Además, parecía extremadamente entretenido con el asunto. El moreno no pudo evitar odiarle un poco por estar disfrutando de algo que a él le abochornaba y le desagradaba terriblemente.

—No tiene gracia, Marik —rodeado por los Ishtar y los amigos de Yugi el moreno no supo cuál de todos los escenarios era el peor. Si la derrota de su hermano o la de Yugi. De haber sido otra la ocasión probablemente habría celebrado que su hermano tuviera gente apoyándole de corazón y no por puro interés.

—¿Quién iba a pensar que el pobre Kuriboh despertaría semejante pelea de gatas? —le preguntó al aire. El menor de los Kaiba realmente quiso estrangular al menor de los Ishtar. Para su desgracia no creía tener la fuerza suficiente para lograrlo así que se abstuvo de intentarlo. Tampoco lo hubiera hecho de haberla tenido así que se contentó con imaginarse así mismo tirando al rubio por un enorme precipicio.

—Marik —llamó Ishizu con un velado tono de advertencia. Mokuba agradeció internamente el gesto, sin embargo, sabía que Marik tenía mucha razón. Que aquel bicho hubiera despertado semejante discusión le gritaba a los cuatro vientos que las cosas no estaban todo lo bien que deberían estar y por muy entretenido que fuera ver sus duelos era horroroso verlos discutir.

—Estoy impresionada. Nunca imaginé que el pequeño guardara ese fuego en su interior —Mokuba miró horrorizado a Mai. Éramos pocos y parió la abuela; pensó terriblemente avergonzado por lo que estaba viendo en el campo de duelo y en las gradas. ¿Qué tenía que hacer para que se detuviera aquella afrenta a su salud mental?—. ¡Vamos, Yugi! ¡Enséñale a ese dragoncín de que está hecha esa bola de pelo!

—¿De qué estás hablando, rubia? El dragón de Kaiba se tomará a ese bicho como tentempié y después se comerá a los magos oscuros como entrantes —debería haber agradecido que Marik saliera en defensa de Seto pero estaba entre los dos. Mai estaba a su izquierda y Marik a su derecha y por la manera en la que ambos se estaban mirando supo que no iba a haber discusiones solo en el campo de juego.

Que no me obliguen a llamar a seguridad para separarlos; suplicó en su mente, se encogió en su asiento y deseó con todas sus fuerzas que la carta de Kuriboh de Yugi estallara en mil pedazos.


Cincuenta puntos. Una diferencia de cincuenta puntos le había arrebatado la victoria a Kaiba. Había vuelto a perder. Había felicitado a Yugi, había permitido que disfrutara del momento sin arruinárselo con una cara larga. Yugi había vencido limpiamente y merecía disfrutar de su victoria. Por eso, en cuanto había tenido la menor oportunidad había huido al baño. Se había refugiado en aquellos servicios públicos y se había mirado en el espejo.

La sensación que recorría su cuerpo era una puta mierda. Estaba aliviado de haber sentido el deseo de victoria, el ansia de ganar, la maldita chispa… pero había perdido. La frustración estaba dentro de él como un veneno pringoso e infectante. Otra vez había perdido y el sentimiento era tan repulsivo como recordaba, tan asfixiante como una anaconda enredada en su cuello y apretando.

Lo peor era saber que estaba acostumbrado a esa sensación.

—Soy patético —se dijo, cerró los ojos y presionó su frente contra el cristal del espejo.

—No lo eres.

—Yugi —pronunció Kaiba—. Se supone que el perdedor tiene derecho a refugiarse en el baño para compadecerse de sí mismo y revolverse en el fango, en la mierda y en su propia miseria, ¿qué haces tú aquí, entonces?

—Quería disculparme —dudó—. No pienses que por ganar o algo así — se apresuró a explicar, carraspeó—. Sobre Kuriboh…

—Odio a ese bicho. Siempre aparece cuando las cosas me van bien para arruinarlo todo —cortó a Kaiba—. Pero me cegó de una manera infantil la ira. No tienes que disculparte por algo que empecé yo por un tonto impulso que debería haber ignorado.

—Dos no se pelean si uno no quiere —aseveró Yugi y Kaiba resopló al escuchar la dichosa frase. El menor se acercó a él y apoyó la mejilla contra su brazo.

—Muy bien, Yugi, ¿a dónde quieres llegar con esa estúpida frase hecha?

—A que tenemos que hablar —completó el recién renombrado rey de los duelos. Kaiba rio con desganada.

—¿Sabes lo que dice la gente de esas tres palabras, verdad? ¿O es que te ha dado por los refranes? —preguntó y Yugi rodó los ojos. Cuando Seto se ponía en ese plan Yugi realmente quería golpearle las costillas.

—Me cortaría la mano antes que dejarte —sentenció y fue completamente tajante. Nada de bromas con aquel tema—. Quiero estar contigo. Solo necesito saber algo… quiero saber por qué no querías competir conmigo.

—Ya sabes la respuesta —el CEO se separó del espejo y miró a su rival directamente a los ojos. Zafiro contra amatista. La cosa siempre fue de zafiros contra amatistas.

—Puedo intuirlo pero no estaré seguro hasta que me lo digas tú mismo. Nada de secretos, ¿vale? —su voz se convirtió en un murmullo. Lo más difícil de mantener una relación era la cantidad de veces que uno debía abrir su corazón. Kaiba lo sabía mejor que nadie y Kaiba lo detestaba más que nadie. ¿Hasta qué punto debía dejarle entrar? ¿Qué haría con su interior si al final todo se iba al garete?

¿Estaba Yugi realmente preparado para oír su respuesta? ¿Para oír la confesión de sus labios?

¿Era capaz de cargar con sus miedos sin caer en sus propias inseguridades?

¿Era correcto hacerle dudar?

No quería que Yugi dudara, no quería que Yugi le malinterpretara, sin embargo, no podía hacer nada para cambiar la realidad de los acontecimientos. No podía mentirle directamente sin sentirse como la escoria más grande del planeta. Y estaba harto de sentirse escoria.

—Me aterraba la idea de enfrentarme a ti y no tener deseos de ganarte. Me aterraba la idea de que no hubiera ningún atisbo de pasión en nuestro enfrentamiento pero al final en lo único que he pensado en todo el maldito duelo era en cómo lograr que mordieras el polvo —soltó finalmente, de manera brusca y sin anestesia, como quien escupe una palabrota—. ¿Contento? —la sonrisa de Yugi vaciló un momento—. Ahora ve a tu maldita fiesta.

—No voy a ir a ninguna fiesta sin mi novio —las manos de Yugi rodearon las suyas y el gesto, sus palabras, fueron tan naturales que a Kaiba le dolió un poco el pecho por el repentino alivio—. Yo también tenía miedo… —de no ser lo suficientemente bueno, de no estar a la altura, de ser un estorbo, de que no fuera igual o mejor, de, a fin de cuentas, no ser un rival digno—. Estaba histérico y creo que… por eso he reaccionado tan mal cuando me has echado la bronca por usar a Kuriboh. Así que me alegro… me alegro de que hayas confiando en mi lo suficiente como para decirme la verdad y… y me alegro de que sigamos siendo los mejores rivales.

Kaiba bufó pero no impidió que Yugi tirase suavemente de él para que comenzasen a andar fuera de aquel deprimente lugar.

—¿Sabes que Mokuba ha tenido que llamar a seguridad para que Marik y Mai dejaran de discutir? Por lo visto empezaron un espectáculo terrible en las gradas —comentó el rey de los duelos de manera casual

—Esos mocosos… —el aludido gruñó.

Y era ridículo pero caminando a su lado, en aquella situación de mierda después de aquella conversación del demonio fue cuando Seto Kaiba realmente comprendió que si Yugi se lo pedía era capaz de acompañarlo hasta el mismísimo infierno.

Notas finales:

En realidad tenía como hace no se cuantos días el capítulo escrito pero en una de esas crisis existenciales de escritor que le entran a uno lo borré entero así que tuve que reescribirlo (gilipollas fui, gilipollas fui, ya no sé puede remediaaaaaaaaaaar (8)) y al final salió esto. No me odien.

Si alguna vez tienen la oportunidad de estudiar una carrera de letras asegúrense antes de que les gusta MUCHO la teoría.

Nos leemos.


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