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Correspondencia Ilicita por Dtzo

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Notas del capitulo:

ah santo cielo, por fin terminé este cap. ... bueno realmente lo tenía listo desde hace casi un mes pero con eso del reto de octubre pues como que terminé primero ese antes de darle los toques finales. Además de consultarle a mi bello y sensual beta sobre el desarrollo, que debo admitir me ha costado bstante.

Este cap. si es bastante largo pero es un parte aguas para lo que va a pasar de ahora en adelante.

Voy a dejar esta bella canción porque se verá en el transcurso.

https://www.youtube.com/watch?v=qmxFAT581T4

:'v como no sé como resaltar el hipervinculo, la canción se llama primavera y es de Ludovico Einaudi.

Nada pues, a los que aún siguen este fic espero les guste.

 

Un día agonizante asomaba, tras parpadear un poco después de escuchar su alarma se permitió un rato se somnolencia antes de por fin incorporarse. Tenía un largo día por delante y para “mejorarlo” al lado de su compañero de cuarto. Joseph Wheeler, ese muchacho enérgico, simpático y comunicativo, demasiado para su gusto. Hubiera deseado tener a cualquier persona, alguien no tan parlanchín o curioso, lo único “rescatable” a su punto de vista era su sazón.

-Ya despierta bello durmiente. Está listo el desayuno.

Seguía en la cama, gruñó, se incorporó sobre los codos al tiempo que lo mataba con la mirada.

-Sí, mi amor. Gracias, no debiste tomarte la molestia – En un inicio su intención de sarcasmo se vio pasada por alto e inclusive Joey siguió su juego.

-No hay de que, corazón. Debí traerte el desayuno a la cama pero tengo poco tiempo.

Yugi no se molestó en mostrar su fastidio.

-Relajate, Wheeler y deja de seguir mis bromas, haz las tuyas – Por fin se levantó, caminó a la puerta quedando a escasos centímetros de Joey – Y deja de ser tan amable, al menos conmigo ¿Quieres?

Lo empujó con el hombro al atravesar el umbral para dirigirse al comedor.

-Pídelo todo lo que quieras enano. Seré contigo como lo considere.

Nuevamente fue ignorado, ya se estaba acostumbrando al carácter del tricolor y lejos de hastiarle, le divertía. Era, a su parecer, un chico lleno de sorpresas. Ya lo había visto y escuchado en un momento de debilidad y desde entonces se prometió no separarse de él hasta verlo sonreír de forma sincera, sin compromisos o complacencias, ni siquiera para huir de los problemas. Le tenía cariño ¿Quién no podría encariñarse con alguien tan propenso a los accidentes severos? Desde siempre había querido tener alguna experiencia que pusiera su vida en riesgo, de sentir esa adrenalina que su vida cotidiana asfixiaba, en un pasado, eso se había convertido en su mayor fuente de motivación a tal grado de volverse adicto a vivir experiencias cercanas a la muerte. Pero eso ya era parte de su pasado, uno que no se atrevía a volver a sacar, uno que pensó jamás le llamaría tan insistentemente como desde que conoció a su pequeño vecino. Yugi.

-Debo irme. Me matará mi jefe si vuelvo a llegar tarde. Asegúrate de cerrar, hay un poco de recalentado en el congelador.

-Sí, mamá – Lo odiaba, odiaba su sobreprotección. Era demasiado.

-¿Te espero a cenar? – decía mientras tomaba sus llaves.

-Ni siquiera comeré aquí.

-Cierto, olvidaba que hoy parece más funeral que día de fiesta.

Y con eso dejaba en silencio a Yugi, era verdad. Ya nada podría ser peor en su vida…

La mañana fue relativamente “rápida”, tras su desayuno regresó a la cama con la intención de dormitar por unos minutos antes de ponerse al día, una pesadilla lo regresó para darse cuenta que ya pasaba del medio día. Restregó su rostro en las manos y se sacudió el sueño con un par de palmadas en las mejillas, se lavó y al mirarse en el espejo notó sus ojos rojizos.

Gripa justo ahora… genial”

Había descuidado de sobremanera su salud y ahora comenzaban los síntomas de su resfriado, buscó un par de aspirinas, mientras esperaba que hicieran efecto tomó asiento en el comedor con su rostro entre sus manos. Pocas ganas le quedaban de presentarse a la ceremonia.

Era domingo, su único día libre, buscó la invitación, abrió el sobre y evitó leer los nombres.

Dos boletos.

¿En qué diablos pensaba cuando le habló a Joey sobre Anzu? Prefería mil veces ir solo pero si no lo convencía de algún modo terminaría pegado a él por toda la noche. Tampoco le entusiasmaba la idea de llevar a la chica, no tenía opción. Conociendo lo perspicaz de Joey se las iba a arreglar para ir con ese boleto. No había vuelta de hoja, tomó el celular y marcó.

-Diga – habló una suave voz.

-¿Tienes planes el día de hoy? – así sin tacto alguno, más que una pregunta parecía una secretaría dándole el itinerario del día.

-Pues… – hubo un pequeño silencio seguido de un par de sonidos electrónicos – Tenía pensado ir de compras con Miho por la tarde ¿Por?

-Tengo un lugar reservado para un evento de una persona prestigiosa – hablaba más por Devlin que por Rebecca.

-¿Qué tan prestigioso? – no era de esperarse que tuviera sus dudas.

-Lo suficiente como para convencerte de ir.

Pareció meditarlo por unos instantes hasta que por fin accedió.

-Te arrepentirás si resulta ser una farsa.

Una risita impropia de Yugi se escuchó por la bocina.

-Tienes una buena voz cuando amenazas.

-¡Oh, gracias! Es incluso mejor cuando maldigo ¿Quieres escucharla?

-Te veré a las seis, no me gusta esperar.

-De acuerdo, hasta entonces.

 

 

 

=RESIDENCIA ISHTAR=

 

Marik observaba por la ventana del tercer piso mientras se recostaba sobre el respaldo del sofá - ¿Es muy necesario que incluso en mi casa te ocultes como si me fueras a asesinar?

Bakura salió de entre su escondite y llegó al lado de Marik.

-Es la costumbre – con su mano izquierda apenas y rozó la mejilla del moreno.

-Hoy es un gran día ¿No crees?

Hubo un pequeño silencio.

-Será un gran día, puedes apostarlo. Las piezas están donde deben, es tiempo de hacer un jaque.

-No sueles hablar con propiedad ¿Qué te ocurre? – lo volteó a ver divertido.

-Bueno, tú casa, tus reglas. My lord.

-Mayordomos tengo de sobra, no seas uno más.

El albino lo rodeó por detrás y le susurró al oído.

-¿Entonces prefieres que sea un amante más?

Un gruñido por parte de Marik se hizo presente al tiempo que tiraba de un mechón de Bakura como reprimenda, este no desaprovecho la cercanía con el moreno y mordió sensualmente el lóbulo de su oreja.

 

 

=Algún lugar de Domino=

 

Yugi caminaba rumbo al domicilio de su acompañante, el trayecto era aburrido, no hacía más que ver al cielo en busca de nada. Eran tan sólo unas cuadras y conociéndola sabía perfectamente que esperaría una hora a la ya establecida, motivo por el cual aprovechó la tarde para conseguir un buen obsequio de bodas.

 

*FLASHBACK*

Le tomó una travesía por el centro comercial, no tenía idea remota sobre nupcias ¿Qué se supone que podría regalar? La lista era infinita y no había menor problema con el presupuesto pero si con decidir.

Vajillas, juegos de toallas o sabanas, joyería, electrodomésticos ¡Por todos los cielos, se estaba casando con un empresario, no un pelmazo cualquiera! Todo lo que quisiera lo tendría sin problema alguno. Además, muy seguramente, tras la ceremonia vivirían en América. Lo único que le atravesó la mente por esos breves instantes fue que quizá podría darle algo para que recordara un poco de Tokyo, terminó por adquirir un bello cuadro de la ciudad, aún tenía tiempo de sobra para arreglarse, no tenía un traje en mente pues los que tenía ya no le quedaban ni de chiste, por lo tanto buscó un buen atuendo para la ocasión.

De regreso al departamento pasó por donde las correspondencias. Toda la semana que estuvo, todo resultó tranquilo, lo más fuerte que hizo fue correr cerca de diez manzanas con un par de Doberman tras de él, los desgraciados estaban más que bien adiestrados para perseguirlo de ese modo y después seguirle el rastro. Todo por ser propiedad privada el área de su entrega de correo, y es que solamente a esos dementes se les ocurre dejar ese tipo de especificaciones para su diversión y sufrimiento de los emisarios. Pues al dejar, algunos de lado su vida de matanza, esa necesidad seguía muy dentro de sí, una droga que los mantenía con una mirada inexpresiva ante el sufrimiento de cualquier persona y los únicos que se acercaban a ellos desde entonces eran los pobres emisarios. Después de cada jornada acudía al edificio de Pegasus con la vaga esperanza de que hubiera regresado. Había regresado de América pero jamás fue a pararse a la oficina, según la secretaría, todos los trámites relacionados con la empresa de Ilusiones Industriales estaba siendo llevada de la mano a distancia. Todo por vía web. Yugi resignado regresaba cabizbajo al departamento, quería de menos disculparse con Pegasus, por él era que ahora también se encontraba en la mira del desquiciado de Bakura y sabrán los cielos en que plan maquiavélico estaría pensando en esos precisos instantes para hacerle la vida miserable y si no, al menos un instante en el que su única salvación del sufrimiento sea pidiendo por su muerte.

Para su buena o mala suerte terminó por coincidir uno de esos días con nadie más ni nadie menos que el mismo Duke, así como fulano por su casa paseando de un lugar a otro dentro del departamento e inclusive tuvo la impresión de que parecía más dueño del negocio que Pegasus, además tuvo un encuentro nada agradable, muy incómodo con el chico dado. Algo bastante raro e inusual:

 

 

-Disculpa ¿Tienes un minuto?

Yugi se había excedido en su espionaje, debió resultar incognito pero fue todo lo contrario y eso le frustró, Duke tenía un sentido demasiado agudo como para no sentir una mirada sobre él.

-¿Es a mí? – Igual trataría de hacerse el desentendido en medida de lo posible.

-¿Buscas algo en particular? – Duke efectivamente había caído en cuenta de que estaba siendo observado por dos personas y una de ellas resultó ser ese pequeño de pelos parados. Por alguna razón sentía que le era familiar.

-No, nada.

-Dime ¿Nos conocemos?

-Es la primera vez que hablo en persona con el creador de Duel Dice Monsters, así que no.

-Te he visto muy seguido por estos lares ¿Buscas una vacante de medio tiempo?

Yugi casi quiso reír amargamente ante la pregunta. Estaba por pegar media vuelta y retirarse sin decir nada cuando la misma voz que causaba un efecto anestésico en él se hizo presente.

-¡Duke! ¡Yugi!

Ahí iba de nuevo esa parte mansa que quería ocultar al mundo.

Rebecca estaba entrando por la puerta principal del edificio, iba como siempre que iba a dejar una carta para su abuelito. Más fresca que la mañana y siempre con esa sonrisa radiante, Duke al escuchar el segundo nombre, le llegó a la memoria que ese chico era del que tanto le hablaba su querida Rebecca.

-Con que tú eres Yugi ¿Eh?

Con todo el coraje que pudo reunir en esos instantes, esbozó una sonrisa tan fingida que terminó por creérsela a sí mismo.

-Yugi, no pensé que estuvieras trabajando aún ¿Has estado cuidándote?

Duke entonces enlazó los hechos, ese enano era alguien importante para su querida prometida y sobre todo trabajaba formalmente en el departamento. Pegasus jamás había hablado de Yugi con nadie más, era algo que quería mantener al margen lo más que pudiera, después de todo, Yugi era un adolescente.

-Sí, me he estado cuidando, gracias por preguntar. Sólo venía a dejar un par de cosas. Supongo que tú también.

Rebecca se acercó al par y quedó a un lado de Devlin mientras de su bolso saca un sobre blanco.

-Así es, es otra carta para mi abuelito además de la invitación para la boda. La verdad es que queda muy poco tiempo para la ceremonia, así que espero pueda venir para acompañarme.

¿Cuántas veces tendría que sentir que al escuchar la palabra boda, un alfiler se insertaba en su corazón? Pero eso quedó a un lado por breves momentos en los que al ver esos ojos azules pudo notar un atisbo de melancolía que amenazaba con soltar un par de lágrimas, Duke frunció levemente el entrecejo al ver esa mirada en los ojos de Yugi, una mirada que gritaba mil emociones que no estaban permitidas para con Rebecca. Pasó su brazo por sus hombros para abrazarla y consolarle.

-De seguro vendrá, ya lo verás. Él te quiere mucho como para perderse la boda de su nieta.

-Tienes razón, él vendrá. Confió en él.

Yugi sólo quería soltar un golpe, y dirigido a Duke.

-¿Tú estarás ahí, verdad, Yugi?

-Por supuesto, no me la perdería, Bekki.

Ahora Duke pensó por unos momentos en como la presencia de ese mocoso afectaría la fiesta y futuros proyectos en la empresa, no era idiota, Yugi quería a Rebecca de un modo más fraternal que a una amiga o una hermana. Le sería incomodo como nuevo jefe de la empresa topárselo seguido.

-Bueno, tenemos que irnos – Tomó en un movimiento tan suave y delicado la mano de Rebecca entre la suya – Aún tenemos muchos preparativos pendientes. Un gusto, Yugi.

-Hasta luego, Devlin. Hasta luego, Bekki.

-Hasta luego, Yugi.

Finalmente la tensión que llevaba acumulada logró salir un poco al perderlos de vista.

 

 

 

Sacudió ese amargo recuerdo, prosiguió su camino y al llegar se dio una buena ducha

Había olvidado como hacer un nudo de corbata, nunca se vio en la necesidad de aprenderlo, la figura paterna que representaba su abuelito no era alguien de nudos o frac, era un hombre libre y de aventuras. A veces pensaba mucho en cómo fue de adolescente ¿Qué batallas libró por su cuenta? ¿En cuántas situaciones habrá librado la muerte? Seguramente menos que las que él llevaba y las que seguiría superando… al menos eso esperaba. Se calzó y llevó su pesada presencia al comedor para sacar de la nevera el recalentado que Joey se encargó de dejarle, checó su reloj de muñeca y aún eran las cinco y media. La cena no la servirían hasta entrada las once ¿Qué más daba que modificara su horario de comida?

 

*FIN FLASHBACK*

 

Para cuando llegó a la residencia de la chica marcó más de dos veces hasta que finalmente fue recibido por una chica castaña.

-¡Hey, luces bien, Yugi!

-Aún no estás lista ¿Verdad?

La chica hizo un puchero y con el indicé dio leves toques a la frente de su amigo.

-Es que olvidaste decirme algo importante ¿Qué tipo de evento es?

-¿Eso importa? Es una boda…

Se cubrió el rostro con la mano y optó por ingresar al chico a su hogar.

-Muéstrame la invitación.

Sin mucho ánimo le tendió el sobre mientras tomaba asiento en el sofá, echó su cabeza hacía atrás y cerró los ojos. Entonces recibió un golpe de lleno con el papel.

-Argh ¿Ahora qué demonios te sucede, Tea?

Esta lo miraba inquisitivamente de brazos cruzados.

-Estás loco si quieres presentarte en sólo ese traje.

-¿De qué hablas? Es lo más formal y de “etiqueta” que pude encontrar.

-¿Leíste siquiera la invitación?

-¿Había necesidad? Lo que me importaban eran los boletos, ahí viene el domicilio del salón.

Ahora la chica le obligó a leer cierta línea de la invitación.

“Masquerade”

-¿Qué se supone que es eso? – Yugi no comprendía la palabra ni el por qué tanto escándalo.

-Bueno, significa “baile de máscaras”.

-¿Y eso es importante?

La chica fue hasta una puerta y despareció tras de ella.

-¿Tea? ¿Qué significa que diga eso en la invitación? – Tocó un par de veces a la puerta - ¿Tea?

-Si es un evento de prestigio y no quieres quedar como un inadaptado social, debes vestir apropiadamente – contestó desde el interior.

-Eso lo entiendo, lo que no me contestas es ¿Qué es un baile de máscaras?

La puerta se abrió y de ella salió Tea con un vestido un tanto pomposo por no decir estorboso, negro con amarillo en una proporción adecuada para contrastar, un corsé por un par de listones plateados que se entrecruzaban entre sí, adornando en el hombro izquierdo una rosa de tela negra, la falda que se dividía en dos capas, siendo la primera negra y por encima la amarilla que no la cubría en su totalidad con los bordes de encaje negro y en su punto de intersección de las telas, a la altura de la cadera, un moño negro; las mangas, de los hombros eran abultados para después volverse entubados hasta las muñecas y finalmente abrir en pliegues largos y holgados; para adornar, llevaba una gargantilla negra con un dije transparente en su centro  

-Bueno, se puede decir que era un entretenimiento cortesano del siglo XVI al XVIII, a la actualidad ya no es más que un elemento de las artes escénicas. En ellas se usa una máscara o en su defecto un antifaz, la propuesta es que no te puedan reconocer el rostro – decía mientras terminaba de calzarse unas zapatillas negras – si en la invitación hacen énfasis en esa línea, es más que obvio que es una fiesta temática.

Yugi se quedó pensando por unos instantes… no tenía algo ni cercano al atuendo de su amiga.

-¿Tienes algo así para mí?

-¿Ya tienes estas tendencias de género? – se carcajeó fuertemente.

-¡No seas idiota! Hablo de un atuendo masculino.

Pareció meditar unos instantes y regresó a esa habitación de la cual salió hace unos instantes. Claro que le costó atravesar el angosto espacio que disponía.

-Parece que tengo algo por aquí, esperemos sea de tu talla.

 

 

= RESIDENCIA DEVLIN =

 

-Luces muy apuesto, chico Duke.

El mencionado vestía una camisola sin cuello con una abertura sobre el pecho que decoraba con un chaleco color hueso, volante de encaje que adornaba el final de las mangas de la camisola. Una casaca guinda, pantalón color hueso y botas negras estilo embudo hasta las rodillas.

-Lo sé, es el día más feliz de mi vida. No puedo esperar a ver a bekki.

-¡Ah, el amor! – Exclamó con ese tono característico en tono de cántico – Los jóvenes de hoy en día se enamoran demasiado rápido.

-Sí, puede ser. Ya es la segunda vez que lo mencionas – se acomodaba las mangas frente al ostentoso armario rodeado en su interior por espejos de cuerpo completo – Por cierto ¿Qué tal tu semana, Maximillian?

-¡Fantástica! – Mintió – Me encontraba ansioso por este día.

Realmente lo paso de pesadilla, aunado a las que en verdad tenía noche tras noche, se imaginaba en cualquier tipo de circunstancias en las cuales podría morir: calcinado, apuñalado, asfixiado, etc. Su presión arterial incrementó durante la semana y se le recomendaron calmantes y una dieta que no había seguido al pie de la letra. Por decir exageración, se guardó en esa habitación, esa única habitación en la que se podía sentir protegido y sin saber si era por la alta seguridad con la que contaba o por ese bello rostro angelical que le proporcionaba una mirada compasiva, el delirio lo llevó a presentir que lo miraba con lástima. Inclusive estuvo a nada de deshacerse de cada cuadro de Cecilia que hubiera en la casa y sobre todo en esa habitación. Ignoró sus impulsos y por fin se decidió a tomar sus calmantes, bien era cierto que ese rostro lo estaba haciendo alucinar pero sería peor el no poder volverlo a contemplar.

-Me alegra, entonces, démonos prisa que aún hay detalles antes de la ceremonia.

Pegasus regresó a la realidad, sacudió un poco la cabeza para alejar los malos ratos.

-Cierto, admito que la organización y la temática es interesante ¿Fue idea de ella o tuya?

Duke terminaba de ajustar los botones de las mangas de su camisa.

-Bekki insistió, y quien soy yo para negarle algo a la persona que más amo en este mundo. En fin. Es hora.

 

 

=Algún lugar de Domino=

 

Por la tarde, la ciudad Domino se vio en vuelta tras densas nubes gordas que parecían más negras que grises, pronto caería un diluvio. Para fortuna de Yugi y su acompañante ya se encontraban a unas personas de la recepción. Aparentemente, ellos, ya eran de los últimos invitados en ingresar.

El lugar había resultado ser el *Grand Prince New Takanawa, uno de los mejores hoteles de Tokyo, lo impresionante y principal atractivo para los extranjeros eran las dos hectáreas de jardín japonés, especialmente un gigantesco árbol de sakura.

Ya habían pasado por la sala de entrada y ahora estaban en la de recepción, en donde habían chicas y chicos con una vestimenta de arlequín en múltiples colores, no solo limitándose a los tradicionales, negro y blanco, y su respectivo antifaz. A cada invitado pedían la invitación y sus respectivos boletos. Con los recepcionistas se dejaban los obsequios de boda que se llevaban directamente a una sala de guardado, y como distintivo un bello botón de rosa a la altura del pecho, tanto para hombres y mujeres.

-Me siento ridículo – Yugi ajustaba el cuello de su casaca.

-Deja de jugar con esto – dijo Tea dándole un manotazo a la de su compañero – ese es el estilo del atuendo, no lo arruines ¿Quieres? Además te ves bien.

Tea le había encontrado algo completamente perfecto para alguien tan arisco como Yugi, no querría los típicos trajes del siglo XVIII, así que termino por ser algo relativamente más moderno, la casaca no era como las que llega el corte a la cintura, no, era más una chaqueta  con encajes  en horizontal que iniciaban en el pecho y terminaban al borde de su torso, sobre la camisola y lo que parecía ser un saco a modo de capa, le cubría todo el hombro izquierdo. El pantalón de corte recto y botas que afortunadamente encontró. Un bello conjunto azul petróleo con detalles plateados y dorados. Eso no quitaba el hecho de que era anticuada y estorbosa.

Y de nuevo se sentía como un niño y su madre, suficiente ya tenía con Joey para que Tea fuera igual, rodó los ojos e ingresaron justo después de recibir su distintivo, siguieron a una de las chicas arlequín hasta su respectiva mesa.

La impresión les llegó a ambos apenas pusieron un pie en aquel suelo alfombrado, el espacio era inmenso por donde se viera, su casa cabría cerca de cinco o más veces. Un alto techo con estilo telaraña y sus majestuosos candelabros, los cortinajes guinda con encajes dorados. Las mesas se encontraban organizadas a modo que en el centro quedara un espacio para el baile, la pista artificial de cristal, arreglos florales en cada rincón, conjuntos de rosas gigantes, claveles, orquídeas y bambú. Efectivamente no hubiera encajado, de no ser por Tea hubiera hecho un ridículo que difícilmente olvidaría.

La temática de una “mascarada”,  fue en algún aspecto, uno de los factores más sobresalientes.

-¡Woah! Esto sí que resultó ser de alcurnia, no mentiste. Yugi.

Regresó a su realidad para cuando ya estaban a escasos pasos de su respectiva mesa.

-Pero dime ¿Cómo tienes conexión con alguien de tan alto calibre?

-No es para tanto, Tea.

Apenas llegaron y el aura del ambiente se volvió tensa y se sintió ajeno, no podía verles los rostros pero esas miradas que podían ver más allá de un traje y una máscara, le restregaban su inferioridad social, soberbias, avariciosas, peligrosas y engañosas no se despegaron ni cuando estaban por sentarse.

-Buenas noches a todos.

Quiso que la tierra lo tragase e inmediatamente obligó a su acompañante a sentarse aún con esas miradas sobre ellos que esperaban no duraran mucho.

-Oye – le susurraba - ¿Quieres explicarme que fue eso?

Yugi rodó los ojos, no quería darle explicaciones de etiqueta y conducta nipona, al menos no en la mesa.

-¿Es muy necesario?

-Mucho.

Estaba por protestarle o ponerle cualquier excusa pero justo entonces las luces se volvieron tenues al punto de casi dejar a oscuras el salón. La cristalería y el lugar en general vibró al compás del retumbe de tambores y su acompañamiento para dar paso a lo que parecía ser un maestro de ceremonias, seguido de aplausos de todos los presentes.

-¡Bienvenidos sean todos! Veo que hay mucha energía, esperemos sigan así ¡Por qué esto apenas comienza! Sin más, demos la bienvenida a la mesa de honor.

Todos voltearon la vista hasta una de las grandes y más elegantes mesas del lugar, en la cual se veían hombres y mujeres, Obviamente todos irreconocibles de imagen más no de nombre. Y uno de ellos le volteo la fiesta a Yugi.

-Demos la bienvenida al reconocido empresario, actual dueño de Ilusiones Industriales, Maximillian Pegasus.

Se desaparecía todo un mes y aparecía de la nada con uno de esos ridículos atuendos y en la mesa de honor.

Los mencionados iban incorporándose para hacer una reverencia a los presentes y luego retomaban sus asientos, habían de todo, unos regordetes que sin miedo a equivocarse eran multimillonarios o empresarios jubilados, mujeres de muy buen ver por su figura, estas podían ser hijas de políticos renombrados o en su defecto de algún empresario destacado del país que buscaban un buen partido para sus relaciones comerciales futuras. Le pareció extraño que en la mesa hubiera sólo gente de negocios o de la farándula, esperaba escuchar en algún instante a los familiares de la pareja, al menos del abuelito de Rebecca, cosa que jamás pasó. Así, nueve integrantes ya habían sido nombrados salvo el último que resulto ser…

-¡Es Seto Kaiba! Esto será noticia segura – Dijo una muy emocionada Tea.

-¿Qué tiene de especial que esté aquí?

-¿Acaso no lo sabes? Es la primera vez que se muestra en público.

Yugi se encogió de hombros, realmente no le importaba.

-Oh, vamos ¿Has visto a tu alrededor? Son gente de élite, obviamente iba a asistir.

-No estés tan seguro, tiene muchas admiradoras que están al pendiente de toda su rutina y nunca había estado en reuniones, al menos no de este tipo.

Seto Kaiba… Si no mal recordaba era heredero de KC, que inicialmente estaba enfocada en el espacio de armamento, hasta que tomó la cabeza de la corporación y se dedicaron especialmente a la juguetería, volviéndose socio con Ilusiones Industriales. Pero si decía Tea que hasta ahora se hacía presente en un evento así era por algo, usualmente los jóvenes son muy cuidados en todo el alto mundo, no se muestran de buenas a primeras si no es por una muy buena justificación. Al menos eso hacen sus tutores, cuidar su imagen hasta que estén listos, pero no parecía que ese joven tuviera eso en mente por el momento.

Tea hizo un puchero ­- ¡Siempre arruinando el momento! Se habla mucho de él hoy en día. Tiene una historia muy interesante del cómo llegó a ser dueño de su empresa. Además, nadie se imaginaría que es tan joven.

Yugi no se molestó en ocultar su desdén por aquella figura de negocios.

-Sí, seguro la tiene. Es sólo otro bastardo afortunado por su familia. No hay más historia que esa.

Tea estaba a nada de reclamar que hablara así cuando, después de la presentación formal, la música cambió a lo que se conoce en occidente como “la marcha nupcial”.

Nuevamente el público desvió su atención a donde apuntaba un reflector con espectro rosado, una de las entradas en donde se encontraba Duke junto un par de hombres, fue presentado al igual que los invitados de la mesa de honor y una vez terminaron de anunciarlo, se dirigió al centro de la pista de cristal en donde yacía una mesa de mantel claro y encajes dorados, frente a dicha mesa estaba lo que parecía ser el juez. Después los reflectores cambiaron a una esquina que había estado bien oculta y de un pequeño telón, que se abrió al compás de la música, salió Rebecca.

Yugi sintió como el piso bajo sus pies desaparecía al tiempo que un agradable cosquilleo le inundo iniciando del estómago hasta el pecho en donde el sentir el ritmo de su corazón le fue más que suficiente para saber que seguía vivo y que los ángeles existen, por unos segundos olvidó que era una boda, sólo existía esa adorable chica que escondía tras una máscara ese bello y angelical rostro y tras ese estorboso vestido un pequeño cuerpo que fue acondicionado para el ballet profesional. Y a cada paso lo sentía, sentía como aquella distancia entre ellos no hacía más que crecer hasta el punto de perderla de vista por el horizonte, jamás en su vida había visto un vestido tan grande y menos en alguien tan pequeña como ella. Un vestido con un bello degradado que iba desde el corsé en tono rosado hasta los bordes de la falda en forma de cascada hasta tornarse blanco, una inmensa falda que tenía un terminado en tela organza satinada que gracias a su exceso, daba la hermosa ilusión de espuma de mar o quizá de una nube.

Su conciencia le gritaba, le imploraba que desviara la vista, que no sufriera más, que buscara refugio, estaba por quebrarse.

Haciendo caso a sus instintos se deslizó como sólo él sabe hacerlo, en silencio, inadvertido y cual sombra hasta la salida al jardín, no podía ver a su Rebecca firmar aquella solicitud de matrimonio, ya era lo suficiente masoquista para haber asistido; en primera, en segunda, sus ojos escocían y lo que menos quería era que esas lágrimas corrieran frente a los presentes, claramente notarían que no son aquellas típicas de felicidad. Pero que más daba lo que pensaran o pudieran opinar aquellas personas que sólo veían por sobre cuantas propiedades o relaciones, tanto nacionales, como internacionales, sostenían los demás. Viviendo al acecho sobre esos pedestales de mármol blanco. No, él no valía esas soberbias miradas, ni siquiera por la complejidad de su labor o por la ridícula cifra de sueldo que adquiría, evidentemente era nada al lado de ellos.

Un poco de aire fresco le venía bien, al salir, conservaba la idea de que la temperatura sería helada, resulto ser inclusive más cálido que el interior. Había calefactor y no precisaba mantener un ambiente tibio, aunque analizando la situación, era obvio que estuviera frío dentro. Las esculturas de hielo debían durar al menos un tiempo al igual que aquel inmenso pastel de tonos rosados y esmeraldas.

Habría una tormenta, era más que evidente. Y muy probable, sería una eléctrica.

Las farolas que adornaban bellamente el jardín con un resplandor dorado eléctrico comenzaron a parpadear simultáneamente al tiempo que un espectro plateado atravesó el cielo, justo después una ráfaga arreció haciendo volar los pétalos del cerezo en un torbellino que, lejos de ser hermoso como cuando recién florece, era antiestético, violento y escalofriante. Para Yugi, quien ya estaba acostumbrado en algún sentido a ese tipo de ambientes, ya era como cualquier otro panorama, este, en específico acompañaba su desdicha. Llegó hasta el cerezo y recargó su frente en él, inhalaba hondo y exhalaba lento. No iba a aceptar que desde el momento en que entró a la fiesta se sintió intimidado, aterrado por la temática, no ver la cara de alguien de por si es preocupante y aunado a esas miradas, era tenebroso, el antifaz difuminaba cualquier personalidad.

-¿Disfrutando la fiesta, Yugi?

Sus instintos anunciaron peligro y los reflejos fueron más veloces que su oído.

-¡Woah! ¿Seguro que te registraron a la entrada? – Joey intentó dar unos pasos para alejarse de aquel filo que amenazaba en su yugular.

-¿Qué demonios haces aquí Wheller? – Yugi lo soltó despacio y guardó discretamente aquella miniatura letal en los pliegues de su atuendo - ¿Cómo entraste?

Joey le mostró un gafete, lo suficientemente grande como para que no le exigieran explicaciones las personas del cuerpo de seguridad.

-Digamos que mi trabajo me lo permite en cierta manera.

Ahora entendía porque le dejó de insistir para acudir a la dichosa ceremonia, el muy astuto ya tenía su entrada asegurada.

-En serio ¿Cuál es tu necedad por seguirme a todos lados? Un día de estos no me dejaras tomar una ducha.

Joey se mofó un poco por el comentario tan ocurrente de Yugi.

-No soy un vándalo, Yugi. Sólo alguien muy curioso.

-No se nota.

-Bueno ¿Por qué no estás adentro? Te perderás del evento principal.

Yugi se abstuvo de soltarle un buen puñetazo a la cara por su comentario tan punzante, se volvió al tronco y no se reprimió ese golpe, lo que guardó fue la fuerza con la que lo daba. Tampoco tenía muchos ánimos de lastimarse el nudillo, sólo quería irse a casa y olvidarlo todo, olvidarse de esa molesta sensación de opresión en el pecho, de tanta agua brotando de sus ojos, de tanto coraje con el conyugue de su querida Rebecca, de sentirse tan egoísta, de estar en las correspondencias. Quería mandarlo todo al carajo y rehacer por una vez su vida, desgraciadamente tampoco era viable que pudiera volver a hacer las cosas y le dolía no volver a ser la persona tierna y tímida que velaba por cualquier extraño… por esa actitud que lo llevó a sellar su destino en el asqueroso grillete que cada día le pesaba más y más. Si tan sólo no hubiese sido tan ingenuo, seguramente seguiría asistiendo al colegio, seguramente seguiría viviendo en paz con su abuelito. Y por primera vez en su vida se arrepintió de haber socorrido a alguien. La ilusión de enamorarse de alguien y unir sus vidas le parecía algo que sólo sucedía en los cuentos de hadas.

Joey por su parte prefirió no decir nada, ni siquiera a tocarlo se atrevía, recordó aquella miniatura filosa que guardaba entre sus ropajes. No era idiota, Yugi tenía habilidad y si él quería podría haberlo asesinado ahí mismo. Sabía perfectamente que su comentario hirió significativamente al menor, lo estaba viendo mostrando esa parte que ocultaba tras su habitación y en sus momentos de soledad, vulnerable a cualquier cosa. Pero era necesario, ya era tiempo que comenzara a quebrar esos muros tras los que se escondía el verdadero Yugi, aunque sabía también muy en el fondo que aunque lograra sacarlo de ahí, el verdadero Yugi, aquel del que su abuelo hablaba tan emocionado, ya no sería el mismo nunca más. Intentaba al menos lograr recuperar una parte valiosa de él.

El pronóstico de lluvia se dejó caer con toda la intensidad de la naturaleza, no sin antes anunciarse como toda una señorita educada.

Joey tomó a Yugi del hombro para indicarle que estaba ahí junto a él por si necesitaba algún apoyo moral.

-Vamos, no querrás mojarte.

Yugi limpió discretamente sus pequeños atisbos de lágrimas y siguió a Joey de regreso a la fiesta, después de haber dejado sus molestias al pie de aquel tronco, después de haber perdido, ante el mismo su distintivo, ese pequeño botón de rosa que ahora yacía abierto junto a los pétalos desperdigados en el jardín.

Afortunadamente para Yugi, lo peor había pasado. Ahora los invitados no dejaban de acercarse a la feliz pareja a fotografiarse y tener de que hablar en sus círculos sociales.

-¡Aquí estás! ¿Dónde te metiste? Te perdiste toda la ceremonia.

Tea se había acercado a Yugi en cuanto lo identificó entre el mar de máscaras pero vamos, era mil veces reconocible por ese extravagante cabello.

-Tuve que atender una llamada – no le importaba mucho mentirle a la chica, con que se mantuviera callada le bastaba.

-Qué mala suerte, oye ¿Quién es tu amigo?

-¿Amigo? – había olvidado completamente a Joey.

-¡Hola! Joseph Wheller, tú debes ser Anzu – Se presentó inmediatamente, si esperaba que Yugi los presentara, soñaba. Tomó la iniciativa.

La chica arqueó un poco su ceja por ser llamada por ese nombre, volteó a ver discretamente a Yugi, quien tenía una expresión de alma que lleva el diablo y sólo siguió la corriente.

-El gusto es mío, Joseph – Tea estiró la mano para estrechar la del rubio, acto que se vio extraño para el contrario pero de igual manera terminó aceptando el gesto de la chica.

-Joey. Dime Joey.

Yugi si estaba que ese día no podía ser peor, ahora dos de sus más grandes dolores de cabeza se conocían.

-Yugi me ha hablado mucho de ti, vaya… realmente no mentía.

-¿Eh?

-Verás, Anzu. No le creí a Yugi cuando habló de ti. Quiero decir, no ayuda mucho su actitud a relacionarse con los demás y menos con chicas tan lindas como tú.

Era un hecho que su don era la comunicación, Yugi, por su parte, caminó unos pasos para alejarse de sus molestos acompañantes. Necesitaba algo fresco.

-Bueno, eso es cierto. Pero es una gran persona – la chica le sonreía a Joey con un dejo de colegiala enamorada. Era alguien simpático – Cuéntame ¿Cómo se conocen ustedes?

-Somos compañeros de departamento.

-¿En serio? Nunca me ha hablado de ti.

No le extrañó al chico, entendía de por medio que Yugi no hablaba con nadie más que él y la chica.

-No me extraña, la verdad es que tampoco somos los amigos ideales. Nuestras responsabilidades nos absorben más de lo que deberían – y por esa inmersión hacía referencia al chico en cuestión, un “trabajo de medio” tiempo debía ser eso y no una jornada completa, y si su pequeño compañero nunca se hacía ver a luz del día definitivamente estaba el mil por ciento seguro de que no asistía al colegio. Divagó un poco al responder, sacudió su cabeza, no era tiempo para conjeturas de Yugi, no aún – Bueno ¿Tú como lo conoces, Anzu? – Tenía mucha curiosidad por averiguar su encuentro, que muy seguramente fue una fábula que escucharía con toda la atención del mundo. Más pistas sobre el pequeño tricolor podrían surgir en esa charla.

-No del modo con el que se supone conoces a alguien – se rio por recordar en ese instante su encuentro poco convencional - ¿No crees, Yugi? – No recibió respuesta y volteó en busca del mencionado - Espera ¿Y Yugi?

Ambo buscaron con la mirada al chico, había demasiada gente y él no era precisamente alguien vistoso por altura.

Yugi se escabullía fácilmente entre la multitud, paseando como alma en pena, sin un objetivo en mente o un destino, su paso de gato le daba la agilidad de evitar chocar con los presentes ¿Por qué? Ni él lo entendía todavía, tal vez la boca seca le llevó inconscientemente hasta la fuente en la que estaba la primera escultura de hielo, una bella bailarina de ballet que seguía en perfectas condiciones gracias al clima. No se lo pensó mucho y tomó una copa con un líquido celeste en ella.

“Bueno, a tu salud, querida Rebecca”.

Alzó la copa en dirección a donde la chica de sus pensamientos se encontraba y bebió hasta dejarla vacía. Un sabor dulzón le recorrió las papilas gustativas, definitivamente eso era delicioso, entonces recordó aquella noche de sangre y persecución que parecía no acabar en sus sueños. Pero esta noche se postulaba para grabarse como aquella noche de estrellas, lluvia y un dulce corazón roto. Y así iría contando las noches más significativas de lo que restaba de su vida, si es que aún tenía una por delante. Dejó que lo memorable fueran las noches y no los días, porque fue una mañana en la que decidió aventurarse a los barrios bajos de Domino. Definitivamente las mañanas eran aborrecidas a conciencia.

¿Y por qué no disfrutar aunque fuese un poco la velada? Después de todo… ¿Qué más podría salir mal?

-¡Aquí estas! ¿Vienes sólo o qué? – Tea le había dado alcance después de buscarle junto a Joey.

Yugi no dijo nada, inclusive se atrevió a responderle tranquilo y con una sonrisa suave en los labios – Disculpa, tenía sed – Y le mostró la copa que recién había tomado, para después tomar otra y ofrecérsela a su amiga.

-¡Ah, no! ¿Es sake? – declinó la copa, no toleraba el alcohol.

-No, el sake es blanco, esto es un coctel americano y es uno de los mejores que puede haber – contestó Joey después de tomar la copa que su amigo le había ofrecido a Tea.

-Por cierto, Joey ¿Por qué sólo portas el antifaz y no un traje completo? – Hasta Yugi había pasado por alto aquel detalle, iba con un traje de lo más sencillo, que aseguraba, era de segunda mano. Pero era sencillo darse cuenta que no era un invitado, prefirió que el mismo Joey contara su versión.

-Pues la empresa nos dejó venir con tan de portar algo “decente” para colarnos un poco, gracias a que no es una revista amarillista, fue que me permitieron el acceso.

-¡Trabajas en una imprenta! Eso es genial, Joey, tu vida debe estar llena de casos interesantes.

-Sí, algo así.

El ambiente que armaron sus compañeros, le relajó.

-¿Cuándo creen que vayan a servir la cena? Muero de hambre – Joey no estaba “técnicamente” invitado pero le darían un pequeño refrigerio.

-No creo que demoren mucho, parece que una vez termine la sesión fotográfica, darán inicio ¿No tomarás fotografías, Joey? – la chica apuntó a la cámara que llevaba colgando.

-No se me permite fotografiar a personas que no sean los de la mesa de honor y claro a la feliz pareja.

-Si te pido la foto no estaría infringiendo tu reglamento ¿No? Además dudo que una ocasión así se repita.

-Siendo así, creo no hay mayor problema, es bajo tu consentimiento de todos modos – Destapó la lente de la cámara mientras la encendía esperando por la señal de Tea.

-Olvídalo, me veo ridículo.

Tea pellizcó levemente las mejillas de Yugi que quedaron rosadas por la acción.

-Te ves adorable, así que si no quieres sonreír está bien. Pero déjame conservar algo de esta noche ¿Sí?

Era increíble que considerara aceptar, aceptó pues al fin y al cabo él no tendría que tener la imagen en un marco de su habitación, estaba decidido a olvidar la ceremonia apenas salieran. Nunca había deseado con tanto fervor una amnesia selectiva, había muchas malas experiencias que seguía persiguiéndolo en sus pesadillas, en esos interminables sueños donde ya no podía tener un buen descanso sin levantarse para abrazarse a sí mismo, para ver el retrato de su abuelito a través de las lágrimas que no lograba contener en la oscuridad, para recordar por quien podía sacrificar todo, para recordar que seguía vivo.

Sólo tuvo que colocarse al lado de su compañera con la mayor inexpresión posible mientras que ella sonreía abiertamente a la cámara. Al momento en que Joey tomó la fotografía un par de campañillas sonaron para anunciar la hora de la cena, un toque europeo.

Los presentes tomaron asiento en sus respectivas mesas.

-¿Qué harás por lo mientras, Joey?

-Me darán algo en el restaurante del hotel, afortunadamente corre por cuenta de los anfitriones. Los veré luego ¿Vale?

El restaurante quedaba al otro extremo del hotel así que no podía escuchar mucho el bullicio del salón.

Por lo mientras, Yugi y Tea evadían cualquier mirada fija en ellos, tampoco les encantó la idea de hablar nimiedades en la mesa. Para cuando llegó la comida, para Yugi fue una travesía averiguar que tenedor y cuchara usar, pero bastaba con observar de reojo a su amiga que tenía un amplio conocimiento de la materia, como acomodar aquella tela que parecía un pañuelo, encontrando ser una “servilleta” y cómo tomar la copa de vino. Un vino rosado con espuma, perfecto para acompañar el salmón y un poco de caviar.

-¿Entonces no tomas alcohol pero si vino? – intervino una vez tomó el primer sorbo de la delgada copa.

Tea limpiaba la comisura de sus labios con la tela.

-¿Quién dijo que iba a beberlo? No tolero en general el alcohol aunque digan que la dieta del mediterráneo sea una de las mejores y más adecuadas incluyendo un poco de vino. Si vuelve el mesero pediré una copa de agua.

-Irónicamente sabes mucho del tema y no lo disfrutas.

-Sí, desgraciadamente lo sé y eso me ha ayudado bastante en los lugares a los que voy.

Yugi lo sabía, la vida de su amiga era una completa travesía en donde había de todo un poco. Quedó un poco pensativo, definitivamente compartían un sin número de cosas en común y tal vez por ello la dejó acercarse un poco a su retorcida vida.

-Hey ¿Qué ocurre? ¿Algo no te agradó de la cena? – preguntaba la chica al ver la taciturnidad de su amigo. Este solo sacudió la cabeza para negar y continuar comiendo hasta que una sacudida en su hombro lo regresó a darle atención a su acompañante.

-¿Ahora qué quieres? – preguntaba molesto.

-¡Mira allá!

Señalaba el centro del escenario en el cual ninguno de ellos reparó sino hasta hacía unos instantes. Durante el tiempo de la cena, el escenario no se quedó sólo y sin vida, al contrario. Hubo un espectáculo de luces, de contorcionismo y una chica que cantó divino. El evento que más inmerso dejó a Yugi fue el de contorcionismo, no sólo era dislocación de partes del cuerpo, también eran trucos de magia, magia peligrosa, fuego, objetos filosos y equilibrio. Pero lo más impactante del asunto fue la aparición de un chico de larga cabellera castaña ceniza tras la peligrosa actuación de una caja mágica con cuchillas alrededor. Claro, siempre portando de mínimo un antifaz. Pero algo de aquel chico no le dejó tranquilo, tenía la corazonada de ser una mirada familiar.

Los chicos hicieron su respectiva caravana al terminar su espectáculo y salieron por la puerta principal con el fondo de cientos de palmas tras su admirable talento.

-Fue increíble ¿No crees, Yugi?

Este no contestó, no estaba del todo cómodo, Tea no insistió más y dejó pasar la pregunta.

Una vez concluida la cena, el salón se llenó de una tenue luz platinada y comenzaron los músicos a tocar un ameno vals.

-¿Bailas?

-Lo siento, Tea. No bailo.

-¿No sabes o no te gusta?

No tenía mucho ánimo de mentirle en ese instante.

-No disfruto hacerlo.

Los primeros en tocar la pista fueron Rebecca y Duke, el primer vals como pareja, Tea observó aquella mirada lejana de su amigo.

-Si quieres bailar aunque sea una y última vez con ella, tienes que comenzar a disfrutarlo aunque sea un poco ¿No crees?

La frase la pareció lo más irónico de la vida, después de todo Rebecca era su pequeño secreto.

-¿Tú sabes?

-Claro que sé – Dijo muy segura de sí bajo una mirada inquisitiva de Yugi con la sospecha de que sólo alardeaba, Tea se encogió de hombros, sonrió y aclaró – lo básico.

¿En serio podría homogenizarse con el ambiente lo suficiente en un par de piezas antes de tomar el valor de invitar a Rebecca? Una vez que terminó la pieza de la pareja, inmediatamente comenzaron otro vals clásico.

-Venga, vamos.

-De acuerdo.

Yugi se incorporó y estaba por caminar hacía la pista cuando sintió un jalón en su ropa.

-¿Ahora qué?

-Tú tienes que pedirme la pieza – Yugi hizo una mueca de fastidio – es regla de etiqueta en el baile – le insistió ante su bufido.

Yugi extendió su mano para que la tomara su compañera y así dirigirse finalmente a la pista.

-Iremos lento, más te vale no pisarme.

La mirada violácea del chico se tornó seria y centró toda su atención a sus pies, de vez en cuando volteaba de reojo a los hombres que bailaban a su alrededor. Los pies fueron sencillos de acostumbrar al ritmo, claro, después de un par de pisotones a su compañera; era más sencillo de lo que esperó, uno, dos y tres. Nada más.

-Eres terrible en esto.

-¿Tú crees? Hace tiempo que no lo hago.

-Créeme, no se nota – Ambos sabían que era sarcasmo – Bueno ya tienes lo básico. Prosigamos a las vueltas – al ver el rostro retraído de Yugi – Tranquilo, sólo márcalas con el movimiento de muñeca.

Los primeros intentos de giros fue peor de lo que esperaba, si no era como acomodaba su brazo, era la fuerza con la que presionaba la mano de su compañera, quien le dijo múltiples veces un “con delicadeza”. Estética, algo que no se adaptaba a él para nada. No se daría por vencido tan fácil, si podía escapar de armas mortales, podía aprender un par de giros en el vals sin perder la coordinación con sus pies.

Cuando finalmente terminó la pieza, ambos respiraron aliviados. Fue como haber corrido una maratón.

-¿No vas a preguntar tu resultado?

Yugi jadeó – Basta con ver tu rostro para saberlo.

Esta le dio una ligera palmada en la espalda para reconfortarlo, había hecho un progreso gigante en minutos, claro que necesitaba más coordinación y estética en sus movimientos, como mucho, ya podría bailar sin pisar a Rebecca o hacer el ridículo.

No quería seguir practicando, necesitaba espabilarse un poco y buscar el momento indicado para acercarse a Rebecca y pedirle una pieza, aunque parecía imposible. La chica iba de un lado a otro sin parar con ese inmenso vestido que cada vez que lo veía le daba un ligero mareo por su extensión.

Caminó hasta un rincón del salón para estar un momento a solas, tanta gente le estaba causando claustrofobia y se sentía ligeramente desubicado, se recargó en una pared junto a un arreglo floral, buscó a su amiga en donde estaba su mesa y la encontró hablando amenamente con un sujeto desconocido pero de buen porte.

-Con-mo-ve-dor.

Para cuando reaccionó ya tenía la punta de un picahielos en su costado, luchar era muerte segura en el lugar aunque hubiera civiles. Respiró hondo, estaba al borde de la hiperventilación, su alma se fue a los pies y si no creía en alguna deidad divina, era tiempo de encomendarse a una.

-Todos tenemos cosas que nos hacen sufrir y por quien daríamos todo, Yugi. Tu abuelo… Ese dulce ángel rubio que va de un lado a otro en el día más feliz de su vida y esos chicos que te acompañan esta noche.

La mención de su enamorada y su abuelito lo dejaron totalmente mudo y con un dejo de ansiedad, además de la boca seca, ya sabía casi, si no es que todo sobre sus círculos cercanos. Se maldijo mil y una veces en su mente, se daba golpes a sí mismo recriminándose el que dejara entrar a Joey, a regañadientes, y Tea a su vida. Ahora ellos estaban en la mira de un sujeto que en sus vidas imaginarían.

-Menuda sorpresa saber que aquella encantadora niña te tiene de un ala ¡Quién lo diría! Ya no tendré que encargarme de ella para comenzar mi pequeño juego, ya debes estar sufriendo lo suficiente por ahora – la voz rio sutilmente – Imagino te preguntaras muchas cosas pero pequeño demonio con cara de ángel, vayamos por partes, el camuflaje es una de mis especialidades. Parece que Pegasus tampoco me reconoció en seguida – dejó escapar un pesado suspiro – Y yo que me esforcé en esa presentación de magia, pero estaba tan cómodo hablando con aquella inmensa mujer que no dejaba de acosarle.

Yugi estaba completamente tieso, petrificado y todos sus sinónimos posibles, lo único que le quedaba era escuchar y buscar con la mirada que Joey no se percatara de su situación, o Tea. Aunque el primero aún no hacía acto de presencia en el salón desde el inicio de la cena… un ligero mal presentimiento le desencajó el rostro en angustia.

-No desesperes, hoy no me apetece derramar sangre.

-Entonces puedes soltar el pica hielo – finalmente se atrevió a decir algo, algo no precisamente muy inteligente.

-Sigues sin aprender ¿Verdad? Alguien necesita modales – Y ejerció más presión en el punto de su costado al punto de perforarle la piel.

Yugi reprimió un quejido ronco y lastimero que amenazaba por abandonar sus labios en cualquier instante.

-Sabes… serías un desperdicio. Evidentemente eres un desperdicio de potencial, eres hábil, pequeño y escurridizo. Un buen ejemplar, y no sé. Tal vez reconsidere pasar por alto tu exceso de confianza ese día.

Su piel se erizó desde la punta de sus pies hasta la cabeza, la sola idea le pareció una locura inimaginable.

-Mi respuesta es no.

-Shh, no te estoy pidiendo una respuesta inmediata. Estoy siendo condescendiente, piensa bien que te conviene para ver bien a quienes te importan – Aflojó la presión en el pica hielos y lo retiró casi por completo – Es una oferta ilimitada, así que cuando quieras… ven y búscame.

-¿En serio crees que te buscaré?

-Sé que lo harás tarde o temprano, ya verás. Disfruta la fiesta, puede que no dure para siempre.

Así, como un suspiro, como un soplo, desapareció aquella figura entre sombras y personas.

Respirar nunca le había parecido tan vital, lo necesitaba más que nunca además de un catre en el cual tirarse en ese instante, apenas sentía sus piernas y el pulso de su acelerado corazón. El miedo que suprimía día a día frente a las múltiples persecuciones e intentos de asesinato se hacía presente y con creces. No se consideraba una persona valiente, en absoluto, pero podía serlo por él y su abuelito, ahora un inmenso poder interior le gritaba un “basta” y a la vez un “resiste”. Su corazón y su conciencia se debatían el control de su cuerpo sin él ser partidario en la decisión. Efectivamente tenía mil y un preguntas que conforme lo analizaba cobraban sentido. El que entrara desapercibido era lo más fácil del asunto, inclusive Yugi mismo lo había hecho un par de veces en ciertas tiendas comerciales en busca de su receptor, hacerse de una identidad falsa comprobándola con dotes que se dicen tener te dan más esencia que un simple nombre y palabras. No era necesario una inspección sobre quienes participarían en el espectáculo, a fin de cuentas sólo eran un grupo de talento. Las aptitudes del asesino con los objetos de filo, le dieron más que razón para realizar su show a la sombra de un inofensivo grupo de talento, un cambio de apariencia le daba pase a casi cualquier sitio en el lugar. Inmediatamente una pregunta clave surcó su mente en un instante de revelación… ¿Acaso la planeación de la fiesta fue improvisada o todo estaba fríamente calculado ante cualquier incidente que involucrara a Bakura? Es decir, él y Pegasus eran en incentivo perfecto, en todo caso ¿Por qué Pegasus estaba con la guardia baja? ¿Por qué Bakura no se acercó al empresario? Eventualmente todas sus conjeturas y preguntas sin respuesta lo fueron agotando hasta el punto en el cual estuvo por desvanecerse. Era tiempo de regresar a casa, algo no le sentaba bien en su estómago, quizá por el estrés, quizá por el terror que implicó aquel encuentro, no lo sabía, sólo quería descansar.

No le importó avisar a ninguno de sus acompañantes que se retiraba, además de que a Joey no lo había visto desde la cena y Tea estaba más que encantada de la fiesta. No tenía ánimos de dar explicaciones para salir, su costado comenzaba a doler tanto más de lo que esperaba, llevó una de sus manos al sitio en que sentía la molestia y no le fue sorpresa que a través de esa tela sus dedos se tiñeran de un acuoso color rojo. No sentía tan profunda la herida, pero no estaba seguro hasta qué grado llegó la punta. Buscó en la mesa de licores más cercana, encontrando una pequeña copa de sake que ingirió de un solo sorbo para así dirigirse con la mejor postura posible a la salida y evitar sospechas de su mal estado.

Ya estaba a unos cuantos pasos de la salida a la recepción del hotel cuando una voz familiar seguida de un jalón en su manga lo detuvo.

-¿Te vas tan pronto, Yugi?

Giró sobre sus talones para encontrarse con la anfitriona de la fiesta esperando encontrarla al lado de, su ahora esposo, Duke. No creyó encontrarla sola pero resguardada por un par de gorilas con gafas e intercomunicadores además de presentar un cambio muy notorio de atuendo, el extenso vestido que llevaba desde el inicio de la fiesta ahora era uno completamente diferente, corto y similar a un tulipán por la forma de pétalos en la falda y un degradado azulino claro por los bordes, sin eclipsar el blanco.

-Me he sentido mal por unos instantes, quería aire fresco.

La gran ventaja de su mentira piadosa era el hecho de que el jardín no era opción pues la lluvia que había comenzado hacía un par de horas no amainaba ni un poco.

-¿Bailarías conmigo?

Olvidarse de los problemas del mundo y preocuparse por los suyos no era tarea sencilla pero algo de las palabras de esa adorable chica pecosa y ojos igual de expresivos a los de él le hacían olvidar que el mundo podría estar sumido en un caos y sólo tener ojos para ella.

-No podría negarme, Bekki – Ni aunque su vida dependiera de ese último instante, estaba dispuesto a toda petición de la chica.

La emoción de Rebecca le llevó a tomar la mano de Yugi.

-¡Vamos!

Así, Yugi regresó junto a Rebecca al salón.

Tan sólo llegar un par de pasos al salón y una canción ya conocida por ambos comenzó, tenues atisbos de violines acompañando al protagonista de la melodía, un piano suave y fuerte con ritmo constante.

Caminaron hasta el centro de aquella pista de cristal bajo cientos de miradas curiosas por el nuevo acompañante de la chica, gracias a su antifaz nadie recordaría su rostro… pero tal vez su cabello sí ¿Qué más daba? Yugi se lo preguntó un par de veces: ¿Por qué Duke no estaba con Rebecca?

Desde el momento en que pisaron el salón ya habían dado inicio a la coreografía, con pasos lentos y un par de vueltas con poses peculiares llegaron al centro donde comenzaron la segunda parte de la canción.
Frente a frente comenzaron simulando un espejo donde predominaron movimientos de brazos y conforme subía el volumen del piano, sus movimientos se hacían fuertes y precisos.
Cuando los violines comenzaban a hacerse más perceptibles en la melodía pero no lo suficiente como para apoderarse de ella, Yugi colocó una de sus manos sobre la espalda baja de Rebecca manteniendo la distancia que marcaba la extensión de su brazo y valsearon de un lado a otro. Giraron sobre su mismo eje a un tiempo lento y conforme subían los violines esos pasos se volvieron más y más veloces hasta el punto en que una depresión en la línea que seguían aquellas cuerdas con el arco, llevó a Rebecca a deslizare sobre la mano que sostenía su espalda para hincarse y sobre su mismo eje girar al tomar la mano de Yugi que anteriormente la sostenía, incorporarla de nuevo pero teniendo de frente su espalda para tomar sus brazos extendidos a los costados y dejar que su peso se recargara en él al momento en que iniciaba un giro con la chica en sus brazos sin que esta tocara el piso. Una vez tocó de nuevo el suelo tomó impulso sobre el mismo pie para flexionarlos hacía sí y dejar que la fuerza centrífuga hiciera volar la tela del vestido. Tras un par de vueltas aterrizó nuevamente en el piso para comenzar con una secuencia de movimientos con los brazos, alejarse un poco y seguir simétricamente con la continuación de la coreografía entre ciertas maniobras veloces contrastando con algunas lentas que les secundaban.

Esa había sido la primera parte de la canción y entonces retornaron al centro para comenzar de nuevo, esta vez al compás de un suave, dulce, grave y melancólico piano para después ser, un ritmo que ya habían asimilado hacía tiempo atrás, los únicos temas que acompañaban una dichosa velada en la cual por unos instantes pudo olvidar era una boda, agradecía los antifaces, así sus ganas de romperle la cara a Joey y sobre todo a Devlin disminuían considerablemente, el bailar ahora con su querido ángel dorado le devolvía esa chispa de felicidad que se podía dar de vez en cuando, una que no podría durar para siempre, una que amenazaba con extinguirse a la media noche.

-¿Lo recuerdas Yugi?

 

“Sus memorias lo llevaron a aquellos días en que conocía a Rebecca en el centro de correos, sus primeras charlas, aquellas en las que paulatinamente el chico se convirtió en su compañero de baile. Ya antes mencionado que en su infancia, Rebecca soñaba con todo el corazón bailar ballet profesional, un sueño que con el paso del tiempo se convirtió en un pasatiempo que atesoraba más que a nada en el mundo. Eventualmente el vals llamó tanto más su atención y al combinar ambas partes se descubrió dichosa, sin embargo, el encontrar un compañero de baile constante resultaba tarea difícil. La mayoría de los chicos a los que solicitaba no resultaban buenos candidatos, hasta que conoció al pequeño de ojos violáceos, quien no se negó en acompañarla en sus ratos libres a practicar.”

 

-¿Cómo no acordarme? Era un desastre al inicio.

 

“Tomó un poco de tiempo el enseñarle a moverse y para sorpresa de ambos, Yugi tenía habilidad. Quizá era práctica y costumbre el aprender de prisa movimientos nuevos…
Rebecca era paciente y lo motivaba cada sesión argumentando que sus progresos eran impresionantes y dentro de poco ya podrían montar una coreografía.

-Pero yo no puedo aprender tan rápido ballet como tú – decía en su defensa al ver las flexiones de la chica.
-No es necesario, con lo básico que sabes podemos sacar algo.”

 

-Pero aprendiste rápido.

Y así fue como montaron una coreografía sencilla, exactamente aquella que en esos instantes se encontraban ejecutando con todas las emociones que implicaban los movimientos pues contaban más de lo que parecía. Era su historia, una que tenía un buen inicio, casi como todas suelen ser pero el final daba mucho que desear, o eso es lo que Yugi tenía en mente pues no fue de nadie más la intromisión que la de su propia mano.

 

“Por un par de meses, y cada que Yugi podía, acompañaba por las tardes a Rebecca en aquel espacio que había acondicionado para practicar, espejos, barras y un piso cinético. Era divertido y a la vez ese sentimiento de Yugi no hacía más que crecer y crecer hasta pensar en la posibilidad de que Rebecca sintiera lo mismo, es decir, el baile es propicio a desencadenar emociones más allá de la interpretación, con la pareja de baile así que en un rincón de su psique pudo intuir que la chica lo sabía. Por nada eran esos pasos de tan íntima cercanía, cabiendo destacar que eran de su autoría.”

 

Ahora,  al igual que en un cuento de hadas, sentía que la perdería para siempre pero no por saberla casada sino por un presentimiento extraño que acompañaba la intensidad de la canción. Además de no haber antagonistas en su historia más que su despiadada suerte 

En aquellos momentos de ensayos surgió un atisbo de esperanza para el corazón de Yugi y bien podía ser un despistado pero no era tonto, comenzaba a sentir que aquellas aproximaciones con su compañera de baile ya no eran solamente por la coreografía sino por algo más que tenía la sensación de que se debía a un posible chance a estrechar su relación en un pequeño paso que nunca llegó.

 

Entre vueltas y vueltas alrededor del espacio destinado a la práctica y ensayos, un pequeño y torpe tropiezo nada disimulado por parte de Rebbeca dejó a Yugi con un debate interno ante la cercanía con esos adorables ojos que brillaban ante los suyos como esas estrellas que habían visto en una de sus salidas al planetario. Tragó en seco sintiendo como con cada latido perdía la fuerza de voluntad por evitar buscar esos delicados labios que exhalaban un tibio susurro de su nombre muy cerca de sus pómulos ¿Qué se supone que debía hacer? Estaba muy tentado a cortar esa distancia, de hacerse de su boca y tomarla entre sus brazos para jamás soltarla ni aunque la vida le costara, entonces recordó que hacerlo sería condenarla a una vida que no merecía, a un destino que podía ser más brillante de lo que su pequeño y deforme mundo podía ofrecerle. “

 

 

Recordar que desde ese día había dejado de acompañarla a los ensayos y prácticamente despareció de su vida le escocía en el alma pero a la vez sabía que era lo mejor para ambos. No quería comentar la situación, menos ahora que la sabía ajena no podía hacerle pasar un rato amargo.

-No has cambiado nada, Yugi. Lo sigues haciendo bastante bien.

-Eso creo, después de todo tuve una buena maestra.

Era el peor de todos los tiempos, o algo así le dijo Tea. Sin embargo ahí estaba, dando lo mejor de sí para tener el mejor recuerdo de su vida, el mejor tesoro, ese que nadie puede ver ni quitar. La molestia de su costado comenzaba a pasar a segundo plano con cada segundo que pasaba, sabía y estaba consiente que dejar pasar la herida le suponía una recaída en cuanto la sensación de adrenalina mermara y dejara al dolor recorrer hasta su sistema nervioso, a juzgar por la ligera cantidad de sangre que manchó su mano antes de intentar retirarse, podía aguantar un poco más sin shockearse por la pérdida de sangre.

Al ritmo del piano y a la melodía del violín la enrollaba en su brazo para después volverla a deslizar por el mismo, haciendo un bello vuelo del vestido. El mundo dejó de existir a su alrededor, sólo eran él y su querida Rebecca. La unión de sus palmas para girar el dirección contraria, esas pequeñas caravanas que acompañaban la temática del momento, una coreografía excepcional que nadie más imitaba gracias a su grado de complejidad, Rebecca sonreía alegre, en verdad la estaba pasando de maravilla con su pequeño amigo, ni siquiera su querido Duke tenía tanto porte, elegancia y maestría para esa danza, no se quejaba, estaba dispuesta a enseñarle cada movimiento, cada vuelta y cada estilo aunque no fuera lo mismo que con Yugi.

 Cuando Yugi la escuchaba hablar sobre sus pasiones como la danza clásica o el ballet, podía ver ese brillo tan profundo en sus orbes azules, en esos lindos lagos que entre más observaba crecían hasta convertirse en dos grandes océanos en los cuales navegaba hasta en sus sueños, anhelando que esas bellas joyas lo vieran con ese sentimiento con el que hablaba de sus sueños y grandes aficiones.

-Rebecca…

-¿Sí, Yugi?

La distancia a la que estaban les permitía hablar casi a susurros pese a la frecuencia con la que resonaba el lugar bajo el bello vals.

-¿Por qué no seguiste con el ballet?

La nostalgia aparcó su rostro seguido de la más dulce de las sonrisas del mundo.

-No era mi único camino a mi vida feliz, Yugi.

La música bajó el volumen para rematar con tonos aún más altos en tono grave. Ya estaba cerca el final de la canción, los violines cobraron fuerza en el clímax de la pieza y tal cual el día en que Yugi dejó de ir a bailar con Rebecca, apareció un abrazo inesperado que no dudó un segundo en corresponder después de todo era una clara despedida. Procuró no estrujarla tanto para evitar que tocara ese punto que por alguna razón comenzó a llamar su atención por la punzada que le producía, aspiró por última vez la esencia de su cabello, Rebecca era un poco más baja que Yugi, cosa que le permitía recargar su mentón a la altura de su frente. Hasta ahora no recordaba un abrazo más reconfortante, repentinamente su pulso se disparó a los cielos no sin antes decaer para tomar fuerza al sentir como el apretujón del mismo disminuía, tal vez la chica quería separarse y él no la soltaba pero simplemente no podía ignorar el hecho de que prácticamente estaba sosteniendo todo su peso en sus brazos. La apartó con cuidado para retirar con delicadeza el antifaz y encontrar sus ojos cerrados en una expresión completamente relajada.

-¿Rebecca?

Tenía miedo de decir si quiera su nombre pues no respondía, no tuvo ni tiempo de verificar que siguiera respirando cuando fue apartado bruscamente por uno de sus guardaespaldas que llegaron de inmediato al notar que algo no iba bien con la chica a su cargo. Así como una explosión, el dolor de su costado lo abordó en cada fibra de su piel, el aire que respiraba ya no era gélido, no era un aire agradable al olfato sino uno caliente y pesado que con el paso de los segundos regresaba sus sentidos a la normalidad para verse entre sombras deambulando sin control, lamentos y sirenas que creaban un réquiem de zozobra.

Notas finales:

=w= no diré nada más que la referencia al lugar es esta:

http://www.princehotels.com/newtakanawa/meetings-banquet/hiten-main-banquet-hall/

 


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