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Inmarcesible por Nithael

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Notas del capitulo:

Advertencias: Menciones de maltrato infantil y sangre.

A fight without heroes.

Catch Fire; Jenix.


Cuando Kaiba entraba en la sala de música de la mansión siempre se acordaba de Gozaburo. La habitación, al contrario que el resto de la casa, parecía un fiel reflejo de los gustos de su padrastro. El orden era absoluto, los instrumentos estaban colocados tal y como a Gozaburo Kaiba le había gustado y él, que hacía años que no entraba en esa habitación, sintió como su garganta se oprimía hasta dejarle sin respiración. El niño que había sido quiso salir corriendo; el adulto que era quiso destrozarlo todo, sin embargo, no hizo ninguna de las dos cosas. Sólo se acercó con pasos lentos al piano de cola que permanecía ajeno a todo lo que sucedía a su alrededor, inmóvil, estático, como una obra de arte que había que contemplar y admirar. El piano siempre había sido el centro de ese lugar.

Que nadie entre en la sala de música.

Esa fue la primera orden que Seto Kaiba emitió tras la muerte de su padrastro y había sido obedecida al pie de la letra. El polvo se acumulaba sobre los objetos de la instancia. Kaiba pasó el dedo índice por encima de la tapa de las teclas del objeto inanimado. Sucio. Todo estaba tan sucio... como el alma de Gozaburo. Seto se sentó frente al piano y la madera vieja del taburete crujió bajo su peso. ¿Cuánto tiempo había pasado ya? ¿Por qué de repente buscaba tan desesperadamente enfrentarse a aquello que había estado evitando con tanto ahínco? Ah, . Ese pequeño detalle. Estaba harto de que las cosas que había dejado pendientes le persiguieran hasta en sueños.

Seto alzó finalmente la tapa del piano y de ese modo las teclas del mismo quedaron visibles para él. No había secretos en aquel instrumento que no conociera. Gozaburo Kaiba se había asegurado de ello. El castaño recordó que la primera vez que entró en aquel lugar se preguntó por qué el instrumento musical central, aquel enorme piano de cola, era de un intenso color granate, en su inocencia creyó que alguien como su padrastro habría preferido el clásico negro. Pero el negro no disimulaba tan bien el color de la sangre. Cerró los ojos y empezó a deslizar los dedos de su mano derecha por las viejas teclas mientras todo su ser era invadido por unos recuerdos que creía haber enterrado en lo profundo de su alma.

Un bulto en una de las teclas le obligó a regresar a la realidad, al presente. Lo que Seto Kaiba estaba viendo no era otra cosa que una costra de sangre reseca. Chasqueó la lengua y la arrancó con la uña del dedo pulgar. Si Gozaburo aún viviera le habría castigado por no limpiar adecuadamente aquel maldito trasto.

Era desagradable comprobar que algunas manías aún seguían ahí.

Porque Gozaburo Kaiba nunca había permitido errores y se lo había inculcado con sangre e hierro a Seto.

Se quedó allí un rato en silencio, sin apenas mover un músculo de su cuerpo y, de improvisto, sin pensar, empezó a tocar. Comenzó con una melodía lenta, sus dedos se movían torpes por la blanca dentadura del piano de cola debido a la falta de práctica. A pesar de que se sabía de memoria el orden, el tiempo, en el que debía tocar cada tecla su cuerpo le traicionaba.

¿¡Cómo puedes ser tan inútil!? ¡Hasta un chimpancé sería capaz de memorizar una sucesión de notas tan simple!

De golpe las manos del CEO aceleraron. Sus dedos empezaron a moverse más rápidos, a apretar más fuerte las teclas. Se volvió frenético. Kaiba apretaba una tecla tras otra y otra y otra.

Hasta que, finalmente, Seto golpeó con las palmas abiertas de sus manos la blanca y desmejorada sonrisa de aquel objeto produciendo de ese modo un sonido chirriante y estruendoso.

El piano estaba desafinado.

Y Kaiba no había podido soportarlo.

Porque recordaba los gritos, las discusiones, la sangre deslizándose por la madera granate y convirtiendo la perfecta dentadura bajo sus dedos en la sonrisa de un enfermo.

Se odio por ello.

Por los recuerdos, por los sentimientos que todo ese lugar despertaba en él. Ira, odio, desesperación. Debería haberlo superado. Debería haber acabado con todo aquello antes si quiera de plantearse volver a empezar. Lo había hecho todo mal y era en ese momento cuando se estaba dando cuenta de ello.

—¿Hermano? —la suave voz de Mokuba apenas logró alcanzarle entre la neblina de su pensamiento, sin embargo, cuando lo hizo, sus dedos cerraron lentamente la tapa de aquel desagradable bicho. Lo odiaba. Con toda su negra, manchada y podrida alma.

Era hora de ir cortando una a una las cadenas que la apresaban.

—Mokuba —llamó—. ¿En qué te gustaría que convirtiéramos está habitación?

Y aquel iba a ser el comienzo.

Aunque sabía que no iba a ser un viaje fácil.

Notas finales:

Si bien en el anime es mucho más light nunca se me olvidará aquel panel del manga dónde Gozaburo tenía a Seto con un collar de cuero y le sujetaba el mentón con una fusta.

Aunque considero que es un tema muy fuerte también pienso que ese maltrato físico por parte de quien "se suponía que debía protegerle" explica mucho mejor el comportamiento y la personalidad de Seto (entre sus tíos y Gozaburo como para confiar en algún adulto, lel). No creo que Seto creyera que fuera a protegerle pero tampoco creo que el chico pensara cuando le propuso aquel juego que Gozaburo fuera tan... retorcido.

Nos leemos.


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