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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Ok gente...ha sido mucho tiempo ! D_D 

Pero ya salí de vacaciones y tendré aproximadamente un mes libre así que en teoría, deberían ver otra actualización aparte de esta por lo menos a fin de mes. Se que las actus están muy irregulares y la verdad, seguirán así porque en estos momentos mi vida es un caos D_D 

Es un capítulo más larguito que lo último que estaba subiendo x3 y por primera vez narrará Chris :D (Alerta: Jessrist -SÍ,JESSRIST Y NO AL REVÉS-) 

Y bue x3 espero que lo disfruten. 

Gracias por la espera! 


Capítulo 34

 

  —Tenemos que volver… ¡seguirlos!

  —Lo sé, pero nos matarán a todos si sólo vamos allá... —Murmullos. Un parloteo bajo inundó mis oídos e hizo arder mi cabeza. Estaba cansado, quería seguir durmiendo—. Tienes que calmarte Jack, además, no podemos con él así.

  —Joder, lo sé.

  —Chris… —Una voz suave pronunció mi nombre. Si tuviera que darle forma a ese sonido sería la de un delicioso algodón de azúcar; todos aman el algodón de azúcar, nadie puede resistirse a su dulce y pegajoso sabor. Dios, mataría por uno ahora mismo—. Vamos, despierta —abrí los ojos y me encontré con una imagen aún más dulce que me dejó aturdido por algunos segundos.

  —¿Acaso tú no te despeinas con nada? —fue todo lo que logré decir. Sus ojos caramelo se abrieron un poco y sonrió.

Entonces me di cuenta de que Jesse tenía una sonrisa realmente hermosa.

  —Estoy despeinado ahora… —bromeó. Me reincorporé y sólo entonces me di cuenta de que ya no quedaba rastro de La Hermandad—. No te muevas demasiado, le he puesto una venda a tu herida.

  —¿Dónde estamos? —pregunté.

  —Lejos de ellos… —reconocí la voz de Jack. Estaba sentado en el suelo, con Matt durmiendo a su lado y Abercrombie echado frente a él. Sus ojos violetas estaban oscuros y me dolió el estómago el verle tan angustiado. Miré a mí alrededor. Estábamos en lo que debían ser las ruinas de un edificio abandonado al que no recordaba cómo había llegado. Tan sólo estábamos nosotros cuatro. Habíamos logrado escapar.

  —¿Qué pasó con…? —intenté decir.

  —Se los llevaron —me interrumpió Jesse, con su voz calmada que intentaba tranquilizarme a mí también—. A su base, seguramente —tragué saliva.

¿Sólo nosotros lo habíamos logrado?

  —Tenemos que volver —dije. Los ojos dulces de Jesse se volvieron fuego y me dedicaron una mirada pesada que fácilmente pudo haberme atravesado. Volví a tragar saliva.

  —¿Así? —me dijo y me recorrió de arriba abajo con la vista—. ¿Sabes que tú serías el primero en morir si decidimos seguirlos sin un plan, ¿verdad? Estás herido. Tienes que descansar hasta mañana, por lo menos.

Miré mi pierna, dolía como un infierno. Durante el enfrentamiento una bala me había rozado, pero no parecía grave. Al parecer Jesse se había encargado muy bien de detener el sangrado mientras estaba dormido. Un día me parecía lo justo para descansar. De todas formas, el simple paso de una bala en una pierna jamás me había detenido.

Jesse hizo una mueca y se levantó.

  —¿A dónde vas? —preguntó Jack cuando le vio recoger un arma del suelo.

  —Ya está atardeciendo. Iré a hacer algo de guardia.

  —Te acompaño… —intenté levantarme y un calambre, que subió desde mi tobillo hasta el muslo, impidió mi tarea. Volví a intentarlo. El brazo de Jesse me ayudó a sujetarme.

  —¿Así? —rio.

  —La intención es lo que cuenta, ¿no? —bromeé y él se encogió de hombros. Incluso ese simple y banal gesto era adornado con cierta gracia cuando era él quien lo hacía.

  —Tienes agallas, cuore mio —susurró y me sujetó bien del brazo para que caminara con él. Jack rio y yo no pude evitar sonrojarme. Desde que conocí a Jesse y, por algún motivo que no entendía, se me había hecho fácil entender el italiano. Había entendido cómo me había llamado.

Caminamos por el edificio abandonado. Me costaba andar por mi cuenta, a pesar de sentirme mejor de lo que debería. Simplemente mi pierna era la que andaba mal. Pero supuse que unos minutos de caminata me harían calentar los músculos y mejorarían las cosas.

Las ventanas del lugar estaban todas selladas, seguramente habían sido cubiertas mucho antes de que el edificio empezara a separarse, a derrumbarse en pequeñas partes que también habían intentado ser cubiertas, quizá por las personas que habían estado aquí antes de nosotros. Quizás ellos huían de lo mismo.

Habían pasado cinco años desde que dejé la ciudad y ahora estaba completamente distinta. Quizás cuántas veces pasé por este edificio que nos daba refugio. Tal vez, justo como hoy, me había tenido que esconder aquí antes. Pero ahora este edificio y toda la región estaban irreconocibles. La ciudad se había convertido en un monstruo, un monstruo lleno de gente desalmada, cazadores crueles y comunidades terribles que alababan a los muertos como dioses.

Antes la gente dialogaba antes de meterte una bala en la pierna.

  —¿Puedo? —Jesse estiró su mano hacia mí cuando nos sentamos sobre unos bloques de cemento que estaban en la entrada. No pude prestarle atención, estaba absorto en su rostro pálido; su piel parecía tersa, pero esa aparente suavidad la irrumpía un moretón sobre su ojo izquierdo y un rasguño en su mejilla Las heridas no se le veían mal, pero asustaba un poco verlas en una cara tan lisa.

  —¿Qué? —balbuceé y corrí la mirada cuando yo mismo me di cuenta de que le había estado observando demasiado.

  —Tu brazo… —me dijo—. Tienes el… —e hizo un gesto que me hizo mirar mi prótesis. El filo del machete estaba lleno de sangre. Había tenido que usarlo.

Lo desencajé para entregárselo. Él lo tomó en sus manos y de su bolsillo tomó un pañuelo para empezar a limpiarlo, no era necesario pero supuse que eso a él le entretenía. Jesse parecía tener cierta afición por las cosas filosas.

  —¿Dolió mucho? —preguntó sin mirarme, con los ojos bien puestos sobre el arma que solía llevar en lugar de un brazo, mientras lo limpiaba con cuidado, como si estuviera hecho de vidrio y no de madera, metal y acero—. Cuando tuvieron que amputar tu…

  —Ah, sí, un poco —acaricié el codo y luego el aire del espacio que había quedado vacío sin la prótesis. A veces podía sentir mi brazo ahí, a pesar de que ya no estaba—. Me mordió un zombie aquella vez y… —reí—. No voy a engañarte. Lloré como una niñita.

Él sonrió.

  —¿Tú? No pareces la clase de hombre que llora como una niñita.

  —Está bien, sólo grité como una. Supongo que un brazo no es para llorar —dije—. Digo, hay cosas más terribles que merecen lágrimas —Él se detuvo para dirigirme una mirada rápida.

  —¿Pérdidas? —siguió limpiando.

  —Dave… un par de meses después de la llegada del virus.

  —¿Tu novio? —preguntó y yo torcí un poco el gesto, entonces él se corrigió—. No, no. Alguien más querido.

  —¿Tanto se nota?

  —Soy bueno observando a la gente… —se encogió de hombros y me extendió la prótesis de mi brazo, ya limpia y brillante—. ¿Y?

  —Mi hermano.

  —Oh, lo siento.

  —Está bien… —aclaré la garganta. Me ponía nervioso hablar de este tema. Hasta ahora, Dave era algo de lo que no había hablado con nadie antes—. Supongo que está bien así. Seguramente habría sufrido mucho después. Los que vinieron después tuvieron que hacerlo.

  —Me da la sensación de que ustedes eran un grupo mucho más grande antes… —intuyó Jesse, quizás como una forma de animarme a seguir hablando.

  —Podría decirte sus nombres —reí un poco, divertido por la mirada atenta que tenía sobre mí, parecida a la de un niño curioso—: Elise, Frank, Belle, Ayame, Sam, Cassie, Axel —De pronto, me di cuenta de que esos nombres, a pesar del tiempo que había pasado, todavía me causaban una molestia en mi garganta—. Ian… —suspiré—. Esa pérdida fue especialmente dolorosa, tanto como la de Dave.

  —Han sido muchas muertes —dijo, y yo no pude decir nada más. No había más palabras, sólo la verdad. Comencé a forcejear con las correas de la prótesis, intentando ajustarlas—. Tuve una hermana también… —siguió y se inclinó hacia mí para ayudarme. De su cabello desprendía un olor cítrico que me aturdió por unos segundos—. Aria.

  —Es un nombre hermoso.

  —Ella era hermosa.

  —¿Cómo…cómo la…?

  —Fue mucho antes del virus.

  —Tuvo suerte.

  —No, ellos tuvieron suerte.

  —¿Ellos?

  —Todos los muertos a los que no mató, todos los cazadores a los que no se enfrentó. Ellos tuvieron suerte… —sonrió cuando vio terminada su tarea. La prótesis y su filo llenaban otra vez el vacío que había dejado mi brazo—. Ah, mi Aria era una chica valiente.

  —Debe ser de fam…

  —Shhh…—Jesse se levantó y yo lo hice instantes después. Cruzamos una mirada y, aunque no quise hacerlo, creo que le transmití algo del terror que sentí cuando escuché todos esos ruidos venir desde afuera. Los oía; todos esos jadeos, gruñidos y sonidos que sólo los zombies eran capaces de hacer. Una horda muy grande caminaba a tan sólo metros de nosotros. Contuve la respiración y nos quedamos quietos y estáticos como un par de estatuas. No estábamos en condiciones de pelear y lo sabíamos. Ni siquiera sabía cuántas balas quedaban en la escopeta que había usado para pelear contra La Hermandad, así que sólo nos quedamos ahí, a la espera. Sí teníamos suerte, las murallas a medio derrumbar y la madera que intentaba cubrir sus espacios nos ocultarían lo suficiente de ellos.

  —Prepárate… —susurró Jesse, con los ojos clavados como agujas sobre el portón de madera que teníamos delante de nosotros. Le vi cambiar de postura y vi cómo sus músculos se tensaron, cuan felino a punto de saltar sobre su presa. Un pestañeo después, el portón se sacudió; primero suavemente, como si sólo uno de ellos se hubiese percatado de nuestra presencia y luego un poco más fuerte, y más fuerte, como si entre ellos comenzara a correr la voz de que había gente, comida, en realidad, dentro de ese edificio.

  —¡Zombies! —grité para alertar a los demás, y entonces la mano de Jesse me tiró hacia atrás justo cuando el portón cedió. Dos lograron entrar por un agujero y tres más se quedaron gruñendo, atrapados en el espacio que ellos mismos habían abierto. Jesse enterró un cuchillo en la frente de uno de ellos y yo rematé al otro.

  —¿En serio? —protestó él y me lanzó una mirada afilada, mientras se apresuraba a acabar con los tres que habían quedado atascados.

  —¿En serio qué? —le ayudé a mover una escalera y algunos escombros para intentar cubrir el espacio y retenerlos un poco más antes de que llegaran los demás.

  —Acabo de limpiar tu brazo y tú ya lo llenas de porquería.

  —Tenía que matar a ese.

  —Yo podía con los cinco… —agarró del cabello a otro que estaba intentando desesperadamente entrar y destrozó su cabeza contra una muralla—. Seis… ¡ew!

  —¡Cuidado! —Otro golpe se escuchó sobre el portón. Lo agarré del brazo y lo lancé al suelo, para que se alejara. La madera cedió completamente y toda la entrada se vino abajo. Un montón de ellos entró. Nos levantamos y corrimos hacia el interior del edificio. Encontramos a Jack y a Matt a mitad de camino.

  —¿¡Cuántos!? —me preguntó Jack, entregándome una escopeta.

  —N-No sabría…

  —Alcancé a ver unos treinta, pero debe haber más —interrumpió Jesse. Incluso en momento así, él mantenía su aterciopelada voz en calma, como si nada pasara. Escucharle tan tranquilo sólo me puso los pelos más de punta—. Y están adentro.

  —¿¡Aquí!? —gritó Matt y su rostro, que pasó por todos los colores que puede mostrar una piel tan blanca como la de él, me recordó que no tenía experiencia alguna con hordas tan grandes y yo sí, mucha más que él. Tenía que mantenerme tranquilo para no exaltarlo más de la cuenta. Lo había visto muchas veces, los nervios y el pánico son los peores enemigos a la hora de deshacerse de un montón de zombies—. ¿¡Q-qué vamos a hacer!?

  —Toma tu arma y dispara si es necesario —le ordenó Jack—. Tenemos que perderlos, vi unas escaleras en buen estado cerca, quizás podamos llegar al segundo piso.

Cuando corrimos hacia las escaleras, ellos ya estaban muy cerca.

  —¡Vamos, vamos, vamos! —Apenas si entraba algo de luz, así que la voz de Jack fue la que nos guio por varios pasillos antes de llegar. El edificio en el que estábamos debía ser grande, quizás con seis u ocho habitaciones por cada piso. Nosotros estábamos en la primera planta, que estaba llena de ascensores que hace años habían dejado de estar operativos y que de seguro eran imposibles de escalar. Las escaleras de emergencia eran, de hecho, nuestra única vía de escape.

  —¿Qué hay en el segundo piso? —preguntó Matt.

  —No sé, sólo he explorado el primero —contestó Jack. Llegamos a las escaleras y empezamos a subirlas. Tras de mí oía los jadeos, los gruñidos y los pasos torpes que intentaban correr y que chocaban entre ellos; pie con pie, hombro con hombro… todo por intentar alcanzarnos.

Algo tiró de mi chaqueta y un disparo me ensordeció los oídos. Uno de ellos me había tocado y uno de los chicos le disparó, no supe quién fue porque en el segundo piso no entraba absolutamente nada de luz. Todo estaba negro.

  —Está bien…está bien… —conocía bien a Jack, sabía cómo temblaba su voz cada vez que estaba nervioso. Ésta era una de esas veces—. Encenderé una linterna…

  —¡Cuidado! —disparé. Había otro grupo de infectados en el segundo piso.

Otra linterna se encendió. Jesse se detuvo y embistió a uno de ellos contra la pared, para clavarle en la cabeza el cuchillo que siempre traía consigo.

  —Tienes un arma como brazo y ya la has ensuciado—gruñó, lanzó su cuchillo y éste quedó incrustado en la frente de otro zombie—. Así que úsala.

Sin importar la herida en mi pierna, corrí hasta él para alejar a un tercero que se le estaba acercando. Le atravesé el cuello con mi brazo y, al quitarlo, algo parecido a la sangre y otros líquidos más salpicaron de su cuello.

Una tercera linterna se encendió.

  —Sabía que no debía venir con esta chaqueta —dijo Jesse y me clavó una mirada fulminante que bien pudo haberme revuelto el estómago de haber estado en otro momento.

  —Tú me ordenaste que usara esta cosa —respondí, mientras sacudía la prótesis en el aire. Le sonreí.

  —¿Y si yo digo que bailes desnudo lo harás? —pasó la manga por el pecho de su chaqueta de cuero para intentar limpiarla, pero el maloliente líquido rojo oscuro sólo pareció esparcirse más por toda la prenda—. ¡Cazzo! ¡Questo è disgustoso! —gritó en italiano. Llevaba poco tiempo conociendo a Jesse, pero sabía que cada vez que insultaba en su lengua materna, significaba que estaba realmente enojado.

  —Claro que quiero bailar desnudo para ti —me burlé, contuve una risa y aparté a otro de ellos para rematarlo.

  —¿Acaso Chris Brown me está coqueteando? —dijo entre risas y ya no pude verle. La luz de la linterna se había movido hacia otro lugar.

  —Chicos, no es momento para esto… —Alguien tiró de mí y me obligó a retroceder. Sólo entonces lo noté, estábamos rodeados—. ¡A-Adentro! —Una mano cogió la mía y me arrastró hasta una puerta. Todos entramos en una de las habitaciones.

  —Mierda… —Jack dejó su linterna en el suelo, para iluminar un poco el lugar. Estábamos en una típica y desecha habitación de lo que debió haber sido un hotel barato hace años. Sus hombros temblaron cuando la puerta retumbó por un golpe—. Son demasiados.

  —Tenemos que dejarles entrar en grupos —sugirió Jesse, sentándose en el suelo, con la espalda contra la puerta—. Así podremos acabar con todos —A pesar de que su voz se oía tan estoica como siempre, su respiración estaba agitada. Le había visto matar a muchos mientras subíamos. Se levantó—. Abriré la puerta.

  —Espera, espera… —Matt le detuvo y puso sus temblorosas manos sobre la puerta, para evitar que la abrieran. El chico estaba al borde de un ataque de nervios—. Espera un segundo… —respiró hondo, intentaba calmarse—. No estoy listo.

  —Hey, niño… —Jesse le dio una pequeña y suave palmada en el hombro y luego revolvió su cabello, en un gesto tan adorable que me agitó el estómago—. Vamos a salir de esta, ¿está bien?

  —Está bien… —Matt volvió a inspirar y su respiración ya me pareció más calmada. Dio un paso hacia atrás y tomó su revólver.

  —Será mejor con cuchillos —dije. Jesse me sonrió y guiñó un ojo. Contuve un escalofrío.

¿Quién le estaba coqueteando a quién?

  —Tienes razón… —Matt dejó el arma en su funda y levantó un cuchillo, frente a su rostro. Sus manos aún temblaban, pero él intentaba sonar seguro.

  —¿Alguna vez has usado algún tipo de arma? —le pregunté, lo más serio posible, no quería que mi pregunta se escuchara como una burla. Conocí a Matthew cuando tenía apenas diez años y desde entonces jamás le había visto matar algo, ni siquiera a un animal. Su padre era un hombre correcto que estaba en desacuerdo con que un niño aprendiera a matar a tan corta edad, pero los acontecimientos que habían surgido desde que Reed y los cazadores de Shark llegaron a la isla habían obligado a este niño a crecer mucho antes de que su padre decidiera enviarlo a los entrenamientos.

  —He tenido que hacerlo —contestó él y dio un paso hacia la puerta cuando Jesse puso su mano en la manilla.

«Pobre chico», pensé.

  —Uno… —Jesse comenzó a contar y yo me coloqué a su lado, para ser el primero en rematar a los zombies que entraran o para ayudar a contenerlos en caso de que la situación se descontrolara—. Dos… —abrió la puerta—. ¡Tres! —un grupo de cuatro o cinco bestias entraron y tuve que empujar a una de ellas hacia los chicos para ayudar a Jesse a cerrar la puerta nuevamente. Desde afuera, un montón de zombies empujó para intentar pasar. Afirmé las manos contra la madera que crujió, como si estuviese a punto de romperse, y luego giré para apoyar todo mi cuerpo contra ella.

Estaba jadeando, no por el esfuerzo si no por lo tensa que era esa situación. Miré a Jesse para preguntar si todo estaba bien, pero algo en su rostro me indicó que él no tenía ningún problema. Tenía una sonrisa en el rostro y me pareció oírle reír; una risa profunda que me dio escalofríos. Podría jurar que a él le divertía, de alguna forma muy extraña. ¿Tanta confianza tenía en que íbamos a salir de aquí?

  —Vamos de nuevo… —dijo y abrió la puerta otra vez. Todavía no me recuperaba de la oleada anterior cuando un nuevo grupo ingresó. Esta vez, Jesse logró rematar a uno antes de volver a cerrar la puerta y los chicos actuaron más rápido. Respiré profundo y sentí que los golpes que llegaban desde el otro lado ya no me asustaron tanto como hace un par de segundos. Si seguíamos a este ritmo, íbamos a lograrlo sin importar cuántos había afuera. Y sin necesidad de gastar balas.

  —Fue una buena idea —jadeé, con mi espalda apoyada contra la puerta. Los chicos lo estaban haciendo bien e incluso Matt, a pesar de estar aterrado, no titubeó un sólo segundo cuando tuvo a esos zombies delante.

  —Es una buena idea… —dijo él—. Pero pende de un hilo —y me lanzó una mirada que entendí perfectamente; «¿estás listo?» quería decir. Asentí con la cabeza—. Uno, due, tre —abrió y un montón de ellos intentó entrar—. ¡Cuidado, cuidado! ¡A esto me refería! —empujé a uno hacia atrás y cargué el hombro contra la puerta, para hacerlos retroceder. Entraron más de los que deberían y Jesse tuvo que apartarse para ayudar a los chicos. Dos más entraron antes de que cerrara la puerta.

Matt soltó un grito.

  —¿¡Matt!

  —¡Quítalo! —El chico forcejeaba con un zombie y lo sostenía con una mano, mientras que con la otra intentaba quitar desesperadamente su cuchillo que había quedado atorado en la frente de otro. No pude moverme, había demasiados zombies adentro y si me apartaba de la puerta, muchos más iban a entrar. Jesse corrió a ayudarlo.

  —¡Atrás tuyo, Jesse! —le grité, para advertirle de uno que había corrido tras de él. Él volteó rápidamente y lo acabó antes de que yo pudiera terminar mi advertencia. Las linternas encendidas habían rodado por el piso y ahora todo era un espectáculo de luces que apenas parpadeaban e iluminaban a ratos distintos sectores de la habitación. Sólo podía oír gritos, gruñidos, y el sonido blando de los cuchillos entrando en la carne de esas bestias—. ¡Jack! —le llamé, mientras con mi brazo terminaba con uno que se me había acercado—. ¡Cúbreme un segundo! —Sus pasos llegaron rápidos y, apenas le sentí a mi lado, corrí hacia los chicos. Tenía un arma más letal que un cuchillo y estaba pegada a mi maldito brazo. Debía usarla.

Nunca he sido amigo de la oscuridad, pero en ese momento tuve que acostumbrarme a ella como si hubiese vivido toda mi vida de noche. Las siluetas empezaron a tomar formas y los sonidos, ruidos y gruñidos guturales me indicaron a quién debía matar y a quién no.

Corrí hacia un cuerpo y lo estampé contra una pared. Una respiración familiar me hizo detenerme antes de atacar.

  —No querrás hacer eso, cuore mio —susurró y su respiración, apenas agitada, sopló sobre mi rostro; cálida al igual que los hombros que presioné, nervioso, al darme cuenta de que había estado a punto de matarlo.

La luz de una linterna se centró sobre nosotros.

  —Dios mio, Jesse —mis manos temblaron y apoyé la cabeza contra su pecho—. Creí que eras uno de ellos, lo siento.

  —Está bien, cálmate —Él no sonaba enfadado, ni nervioso tampoco—. La última vez que alguien me atacó de esa forma acabó tumbado en el suelo… —acarició mis hombros en respuesta a mi disculpa. No había sido nada, no había alcanzado a herirlo. Estaba bien—. Supongo que me haces bajar la guardia… —susurró y me soltó para caminar hasta Matthew—. Matt, pequeño —inspeccionó la chaqueta y la sudadera del chico sin que él se diera cuenta, buscaba rastros de mordeduras y una amplia y adorable sonrisa se le formó en el rostro cuando comprobó que el chico no había sido mordido—. Está bien… —Matt estaba a punto de echarse a llorar, pero sabía que no lo haría, él era fuerte. Apenas le había visto llorar durante el funeral de Cassandra. Sólo se abrazó a Jesse cuando este abrió los brazos para recibirlo.

Entonces recordé que Jesse solía tener una hermana. Él definitivamente parecía un buen hermano mayor.

  —¿Están todos completos allí? —preguntó la voz de Jack que nos apuntó con su linterna. Estaba sentado apenas, con la espalda contra la puerta que seguía sacudiéndose—. Esa estuvo cerca… —suspiró—. Propongo un descanso antes de… —Un estruendo le hizo callar y el silencio en esa habitación aumentó—. ¿Q-Qué es…? —Un golpe estridente, seguido de otro y otro nos hizo correr a todos hacia la puerta para sujetarla, pero los golpes no chocaban contra la madera, se oían en el pasillo—. ¿¡Quién anda ahí!?

  —¡Esperen un segundo! —Una voz familiar se escuchó desde el otro lado de la puerta, pero no logré adivinar a quién le pertenecía. Lo siguiente que escuché fueron ruidos de golpes, gruñidos y cuerpos cayendo al piso. Parecía una pelea de perros. Se oía como una.

Escuché un ladrido.

  —¡Abercrombie! —grité y miré hacia el fondo de la habitación. Creía que los perros habían entrado con nosotros pero no, no estaban—. ¡Debemos salir, Jack! ¡Los animales están afuera!

  —Ellos estarán bien, Chris. Sabes que esas cosas no suelen atacar animales —Más golpes se escucharon y entonces, moví a Jack para que abriera la puerta. Debíamos ayudar con lo que sea que estuviera pasando afuera, sobre todo si nuestros perros estaban ahí.

Un cuerpo cayó a mis pies.

  —Les dije que esperaran… —La luz de la linterna siguió esa voz y una figura encapuchada se alzó al final del pasillo. Había sangre y vísceras por todas partes. Él había acabado con los que se habían quedado fuera de la habitación—. Ya pueden salir, Sophie —El sonido de otra puerta abriéndose se escuchó y de la habitación del frente salió Sophie, acompañada de Abercrombie y Sandy, que no tardaron en correr y lanzarse sobre nosotros.

  —Hey, Crombie… —recibí a mi amigo en mis brazos y dejé que me lamiera las mejillas—. Me has asustado… —le acaricié un poco más antes de que él decidiera moverse y correr hacia Jesse.

  —Quieto —le ordenó, antes de que llegara sus pies. El animal se sentó—. Buen chico… —Jesse se agachó y empezó a acariciarlo. Durante nuestro viaje en el Desire y cuando no estaba en la sala de control, Jesse se había propuesto a adiestrar a Abercrombie, decía que el entrenamiento que había recibido en la isla no era suficiente para mantenerse en un sitio tan peligroso como éste. Al parecer había dado frutos; Crombie lo amaba y le obedecía en todo, incluso más que a mí.

  —Parece que los perros te adoran… —dijo la voz de Regen al fondo del pasillo, a lo que Jesse respondió con una suave risa que me recordó que estábamos a salvo ahora. Regen caminó hasta nosotros, llevaba a la pequeña Sophie sobre sus hombros—. ¿Están todos…bien?

Jack caminó hasta él y le dio un abrazo que pareció tomar por sorpresa al chico de la máscara, que no fue capaz de corresponder.

  —Hombre, gracias.

  —Está bien, no fue nada… —Regen se apartó con cuidado de Jack. No parecía la clase de persona a la que le gustaban los abrazos pero ahí estaba, y con una niña sobre su espalda—. Vimos una horda de infectados entrando aquí y supuse que alguien estaba en problemas… —Me percaté que traía otra mascarilla de gas y recordé que la suya se había roto al recibir un disparo.

  —¿Estás bien, Regen? —le pregunté. Él se me quedó viendo. Los ojos de la máscara que traía puesta ahora eran más oscuros y profundos todavía. Daban algo de miedo—. Te dispararon, ¿no?

  —Estoy bien, la bala sólo rompió la otra mascarilla… —y dio dos golpecitos sobre su máscara; era blanca y simple, con los ojos redondos y oscuros y un respirador más grande. El candado a un costado seguía ahí.

  —¿Por qué? —pregunté, apuntando hacia el candado—. Creí que la traías porque alguien te obligo a…

  —Sí —interrumpió él y se encogió de hombros—. Sí, sí, le he puesto otro candado y he tirado la llave… —dejó que las manos de Sophie tocaran su mascarilla sin siquiera inmutarse—. Realmente no es agradable lo que hay aquí abajo. No quería que Scorpion me obligara definitivamente a quitármela.

  —Nos importa una mierda como en realidad te veas, Regen… —dijo Jack—. ¿En serio era necesario otro candado?

  —Es más bien…un tema personal.

  —¿Le viste la cara, Sophie? —le preguntó Jack a la niña, quién se cruzó de brazos, infló las mejillas y negó rotundamente con la cabeza.

  —¡No voy a decirte como luce!

  —¡Ah, vamos!

  —Deberían dejarlo, quizás ese rostro le trae malo recuerdos —dijo Jesse cuando llegó a mi lado—. Los demás están atrapados, se los ha llevado la hermandad —informó rápidamente a Regen y de paso logró cambiar el incómodo tema de conversación—. Necesitamos una forma de avisarles al resto.

  —¿Al resto? —preguntó Jack.

  —A Scorpion.

  —¿A Scorpion? —encarnó una ceja—. ¿En serio crees que ese imbécil querrá ayudarnos? Y si lo hace, de seguro todos acabaremos muertos por su culpa.

  —Tienen a su chico, después de todo —insinuó Regen y Jesse asintió con la cabeza en señal de apoyo—. Pero primero, debemos asegurar este lugar, que ya es de noche. Encontré un subterráneo cuando entramos aquí; hay madera y algunas cosas que podrían servirnos. Mañana iremos a buscar a Scorpion —Jack le dirigió al chico de la máscara una mirada asesina que no se molestó en disimular—. Sabes que no podrás salvar a Eden tú sólo. Necesitamos a Scorpion.

  —Está bien, está bien —Jack elevó los brazos exageradamente y se dirigió a las escaleras—. Tú ganas, vamos de una vez —Regen, Matt, Sophie y los perros le siguieron.

Le oí gruñir y maldecir a Scorpion durante unos minutos más, hasta que su voz desapareció por los escalones y se perdió en el primer piso. Le hice una seña a Jesse cuando caminé hacia las escaleras. Había que asegurar este refugio antes de que la noche se instalara completamente encima de nosotros.

  —¿Tan rápido? —La voz de Jesse me detuvo y me crispó la piel; seguía sonando igual de dulce que siempre, pero aquél algodón de azúcar se había derretido y ahora no era más que un montón de caramelo fundido. O así me pareció a mí, al menos.

Iba a quemarme si lo probaba.

  —¿Q-Qué? —balbuceé.

  —No, no, Chris Brown —clavó una afilada mirada sobre mí cuando me sujetó del brazo y sus ojos, de alguna forma, me hicieron retroceder y dejarme guiar cuando él me instó a moverme. Mis pies volvieron solos en sus pasos, hasta topar con una pared—. Tú me debes algo, cuore mio. 

¿Qué tenía este chico en los ojos que me hacía obedecer?

  —¿Qué cosa? —reí un poco.

  —Dijiste que bailarías para mí…—susurró, tan suave y lascivo que su voz sonó como un ronroneo en mis oídos—. Desnudo.

El calor me subió hasta las orejas.

  —¿Q-Qué estás diciendo, Jesse? —Una sonrisa nerviosa tiró de mi rostro—. Sabes que lo dije en broma.

  —Me tomo las bromas muy en serio —me sonrió de vuelta; una sonrisa encantadora, pero oscura y para nada inofensiva, casi perversa. Estábamos muy cerca y podía apartarlo, estaba en posición de hacerlo, pero había algo en él que me impedía si quiera pensarlo. Jesse era hermoso. Increíblemente hermoso. Jodidamente hermoso. ¡Dios! No puedo creer que haya estado a punto de atacarlo—. Y creo que ambos sabemos… —Sus ojos dejaron de mirarme sólo para dirigirse hacia abajo, directo sobre mis pantalones. Una de sus piernas abrió las mías y se quedó ahí, rozando con esa parte tan sensible de mi cuerpo. Me estremecí—. Lo que está pasando aquí.

  —Creo que puedo explicar eso —mi voz se escuchó nerviosa, cortada por la inexistente distancia que había entre nosotros.

  —Intenta inventar una excusa después. Ahora bailarás… —entrelazó sus brazos en mi cuello y se acercó todavía más. Olvidé lo que había pasado con los zombies y que debíamos hacer seguro este lugar. Todo mi cuerpo se tensó cuando vi sus rosáceos labios muy cerca de los míos y pensé en que se veían demasiado apetitosos como para poder resistirme, pero que si los probaba, estaría perdido.

La idea de bailar para él no se me hizo tan descabellada entonces.

Su respiración silbó sobre mi mejilla y me congeló los pulmones y la piel.

Su beso ardiente no tocó mis labios, pero cayó muy cerca de ellos. Se apartó con una sonrisa aún más perversa sobre su rostro.

  —Era sólo una broma. No te haré bailar… —dijo y dio la vuelta para recoger su chaqueta y colgarla sobre su hombro derecho. Un doloroso calambre llegó a mi entrepierna cuando dijo eso—. Eso te pasa por llenarme la ropa de porquería de muerto…y por intentar matarme —caminó hacia las escaleras, con una mano en sus bolsillos—. ¡Que no te suba la presión, cuore mio! ¡Eso le haría mal a tu herida! —y se marchó, mientras tarareaba “Mr. Blue sky”

Su beso siguió quemando por algunos minutos mi piel, justo en la comisura de mis labios.

 

Yo también estaba ardiendo. 

 

Notas finales:

ADMITO que no tenía idea cómo llamar el capítulo, porque pasan tantas cosas -distintas- que...sólo atiné a llamarlo "Mr. Blue Sky" (Sí, cómo la canción de ELO) 

PD: El capítulo no está revisado, si encuentran alguna falta, avísenme. 

PD2: Ian, Ian, Ian...


¿Críticas? ¿Comentarios? ¡Los leo! 

Un abrazo!


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