La última mañana después de dos semanas que pasaron eternas para el pequeño, Yugi fue de visita con su abuelito. Pensó en llevarle el rompecabezas del milenio, pero era demasiado riesgo mientras siguiera siendo emisario de la empresa. No debía olvidar que ya se había hecho de enemigos.
-¿Qué tal ha ido todo muchacho?
-De maravilla – Mentía Yugi – Es algo difícil, lo admito. Pero nada que no pueda manejar.
-Me alegra escuchar eso, mira, éste es un nuevo sabor de té. Es realmente bueno.
-¿Dónde lo compraste? No sueles comprar otro que no sea el té verde.
-Lo sé, pero hace un mes que venía de regreso del super y en el camino había mercaderes extranjeros de té. Me dieron muestra gratis y me convenció al instante. Así que compré dos paquetes, mencionaron que era conveniente tomar mínimo una taza al día pues tiene propiedades medicinales que previenen paros cardiacos, regulan el estrés y contiene antioxidantes. ¡Una maravilla! ¿No crees? – Era evidente cuanto echaba de menos a su nieto y lo gratificante que le resultaban sus visitas aunque no fueran periódicas.
Siempre le había costado mentirle a su abuelito y más ahora, de hecho no solía hacerlo, pero tomar té con él lo relajaba. Le resultó extraño que de la noche a la mañana hubiera cambiado de gustos, quizá el té verde le recordaba cuando aún vivían juntos. Recordaba aquellos días en los que jugaban; sus juegos favoritos eran los de estrategia y destreza, eran bastante buenos en ellos y no sólo en eso sino también en acertijos. Inclusive les encantaba inventar o encontrar uno nuevo.
-Dime, muchacho ¿Has pensado en un nuevo acertijo?
-No, la verdad no. Pero con el trabajo que tengo, no será difícil imaginar uno ¿Tú has intentado alguno?
-No aún, estoy elaborando uno que sea realmente difícil para ponerte a prueba.
-Me parece perfecto, en cuanto lo tengas listo házmelo saber.
Era algo nostálgico. Ya no podía hablar con la misma fluidez que antes, sus ideas o más bien, sus comentarios se veían abruptamente limitados; un comentario en falso y todo podría desmoronarse.
Intentó no parecer grosero, pero de vez en cuando tenía la enorme sensación de estar siendo vigilado y mientras más lejos estuviera de sus seres queridos, mejor.
-Disculpa abuelito, ya es hora de que me vaya – Cada vez que decía esas palabras le partía el alma la expresión desolada y afligida con que su abuelo le veía.
-No te preocupes muchacho, siempre eres bienvenido.
De regreso al departamento algo no lo dejaba tranquilo. Estaba inquieto ¿Qué era esa sensación de vacío y ansiedad?
Las calles le parecían inmensas, no sentía que avanzara, era un hecho; estaba pasando por un ataque de ansiedad y era un mal augurio. No era alguien supersticioso sino todo lo contrario; el escepticismo era su base.
Sus pensamientos lo mortificaban, si no hacía algo para tranquilizarse terminaría enloqueciendo. Por unos instantes sintió fuertes arritmias y la sensación de que en cualquier momento devolvería el estómago. Se acercó hasta la pared más cercana para poyarse mientras esperaba a que sus malestares mermaran.
-¡Yugi!
Esa dulce voz tan familiar le abrió un hueco en el pecho, uno que creyó haber olvidado.
Volteo hacía quien le llamaba.
-Rebecca… - No sólo cesaron sus malestares sino que una nostalgia inmensa ocupó el lugar de aquellas molestias.
-¡Vaya, que alegría volver a verte!
-Lo mismo digo…
-¿Qué te sucede? Estas pálido – Era un lindo detalle el que su amiga se preocupara por su condición. Eso, de algún modo reconfortaba su agobiado corazón.
-Estoy bien, es sólo fatiga. No he dormido bien últimamente – Ante la mención de aquello recibió un buen sermón de lo importante que es el descanso para el cuerpo.
-Como sea, quiero darte algo – El lindo panorama que existía se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos al sentir agua sobre sus cabezas – pasemos a tomar algo ¿Te parece bien? En serio es importante lo que tengo que decirte.
Todo el rato había estado enfrente de una cafetería así que entraron a esperar a que amainara la tormenta. Ya una vez dentro pidieron algo caliente; Rebecca un cappuccino y para Yugi ordenó un té de valeriana*.
-No estás en condición de tomar café. Te pondrá los nervios a tope, además la valeriana te relajara.
Yugi sólo asintió, nunca había probado la valeriana pero si su querida Rebecca le recomendaba tomarlo, lo haría.
Por un largo rato se perdieron entre recuerdos y graciosas anécdotas. La lluvia estaba mermando y entonces la chica recordó lo que tenía que hablar con su amigo, quien al ver la hora se despidió de su amiga.
-¡Oh, por poco lo olvido! Yugi, quería darte esto – Le entregó un sobre.
¿Quién diría que podía haber algo peor que aquellos terroríficos sobres negros? La diferencia entre ambos a parte del color y el diseño era que uno anunciaba tu posible muerte mientras que el otro invitaba a una ceremonia en motivo de la unión de dos vidas.
Yugi quedo completamente mudo. Sentía que algo dentro de él se derrumbaba poco a poco enterrando sus inocentes ilusiones.
-¿Yugi? ¿Sucede algo?
Reaccionó, no tenía sentido el mostrar cuan dolido se encontraba; no quería preocupar innecesariamente a su amiga.
-Lo siento Rebecca, es sólo la impresión de la noticia, la fecha está muy próxima – se forzó a sonreír – me alegra mucho que me hayas considerado.
-Lo sé, es una locura pero Duke tiene sus motivos para adelantar la ceremonia ¡Espero puedas asistir!
¡Oh, dulce y amarga agonía! Debía estar en verdad muy enamorado como para sonreírle a su verdugo mientras le atravesaba con esa inocente mirada llena de ilusión su ya moribundo corazón. Desafiaba toda razón. Su razón. Jamás hubiera dejado que alguien le hiriera sentimentalmente, se prometió desde el momento en que firmo su contrato que sólo conservaría en el a su abuelito y nadie más.
Levantó con todo su esfuerzo una muralla que creía indestructible, ahora dicha muralla cayó sin el menor esfuerzo. Estaba expuesto, indefenso y tenía aún más miedo del que ya cargaba. Se dispuso con todo el empeño del mundo a levantar muros más altos y macizos.
-Cuenta conmigo Beky, ahí estaré.
La ventaja que consideró era que estaba extrañamente bastante relajado, la valeriana cumplió su objetivo; relajarlo.
Su amiga se despidió y emprendió su camino al igual que Yugi. Al menos tenía un lugar al cual ir.
CONTINUARA