Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Antes de que muera. por Valz19r

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Cap.02 Nightingale



Sus ojos se sintieron fatigados por el repentino exceso de luz, con pereza se removió en la cama. Los abrió y encontró a su lado un cuerpo, era aquel chico peli-rojo de inocente mirada y hermosa sonrisa. La vio en sus recuerdos, pero él quería algo más.

Entonces, con la punta de su uña le hizo cosquilla en el tabique de la nariz, miro sus labios en los cuales se dibujo una curvatura creando una sonrisa, era adorable. Ahora sí, podría volver a su hogar completo.

Bajo las escaleras y tomo su chaqueta que había permanecido descansando en el barandal, miro hacía la sala de de estar y allí en el sofá se encontraba su amigo Kazemaru y el chico de cabello castaño. Sus cuerpos desnudo cubiertos por una sabana, era una escena de dos personas después de una noche activa. Perfecta para una pintura.

Cerró la puerta tras sí y comenzó a caminar por las soleadas calles de Inazuma, alejándose cada vez más de aquella casa. Fue en busca de sexo, para que profanaran su cuerpo. En cambio salió de allí virgen, puro, con miles de historias sobre estrellas. Aprendió a crear historias sobre el techo de una habitación oscura. Conoció al niño huérfano que amaba el fútbol y anhelaba una familia. Al adolescente con padres millonarios, enorme casa y corazón humilde que seguía disfrutando de aquel fascinante deporte. Y al joven universitario que estudiaba con empeño en una carrera que él creía digna de desvelos y días sin salir.

Lo más curioso de todo esto era que él-Atsuya- le había tomado un afecto y admiración especial, pero en ningún momento intercambiaron sus nombres, siempre lo recordaría como el chico peli-rojo que le enseño que el sexo no es nada si no hay amor de por medio y que, tampoco era vital. Podías morir virgen e iba a ser la cosa más fascinante del mundo, aunque él no estaba seguro.

Después de caminar algunas calles llego a la casa de Shirou, su hermano gemelo, mayor que él por unos minutos. Shirou siempre fue su amigo, compañero de juegos, confidente y amor platónico –muy loco a su parecer, pero así lo veía.

Tocó el timbre de la lujosa casa, y al rato, abrieron.

—Atsuya.—saludo. El albino peli-plata se acercó a él para envolverlo con sus brazos.—Vamos, pasa.—Invitó.

El hecho de que Shirou se mudase de hogar con un hombre uno o dos años mayor que él no fue tan importante para mi padre. Se conformo con saber que el tipo estaba por terminar su carrera –una tremenda carrera, medicina para ser exactos- y que tenía dinero, mucho dinero-el tío estaba cargado.- Entonces no le dio importancia.

—Ven, siéntate y cuéntame sobre tu aventura nocturna.—dijo con mirada picara y sentándose en el cómodo sofá.

No, Shirou dejó de importar a su padre aquel onceavo cumpleaños.

—Primero le haré sus chequeos.—intervino un joven moreno, de cabello rubio y atado a una coleta en su nuca. Goenji Shuuya, el prometido de su hermano. El moreno se sentó entre los gemelos.—¿Has tenido dolores? ¿Cansancio? ¿Falta de apetito?-cuestionó y como respuesta recibía una negación.

Sí, desde aquel onceavo cumpleaños Atsuya había enfermado, pero visto a que la gripe no se iba decidieron hacerle exámenes de sangre, que confirmaron lo peor.

—Eres duro Atsuya, ni la leucemia logrará vencerte.—dijo el moreno con una sonrisa.

Leucemia, el pequeño Atsuya Fubuki era leucémico. Tenía cáncer. Cáncer.

Estuvo en tratamiento por tres largos años y utilizaron en él la quimioterapia más fuerte. Su cabello se había caído y había bajado considerablemente de peso. Y él, él se sentía horrible cada vez que se observaba en el espejo.

—Así es, mi hermano es un guerrero.—dijo abrazando a su gemelo.

Shirou, él siempre solía estar con su hermano menor. Incluso una vez.

Flash Black.



—Shirou, ¡vete! No quiero que me veas así.—pidió Atsuya, 13 años, con su cuerpo cubierto hasta la cabeza con una sabana.
Entonces el peli-plata salió de la habitación y camino hasta el , ya dentro agarro la máquina de afeitar de su padre y…

-¿¡Shirou!?-exclamo sorprendido al ver a su hermano con la cabeza totalmente rapada.

Fin del Flash Back



Si, Shirou era atento y hacía hasta lo imposible para ver a Atsuya sonreír, sin embargo, su padre y hasta el mismo Shirou habían descuidado e ignorando tanto al peli-plata que…

—Ven, vamos arriba. Leamos juntos el libro que compre.—dijo entusiasmado el peli-plata.—Se llama Drida.—

—“Brida”.—corrigió rápidamente el moreno, en un tono alarmado.

No se percataron de que Shirou… era disléxico.

—Lo sé.—sonrió.—Solo bromeaba.—y le planto un beso a su prometido.

A los once años Shirou era un niño que aun le costaba leer y las matemáticas no eran su fuerte, por más sencillas que fueran. Se volvía un ocho resolviendo los problemas. Fue la secundaria la que, por muchos ángulos, le golpeo fuerte pero le beneficio –contradictorio,
sí-

Como solía confundirse los otros chicos eran muy crueles con él, poniéndole apodos hirientes y riéndose de cada uno de sus fallos. Fue entonces, cuando conoció a Goenji. El joven peli-crema se había ofrecido a ayudarle, explicándole de espacio y llevándolo a talleres y clases especiales. Y así pues, los jóvenes se enamoraron.

Amor, el peli-rosa podía negarlo, pero dentro de él, en lo más profundo había una llama sedienta de amor y pasión. Muchas veces, cuando veía a su hermano y a su novio en una pequeña escena romántica, por un momento, deseaba que eso le ocurriera a él.

O cuando Shirou le leía aquellas historias sobre romance, dentro de su mente imaginaba que protagonizaba cada escena con el amor de su vida. Entonces, de repente, sintió nostalgia y su corazón se lleno de una amarga tristeza.

—Shirou.—llamo. El peli-plata detuvo su lectura para atender a su hermano.—Yo también quiero.—Murmuro pasito.

—¿Querer qué?—pregunto confundido.

—Ya sabes,—respondió.—Enamorarme.—dijo bajito y con voz queda. Pero sabía que él lo había escuchado porque noto como una sonrisa se dibujaba en sus labios.

—Ya lo harás, encontrarás a tu otra parte. No desesperes.—aconsejo.

—¿No desesperarme? Hermano, mi vida es como un juego de ajedrez. En cualquier momento el rey caerá y yo también.—explico alzando un
poco la voz.

—Para los deseos del corazón, el tiempo no es mucho ni poco.—volvió a sonreír.—Cuando se quiere algo, el universo entero conspira para que podamos obtenerlo.—Explico. Y Atsuya sonrió. Su hermano era muy inteligente y percibía las cosas de una manera especial. Él era de corazón noble.

Retomaron la lectura.

Cuando Atsuya había cumplido 15 años Shirou, sin estar consciente, lo había motivado a dejar las quimio , ya que, ciertamente viviría más años. Pero eso le hacía sentir mal, no quería pasar el resto de su vida encerrado en un hospital y fue esa frase que lo alentó…

—“Cualquier momento es perfecto para morir, por eso hay que procurar exprimir cada gota de la vida como sea posible. Vivir cada minuto, amar cada momento.”-

Y fue allí, cuando comenzó.

—Atsuya, debes volver a casa, papá se va a preocupar.—dijo Shirou a su hermano que descansaba sobre sus piernas.

—No quiero irme.—protestó.

—Vamos, levántate.—dijo. Y el peli-rosa obedeció levantando su cabeza de las piernas de su hermano.

—Volveré mañana.—aseguro.

Shirou asintió con una sonrisa y lo acompaño hasta la puerta principal, donde lo despidió con un efusivo abrazo.

Camino hasta su casa, observando a todos a su alrededor.

Ya en su casa entro directo a su habitación, estaba dispuesto a continuar con su lista. Tomo una caja y dentro de ella comenzó a meter fotos y cartas. Todos esos trozos de cartulina que las personas solían llamar “Recuerdos”. Observo por su ventana, pudo notar el humo que salía del jardín de la casa vecina, supuso que estarían quemando algo –Ojala y no fuese la casa- así que, una idea vino a su mente.

—Te perdiste la cena.—dijo su padre entrando a la habitación y colocando una bandeja con alimentos en la cama.—¿Qué haces?—preguntó extrañado.

—En la casa de al lado hay una fogata, quiero deshacerme de algunas cosas.—respondió levantando la caja.

—¿Qué? No hagas eso, son recuerdos.—dijo en un tono de suplica.—Momentos que vivimos.—añadió.
Más sin embargo, Atsuya solo lo ignoro y antes de salir dijo sin mirarle.

—¿Recuerdas que te dije que nunca quería olvidar mi primer silbido?—

—Si.—

—Tal vez, si quiero hacerlo.—y continuó su camino.

Una vez escucho en algún lugar que la imagen reflejada en una fotografía no es más que una ilusión. Sin embargo, aún siendo una ilusión, desear aferrarse a ella es uno de los sueños vacíos que tienen los humanos. Él no olvidaría, sus recuerdos se irían con su alma y ser.
Y él, él se sentiría más vivo que nuca reviviendo cada momento.

Cuando llego comenzó a lanzar todas las cosas en la pequeña hoguera improvisada –que no era más que un barril de aluminio con un montón de madera dentro- fotos y postales de cada viaje realizado. Observo una foto, era una tira que se habían tomado Shirou y él dentro de una cabina en su último viaje a Osaka. Tendrían 14 en ese entonces. Sonrió y la guardo en el bolsillo de su sudadera y prosiguió con lo que estaba haciendo.

—¿Qué haces?—preguntó una voz que para él era desconocida.

Atsuya giro su cabeza encontrándose lo que parecía ser un chico, unos años mayor que él –tal vez uno o dos- de largos cabellos rubios, alto y hermoso ojos. Traía consigo madera.

—Solo, quemo algunas cosas.—respondió en voz baja y volviendo su vista al fuego.—¿Te molesta?—pregunto alzando la voz.

—No, claro que no. Adelante.—respondió acercándose al chico.—Soy Afuro Terumi.— se presento denotando en su tono de voz un cierto aire de narcisismo.—… y tú eres Atsuya, ¿cierto? Ya te he visto por aquí, pero no sabía cómo presentarme.—añadió con una sonrisa, una sonrisa encantadora. Pero Atsuya no logro percibirla. Se acerco más, y Atsuya se sintió incomodo, enojado…

—No son cartas de amor o algo así.—dijo el peli-rosa en tono arisco.

—No es mi problema.—respondió en el mismo tono, observando el fuego.

—Solo, no quería que pensaras eso.—dijo.

—No lo hice.—dijo y guardo silencio. Observó como el albino traía más cosas.

—Esto también se irá.—dijo arrojando las fotografías .

—Me parece bien.—hablo captando la atención del otro.—El hecho de no apegarse a esos objetos, a los recuerdos.—añadió mirando al peli-
rosa.

Se sonrieron, los ojos turquesas de Atsuya se encontraron con los rubís de Terumi. Entonces, en ese intenso rojo pudo percibir un alma, un secreto y algo más que no lograba comprender. Iba a decir algo, pero todo se volvió borroso y distorsionado, vio como el chico rubio movía sus labios y a lo lejos escucho.

—“¿Estás bien”?—

Eventualmente cayo inconsciente hacía atrás, todo se volvió oscuro.

—“Atsuya”—escucho lejano y suave.

Poco a poco el muchacho logro recobrar la consciencia, cuando abrió los ojos y su visión se aclaro, lo primero que vio fue: ojos rojos, un hermoso rostro y cabello rubio.

—Atsuya, te desmayaste.—dijo el rubio ayudándole a incorporarse.—¿Eres diabético? ¿Necesitas azúcar?—comenzó a preguntar.

Pero Atsuya no respondía, aun estaba aturdido intentando reacomodar los eventos acontecidos en los últimos minutos. Se incorporo, sentándose en el suelo y sosteniendo su cabeza con ambas manos.

—Ten, bebe esto.—dijo el rubio ofreciéndole una lata de soda.

Atsuya la aceptó y bebió un poco haciendo una mueca de desagrado.

—Está caliente.—se quejo y quiso levantarse.

—Lo siento.—se disculpo ayudándole.

—Lo dices como si fuera algo malo.—

Se incorporó de pie, pero el rubio seguía sosteniéndole. Pudo notar en su agarre tembloroso, su expresión de angustia y preocupación
y en sus ojos carmín llenos de angustia, que había pasado un gran susto.

—Cálmate ya, ¿quieres? No voy a morir.—dijo en tono de broma y sonriendo para calmar la tensión.

—Lo siento.—balbuceo.—Nuca había causado esta impresión en una persona.—respondió con un poco de arrogancia. Y rio.

—Debo irme.—dijo Atsuya ignorando el comentario.

—Puedo llevarte a tu casa.—se ofreció con rapidez.

—No queda precisamente lejos.—respondió con una sonrisa, agradeciendo el gesto.

—Ya veo.—dijo—Si necesitas quemar más cosas o…

—Desmayarme frente a alguien.—añadió en tono de broma.

—Sabes dónde estoy.—

Atsuya sonrió, él correspondió el gesto. Entonces el peli-rosa emprendió su camino de vuelta a casa con los ojos del rubio sobre él.

Atsuya aun no terminaba de comprender porque su hermano Shirou había ido a visitarlos a tempranas horas de la mañana. Ya había
imaginado mil escenarios y motivos, dinero, imposible, tenía todas las comodidades en aquella enorme casa. ¿Se separaría del idiota de Goenji y volvería con ellos a casa? Sonaba tentador y perfecto, tanto que, claro, era imposible como había mencionado antes, tenía todos los lujos en aquella “Mansión”. Entonces ¿qué hacía allí?

—Atsuya, termina tu desayuno rápido, iremos a pasear.—

“Iremos a pasear” , conjunto de palabras que formaban una frase capaz de lograr que un sentimiento de adrenalina recorriera su cuerpo y le hiciera atragantarse con la comida.

………………………………………………………………………………………………………………………………………..



Ambos gemelos se encontraban caminando por el centro de la ciudad atiborrado de personas, habían hecho varias compras solo por capricho. El peli-rosa controlaba con un control un avión de juguete que Shirou le había obsequiado.

—¿A qué se debe esto?—preguntó sin apartar la vista de su juguete.

—Hoy es tu día.—respondió siguiendo a su hermano.

—O sea, ¿puedo hacer lo que quiera?

—Así es.—

—¿Y de donde sale el dinero?—

—De una tarjeta de crédito, ya sabes, compras ahora pagas después.—respondió tranquilo.

Sí, en mucho sentido Shirou Fubuki era el chico más genial del mundo. Tal vez ese dinero eran sus ahorros o, ciertamente, podían no ser suyos. Pero eso a él no le importaba, podía atiborrar la tarjeta de Goenji –se llevaría un buen sermón por ello- la sonrisa de su hermano menor lo valía. Valía más que todo el oro del mundo.

—Me gustaría volar de verdad.—

—¿Sí?-entonces se le ocurrió una idea.

Alquilar un globo aerostático era una extravagancia y la tarjeta de Shuuya Goenji quedara en más deudas que el alma de Judas, ningún tesoro valía ni la mitad de lo que esa sonrisa valía para Shirou. No sabía cómo haría, cuando llegue el día en que esa sonrisa se desvanezca junto con su dueño.

La noche había caído y los gemelos ya se encontraban en la habitación del peli-rosa, tumbado sobre la cama reviviendo los momentos graciosos del día. Reían.

—Conocí a un chic.—comentó Atsuya al parar de reír.

—No me digas, el chico rubio de la casa de al lado.—respondió Shirou como si fuera un vidente.

—Sí, ¿cómo lo… ¡Oye deja de espiarme!-grito simulando enojo, la verdad era que le gustaba que se preocupara por él.

—No te estoy espiando.—dijo.—Solo lo intuí, cuando venía entrando esta mañana lo vi.—sonrió.—Es lindo.

—¡Yo lo vi primero!-exclamó rápido y de manera automática.

Shirou se partió en risas y Atsuya se sonrojo de la rabia.

—No voy a quitártelo, es todo tuyo hermanito.—su expresión se torno sería.—Pero promete que van a usar protección cuando tengan sexo.—
dijo sin ningún tipo de vergüenza.

—¡SHIROU!—grito con los ojos abiertos y el rostro completamente rojo.

—¿Qué? No quiero una sorpresa o algo así.

—¡Ya basta! Harás que a mi ataque de pánico le dé un ataque de pánico.—dijo riendo.

Shirou soltó a reír con él.

Se detuvieron y se miraron directo a los ojos, los ojos de Atsuya se veían tan brillantes y llenos de vida. Llenos de felicidad.

—Shirou.—rompió el silencio.—Cuando yo muera… ¿Vas a seguir amándome?—preguntó con voz entrecortada y temerosa. Tenía miedo, miedo de que su hermano le llorase su muerte u tiempo y luego… En unos años se olvidará de que alguna vez tuvo un hermano, un hermano que lo amo con cada fibra de su ser, de su alma. Vio como los ojos del otro se empañaban.

—¿Qué dices? No vas a irte a ningún lado.—dijo a punto de llorar.—Serás mi cordura, quien me dé la paz… Serás mi ruiseñor ¿Lo olvidaste?—preguntó con sus lágrimas desbordándose

 

...

Con sus rodillas abrazadas a su pecho, su cabeza descansando en ellas, Shirou Fubuki con 14 años había estado llorando mitad de la noche. Sus mejillas rojas de tanto sollozar.

—¿Qué sucede Shirou?—cuestionó con voz preocupada.—¿Por qué no paras de llorar? ¿Alguien te molesto? ¿El idiota de Goenji te lastimo?—no recibió respuesta. Frunció el ceño, ¿quién más si no él?—Ese animal, voy a…

—No.—interrumpió.—Él no hizo nada.—dijo limpiando sus lágrimas.

—¿Entonces?—preguntó.

—Atsuya tengo mucho miedo.—soltó de pronto.—No sé cómo funciona todo esto, todo me asusta. Y si te vas.—colocó sus manos en los
hombros del peli-rosa.—Si te vas, voy a sentirme tan perdido. Olvidaré incluso como respirar, como ser.—y rompió en llanto otra vez.

Atsuya lo miro angustiado, ¿qué podía hacer? Él no era bueno para consolar de una manera cariñosa, pero debía intentarlo, era su
hermano quien lloraba desconsolado en sus brazos.

—Hey, ¿pero qué dices?—hablo. Y Shirou levanto su cabeza.—No me iré a ningún lado, voy a estar aquí. Voy a ser tu cordura, quien te dé la paz

—¿Serás mi ruiseñor?—preguntó con voz débil, alzando su cabeza y dejando ver sus ojos llorosos y sus mejillas rojas.

—Sí, seré tu ruiseñor.—dijo, abrazando a su hermano.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).