-La casa es grande-dijo Nate-. Ni siquiera se darán cuenta de que estamos aquí-miró a Iván seriamente a los ojos-.Hemos planeado excursiones para todos los días, nos hemos apuntado para aprender a andar en kayak. Además también iremos al acuario...
Iván observaba las mejillas sonrojadas de Alfred, estaba evidentemente avergonzado por la sinceridad de su hijo. Aquel sujeto debía tener casi su misma edad y era atractivo. Darse cuenta de ello lo sorprendió. Había pasado mucho tiempo desde que había pensado en alguien en esos términos. Durante los últimos tres años había hecho lo posible por ignorar cualquier situación amorosa. Su propia esposa lo había abandonado por un tipo, y eso había herido seriamente su orgullo.
-Mi padre es un excelente cocinero y puede encargarse de las comidas.
-¡Nate!-Alfred le dirigió a Iván una mirada de disculpa-. Lo siento, Nate está muy desilusionado, en fin, soy consciente de que lo mejor sería que buscáramos otro lugar donde alojarnos.
Aquel adolescente no era el único desilusionado, sospechó Iván al advertir como había desaparecido el brillo de los ojos de Alfred.
-¿Hay algún lugar en donde puedan quedarse?-preguntó Iván e, inmediatamente se arrepintió de haberlo hecho. Conocía de antemano la respuesta. La población de la isla se duplicaba durante los meses de verano y a esas alturas no debía haber ya ni una sola habitación vacía.
-Estoy seguro de que sí-contestó Alfred valientemente con una sonrisa-. Llamaremos a un taxi o a alguien y estaremos fuera de la casa en una hora.
Hubiera ayudado que Alfred no sea tan condenadamente educado. Hacía solo unos minutos que Iván se había irritado con Natalia por su falta de comprensión y en ese momento se descubría a sí mismo incapaz de del menor gesto de generosidad.
-No es necesario-dijo Iván, enterrando las manos en el bolsillo de su pantalón. Era lo único decente que se le ocurría, no lo que realmente se le apetecía hacer.
-¿Quiere decir que podemos quedarnos?-dijo Nate, con los ojos abiertos como platos.
-Ah...-Iván vaciló. Lo único que pensaba ofrecerles era que se quedaran a pasar allí la noche.
-No tiene por qué preocuparse-insistió el chico-. No molestaremos, mi padre puede cocinar y yo puedo encargarme de la limpieza y...
-¡Nate!-dijo Alfred, alzando ligeramente la voz-. Creo que será mejor que el doctor y yo hablemos a solas.
Entonces, Nate miró a Natalia y dijo:
-¿Quieres ver el piso de arriba?
-Claro-dijo Natalia, rompiendo su propio silencio.
Los dos abandonaron la habitación y Alfred esperó hasta que estuvieran lo suficientemente lejos para disculparse.
-Lo siento-musitó tendiéndole a Iván una taza de café recién hecho.
-¿Lo siente?-Iván no comprendía por qué se disculpaba.
-Bueno, Nate puede que nos haya hecho ver un poco... desesperados.
-¿Usted cocina?
-Soy un encargado de banquetes, trabajaba de eso hace dos años. Dejé de trabajar cuando murió mi esposo, pero voy a empezar otra vez en septiembre.
Iván bebió un sorbo de café mientras sopesaba la situación. No le hacía gracia la idea de dejar sola a Natalia mientras el salía a trabajar. Iba a tardar por lo menos una hora en barco para llegar a Seattle y una vez allí estaría mucho tiempo en la ciudad.
-Escuche-dijo Alfred con una sonrisa,-se que todo fue como una sorpresa, pero nos vamos a ir, y ni siquiera va a tener que pensar en nosotros.
Iván fijó la mirada en el café antes de hablar.
-No hace falta que nos precipitemos. Creo que después de todo, podremos llegar a un acuerdo...
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El teléfono empezó a sonar como una alarma de incendios a las nueve en punto, justo antes de que Alfred se dispusiera a subir las escaleras.
-Es para ti-anunció Natalia, le tendió el teléfono y continuó caminando hacia la puerta principal.
-¿Para mí?-Alfred tardó algunos segundos sin darse cuenta. Era la primera vez que le hablaba y no parecía estar enojada con él, o con Nate, o con Iván. Aunque Natalia se comportaba como si pensara que ignorándolo podría hacerlo desaparecer-. Hola, Kiku.
-¿Cómo sabías que era yo?
-¿Quién más podría ser?
-Me decidí, voy a perdonarte por no haberme llamado para contarme todo lo que te dijo. Ya me enteré que Iván Braginski y tú llegaron a un acuerdo.
-Sí, pero..
-Entonces, escucha, porque esto es muy importante. Como ya te dije, está divorciado, pero por lo que tengo entendido no es un hombre muy apegado a los divorcios...
-No creo que nadie sea amigo de los divorcios.
-Su esposa los abandonó a él y a la niña, y al parecer la niña es verdaderamente molesta, los odia a los dos por igual, a su madre por abandonarla y a su padre por no hacer nada para que se vuelvan a reunir. Aunque yo tampoco haría nada para que vuelva una persona así, así que por eso su hija es... complicada.
Alfred ya lo había notado.
-Ya llegamos a un acuerdo.
-Ya te dije que todo se arreglaría-Kiku parecía encantado-¡Detalles! quiero detalles.
-Me voy a quedar a cambio de cuidar a su hija, y de encargarme de las comidas, siempre y cuando consiga una forma de comunicarme con Natalia-dijo Alfred en un suspiro.
-¡Eso es genial!
-¿Genial? Me alegro que te lo parezca.
-Claro que sí. Ninguno de los dos tiene una pareja, y están educando a sus hijos solos... ¡Es perfecto! Vna a estar enamorados antes de darse cuenta...
-¡Kiku!
-No olvides lo que te estoy diciendo...
Alfred gimió y miró por encima del hombro para asegurarse de que nadie lo estaba escuchando.
-No deberías estar sentado al lado de Heracles en el hospital?
-Yo te dije que las cosas siempre pasan por algo-dijo Kiku-. ¡Es una pena que Heracles tenga que romperse una pierna para que conozcas a alguien decente!