Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Correspondencia Ilicita por Dtzo

[Reviews - 14]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

.w. ya sé ya sé, lo deje abandonado cerca de dos meses =m=U pero de un momento a otro se me apagó el foco :'v y pues tuve que buscar motivación para hacer bien la cosa y vaya que valio la pena esperar ese tiempo :3 Nada, espero lo disfruten que lo que viene es extremadamente largo.

 

Joey durmió en la sala, o al menos lo intentó. Su conciencia intuitiva le tenía alerta por Yugi y su abuelo, más que nada por el primero ¿Habrá conciliado el sueño? Gracias a ello fue que montó guardia por el resto de la madrugada frente a la puerta de su pequeño amigo hasta el alba. Su plan era retirarse nuevamente al sofá antes de que saliera de la alcoba, mas, el sueño consumió sus últimos intentos de lucidez quedando profundamente dormido a un lado de la puerta.

-¿Acaso eres tonto, Wheeler? – Dijo para sí, Yugi estaba despierto a pesar de conservar un estado de somnolencia, lucía como un muerto viviente por su latente palidez junto con unas enormes bolsas que cargaban sus parpados y no se diga su cabello, era un desastre. Pero se sentía mejor que nunca, un sueño reparador gracias a la disposición de su compañero le daba fuerzas para vigilar el tiempo suficiente a su abuelito hasta poder concluir, de algún modo, su condena.

El ver a su compañero de cuarto abatido frente a su habitación le estrujó su dulce corazón que ahora protegía a capa y espada de cualquier gesto amistoso ¿Por qué tomarse la molestia en velar por su sueño? Al menos ¿Por qué por alguien como él? Que no mostraba atisbos de querer abrir sus puertas, de amenizar con cualquier sujeto que le hablara bien de buenas a primeras. Así se recordaba él hasta antes de su trágico incidente. Se lo repetían sus compañeros de clase.

“¿Acaso eres tonto, Yugi?”

“Eres demasiado amable”.

“Eres muy ingenuo”.

Pero a Yugi le daba igual que le criticaran el ser servicial y amable con cualquier persona que le cruzara palabra. En algún momento dudo de seguir siendo así, mas, las palabras más bellas y fuertes que le mantenían radiante eran las de su querido abuelo:

“Sólo eres Yugi. Mi querido Yugi que se esfuerza por socorrer a los demás, que quiere ser amigo de todas y todos. No dejes de ser ese chico que destella confianza y amabilidad a tu alrededor, no estás sólo”.

No quería estarlo, era horrible, triste y doloroso. Él no era así. Le mataba ser así, pero era necesario.

Entró de regreso a la habitación en busca de una frazada para Joey, lo arropó con suma precaución de no perturbar su descanso, ya le había mostrado una faceta impropia y el que descubriera un gesto sincero de su parte sólo empeoraría su molesta curiosidad. Eran las seis de la mañana y el sol ya daba sus primeros fulgores, era domingo y hacía frío ¿Su abuelo ya habría despertado? Prefería no molestar a ninguno e ir a encargarse él mismo del desayuno.

Frente a la estufa un tic nervioso le torturaba su parpado derecho junto con una sonrisa retorcida ¿En qué demonios pensaba? En su vida se había acercado a la cocina, suspiró pesadamente al tiempo que rascaba su nuca. Viajó su vista alrededor en busca de algún recetario que no le hiciera quedar como un verdadero inepto para la culinaria.

Curry.

Era perfecto para un principiante como él. Además contaba con todos y cada uno de los ingredientes.

El problema empezó desde encender la estufa, era eléctrica pero jamás había tenido la necesidad de usarla. Inhaló hondo y lo tomó como un juego de niños, todo tenía su truco.

 

Un hedor le hizo abrir los ojos que, en un inicio creyó seguía dormido pues una nube negra inundaba el lugar. Somnoliento se incorporó mirando en todas direcciones tratando de recordar donde estaba y el porqué.

-¡Arg! ¡Maldición!

Esa vocecita frustrada le recordó que debió haber regresado el sofá.

Se incorporó y estiró lo más que pudo haciendo tronar sus vertebras por la incómoda posición en que durmió.

Al bajar las escaleras el humo era cada vez más fuerte y denso.

-¿Yugi? – Tras nombrarlo se escuchó un estruendo, producto de las sartenes y un vaso de vidrio - ¿Qué se supone que haces? – con la mano intentaba disipar la bruma aunque no servía de mucho. No lograba divisar a Yugi, así que a tientas abrió las ventanas y apagó la estufa. Cuando la negrura se esclareció, ahí encontró a Yugi en el piso, intentando no cortarse con los fragmentos de vidrio, el menor alzó la vista para encontrarse con Joey e inmediatamente la regresó al suelo.

-No creí que cocinar fuera tan complicado – admitió con toda la vergüenza que le causaba encontrarse en esa situación.

Su compañero hizo una sonrisa confundida, arqueó sus cejas y declaró – Y yo no creí que alguien pudiera incendiar media cocina junto con un desastre, y de nuevo, Yugi Mutou supera mis expectativas.

-¡Ya te dije, sólo dime Yugi! ¡Auch! – se había incrustado un fragmento de cristal tras su pequeña rabieta.

-Está bien, veamos… - observó a su alrededor para su análisis – intentaste curry, dejaste el recetario cerca de la estufa a la cual no le moderaste la flama, lo cual ocasionó tu pequeño incendio, te quemaste la mano y la mayor parte del curry. Quisiste apagar el fuego con agua del grifo y tropezaste con todo lo que había a tu paso, lo demás lo vi.

No tenía caso negarlo, todo era tal cual lo dedujo.

-Oye si querías comer algo debiste decirme.

-Quise hacer las cosas por mí mismo, no eres pilmama de nadie y menos de mí.

-De acuerdo… durante el tiempo que no estuve ¿De qué te alimentabas?

-Hay algo que se llama comida instantánea ¿La conoces? Bien pues era cosa de agregar agua y cocer al microondas.

-Pues no serás diestro en la cocina pero no eres tonto.

-¿Eso qué quiere decir, Wheeler?

-¿Qué nunca piensas decirme Joey? – Yugi le dedicó una mirada irritada - ¿Joseph al menos?

-Ni hablar ¿Vas a ayudarme o sólo vienes a fastidiar?

-Ya, ya. Encárgate de tu desastre mientras rescato un poco de lo que has calcinado – Dicho lo último sintió un objeto golpear su nuca, era lo que quedaba aún del recetario, lo tomó y le pareció curioso hacerle una última broma – Gracias, pero yo puedo hacer mis propias recetas.

Cada quien trabajó en lo que le correspondía, Yugi recogía y limpiaba mientras Joey terminaba su intento de curry que, por cierto, ya empezaba a soltar su hervor dando un aroma que le hizo al menor relamerse inconscientemente.

Nunca lo iba a reconocer pero la comida que hacía Joey era realmente deliciosa.

 

Yugi no tenía pensado dejar a su abuelito, al menos no durante un tiempo. Claro exceptuando que aún debía cumplir con entregas corrientes, tedioso pero lo más seguro que tenía por el momento.

En ese pequeño tiempo en que Joey se alojó con los Mutou decidió comenzar con su juego del detective, necesitaba evidencia física y testigos y que mejor testigo que el señor Solomon.

Mientras Yugi estaba fuera, él aprovechaba cada momento con el señor Solomon además de ayudarle, para ser más específico, con los deberes hogareños y en la tienda de juegos; amena y silenciosa la mayor parte del tiempo. Tan sólo limpiando las repisas y haciendo el inventario del local, así como jugar una que otra partida de ajedrez en las cuales, sólo, había estado una vez cerca de la victoria. Lo reconocía, era un anciano bastante perspicaz y astuto.

-¡Decima cuarta ronda invicta! Me ha acribillado sin piedad.

Joey elogiaba a un modesto Solomon que sólo se alzaba de hombros y hacía un ademán para que el chico le restara importancia. Pero era meramente imposible que Joey no se sintiera feliz por pasar tiempo con el señor, usualmente, a pesar de su alegre y vivaz actitud, pasaba tiempo sólo. No era que le importara mucho, ciertamente no le molestaba en lo mínimo pues, a donde quiera que fuera, hacía empatía con las personas. Desde los de su tipo hasta los más huraños que pudiera haber en la faz de la tierra y, casualmente, Yugi, era el primero que se hacía el difícil.

Las charlas en el interior de la tienda de juegos no iban más allá de frases retadoras, datos curiosos de los viajes del señor Solomon, comentarios de la vida del muchacho. Pero las conversaciones realmente reveladoras, a punto de vista de Joey, eran durante el lapso en que tomaban el té.

-Café ¿Cierto Joey?

No era mucho de gustarle el té, su vida se encontraba aburrida, cierto, pero no quería aburrirla más. El café lo mantenía con sus ánimos sobre el nivel de hiperactividad.

-Sí, gracias.

Una vez servidos los dos, tomaron asiento.

-No te agrada el té ¿Cierto?

Joey estaba por dar el primer sorbo cuando escuchó la pregunta y detuvo la taza a milímetros de sus labios.

-Así es, me adormecen, prefiero algo que me mantenga alerta. Además me resulta interesante.

-¿Interesante?

-Sí, bueno, dirá que es una tontería pero me fascina observar el contenido de la taza.

-¿Hay un motivo especial para ello?

-Sí, lo hay. Es como suelo conocer a las personas, verá, el café es oscuro y, por naturaleza, amargo. Pero hay quienes lo disfrutan más si lo endulzan. Uno jamás podrá saber a simple vista si el café en una taza es dulce o amargo a menos que lo pruebe. Así hay personas como el café, oscuras a la vista – mencionado eso último levantó el rostro para observar a Solomon – ¿Qué opina?

Solomon escuchó atentamente la curiosa analogía que usaba Joey y le resultó curiosa.

-Es una buena analogía, Joey ¿Galleta? – mencionó extendiendo el plato del centro de la mesa que contenía galletas de vainilla. Joey tomó un par.

-Bueno, ya contesté mi motivo. Le toca a usted, Solomon ¿Qué le agrada del té? ¿Qué lo hace tan especial para usted?

Solomon se lo pensó antes de responder.

-Quizá sea un gusto que se adquiere conforme pasa la edad – se alzó de hombros – La mayoría de nosotros, los de la tercera edad, preferimos algo suave al gusto.

 

El aura del ambiente se sentía extraña de algún modo, el silencio que se instaló por unos segundos tenía algo extra y Joey no tenía la menor idea del por qué o qué lo ocasionaba, no hasta que una vocecita peculiar irrumpió al comedor.

-Deja de fastidiar a mi abuelo, Wheeler.

Con que era por eso, es bueno.” Su pensamiento iba dirigido al hecho del como lograba difuminar su aura con el espacio, casi como si hubiera aparecido de un momento a otro y eso, sin temor a equivocarse, es una técnica común en aquellos que viven en las sobras, no cualquier persona podría hacerlo sin un entrenamiento adecuado.

-¡Oh, Yugi! Bienvenido de vuelta ¿Tienes hambre?

¡Ahí estaba! ¡Esa expresión! Una mirada afligida pero bien disimulada pero ¿Por qué?

-Ah, no gracias. Sólo regresé por un cambio de ropa,

-Yugi ¿Eso es…? – La pregunta quedó en los labios de un preocupado y algo pálido Solomon.

 -No, no. Te equivocas, iba por la calle cuando tropecé con una persona que salía de un combini* y terminé manchado por su soda. Con permiso.

Y sin más, subió directo a su habitación bajo la atenta mirada de Joey. Efectivamente, había una gran mancha marrón en su uniforme, de no ser por el color de la tela, Joey juraría que era sangre.

-No suele ser así, joven Joey, discúlpelo por favor.

-¿En serio? – un sarcasmo en su tono – Desde que lo conocí ha sido así.

-Pero eso no puede ser, mi Yugi siempre ha sido amable con los desconocidos y si ustedes son compañeros de habitación entonces no veo el por qué.

-Y… exactamente ¿Cuándo y por qué fue que dejó de serlo? – no fue propiamente una pregunta, fue más que nada un pensamiento al aire.

Solomon no comprendió la pregunta.

-No es nada, disculpe mi indiscreción. Es sólo que me preocupa que…

No terminó de decir su idea, cuando Yugi ya se encontraba escaleras abajo y prefirió callar.

-Bueno, los veo hasta la tarde. Me voy.

-Que tengas buen día, Yugi – Después de despedir a su nieto volvió la vista a Joey - ¿Qué era la que iba a decir, joven Joey?

-No era importante, descuide. Bueno creo es tiempo de regresar a la tienda.

No fue hasta entonces que repararon en el reloj, ya había concluido su tiempo de descanso, tampoco era como si la tienda estuviera repleta a diario. Muy rara vez se aglomeraba y eso sólo cuando organizaban mini torneos de duelo de monstruos. Como quienes jugaban solían ser novatos, las recompensas no pasaban de cartas raras y alguna recompensa extra. Pero desde que Yugi ya no estaba aquellos torneos dejaron de ser tan frecuentes, él era quien los organizaba y puesto que conocía casi a todos los chicos del vecindario era que muchos acudían.

Durante un momento en que Joey tuvo un espacio para respirar del trabajo, se aventuró a la habitación de Yugi, una alcoba cualquiera de un adolescente cualquiera; todo parecía en orden, una cama individual aún hecha una maraña de sabanas, un escritorio vacío con una lámpara de estudio desconectada, el ropero lleno de prendas que parecía ser no se usaban desde hace tiempo. De hecho Joey no recordaba haber visto a Yugi con otro atuendo que no fuera ese insípido uniforme grisáceo. Y hablando sobre prendas, buscó con la mirada algún cesto de ropa para lavandería.

-¿Perdiste algo, Joseph?

Yugi se encontraba parado en el umbral de la puerta fusilando al rubio con la mirada.

-¿Olvidaste algo? – fue una sorpresa que casi le saca el corazón del susto.

-Sí, olvide que tengo un huésped muy curioso. Sal de aquí.

-Eres muy reservadito con tu espacio personal ¿Verdad, Mutou?

-Se llama privacidad, concepto que aparentemente no te queda claro. Deja de meterte en mi vida personal. Bastante inmiscuido ya estas, no pases de esta línea o…

-¿O qué?

No supo que responder, pero era cierto, ni él mismo cabía en su amenaza. Era amable con él y su abuelo y era bueno pero no quería acostumbrarse a esa cálida presencia que por, aunque fueran unos instantes, lo hacía sentir en paz. Podría jurar que sus manos estaban blancas por la fuerza con la que las empuñaba, respiró hondo y aflojó los nudillos.

-Te golpearé.

Por poco y se tira a reír a carcajadas en el piso y rodar en el acto, sonrió, cerró los ojos y resopló.

-Vaya, eso sí que es una amenaza – peinó sus rubios cabellos hacía atrás – bueno, considérame advertido, Yugi.

-¡Hablo en serio, Joseph! Si de carita vives te puedes ir despidiendo de tu atractivo.

Esta vez en serio no toleró la risa y carcajeó descaradamente sin importar recibir una patada en el culo o un buen puñetazo en la cara.

Recibió ambas.

Hasta que su risa cesó fue que notó algo muy peculiar en las manos de su amigo: llagas.

-¿Trabajas con objetos filosos?

Yugi ocultó sus manos tras su espalda.

-Te lo he dicho, no te metas en mis asuntos.

Esta vez su voz ya no tenía la misma carga emocional del inicio, ni ninguna otra vez que lo haya escuchado amenazarlo. No, fue más una súplica forzada. Con el mismo sentimiento con el que lloraba la noche anterior.

Se incorporó y se dirigió al menor para tomar sus manos, y grande fue su sorpresa al tomarlas sin tener que forcejear.

Eran un tanto profundas, pasaban por sus dedos, dorso y la palma, no había algún patrón o simbolización, eran meros cortes hechos al azar.

-Las vendaré por ti.

Yugi miró con desinterés a cualquier punto de su alcoba y asintió sin resistencia.

 

 

Después de aquel incidente, paulatinamente comenzaban a llevarse mejor. No como los mejores amigos del mundo pero Yugi era levemente más manso ante Joey y eso ya era un gran avance para el rubio. Yugi se abriría poco a poco si le aba su tiempo y cordialidad para que confiara en él. La semana transcurrió normal. Había sido fructífera a su punto de vista, averiguo puntos clave e inicio su esquema de investigación con Yugi de núcleo.

Hasta ahora lo que sabía era:

-Yugi era una persona sensible, amable y empática.

-Dejó de serlo en algún punto no muy lejano a cuando lo conoció.

-Amaba a su abuelito por sobre todas las cosas.

-Tenía un trabajo de dudosa procedencia, trabajo que le había llevado a conocer a Pegasus.

-Los objetos del milenio tenían un papel importante en su vida.

A todo esto presentía que se estaba mezclando con gente peligrosa y no por gusto precisamente pero tampoco (aparentemente) necesitaba de alguien a quien acudir en caso de problemas. Todo esto lo llenaba cada vez de más intriga, una intriga que apenas y él podía controlar.

Para cuando regresaron a su departamento toda esa amabilidad que Yugi mostró con su abuelito se fue al chasco apenas entraron a la cocina.

-Bueno, para mañana tengo pensado hacer algo de curry ¿Esta bien o quieres otra cosa?

Yugi no se molestó en contestar y fue directamente a la habitación a cambiarse.

-¿Yugi? – hasta entonces notó su  ausencia y fue en su búsqueda, y su mala maña por espiar entre las puertas. Las mismas llagas que vio en sus manos estaban presentes por toda su espalda en todas direcciones, se le encogió el corazón, sintió un nudo en la garganta y mejor lo dejó solo. Regresó a la sala y en la mesa encontró un bonito sobre blanco con detalles en relieve color azul y verde esmeralda, su curiosidad fue más grande y lo abrió.

Era una invitación de Boda.

Rebecca Hopkins y Duke Devlin”

Estaba seguro de haber escuchado el segundo nombre en algún lugar y el primer apellido en otro recuerdo vago de sus tiempos de vándalo.

-¡Te dije que no toques mis cosas! ¿Qué demonios pasa contigo, Joseph? – y sin delicadeza alguna le arrebató la invitación.

-¿Puedo acompañarte?

-Sueñas Joseph. En primera ¿Por qué habría de invitarte a una fiesta?

-Por qué te dieron dos boletos y este fin de semana la pasaré aburridísimo si no salgo.

-Creí que tu vida de periodista te daría casos interesantes en fin de semana.

-Siento que será más interesante esa fiesta ¿El novio o la novia?

-¿Eh? – no comprendía su pregunta.

-Eres conocido de…

No quería responder, ya bastante mal la estaba pasando para no pensar en la boda inclusive ese mismo día tenía pensado pasarla lejos de su querida bekki por más que le doliera.

-Déjame adivinar… de Rebecca.

Asintió con el rostro gacho, gran error, Joey ya se encontraba haciendo conjeturas en su inquieta mentecita.

-Te invitan a una boda y la cara que pones es de funeral ¿Cuál es tu problema? Deberías alegrarte por el compromiso de tu amiga.

Silencio.

-A menos que a esa amiga la veas con ojos de amor…

-Eso fue antes, ya no importa.

No dijo más, le afectaba de sobre manera.

-Bueno… ¿Puedo ir?

-No, no puedes.

-Oh, vamos será divertido, puedo ayudarte a que no la pases tan mal.

-¿En serio? Lo dudo – esta vez sonrió de lado pícaramente.

-¿Puedo?

-Ya dije que no.

-Dame una buena razón y dejaré de insistir.

Oh genial ¿Ese era su gran chantaje?

-Tengo pensado invitar a otra persona y lo siento pero desde que vi que eran dos boletos la invité.

Joey hizo un puchero – Mentiroso, apenas te enteraste del segundo.

-Pues en ese momento decidí que la invitaría.

-Oh, así que vas a ser un despechado de primera.

-¿De que hablas?

-Bueno, dijiste “invitarla” en vez de “invitarlo” ¡Iras con una chica!

-Sí ¿Qué hay de malo en ello?

-Bueno, con el humorcito que te cargas conmigo, no te imagino siendo mejor con una mujer. Además no creo que conozcas muchas mujeres ¿O sí?

Yugi por primera vez en todo el tiempo que Joey llevaba de conocerlo, sonrió genuinamente.

-Claro que sí.

-¿En serio?

-Sí.

-Dime como se llama y te creeré. Y sabré si mientes sobre su nombre.

Yugi la pensó unos instantes, de nuevo se estaba dejando conocer por Joey y eso no le agradaba pero tampoco ponía resistencia como al inicio.

-Y bien ¿Me dirás?

Una sonrisa coqueta le daría testimonio de que no mentía, suspiró y por fin habló.

-Su nombre es Anzu.

 

CONTINUARA...

Notas finales:

:3 bueno pues si antes pensaban que iba a poner a tea como la tipica castrosa tras yami pos se equivocan ese papel se lo tengo ya engatusado a cierta personita que en su momento me resulto tanto peor x3 jaja bueno les dejo a su imaginación hasta que se revele.

En fin, lo que viene ya ije que será un tanto más largo y efectivamente será el capítulo más largo del fic pero valdrá la pena ya veran (Anix: más te vale ¬¬) :v kyc que bien te consta que si.

nada pues ya vienen las vacaciones de verano espero se la pasen super.

Besos y abrazos <3 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).