Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

[Reviews - 407]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Holaaa, querubines :D

Tarde pero llegó. Aquí la actualización :D es un poco larga, pero tiene mucha acción. 

Nuestros chicos al fin llegaron a la ciudad! :D 

Bueno, espero que les guste. Como todo capítulo largo es posible que más de un error se me haya pasado, si lo encuentran, avísenme -3- 




ANOTACIÓN: En este capítulo uso el término "Cagar ladrillos", que sería algo así como "cagarse del miedo" xD

Capítulo 21





Me dejé caer sobre la manta, cansado. Ella acomodó su cabeza en mi pecho y yo acaricié su corto cabello.

   —¿Está bien? —pregunté.

   —¿Qué cosa? —me besó el hombro y su respiración aún agitada me hizo cosquillas sobre la piel desnuda. La abracé.

   —Esto que acabamos de hacer —dije—. D-Digo…si Shark llega enterarse, él…

   —Ya te dije, Reed —suspiró—. Fue mi elección. Este es mi cuerpo, mi vida… —Sus brazos rodearon mi cuello—. Yo quería que fueran tuyos antes que de cualquier persona—depositó un beso suave sobre mis labios—. Te amo. —sonrió.

   —Te amo, Am.  

   —¡Por aquí! —oí unos gritos—. ¡Deben estar aquí! —Nos miramos, ella abrió los ojos como un par de platos.

   —Levántate… —le dije—. Tenemos que salir de aquí —me levanté y metí las piernas en los pantalones lo más rápido que pude, ella recogió su ropa del suelo y se colocó la camiseta.

   —¡Está abierto! ¡Forzaron esta cerradura! —Los gritos se escucharon más cerca. Estábamos atrapados. 


   —Demonios —la tomé de la mano.

   —Tranquilo —susurró con voz suave.

   —¿Cómo quieres que me tranquilice? —tiré de su brazo; debíamos escondernos, en algún lugar. El almacén vacío en el que estábamos era oscuro, si teníamos suerte ellos nos buscarían por un par de minutos y luego se irían. Teníamos que intentarlo—. Ven, Amber. Tenemos que escondernos —ella tiró mi brazo de vuelta. Su cabeza chocó contra mi hombro cuando me abrazó.

  
    —No —dijo—. Ya nos atraparon. Está bien —Sus manos subieron por mi cuello y tomaron mis mejillas. Me besó, sus labios eran suaves y dulces. Le hacían honor a su nombre, como todo en ella. La abracé con fuerza.

   —¡Ahí están! —La voz de uno de los cazadores llegó desde la puerta—. ¡Atrápenlos!

   —No me sueltes —susurró contra mis labios.

   —No voy a hacerlo —oí el sonido de una decena de gatillos a punto de ser disparados a nuestro alrededor. Escondí su cabeza en mi cuello y la acaricié—. Tendrán que matarme para eso.

   —¿Qué tenemos aquí? —El murmullo de las pisadas de Shark llegaron desde la puerta, podría reconocerlas desde cualquier lugar, eran pesadas, bruscas, como si rompiesen el suelo que pisaban. Aparté a Amber de mí y me posicioné delante de ella. Se abrazó a mi espalda—. Oh, ¿estaban follando?

   —Eso no es de tu incumbencia —gruñí.

   —¡Claro que lo es! —Sus hombres le abrieron paso para que el avanzara hasta nosotros. Se paró delante de mí y clavó sus afilados ojos en los míos—. Cuando mi hombre llegó a contarlos al calabozo descubrió que faltaban dos personas. No sé cómo burlaron la seguridad, pero creo que fui bastante claro cuando les dije qué les pasaría si desobedecían mis órdenes ¿Sabes a todos los hombres que tuve que torturar para saber en dónde estaban? —dijo con voz ronca. Amber apretó mi mano—. Fue tu sobrinita la que terminó hablando…

   —¿¡Qué le hiciste!? —grité y di un paso adelante.

   —Oh, a ella nada… —soltó una carcajada—. Habló mientras le dábamos una paliza a uno de tus amigos que mató a dos de mis hombres. Tuvieron que tomarle entre quince ¿Puedes creerlo…? —intentó leer el nombre que debía estar pegado en mi camiseta, pero la placa no estaba. La había tirado.

   —Reed Breathe —dije.

   —Reed Breathe —repitió—. Siéntete afortunado —sonrió—. Ahora jamás me olvidaré de tu nombre —miró por sobre mi hombro—. Y usted, señorita Brooks —Ella intentó dar un paso adelante, pero la retuve tras mi espalda—. ¿Usted está de cumpleaños mañana, no? Ya debería saber que sólo me gustan las chicas vírgenes.

   —Jódete, Shark —gruñó Amber. Él intentó avanzar hacia ella, pero yo estaba en medio. Le sujeté por los hombros, no iba a dejarlo.

   —No vas a acercarte —gruñí.

   —Claro que sí —hizo un movimiento rápido para alejar mis manos de él, no supe bien qué pretendía hasta que sentí el filo de un cuchillo adentrándose en mi piel. Se sintió como hielo abriéndose entre los músculos cerca de mi garganta. Miré, sin poder hacer nada, cómo el cuchillo de Shark recorría mi cuello, dejando a su paso un montón de sangre que me salpicó hasta el rostro.

   —¡Reed! —Amber gritó e intentó moverse, pero mis manos la tenían bien sujeta. No iba a apartarme—. ¡Reed, suéltame! —Lágrimas. Oí su llanto. El cuchillo se clavó más profundamente y me sentí mareado—. ¡Déjalo, Shark! ¡Por el amor de Dios!

El dolor me recorrió en un escalofrío que llegó a todos mis huesos. Me temblaron las rodillas.

   —¡Suéltame, Reed! —Amber se zafó de mi agarre en el mismo instante en que el rostro de Shark frente a mí pareció difuminarse. Tambaleé y caí arrodillado al suelo. Respiraba con profundidad, pero parecía que ni una sola molécula de aire quería pasar a mis pulmones—. ¿¡Reed!? ¿¡Reed!? —Se arrodilló junto a mí unos segundos. Pude ver su rostro. Dios, ella era hermosa—. ¡Suéltame! —Shark la tomó, ella le golpeó en la cara—. ¡Reed! —Mis manos intentaron alcanzarla, creí que podría mover las piernas, pero solo logré arrastrarme.

   —Am… —intenté decir su nombre. Mi voz no salía.

   —Vamos a llevársela a Dagger. La última vez que hablamos me dijo que esa persona necesitaba una chica fuerte, esta perra es fuerte —luché con la inconciencia cuando Shark escupió esas palabras. No, no podían llevársela.

   —Amber… —intenté levantarme. No logré hacerlo. La impotencia, la angustia y el dolor paralizaban mis músculos.

   —¡Reed! —Tres cazadores la sujetaban—. ¡Acábalos por mí, Reed! —sonrió, con la cara empapada en lágrimas.

   —¡Ah, ya cállenla! —ordenó Shark

   —¡Amber! —Uno de los cazadores le dio un golpe seco en la cabeza, el sonido ese golpe hizo eco en mis oídos y la imagen cambió; el lugar se oscureció aún más y el frío fue tan arrasador que por unos momentos dejé de sentir el dolor punzando en mi garganta. Amber cayó inconsciente, pero ya no era Amber, era otra persona. No logré verla del todo, la oscuridad parecía querer tragarse a esa silueta que los cazadores se llevaban, lejos de mí. Pero reconocí su cabello, pareció crecer. Largo, muy largo y rojo, como la sangre que bañaba mi cuello. El piso se hizo trizas—. Terence… —balbuceé. Se lo estaban llevando. A él también—. ¡Terence! —La voz se ahogó en mi propia sangre. No podía gritar—. ¡Terence! —Se oía como un silbido, un murmullo que no era capaz de llegar a sus oídos—. ¡No!

   —¡Reed! —Una mano sacudiéndome el hombro me despertó—. Reed ¿Qué ocurre? —Lo primero que vi fue su cabello. Su cabello rojo, como la sangre. Las lágrimas picaron en mis ojos.

   —Amber… —balbuceé—. T-Terence.

   —¿Qué? —preguntó. Sollocé. Me abrazó, el calor de sus manos me arrastró otra vez a la realidad. Había sido una pesadilla, sólo eso. No había pasado, no otra vez—. ¿Estás bien? —Todo mi cuerpo temblaba.

   —Estoy bien —balbuceé—. Sólo…estaba teniendo un mal sueño —volví en mí, me tranquilicé y obligué a mis manos a dejar de sacudirse por la angustia de esa pesadilla—. Estoy bien —repetí. Me aparté de él.

   —Bien… —Sus manos acariciaron mis mejillas—. Tienes que levantarte, estamos a punto de llegar —suspiré, tranquilizándome por completo.

   —Hoy es el gran día, ¿no? —me levanté de la cama y busqué una camiseta para vestirme.

   —Espero que sea un gran día —dijo él—. No sabemos con qué nos encontraremos allá afuera.

   —¿Más muertos? —bromeé.

   —De seguro tus cinco litros de sangre no son suficientes para curarlos a todos —rió.

   —Es por eso que venimos aquí, para buscar a alguien que pueda elaborar una cura… —até las agujetas de mis zapatillas con cuidado. Tres nudos, para evitar accidentes. Busqué mi mochila y metí el resto de ropa que estaba tirada por la cama. Busqué mi cuchillo y lo até a mi cinturón—. Vamos a arriba —sugerí, tomando mi rifle y llevándomelo a mi espalda junto a mi mochila. Terence ya traía la suya consigo.

Subimos las escaleras en silencio, afuera, un silencio semejante se daba en la cubierta, el mar estaba tranquilo y a pesar de que el día estaba nublado, no había demasiado viento. No debía preguntar por los demás, sabía que todos estaban preparándose, sabía que todos debían estar nerviosos. Habían sido diez días, diez días de viaje, diez días de relativa tranquilidad, diez días sin muertos. Ahora arribaríamos a una tierra desconocida para mí, una tierra que a pesar de que aún la veía lejos,  parecía estar rodeada por un halo negro, por algo que anunciaba peligros a los que sabía nunca me había enfrentado. Me apoyé en la rejilla de la borda, Terence me imitó. Ambos nos quedamos mirando hacia el mismo lugar, esa masa de tierra que a lo lejos, parecía vacía.

   —¿Cómo estás? —le pregunté, solo por decir algo en ese momento.

   —Ah, bien —Una tos seca acompañó esa frase.

   —¿Seguro?

   —La fiebre bajó a treinta y ocho si es eso a lo que te refieres… —asintió con la cabeza—. Aunque si te ofreces a ser mi enfermero, no duraré en hacerla subir otra vez —le di un codazo.

   —No digas estupideces —reí—. No, no me refería a eso…me refería a…cómo estás, ya sabes… —Él puso una mano sobre la mía.

   —También estoy nervioso por llegar —dijo y su dedo pulgar acarició el dorso de mi mano—. Si no he cagado ladrillos todavía es porque… —rompí en una carcajada cuando dijo eso—. ¿Q-Qué?

   —¿Tú cagarías ladrillos por algo?

   —Claro que sí —gruñó—. ¡No me interrumpas! Estaba a punto de decir algo lindo —reí un poco más fuerte, gran parte de esas risas eran para liberar nervios—. ¡Joder, Reed! —se quejó.

   —¿Qué…Qué ibas a decir? —balbuceé. Él entrelazó su mano con la mía. Sonrió, sin mirarme, sus ojos seguían fijos en nuestro destino, que parecía agrandarse más y más a medida que avanzábamos. El barco se detuvo junto a un sonido metálico, oí el ruido de las anclas bajando. Habíamos llegado.

   —Iba a decir que si no he cagado ladrillos todavía es porque estás conmigo —detuve mi risa en seco. Mi pulso se disparó. Eso no sonaba para nada lindo, pero se me revolvió el estómago como si lo hiciera.  

   —Terence…

   —¡Todos a los botes! —Los gritos de Aiden y el repiqueteo de las patas de los perros en el suelo me hicieron dar un salto. Venía saliendo de la sala de control—. ¡No hay tiempo que perder! ¡Tenemos que ir juntos, no sabemos con qué nos encontraremos en la ciudad! —comencé a moverme, Terence me siguió.

   —¡Reed! —Dalian se me unió, estaba con su hermana, Sophie; una adorable niña de diez años—. Vamos contigo.

   —Vamos… —Con mis ojos busqué a Ada. La encontré en uno de los pasillos, junto a Amy y a Matt—. ¡Ada, tenemos que irnos! —Ella corrió hacia nosotros. Todo el resto corrió por la cubierta hasta los botes. Los nervios se acumularon en mi estómago y la adrenalina en mi sangre, el corazón comenzó a palpitarme con fuerza. Respiré. Encontré un bote—. Súbete —ordené; ella, Matt, Amy, Dalian y Sophie subieron a el mientras Terence y yo sujetábamos las cuerdas que ataban el bote al barco. Ésta era la segunda vez que hacía esto—. Sujétense todos, la caída será brusca —advertí, mientras le dedicaba una mirada a Terence, él pareció entenderla.

   —Uno… —conté.

   —Dos… —dijo. Otro de los botes cayó al agua, haciendo un gran escándalo sobre ella.

   —¡Tres! —corté la cuerda, él también lo hizo. Oí el grito de las chicas, y luego cómo el bote caía al mar. Era una caída violenta, pero era la manera más rápida de bajarlo, y algo me decía que debíamos llegar rápido a esa ciudad. A pesar de la incertidumbre, estaba ansioso por volver a tocar tierra, esperanzado por encontrar a esa persona que Aiden estaba buscando, esperanzado por ponerle un fin a todo esto.

Miré hacia abajo, en el mar todos parecían estar bien. Aiden y Ethan saltaron al agua para caer sobre su respectivo bote. Terence y yo cruzamos otra mirada.

   —No es tan difícil —le dije.

   —Ya lo creo… —respondió, nervioso.

   —¿Le temes a las alturas, Terence?

   —Sólo cuando me siento presionado —fui yo el que tomó su mano esta vez.

  —Vamos juntos —dije. Él sonrió. Retrocedimos un par de pasos—. Uno, dos…

   —¡Tres! —gritó y su mano me trasmitió electricidad cuando tiró de mí y ambos corrimos juntos  hacia la borda. Saltamos la barandilla, sólo me dejé caer.

No caímos sobre el bote. El agua nos recibió como una muralla de cemento que me golpeó con fuerza al impactar contra ella, el aire dejó de llegar a mis pulmones cuando me sumergí y un montón de líquido entró a la fuerza por mi nariz. Cerré los ojos por impulso y me sentí ligeramente mareado, pero unas manos me sacaron a flote, las manos de Terence. Otras manos nos recibieron y nos arrastraron a ambos hasta subirnos al bote. 

   —¡Reed! —Terence giró mi cuerpo y golpeó mi espalda. Comencé a toser y toda el agua que había tragado escapó con esa tos—. ¿Estás bien? —volví a voltearme cuando pude volver a respirar. Me cubrí el rostro con las manos.

Comencé a reír.


   —Estoy bien —balbuceé.

  —¡Todo bien! —gritó Dalian, mientras hacía gestos con las manos. Me quedé ahí, recostado en el piso del bote, molesto con el picor en la garganta que me producía el haber tragado agua de mar y tiritando por el frío por haberme sumergido.

   —No pudimos caer en el bote… —dije, mientras Terence me ayudaba a quitarme el francotirador de la espalda. Él rió.

   —Fue refrescante.

Me senté a medias en el bote y tosí otro poco para escupir la sal que estaba pegada a las orillas de mi garganta. Me hice ovillo contra el cuerpo de Terence para recuperar algo de calor, el día parecía más frío ahora que estaba empapado. Miré hacia la profundidad del mar; los ojos de Terence y los demás estaban anclados al trozo de tierra al que estábamos a punto de llegar, pero yo pensaba en otra cosa. Hace unas semanas había saltado de ese mismo barco que ahora dejábamos atrás y había dado a parar en una isla que resultó ser un lugar civilizado. Me pregunté si encontraríamos gente civilizada allá a dónde íbamos. Me pregunté si acaso encontraríamos gente. Aiden había dicho que estuvo aquí hace cinco años, pero en cinco años muchas cosas podían cambiar.

   —Oh… —La voz de Terence me sacó de mis pensamientos. Quité la vista del agua para dirigirla al continente, estábamos a punto de llegar y la sombra de los edificios y la ciudad se alzaba oscura a lo lejos, la silueta de algunos árboles que sabía no siempre habían estado ahí se levantaban entre escombros de casas y quioscos de playa a medio destruir, como si las estructuras les sirvieran como una especie de base, una maceta que les aseguraría un crecimiento recto.

Pero había algo más.


   —Oh… —dije yo también. Desde el otro barco, Aiden nos hizo una seña.

Muertos. Había muertos esperándonos en la orilla. Un montón de ellos.


   —Bueno…  —Dalian carraspeó la garganta y tiró de sus cortos cabellos rubios en un gesto de nerviosismo—. Supongo que el tener a Reed aquí nos da una ventaja, ¿traemos jeringas?


   —Claro que sí —respondí y tomé mi rifle para apoyarlo en el soporte del bote y comenzar a apuntar—. Pero si les muerden a todos no sé si mi sangre alcanzará… —di un respingo en mi lugar cuando puse un ojo sobre la mirilla y uno de esos muertos apareció repentinamente frente a mí. Debía ser viejo, quizás de unos dos o tres años, el músculo de las mejillas había sido consumido y llevado a los huesos, sus ojos estaban completamente negros y sin párpados, era horrible. Pero mi sobresalto no fue por eso, fue por otra cosa—. Parece que no sólo encontraremos muertos en este lugar… —dije y disparé, el muerto cayó al suelo y arrastró a otro consigo, entonces los demás pudieron verlo. Oí murmullos de asombro—. Sí, alguien los ha atado con una cadena —La piel de mis brazos se erizó, literalmente teníamos en frente una muralla de muertos, el motivo para hacer algo como eso aún no terminaba de pillarlo, pero si estaban pensando en intimidar de seguro lo habían logrado anteriormente, lo que ocurría en este caso es que al parecer la gente que me rodeaba era un montón de personas locas que no le temían a nada.

   —E-Eso es… —Dalian balbuceó.

   —Una muralla de muertos —interrumpí.

   —¿Quién haría algo como eso?

   —La misma clase de loco que sería capaz de atravesarla… —tragué saliva y disparé otra vez, otro de ellos cayó al suelo. Eran demasiados. Apunté otra vez, pero la mano de Terence me detuvo.

   —Espera —me dijo—. Las personas que hicieron esto deben estar cerca, los disparos van a alertarlos —solté el gatillo cuando dijo eso, tenía razón ¿Pero qué más podíamos hacer? A pesar de estar atados de pies no podíamos arriesgarnos a pasar entre ellos, sus manos y sus bocas estaban libres, ellos nos atraparían aún atados.

   —Tenemos que acabar con ellos o no podremos pasar —dije.

   —¡Reed! —Aiden gritó desde el otro bote. Se había detenido y Dalian y Matt dejaron de remar para detenerse también—. ¿¡Puedes ver con qué están unidos!?

   —¡Cadenas! —le grité—. ¡Una cadena los amarra a todos!

   —¿Una bala puede atravesar una cadena? —preguntó. Me quedé en blanco. Si le disparaba a la cadena iban a separarse ¿Para qué quería eso?

   —¿¡Para qué quieres separarlos!?

   —¡Esto seguramente es una trampa! ¡Quieren que rodeemos la cortina de zombies para emboscarnos, debe de haber personas escondidas en algún lugar! ¡Hay que soltarlos!

   —¿¡Estás loco!? ¡No podemos soltar a los muertos! —giré para buscar la vista de mis compañeros de bote—. ¿No podemos, cierto? —balbuceé.

   —Suena raro, pero tiene sentido —dijo Terence—. ¿Qué te hace pensar que ellos no están apuntando con francotiradores hacia la playa, esperando que personas como nosotros se detengan e intenten llegar a la orilla? ¿Qué te hace pensar que no les ha funcionado anteriormente?

   —Eso es salvaje —refuté—. ¿Qué te hace pensar que todo el mundo querrá matarnos? —gruñí.

   —El mundo se mató a sí mismo, Reed —Sus ojos multicolor me lanzaron una mirada punzante; estaban oscuros, casi grises—. ¿En serio crees que alguien no querrá matar a un grupo que llega en bote y armado?—tragué saliva, tenía razón—. Las personas que hicieron esa muralla quieren sorprendernos, debemos sorprenderlos a ellos primero —dudé, debatiendo conmigo mismo si era correcto o no hacerlo. El caos que podríamos desatar con más de treinta muertos sueltos podía ser catastrófico, pero más catastrófico sería ser asesinados por las personas que pusieron esos muertos ahí. Apoyé otra vez el rifle en la superficie del bote y busqué las cadenas. No podía liberarlos uno por uno, se me acabarían las balas antes de eso, pero podía soltarlos en grupo. Armarían el suficiente escándalo para distraer a los habitantes de este lugar y serían lo suficientemente torpes para que nosotros pudiéramos escapar de ellos. Busqué la cadena que los unía a todos, apenas podía verla por la mirilla. Disparé y el grupo de muertos se dividió en dos y los que estaban a los extremos comenzaron a caminar y terminaron cayendo al suelo. Busqué otro espacio entre ellos, otra argolla de la cadena a la que dispararle, lo encontré, lo hice. Uno de los grupos se dividió en dos subgrupos. Podía hacerlo. Disparé otra vez, y otra, y otra.

Y entonces, todos se dispersaron por la orilla, algunos corriendo y arrastrando a los que seguían atados a ellos, otros caminando y ralentizando al resto, verlo de cerca era desastroso.  Recibí una palmada en la espalda.

   —Bien, ahora será más fácil abrirnos paso.

   —¡Nos bajaremos aquí! —gritó Aiden y yo inevitablemente miré hacia abajo. El mar estaba demasiado alto todavía, tendríamos que nadar. Tomé mi mochila y me llevé el rifle al hombro otra vez y me preparé para saltar.  

   —Mierda, si sigo mojándome así voy a enfermar otra vez —gruñó Terence.

   —¿No dijiste que necesitabas un enfermero? —bromeé, poniendo un pie sobre el borde del bote, tanteando terreno—. Ada, prepárate.

   —¿Entonces sí serás mi enfermero? —preguntó él.

   —Claro que no —me lancé al mar y Ada saltó tras de mí, no debía preocuparme, sabía lo buena que era en el agua. Oí el chapoteo de los demás cuerpos cayendo al mar y comencé a nadar. El agua estaba helada, tanto que el frío me hizo doler los huesos. Estaba seguro que no podía contagiarme de un resfriado, pero dudaba poder salvarme de una hipotermia. Teníamos que llegar rápido a la orilla y buscar un lugar para refugiarnos y calentarnos.

Terence pasó por delante de mí. Me sentí ligeramente ofendido por eso. Apresuré mi nado.

   —No sabía que nadaras tan bien —dije cuando le alcancé nuevamente. El mar tiraba hacia atrás su cabello y lo pegaba a su espalda como una sábana roja. Sacó la cabeza del agua e inspiró profundamente antes de volver a meterla. Él sabía cómo hacerlo.

   —¿Qué puedo decir? —el agua que levantábamos al sumergir los brazos no me permitía ver bien su rostro, pero estaba seguro que había sonreído—. Creo que estoy en mejores condiciones que tú.

   —¿Estás desafiándome? —aceleré mi ritmo, él lo siguió.

   —No me subestimes —me dijo. El sonido de su respiración jadeante y agitada me causó escalofríos, por alguna razón.

   —No te estoy subestimando. Eres la pelirroja de los guardianes de la bahía, después de todo —me burlé y aceleré hasta dejarlo atrás.

   —¡Oye! —gritó y yo oí el chapoteo de sus brazos más cerca de mí—. ¡No vas a salvarte de esta! —aumenté mi ritmo y pataleé más rápido. Cada vez que sacaba la cabeza del agua me costaba respirar. Reír mientras se nada no es algo recomendable. Me agarró el pie, pasó por mi lado y su mano hundió mi cabeza por unos segundos. No pude evitar tragar agua otra vez—. ¡Cuidado, pollo recién nacido! —se adelantó.

   —¡No soy un pollo! —le grité. Estaba cansado, pero no iba a perder contra él. Cambié el movimiento de mis piernas y mis pataleos se volvieron más cortos y rápidos. Pude notar cómo se me hizo fácil después de eso. No tardé en pasarlo por segunda vez.

Jadeando, caí arrodillado sobre la arena mojada cuando llegué a la orilla. Terence llegó a los pocos segundos.

Había ganado.

Su mano acarició mi cabeza antes de dejarse caer sobre la arena. Parecía exhausto.

   —Ese fue un buen impulso —me felicitó. Quise sonreír, pero no llegué a hacerlo. Intenté levantarme y mis piernas no respondieron—. ¿¡Qué ocurre, Reed!? ¡Oh, mierda! —se levantó de golpe y me ayudó a ponerme de pie. Llevé mi mano que temblaba por el esfuerzo a mi pantalón para tomar mi cuchillo. Algunos muertos se estaban acercando, casi había olvidado que estaban ahí. Miré hacia el mar, los chicos todavía nadaban hacia acá.

   —Seremos nosotros dos por algunos minutos —dije, cuando su espalda topó con la mía.

   
   —No te alejes demasiado —asentí con la cabeza cuando dijo eso. Nos dejamos rodear, ellos venían a nosotros en pequeños grupos que continuaban atados, serían torpes mientras siguieran así. Me abalancé sobre un par; le clavé el cuchillo en la frente a uno mientras el otro me agarraba de la camiseta. Sus dientes rozaron con mi piel. Quité el cuchillo de la cabeza de su compañero y se lo clavé a él. 


Eso había estado cerca.

Caí al suelo cuando un grupo de tres me atrapó y me revolví en la arena para mantenerme lejos de sus bocas. Sentí sus garras rasgándome la ropa, buscando mi carne y solté un grito, más por el pánico de verme acorralado por tres de ellos que por el miedo de ser comido vivo. Quizás haberlos soltado en pequeños grupos no fue tan buena idea como lo pensé, no cuando ellos parecían coordinarse. Clavé mi cuchillo en el cuello de otro en el momento en que Terence tiraba de la cadena que los ataba y los alejaba de mí. El golpe frío y metálico de las manoplas que Aiden le había dado en la isla me estremeció cuando le ví abalanzarse sobre los otros dos y golpearles la cabeza hasta deformarla en una hendidura demasiado visible.

   —¿Estás bien? —me preguntó, cuando acabó con ambos. Sus manos, sus brazos y su rostro estaban salpicados por sangre negra y podrida. Me estremecí.  

   —Estoy… —balbuceé. Sus ojos estaban clavados sobre mí y me parecieron filosos y vacíos—. ¿Terence?

   —¡Vienen más! —gritó y su voz me obligó a levantarme. Nos reagrupamos y nuestras espaldas volvieron a toparse.

   —Esta vez no te apartes de mí —dijo—. Será mejor si estamos juntos.

   —¡Bien dicho! —Ethan entró corriendo por la orilla y su silueta pasó rápida delante de mis ojos cuando le vi dar un salto y abalanzarse sobre cinco de ellos. Los acabó a todos, sin siquiera recibir un rasguño, solo con la fuerza de sus manos. Oí ladridos y el silbido que emite un arma con silenciador al ser disparada cerca de mí y supe que los demás habían llegado. El resto de los muertos que estaban ahí comenzaron a caer uno a uno. Pude volver a respirar tranquilamente. Ethan caminó hasta nosotros y palmeó la espalda de Terence—. Siempre juntos, par de idiotas. No vuelvan a adelantarse así.

   —¡Vamos, vamos, vamos! —Aiden dio la orden de avanzar, corrimos hasta el resto y nos reagrupamos y ordenamos. Lo habíamos hablado la noche anterior, las chicas irían al centro y el resto las rodearíamos. Era una formación simple pero efectiva, y a pesar de las quejas de Amy, era tranquilizadora para todos. Sophie, Amy y Ada compartían algo en común, cada una de ellas era el tesoro de alguno de nosotros. Y cada uno de nosotros protegería el tesoro del otro. Era trabajo en equipo.

   —¿Recuerdas este lugar, Aiden? —preguntó Ethan, había cierto tono pícaro en su voz que me llamó la atención.

   —Cómo olvidarlo —Aiden soltó una pequeña carcajada—. Hay una iglesia más allá. Quizás podamos refugiarnos ahí, si es que sigue en pie.

    —Claro que lo hará, pájaro de mal agüero —gruñó el pelinegro y mientras corríamos, buscó un cigarro en su chaqueta. Nos detuvimos en seco cuando nuestros pies pisaron el agrietado cemento. No alcanzó a encender el cigarrillo—. J-Joder…

«Joder» era una expresión bastante precisa para lo que estábamos viendo. Hace más de cinco año que no veía una ciudad, pero jamás me imaginé algo como esto. Las calles estaban desiertas y las grietas que estaban bajo nuestros pies habían sido abiertas por la vegetación que se colaba por el cemento y se extendía por todo el lugar, devorando los edificios a medio destruir y los automóviles oxidados que estaban a nuestro alrededor, extendiendo sobre ellos una capa de enredaderas que le daba a la ciudad una apariencia de ciudad encantada. Me sentí cohibido, pequeño. La naturaleza era intimidante y poderosa.

   —L-La iglesia… —balbuceó Aiden.

   —Claro…la iglesia. Por aquí —volvimos a movernos, esta vez más lentos, más silenciosos, no debíamos hacer ruido, todo estaba demasiado callado ahí; podía oír el eco de nuestros pasos golpeando contra los muros y las ventanas trizadas de los edificios ¿En serio había personas aquí? ¿En serio alguien nos había tendido una trampa? Parecía como si absolutamente nadie hubiera pisado ese lugar por años. Estaba seguro que así había sido—. En esta esquina, a la izquierda —Subimos por una calle y a lo lejos reconocí la característica techumbre que tiene la mayoría de las iglesias con arquitectura gótica, con alargadas y delgadas puntas que se alzan hacia el cielo, como si quisieran alcanzar a Dios. Ni siquiera esas puntas se habían salvado de la vegetación—. E-Esperen… —No nos detuvimos, pero bajamos nuestro ritmo. Una cerca de alambre delimitaba el jardín de la iglesia que a simple vista se veía abandonada, aunque la cantidad de cuerdas y tablas que cubrían la puerta me hizo pensar que algo tenían encerrado ahí dentro—. Ese cartel no estaba antes ahí… —dijo Ethan, apuntando hacia el mismo jardín. Plantado en medio del lugar, con un par de palos de madera y una pancarta gigante, podía leerse la frase “Bienvenidos a ninguna parte”

   —Esto no es bueno —dije. Una especie de alarma comenzó a sonar, en algún lugar.

   —Esto definitivamente no es bueno —dijo Ethan—. Retrocedamos… —Pero ya era demasiado tarde. Los perros ladraron y oí unos pasos, ellos también los habían escuchado—. Mierda —Ethan tomó su arma, todos le imitamos, pero ellos dispararon primero. Una bala pasó rozando por encima de mi cabeza—. ¡Mierda! ¡Cúbranse! —rompimos la formación pero no nos separamos, corrimos a refugiarnos tras unos autos. Los demás disparos no tardaron en dejarse oír.

   —¡Nos están atacando! —gritó Matt.

   —¡No me digas! —gruño Aiden, asomando su arma por la rota ventana del automóvil y disparando a ciegas—. S-Son demasiados.

   —¿¡Cuántos!? —me tiré al suelo, apoyé mi rifle en el pavimento y apunté por debajo del vehículo. Más de siete pares de pies aparecieron en mi campo de visión.

   —Veo siete —dije y disparé. Uno de los hombres cayó al suelo. Si no podían caminar no nos dispararían, o les costaría más trabajo hacerlo.

   —Por la izquierda hay cinco más —dijo Jesse, su calmado acento italiano estuvo a punto de tranquilizarme un poco.

   —¡Por aquí vienen más de diez! —gritó Dalian y escondió a su hermana tras su espalda. Mi adrenalina se disparó. Demasiados—. No vamos a poder con tantos —disparé otra vez, los demás también lo estaban haciendo, pero él tenía razón. No íbamos a poder con tantos. Entonces tuve una idea.

Fue más bien una corazonada.

   —¡La iglesia! —grité.

   —¿¡Estás loco!? Si nos intentamos esconder ahí van a acribillarnos.

   —¡No, no! —disparé otra vez y fallé, los nervios me estaban superando—. ¡Tienen algo escondido en esa iglesia! ¡Estoy casi seguro!

   —¿¡Cómo lo sabes!?

   —¡Solo hay que abrir la puerta! —detuve mis disparos y miré a Aiden para hablarle a la cara—. Créeme, tienen la puerta cubierta con madera y cuerdas, deben tener más muertos adentro. Nos dará tiempo para escapar —los ojos esmeraldas de Aiden me miraron preocupados, pero asintió con la cabeza. Dejó de disparar para buscar algo en su mochila, sacó una botella de vidrio que estaba cerrada y la abrió. Gruñó.

   —Mierda, necesito algo seco.

   —¿Algo seco como qué?

   —Un calcetín, algo, no lo sé. Toda mi ropa está empapa… —Jesse le tendió una prenda—. E-Esto es…

   —Tuve la idea de guardar mi ropa interior en una bolsa, para que no se mojara —dijo Jesse, y de haber estado en otra situación habría explotado en una carcajada, pero no lo hice. Las mejillas de Aiden se tornaron completamente rojas. Tomó la prenda.

   —G-Gracias —introdujo toda la prenda en la botella hasta empaparla de lo que sea que contenía y luego dejó la mitad afuera, para que sirviera de mecha—. ¿C-Calvin Klein? —balbuceó—. ¿No tenías algo más barato? ¿Voy a prenderle fuego, sabes? —Chris carraspeó la garganta, su cara también estaba roja.

   —¿Por qué están discutiendo sobre sus calzoncillos en una situación como ésta? —preguntó.

   —Es lo más barato que tengo —respondió Jesse. Aiden dejó escapar una risa nerviosa y buscó un encendedor. Tuvo que accionarlo varias veces antes de que se encendiera una  pequeña llama.

   —¡Ya está! —estiró su brazo hacia atrás para lanzar la bomba.

   —¡Espera, Aiden! —Ethan estuvo a punto de abalanzársele encima.

   —Oh, claro… —Aiden gruñó, pero estaba sonriendo. Estiró la bomba hacia él—. Apresúrate o explotará aquí… —Ethan se acercó a la botella con el cigarrillo en la boca y lo encendió con la llama que salía de ella.

   —Gracias —sonrió. Aiden asintió y luego, lanzó la bomba. La botella dio a parar justo a la entrada de la iglesia. Ethan suspiró y dejó escapar el humo atrapado en su boca.

   —C-Chicos… —Dalian balbuceó—. Ellos siguen disparando.

   —No por mucho… —dije, observando como la botella explotaba y prendía fuego a todas las cuerdas y tablas que cubrían la puerta de la iglesia. Algo la empujó desde adentro y la terminó por abrir.

   —¡Ahora! —gritó Ethan. Terence tomó la mano de Ada y me agarró del brazo para empezar a correr. Lo único que pude ver fue un montón de gente armada, mirando confundidos hacia la puerta de la iglesia que se había abierto y la multitud de muertos que escapó de su interior. Muertos encadenados, muertos sueltos, muertos en llamas. Fue caótico—. ¡Corran! ¡Corran! ¡Corran! —Los gritos de Ethan nos impulsaron a ir más rápido. Oí disparos y más gritos, pero no supe si iban dirigidos a nosotros o a los muertos que habían escapado. Por algunos segundos, me sentí mal por ellos, pero deseché ese pensamiento inmediatamente. Era su culpa por mantener cautivos a los muertos, era su culpa por querer usarlos como arma. Ellos no obedecían a nadie. Corrimos un par de minutos más por calle abierta hasta adentrarnos en unos callejones, nos detuvimos ahí, jadeando, cansados. Me dolía el tobillo, creo que lo había torcido en un mal movimiento.

   —¿Estamos todos? —preguntó Eden. Nos di una mirada rápida. Faltaban dos.

   —Dalian y Sophie… —balbuceé, y el corazón me subió hasta la garganta—. ¡Dalian y su hermana! —grité.

   —¡Voy! —Ethan se movió para retroceder, pero no fue necesario. Dalian apareció cargando a su pequeña hermana en brazos. Los nervios me revolvieron el estómago. A la niña le sangraba un hombro.

   —¿¡Qué pasó!? —corrí hasta ellos y me sentí un poco más tranquilo al notar que ella estaba con los ojos entrecerrados, a punto de quedarse dormida. Pero estaba consiente. Dalian negó con la cabeza.

   —Le duele un hombro, creo que se arañó cuando caímos al suelo —dijo él y me guiñó un ojo. Entendí el mensaje inmediatamente. Estaba sangrando, una bala le había rozado el hombro, pero ella no debía saber que era eso lo que había pasado, o entraría en pánico.

   —O-Oh… —fingí calmarme, pero la verdad es que la herida se veía horrible—. Debió haber sido una caída dura… —tenía la garganta seca. Le acaricié la cabeza a la niña—. ¿Qué tal si descansas en los brazos de tu hermano? —sonreí. Volteé para mirar a los demás, todos estaban reunidos, esperando escuchar lo que había pasado. Me acerqué a ellos.

   —Le han disparado a Sophie —dije y Amy estuvo a punto de soltar un grito—. P-Pero no digan nada. Seguramente fue tan rápido que ni ella misma lo ha notado, Dalian le ha dicho que se ha herido el hombro al caerse, debe creer eso, si se da cuenta de su situación podría entrar en pánico. Tenemos que buscar un lugar seguro. Ahora.

Aiden tiró de sus cabellos.


   —¿U-Un lugar seguro? —tartamudeó—. ¡Mira cómo nos recibieron esos hijos de puta!

   —Cálmate, Aiden. Encontraremos otro lugar.

   —¿Puedo quitar la bala ahora mismo? —preguntó. Negué con la cabeza.

   —¿En serio vas a arriesgarte a eso? —Abercrombie empezó a ladrar.

   —Shhh… —Eden le intentó hacer callar—. Silencio, chico —Pero a sus ladridos se le unieron los de Sandy, la otra pastor alemán que habíamos traído con nosotros. Giré la vista hacia donde ellos ladraban.

   —Mierda… —fue Terence el que dio el aviso. En la entrada al callejón una jauría de siete perros comenzó a acercarse lentamente hacia nosotros. Vi algo extraño en ellos, no parecían perros normales.

   —T-Todos júntense… —mascullé y caminé hasta Dalian para prácticamente empujarlos a él y a su hermana hacia el resto del grupo—. J-Júnten… —la garganta me tembló cuando los perros empezaron a correr en nuestra dirección y pude verlos más de cerca. Estaban bañados en sangre. Abercrombie intentó correr hacia ellos, pero le agarré del collar para que no lo hiciera y le jalé hacia atrás—. ¡Esos perros! —grité.

Ethan dio un disparo. Uno de los perros cayó y volvió a levantarse.

   —¿¡Qué!? —El pelinegro retrocedió y abrió los brazos, para proteger al resto de personas que nos agrupamos tras él de manera natural—. ¿Desde cuándo hay perros infectados?

   —N-Nunca había visto uno —balbuceó Aiden, parecía confundido—. C-Creí que el virus afectaba solo a los humanos ¡Cuidado, Ethan! —Uno de los perros saltó primero y se lanzó sobre él, mordiéndole el brazo. Ethan le agarró con la otra mano y lo lanzó contra la muralla. El resto de los perros se le abalanzaron también. Él no pudo hacer nada.

   —¡Ethan! —Aiden gritó y empezó a dispararle a los animales.

   —¡Mierda!  —Terence corrió hacia ellos y sacó de una patada a uno de los perros. Por un segundo fui presa del pánico, creyendo que iban a devorarse a Ethan, pero reaccioné. Corrí hacia ellos y clavé mi cuchillo sobre otra de las bestias. Un escalofrío me recorrió la espina dorsal al verle de cerca y notar que su mandíbula de enormes y filosos dientes estaba completamente expuesta, además de otros músculos que no tenían nada de piel encima. Ellos de verdad eran animales que habían sido infectados. Ethan logró ponerse de pie, quitándose de encima a patadas a otro de los canes, que volvió a levantarse.

Una cosa era lidiar con personas que estaban muertas, que tenían dos piernas y se movían torpemente. Otra muy distinta era luchar contra animales.

   —¡Cuidado! —Oliver gritó y me obligó a voltear. Por el otro lado, tres perros más. Estábamos rodeados. Ellos gruñían y hacían sonidos que estaba seguro jamás habían salido de ningún perro sano; sus hocicos estaban llenos de sangre y las garras de sus patas parecían más largas de lo normal, listas para desgarrar músculos y huesos. Nos reagrupamos y formamos un círculo para mantener todos los ángulos cubiertos. Me quedé de pie delante de Dalian y su hermana.  

   —¿Qué haremos ahora? —preguntó Aiden, mientras ayudaba a Ethan a entrar al círculo. Le habían mordido un brazo, ambas piernas y parte de la cara. Podía ver la carne expuesta de su mejilla.

    —¿Dispararles en la cabe…? —la respuesta nunca llegó. Un ruido agudo y metálico entró en mis oídos y me obligó a cubrirlos, era insoportable. Todos hicieron lo mismo—. ¿¡Qué es eso!? —grité.

   —¡Están huyendo! —El grito de aviso de Terence me llegó como un susurro apenas por culpa de las palmas que cubrían mis orejas, pero pude notarlo; los perros se alejaron corriendo de repente. El ruido metálico seguía sonando, persistiendo y haciendo un eco doloroso en mi cerebro.

Solo se detuvo cuando todos esos perros salvajes se habían ido.

Las rodillas me temblaron y me hicieron caer al suelo.

   —¿Q-Qué ha pasado? —pregunté. Mi garganta estaba seca—. ¿P-Por qué se han ido?

   —Allá… —Jesse apuntó hacia la otra entrada del callejón; de pie, la silueta de un encapuchado miraba en nuestra dirección. Esa silueta empezó a correr cuando se dio cuenta que le habíamos visto.

   —Oh, no lo harás —Terence se levantó y corrió tras él. Me puse de pie.

   —¡Espera, Terence! —le seguí, pero era mucho más rápido que yo. Se perdió fuera del callejón junto a la persona que intentaba escapar. Sentí pasos tras de mí y noté que Chris y Jack también corrían conmigo.

   —¿Qué era? —me preguntó Jack.

   —Un hombre —respondí—. Está encapuchado —salimos a la calle nuevamente y entonces los ví, él y Terence habían saltado una reja metálica que estaba instalada en la mitad de la calle y que parecía dividirla en dos. El pelirrojo le había reducido y ahora estaba sobre él, aplicándole una llave que dejaba el brazo de ese hombre torcido contra su espalda. Corrimos hasta alcanzarlos.

   —¿¡Esos perros estaban contigo!? —gritó Terence, mientras ejercía más presión contra su brazo. Salté la reja con un poco de dificultad—. ¿¡Qué fue lo que hiciste!? ¡Habla! —Le quitó la capucha y se sorprendió por lo que vio. Le soltó para girar su cuerpo. Ese hombre traía su cabeza y rostro escondidos bajo una máscara de gas.

   —¿Estás loco? —El resto del grupo llegó junto a la reja cuando el encapuchado empezó a hablar—. ¿Van a decirme que jamás les habían visto? —Terence azotó su cuerpo contra el suelo. Quise acercarme y detenerlo, él estaba siendo demasiado violento.

   —Esa no fue mi pregunta —gruñó.

   —Esos perros no estaban conmigo… —masculló la gruesa voz que escapaba por la válvula de respiración de la máscara—. Y son sensibles a los ruidos agudos, sólo golpeé una cañería con una cuchara —Terence le soltó y se puso de pie. Palmeé su espalda cuando llegué a su lado. Ethan a medias, Aiden, Chris, Jack y Eden rodearon al hombre de la máscara y le apuntaron con armas—. Vaya… —la burla apenas era audible en la extraña voz que salía de esa máscara, seguramente su voz real no sonaba así—. ¿Es así como me agradecen?

   —¿Por qué nos ayudaste? —preguntó Terence y también apuntó su arma hacia él. El hombre levantó las manos en son de paz y yo intenté ver dentro de los lentes negros de la máscara, pero no logré ver nada, solo oscuridad. Sus ojos no se veían, nada en su rostro podía verse y su cuerpo estaba inmóvil. No podía saber si estaba riendo o estaba asustado.

   —Traen una niña herida consigo —dijo y su cabeza volteó hacia Dalian—. ¿Qué persona no haría algo por salvar a una niña de una jauría de perros infectados? ¿Qué clase de salvajes son ustedes para no recibir la ayuda?

   —B-Bajen las armas… —ordenó Dalian. No sé por qué, pero todos obedecieron. Caminó hacia nosotros, con Sophie dormida en sus brazos y se acercó al enmascarado—. Me llamo Dalian… —comenzó—. Y acabas de salvar a mi hermana, te estaré eternamente agradecido.

El hombre bajó los brazos.

   —Al fin alguien que puede hablar antes de apuntarme… —tendió una de sus manos enguantadas hacia Dalian, pero al darse cuenta que él no podía tomarla por estar cargando a Sophie, la bajó—. Soy… —Él pareció titubear, como si dudara en decir su nombre o no. Quizás creyó que íbamos a matarlo después de eso—. Regen —Dalian sonrió cuando escuchó su nombre.

   —Es un lindo nombre.

   —Gracias.

Aiden carraspeó la garganta.
 
   —Lamentamos haber sido tan violentos contigo, Regen —comenzó y me pareció ver un escalofrío correr por el cuerpo del enmascarado cuando escuchó eso, como si la voz de Aiden lo hubiese vuelto a la realidad de pronto—. Es sólo que acabamos de llegar a la ciudad y estas personas nos recibieron así…

   —¿Por qué le estás contando esto, Aiden? —gruñó Ethan—. No deberíamos confiar en…

   —Porque nos salvó de esos perros —respondió rápidamente y aclaró la garganta—. Entenderás nuestra agresividad.

   —Claro, esos tipos son unos salvajes, después de todo.

   —¿Eres parte de ellos? —preguntó Aiden. El hombre negó con la cabeza.

   —Claro que no. No pertenezco a ninguna de las comunidades de este lugar, pero acostumbro a vagar entre ellas sin ser visto —se encogió de hombros—. No me agrada socializar, supongo.

   —¿Conoces bien la ciudad? —pregunté.

   —Y las cinco ciudades que le siguen, como la palma de mi mano.

   —¿Sabes dónde encontrar un lugar seguro? —Dalian se adelantó a mi pregunta. La máscara de Regen se quedó fija en el rostro dormido de Sophie.

   —De hecho… —dijo, y su voz se escuchó escalofriante a través de la válvula de respiración—. Este es el lugar menos seguro en el que pueden estar. No creí que me seguirían hasta aquí —estiró su mano y sus dedos apenas rozaron las mejillas de Sophie. Miró a Dalian—. Tienen que irse —soltó—. Vuelvan por donde vinieron, esto no es seguro.

   —¿Por qué? —Oliver apuntó su arma hacia Regen. Estaba seguro que no confiaba en él—. ¿Acaso esta reja no nos sirve para mantenernos lejos de esos idiotas? —casi pude oír una risa saliendo a través de la máscara.

   —Esta reja les aleja a ellos de algo peor —dijo y empujó a Oliver—. Deben irse ahora, la ronda de ellos ya comenzó —Oliver le empujó de vuelta.

   —¡No vas a engañarnos!

   —No quiero engañarlos, váyanse —algo me dijo que debíamos creerle.

   —Chicos, deberíamos… —dije, pero me quedé callado enseguida. Había oído algo. Un ruido, un motor, uno demasiado estridente—. Algo viene —advertí.

   —¡Son ellos! —Regen gritó—. ¡Salgan de aquí ahora! ¡Corran! —decidí creer en esos gritos y arrastré a Dalian hacia la reja otra vez.

   —Tenemos que salir de aquí —le dije y tomé a Sophie en mis brazos—. Escala la reja, te la entregaré cuando te encuentres arriba ¿Puedes bajar sujetándola? —Él asintió con la cabeza—. Vamos, ve —ordené y el empezó a escalar. Una camioneta blindada asomó por la esquina—. ¡Vamos! —grité—. ¿Acaso no le oyeron? ¡Es peligroso estar aquí! —todos corrieron hacia la reja nuevamente. Dalian estiró los brazos hacia mí cuando escaló completamente la verja y yo con algo de dificultad le entregué a la niña y comencé a escalar. Fui el último en hacerlo.

   —¡Alto ahí! —escuché gritos tras de mí y miré hacia abajo. Cinco hombres fuertemente armados bajaron de la camioneta, vestían de negro y algunos traían la cara pintada. Las chaquetas de cuero, las botas con puntas y toda la apariencia de maleantes me hizo estremecer en un escalofrío. Habían atrapado a Regen y le tenían rodeado. Noté a lo lejos, un camión llegando por la misma esquina en la que había llegado el vehículo. Los hombres le tiraron al suelo y comenzaron a golpearle, reían mientras lo hacían. El estómago se me llenó de náuseas.

Salté hacia abajo.

   —¿¡Qué haces Reed!? —Alguien llamó mi atención, pero yo no estaba pensando. Desenfundé mi rifle y comencé a dispararles, o lo intenté al menos. Solo logré a darle a uno, eran las desventajas de disparar de cerca con un francotirador. Ellos también me atraparon. Terence saltó de la reja y cayó sobre uno de los hombres, apuñalándolo al instante. Todos los demás le imitaron. Les superábamos en número. No tardamos en acabar con ellos.

Tendí mi mano hacia Regen que estaba en el suelo.

   —¿Q-Qué acaban de hacer, idiotas? —balbuceó él a través de la máscara. Oí el sonido de millones de gatillos a punto de ser disparados. El camión había llegado, y llevaba consigo un montón de hombres como los que acabamos de  matar. Estábamos en el centro, nos habían rodeado.

   —Oh, oh… —Uno de ellos avanzó hacia nosotros. Tenía una cicatriz que le cruzaba todo el rostro y una sonrisa torcida—. Han matado a cinco… —negó con la cabeza. La boca de su arma chocó directamente contra mi frente—. Esto definitivamente no va a gustarle al Escorpión.  

Notas finales:

¿Críticas? ¿Comentarios? ¿Preguntas? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review

Y sí. El Escorpión es ése Escorpión que ustedes están pensando <3

Que tengan una linda semana :D Abrazos


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).