*Mensajes entre Kiku y Alfred*
Alfred: Kiku, hoy ha ocurrido algo increíble… He visto un águila!
Kiku: ¿También esa ha aterrizado en tu alfombra?
------------------
Aquel iba a ser el peor verano de su vida, pensó Natalia. Había salido a sentarse en el porche después de una cena que apenas había tocado. Iba a tener que quedarse todos los días con ese hombre y su insoportable hijo porque su padre tenía que abandonarla todas las mañanas.
Natalia todavía no podía creer que su padre hubiera estado de acuerdo con que se quedaran. Y lo que más le molestaba era que dijera que lo hacía por ella… ¡Ja! Ella no quería ningún tipo de compañía y lo último que le apetecía era estar yendo a visitar lugares turísticos. Y en cuanto a las clases de kayak, tenía noticias para ellos: no tenía ningún interés en absoluto en nada que tuviera que ver con el agua.
Natalia no sabía en qué estaba pensando su padre. Ella no necesitaba de un niñero. En cuanto a lo de las comidas, hasta ese momento su padre había estado comiendo las cenas que ella preparaba sin quejarse. Se abrió la mosquitera de la puerta, pero Natalia no se volvió para ver quién era. Ya lo sabía.
Su padre se sentó a su lado.
-¿Estás cansada?
-No.
-No pareces muy contenta.
-¿Cómo lo has adivinado?-replicó ella con un exagerado suspiro.
-Yo no tengo la culpa de que Heracles se rompiera la pierna.
Pero ese no era el problema.
-¿Ese tipo te convenció para que lo dejaras quedarse aquí y se supone que tengo que estar contenta?-estalló ella.
-¿Tú crees que debería haberlo echado?
-Claro que lo creo. No lo necesitamos para nada.
Iván no dijo nada por un par de minutos.
-Tienes razón, no lo necesitamos.
-¿Entonces por qué dejaste que se quede?
-Porque ellos si nos necesitan. No hay ningún otro alojamiento en la isla.
-¿Cómo lo sabes?-exigió Natalia. Ni él o Alfred habían intentado buscar otro lugar.
-¿No te acuerdas de lo que dijeron en la agencia de viajes?
Natalia no se acordaba entonces guardó silencio.
-Dijeron que era la más visitada de las islas San Juan y la verdad es que cuando veníamos aquí no vimos un solo letrero anunciando habitaciones libres.
Natalia se encogió de hombros.
-No necesito un niñero-incluso a ella le sorprendieron sus propias palabras sin compasión.
-Por supuesto que no.
-¿Entonces por qué...?
-Le sugerí a Alfred que se hiciera cargo de tí para que le resultará más fácil quedarse. La gente tiene su orgullo, ¿Sabes?
-¿Y qué me dices del mío? Tú hablas como si él fuese mi niñero.
-Pues no lo es.
-¿Entonces puedo hacer lo que yo quiera?
Iván vaciló.
-Sí, pero…
-¡Siempre tiene que haber un pero!
-Puedes hacer lo que quieras-continuó Iván-siempre que sea razonable…
-Este mes va a ser realmente divertido-repuso Natalia con sarcasmo. Natalia oyó que algo se movía detrás de ella. Giró la cabeza y vio a Alfred en el marco de la puerta mirándolos-¿Qué hace espiandonos a mi padre y a mí?-se levantó-. Mi padre ha dicho que podían quedarse aquí, pero a mi no me hace ninguna gracia. Y solo porque…
-Lo siento, yo solo estaba saliendo…
-¡Ya cállate, Natalia!
Fue el tono de voz de su padre lo que la detuvo. Cuando estaba irritado elevaba la voz, pero cuando estaba realmente furioso con ella, la mantenía tan baja que sólo alguien que lo conociera bien podría darse cuenta de ello.
-Perdónenme esta intromisión-dijo Alfred suavemente. Natalia se cruzó de brazos y elevó sus ojos al cielo-Solo venía a decir que me iba a ir a la cama y a Natalia que la espero mañana por la mañana.
Natalia a duras penas contuvo su risa, ¿Verla por la mañana? No si ella podía evitarlo...