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Correspondencia Ilicita por Dtzo

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Quiere morir.

La cabeza le punza, el estómago se le revuelve y el sueño lo tiene exiliado de su reino para dejarlo a su deriva en la realidad de un avión comercial.

- ¿Seguro que fue una buena idea?

-Cierra la boca, Mahad.

El joven no está de humor para responder las bromas de su mano derecha, sólo quiere pisar tierra y jamás tener que volver a viajar en vía aérea que a decir verdad esa era la primera vez. Primera y última se juraba y perjuraba por Ra, Osiris, Seth y todos sus dioses habidos y por haber en Egipto.

Le había tocado ventanilla, pero inmediatamente intercambio lugares con Mahad al tener que correr innumerables veces al sanitario en busca de un sitio donde regurgitar sin incomodar a la tripulación. Además de esconder su vergüenza en el pequeño cubículo de la cabina. Quería morir, tenía hambre, sueño y una jaqueca que le daba ideas de tomar el primer paracaídas que encontrara para lanzarse sin importar en que recóndito lugar del planeta aterrizara, mientras fuera tierra para él le iba de perlas. Hasta que recordaba que tenía una cuenta pendiente con su padre y otra con cierta chica que esperaba con notable angustia y molestia su regreso a África.

-Joven ¿Puedo ofrecerle algo para su malestar?

La boca de su esófago dolía como nunca, ya no tenía nada que devolver realmente, además de sentir la boca llena de saliva escatológica, por su ácido gástrico, estaba pálido y ojeroso. La azafata le tendía un vaso con agua y una píldora que no dudó en tomar con calma para no incrementar su molestia. Era un hecho, se enfermaría apenas llegara a Japón. Algo se lo decía.

La siguientes diez horas no pasaron mejor pero sin duda alguna el malestar disminuyó notablemente. Pudo conciliar el sueño y comer algo sin devolverlo. Eran nuevas experiencias para él desde no gozar con las comodidades a las que se terminó acostumbrando los últimos años de su vida. Cosa que en algún aspecto extrañaba a su compañero. Razón por la cuál había pedido que Mana investigara un poco sobre su extraño comportamiento resultando todas sus sospechas ciertas, esperaba que con ese viaje recapacitara un poco siquiera o que recobrara la memoria.

Las tierras niponas los recibieron al medio día con un clima húmedo, ligeramente nublado.

La cara de Atem era un poema, además de que el cuerpo le temblaba y sentía que en cualquier momento desfallecería; se aferraba de vez en cuando a Mahad al sentir que perdía el equilibrio o que la vista se le nublaba ganándose miradas curiosas de mucha gente, algunas que al instante desviaban la vista y seguían en lo suyo al darse cuenta que eran extranjeros pero otros cuantos eso les atraía más, inclusive a los extranjeros americanos que lograban identificar y es que sencillamente se cumplió lo que él mismo pronosticó; se resfrío. Ya tenía el cuerpo cortado y una ligera febrícula. 

No demoraron mucho en llegar al hotel donde tenían su reservación, en las cercanías había muchos centros comerciales. Lo cual significaba que no habría total tranquilidad sino en la habitación del hotel.

-Quiero morir.

Habían puesto apenas un pie en la habitación y Atem ya se había tirado sobre la primera cama matrimonial que vio, arropándose cual oruga.

-Un poco de descanso, un par de días y estarás como nuevo. No es la primera vez que viajas a Asía.

-No recuerdo alguna otra en particular…

-¿Qué acaso China no cuenta?

Aquella había sido tal vez una excepción sumamente importante de la cual tenía una laguna mental y uno que otro fragmento de lucidez donde no veía más que desierto al igual que en su amado Egipto.

-Supongo que sí… Pero en aquella ocasión no viajé en avión.

Había sido un largo trayecto de meses en transporte marítimo; otra pésima experiencia que no deseaba volver a repetir, transporte terrestre y largas caminatas a las cuales estaba más que acostumbrado, aunque justo en ese instante no pudiera apreciar la satisfacción de una buena caminata. Sólo quería dormir para no resentir tan conscientemente los malestares azotando sin piedad su cuerpo.

-Bueno entonces relájate, tenemos una semana hasta que se lleve a cabo la reunión.

Para entonces Atem ya viajaba en su quinto sueño con ciertos espasmos involuntarios.

 

Con el paso de los días la salud del joven egipcio mejoró al igual que su estado de humor, tan sólo a mitad de semana ya se encontraban dando un paseo discreto por la zona buscando adaptarse al nuevo estilo de vida que llevarían por cierto tiempo. Pese a que su japonés no era del todo perfecto podían apoyarse con el inglés. Claro que eso no quitaba que tuvieran diario sus lecciones, por el lado de Mahad; Atem de algún modo ya había tenido clases previas de japoés hacía mucho al igual que chino, con el tiempo cargó más importancia al segundo que al primero, ahora lamenta un poco el no haber continuado con sus lecciones de japonés en su momento.

-¿Has recibido noticias de mi padre, Mahad?

En la intimidad de la habitación es donde tenía la suficiente confianza para hablar del tema con su acompañante.

-No realmente, sólo los informes que ha redactado. Igual debemos mantenernos en contacto lo menos posible. Fue tu idea.

-Sí y ahora comienzo a arrepentirme un poco.

Temeroso, así no solía ser Atem pero desde el avión se había comportado como un niño mimado dejando de lado esa gallardía que rebozaba en Egipto.

-Muy tarde, el plan es perfecto. Él estará bien, no te preocupes demasiado. Por cierto… Hay algo de lo que he querido hablar contigo desde hace un par de meses.

-Dime.

-No es de mi total atención, lo sé, pero me inquieta saber lo que ocurrió en el desierto de Gobi.

-Una persecución, contrabandistas ¿Por qué?

-Sé lo relevante, me refiero a alguna situación en particular con tu compañera, en el trascurso de la misión o después. No has sido el mismo desde ese día.

-Tal vez tuve una revelación. No sólo estuvimos en Mongolia, también en la cordillera del Himalaya.

Era inútil, así no conseguiría la información que realmente le interesaba.

Conocía a Atem desde la infancia y nunca mostró algún complejo de timidez o inseguridad en sus palabras. Lo vio crecer, entrenando y de vez en cuando se ofrecía a cuidar de él tras aquellas misiones tan altruistas que ya no correspondían a sus deberes. Cuando tenía catorce fue que llegó aquella chica que ahora parecía ser la responsable de su nueva personalidad, no quería escatimar sospechas puesto que no era una chica cualquiera sino la hija de uno de los empresarios más cercanos al señor Aknamkanon, así pues, se inició una amistad entre sus hijos. Para ese entonces su relación entre él y Atem se distanció un poco, Mahad no podía seguirlo a donde fuera ya que la mayoría sus labores eran de peso administrativo; así que no podía seguir sus pasos o conocer la relación de aquellos temerarios jóvenes.

-Supongo que un tiempo fuera de casa te deja ampliar tu visión ¿No es así, Atem? Me alegra que sea eso y no algo serio. Sabes que puedes contar conmigo para cualquier circunstancia.

-Lo sé y lo aprecio, Mahad.

Sentía que era un hermano mayor cuidando de él y de Mana, independientemente de sus labores, el cuidar de los menores era algo que no cambiaría por nada en el mundo. Tal vez por eso hasta entonces se mantenía trabajando para Aknamkanon aún cuando le ofreció un mejor puesto. Se pregunta mucho el porque no ha tomado cursos de defensa personal, dentro de sí la respuesta era obvia: Atem puede defenderse solo.

Aunque en ese preciso instante parecía un niño curioso sin la menor idea del significado de la palabra “prudencia”.

 

CONTINUARA.

Notas finales:

=w= ... un poco de suspenso no hace daño a nadie <3


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