En algún lugar de Egipto
En el cónsul había bastante actividad por donde se le viera, pues con la noticia, no esperaron ni un segundo para tomar cartas en el asunto.
En uno de los tantos salones con que contaba el recinto, se llevaba a cabo una junta, en donde se exponía una discusión referente a la supuesta información de la reliquia.
“¿No se suponía que estaban bajo la custodia de los guarda-tumbas?”
“¿Acaso habrá sido un engaño?”
“¿Por qué en caso de haber perdido alguna no se informó?”
Esas y más incógnitas llenaban de quejas la sala, murmullos de posibles complots o traición. La indignación que emanaba fuertemente de los presentes no tardó en llegar hasta el embajador, quien no había dicho ni una palabra durante todo el bullicio. Hasta que al fin uno de los hombres a cargo pidió la palabra del embajador.
Aknamkanon se incorporó de su asiento con su porte serio, dedico a todos y cada uno de los presentes una mirada recriminatoria –Bien, es un hecho que se tiene que reclamar la reliquia lo más pronto posible, lamento no poder responder a todas las preguntas que muchos expresan. Se llegará al fondo de esto y tal vez para entonces se podrán aclarar todas sus dudas, sin más por el momento, lo ideal será que me encargue del asunto.
No hubo objeciones al respecto u opiniones, era la decisión absoluta que él en persona viajaría hasta Japón. Él mismo desconocía la verdad tras los hechos.
-Debes detenerlo, esto me da un mal presentimiento. Algo no cuadra con su comportamiento tan repentino, está a punto de cometer el error de su vida y lo peor de todo es que no le dirá a nadie.
-Ni hablar, no me escuchará. Nunca lo hace, es terco como todo hombre – Mana desvió la mirada afligida – Sé que no la quiere y se obliga a “hacerlo”. No es justo ni para él ni ella. Tú eres su mano derecha, Mahad. Te escuchará.
-Seguro que sí pero sólo la parte del trabajo y no la que en verdad importa que entienda; tu como mujer y hermana puedes mover esos hilos tan delicados.
Hizo un puchero – Bien… no prometo nada, espero me haga caso por una vez en su vida.
Tocaron a la puerta.
-Adelante.
-Hermano…
-Mana ¿Pasa algo?
La chica entró a la habitación y tomó asiento, siempre viendo de frente a su hermano, quien estaba frente al espejo de cuerpo completo intentando anudarse una corbata gris platino a juego con un elegante traje negro. Le asentaba de maravilla aquel estilo tan formal aunque no estuviera muy acostumbrado a usarlo, usualmente prefería, aún de vez en cuando, los ropajes tradicionales de su nación pues eran sumamente cómodos y frescos ante el inminente calor que azotaba aquellas tierras sagradas.
-No vayas, por favor – se acercó para acomodar el nudo tan deforme que había formado.
Atem volteo divertido a ver a su hermana.
-Gracias pero creo que tú tampoco tienes idea de cómo hacer el nudo – La chica no dijo nada.
-He visto a papá y a Mahad hacerlo un par de veces.
Su hermano rio – Debiste haberlo mencionado antes ¿No crees? – la chica oculto su rostro.
-No vayas.
-¿De qué hablas? Debo ir, es importante. Después de todo, soy el sucesor de papá.
-No finjas, Mahad lo sabe y yo también.
Hubo un ligero silencio, no esperaba menos de su mano derecha. En un inicio se aseguró de que todo lo referente a su compromiso fuera secreto, pero de algún modo u otro su leal consejero lo descubrió. Dentro de sí esperaba que no supiera los detalles.
Respiró hondo y se dirigió gentilmente hacía Mana – Escucha, a mí tampoco me agrada la idea de contraer nupcias con ella pero es necesario. Después de todo – desvió su afligida mirada hacía un punto de su habitación – hice algo que no debía. Tengo que asumir la responsabilidad.
-¿Tu felicidad vale tu honor?
-A eso me refiero. La situación no me deja otra alternativa.
-¡Siempre la hay, hermano! Te está mintiendo. Puedo probarlo pero no lo hagas por favor.
Atem se acercó hasta su hermana, la tomó de los hombros y la estrecho en un tierno abrazo.
-Eso quisiera… desgraciadamente no es así. – Se separó y la miró a los ojos – Además ¿Tiene motivos para mentirme? Ella no es así. La conozco desde hace años. Fue culpa mía y debo hacerme cargo de mis actos. – Caminó con paso firme hasta la puerta cuando le soltaron la noticia.
-¡Papá saldrá de viaje y puede ser una trampa!
Éxito rotundo.
-¿Qué quieres decir?
-Si quieres saber… no podrás verla; posiblemente por un buen tiempo – a eso último esbozo una sonrisa de alivio – lo siento, pero tu compromiso tendrá que posponerse.
Con todos los motivos necesarios canceló aquella reunión con su futura compañera para disponerle toda la atención a los movimientos de su padre. No había nada que no fuera por él.
Se encaminaron hasta la oficina de Mahad, pues él más que nadie conocía a detalle el caso.
-Iré – fue su respuesta final.
-Esperábamos que aceptaras, se supone que no debíamos informarte nada al respecto pues sabe que te postularías para ir en su representación, ahora debes persuadir a vuestro padre. No será sencillo pero si le planteamos la posibilidad de un fraude puede que decline de su decisión. Sabes cómo hacerlo entrar en razón.
-Así será, no dejaré que se exponga y quiero que me acompañes, Mahad.
-Cuenta con ello.
Cabe mencionar que no fue sencillo el persuadir a su padre, iniciaron con una conversación casual sobre deberes laborales y futuros planes empresariales, así poco a poco dejó que el mismo Aknamkanon mencionara la primicia que tenía cabeza abajo a todo Egipto.
-Seguramente no es verídica, puede tratarse de una farsa, quizá una réplica ¿No has considerado eso?
Aknamkanon le dedico una mirada que si bien no era de asombro disimulado podría ser una ligera insinuación a darle toda la razón, pero no era suficiente. Su primogénito era todo un prodigio en cuanto a intuición se refería, por ello, algunas veces, le sorprendía lo despistado e inocente que solía resultar, debido a eso no le cedería tan fácil su comisión.
-Dime, Atem ¿Tendrían motivos para tal descaro?
Lo meditó por una milésima de segundo y con voz firme declaró - ¿Y por qué no los tendrían?
-Explícate.
-Bueno, así como existe gente de buen corazón también existe aquella que envidia lo ajeno; ya sea por codicia, vanidad o mero placer. Disfrutan la desgracia ajena construyéndose un pedestal desde el cual se creen los merecedores de todo aquello en lo que posan la mirada que, sin importar los medios, lo consiguen. Admito que no tengo en mente un perfil de quien busca nuestra miseria, padre, es por ello que te pido ir en tú representación. No puedo permitir que te arriesgues.
-Entonces entenderás que tampoco busco arriesgarte.
Ahora era el embajador quien tenía a su hijo contra las cuerdas. Paso un buen rato en que ningún mencionó nada, así Aknamkanon supuso que ganó el debate y procedió a retirarse del despacho.
-Aún no ganas esta discusión, padre.
-¡Oh! ¿En serio? Tal parece que ya no tienes argumentos querido hijo.
Ambas partes estaban estáticas.
-Puede que me equivoque. Pero a como dé lugar iré.
-¿Y tú suposición maliciosa dónde queda?
-¿Y si no la hay? Me conoces y sabes que tiendo a equivocarme el doble de lo que tú aciertas. Pero las estadísticas son necesarias para todo. Si insistes en que no hay una treta de por medio entonces no la hay.
-¿Pero si la hubiera?
-Dirás que soy más valioso por ser joven pero también olvidas que no tengo la experiencia de la cual tú gozas y con la cual has logrado méritos por tus propios medios. Además has mencionado que es casi imposible que la noticia sea malintencionada, a pesar de lo brillante que eres olvidas el precio que conlleva. Ya no eres aquel empresario lleno de vigor; entonces ¿Por qué no me das la oportunidad de comenzar a adentrarme al negocio?
Jaque mate.
Había una hermosa sonrisa de orgullo en el embajador, suspiró derrotado.
-¿Tienes un plan en mente?
Atem asintió – Absolutamente.
CONTINUARA…