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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Bueeenasss, gente! :D 

Tardé un poco, pero la actu llegó. Les cuento que me fue excelente en todos los exámenes y saqué todos los ramos con buenas notas
El tema es que podré actualizar más seguido ahora -esperemos, porque igual pienso estudiar y trabajar en verano pero al menos podré acostarme tanto, y mi día tendrá más horas
Espero que el capítulo les guste. Es un poco más largo de lo normal (8k de palabras) y está bastante... intenso. 

Saludos!

 Capítulo 63: 


   —¿Estás seguro de esto, chico? —preguntó Mesha, con el ceño fruncido y las manos bien sujetas al cable del que estaba a punto de lanzarlo.

   —¿Nunca te soltaste en canopy? —bromeé, ajustando las últimas correas a su cuerpo.

   —¿Es un chiste, verdad?

   —Lo es —le di un par de palmadas en la espalda y lo solté para dejarlo caer. Él no grito, que era lo que se esperaba para una persona que jamás se ha lanzado en una tirolesa. La primera vez que yo lo hice consciente, grité bastante.

Aseguré los cinturones a mi propio cuerpo y me lancé también.

Habíamos hallado este edificio hace poco y había logrado reconocer los cables instalados por La Resistencia. Sólo esperaba que fueran los que me llevaran de vuelta a casa. Tenía que volver lo antes posible e informarle a los demás lo que había pasado con Aiden y Cuervo. No sabía qué hora era, pero ya estaba atardeciendo; los tonos rojizos y violetas destellados por un sol gigante y anaranjado que comenzaba a ocultarse bailaban a mi lado, regalándome una de las mejores vistas que he tenido en mi vida. El atardecer era hermoso, lo que éste en particular traía consigo, no.

Nos habíamos encontrado con La Hermandad durante las primeras horas de la mañana.

Había pasado demasiado tiempo.

Varios minutos después, cuando vi asomar las torres y edificios que estaban dentro del terreno de La Resistencia, no pude evitar la oleada de felicidad que me inundó el estómago, como una pequeña crisis nerviosa, de las buenas crisis, de esas que te hacen sentir mariposas revoloteando en todo tu cuerpo. Cuando mis pies tocaron la familiar azotea, Mesha ya estaba desatando sus cinturones y estaba prácticamente libre. Le ayudé con el último.

   —Gracias.

   —Bienvenido a la civilización, Mesha.

   —El hecho de que tengan un sistema de transporte tan curioso no les hace necesariamente una civilización, Reed —bromeó y sonó justo como David. Pude haberme reído del chiste, pero ya estaba concentrado abriendo la puerta para bajar las escaleras.

   —Por aquí —le dije—. Tengo que avisar al resto lo que pasó —Él me siguió ágilmente escalones abajo. Me había dado cuenta de que Mesha, a pesar de ser ciego, era mucho más hábil que yo; peleaba excelente, al igual que su hermano, y era muy rápido. Ahora entendía cómo es que se las había arreglado solo todo este tiempo.

Pero pareció aturdirse cuando oímos el ruido de la música. Yo también me sentí aturdido.

   —¿¡Todavía sigue la fiesta!? —grité, exaltado, comenzando a correr por el pasillo. No, no. Esto estaba muy mal. Ellos seguían celebrando porque se creían seguros, porque habíamos derrotado a Cobra. No podían estar más equivocados. La guerra no había terminado—. ¡Demonios! —chillé, acercándome con pasos alargados hacia el salón desde donde la música estaba sonando. No se oían gritos ni cantos a toda voz como la noche anterior. De seguro todo el mundo estaba tan borracho que ya ni podían cantar—. ¿¡Cómo se atreven!?

   —Vaya. Aquí sí que se la pasan bien —bromeó Mesha.

   —Pues no deberían —gruñí.

  —¿Reed? —oí una voz por el corredor, justo cuando estaba a punto de entrar en el salón—. ¡Dios, Reed! ¿¡Dónde demonios estabas!? ¡Te he estado buscando todo el día! —Lo primero que vi fue su escandalosa cabellera roja meneándose de un lado al otro mientras corría hacia mí y tuve la sensación de que no habían sido horas, sino años enteros sin verle. Sentí una opresión en el pecho, abrí los brazos y caminé hasta él para encontrarnos. Le abracé apenas estuvimos lo suficientemente cerca—. ¿Qué…qué pasó? —preguntó. Enredé mis dedos en su cabello, me aferré a su cuerpo como si fuera lo único estable en esta tierra e inspiré su olor, ese delicioso aroma a césped húmedo que desprendía de su pelo—. ¿Qué ocurre, Reed? ¿Y esa herida? ¿¡Qué pasó!? —Él me apartó un poco, preocupado.

Entonces recordé que La Hermandad había capturado a los chicos y que no tenía tiempo que perder.

   —La herida está bien —aclaré—. Y La Hermandad nos atacó.

   —¿Cómo es eso? ¿Cuándo? —me tomó de los hombros para alejar mi rostro que tenía clavado en su cuello y mirarme a los ojos—. ¿Dónde estabas?

Suspiré.

   —Cuervo salió borracho anoche y fue hacia la Zona Muerta. Aiden y yo le vimos e intentamos detenerlo y terminamos siguiéndolo —comencé a explicar, hablando muy rápido—. Una horda gigante de muertos casi nos mata y nos refugiamos en unas oficinas, pero en la mañana, La Hermandad nos encontró y nos atacó. Los chicos se dejaron atrapar para darme una oportunidad de huir… —le miré, intentando analizar su reacción. Por su rostro confundido, supe que no acababa de procesar ni la mitad de mi relato—. Y Aiden se quedó con tu sudadera —agregué, no sé por qué. Estaba nervioso.

Él me miró en silencio por uno o dos segundos, luego vio por sobre mi hombro.

  —¿Y él? —preguntó, apuntando con los labios a Mesha.

   —Mesha, el hermano de David.

   —Ah… —dijo y guardó otro segundo de silencio—. Espera, ¿qué?

   —Es una larga historia, pero no hay tiempo de…

   —Sí, tienes razón —se me adelantó—. Voy por Ethan, tiene que saberlo. Busca a Morgan y veámonos en el salón en cinco minutos, casi toda La Resistencia y los cazadores están ahí todavía —pasó corriendo en dirección contraria, pero se detuvo a un lado de Mesha y le agarró la mano sin previo aviso—. Un gusto, me llamo Terence —se presentó—.  Y soy el novio de Reed.

Vi el rostro de Mesha enrojeciendo hasta las orejas.

   —¿N-Novio? —preguntó.  

   —Sí, novio, noviosísimo. Así que no te atrevas a acercarte a él.

Yo también enrojecí y estuve a punto de gritarle algo a Terence. ¿Cómo se atrevía a amenazarlo así? ¿Cómo…?

Mesha soltó una risita.

   —Reed me habló sobre ti. Y no te preocupes, no pretendo acercarme de esa forma a nadie. Además… ni si quiera sé cómo es él —presionó la mano de Terence con un poco más de fuerza y lo atrajo hacia sí para acercarlo—. Dime…, Terence. ¿Reed es guapo?

Entonces fue Terence el que se sonrojó esta vez. Vi la vergüenza tomando la totalidad de su rostro cuando se dio cuenta que Mesha era ciego.

Suspiró y soltó una risita.

   —Tiene unos ojos verdes preciosos que enamoran a cualquiera —afirmó, mirándome y yo sentí calor en todo mi cuerpo. La sensación fue exactamente la misma que tuve cuando mi madre les mostró mis fotos de bebé desnudo a mis compañeros de escuela un día que vinieron a casa a estudiar—. Pero su cabello es desastroso, en serio. Creo que ningún peine podría con él.

Mesha encarnó una ceja.

   —Yo lo imaginaba más como la clase de chico histérico perfectamente arreglado.

   —¿Disculpa? —me quejé. Terence se rio.

   —A veces es un poco histérico —bromeó, soltó la mano de Mesha y le dio una suave palmada en el hombro—. Nos vemos en unos minutos, muchachos.

Se marchó corriendo.

   —¿Dónde crees que podría estar un médico luego de una fiesta que duró horas? —pregunté.

   —Por tu bien, espero que este lugar tenga una enfermería. Hay que tratar ese brazo.

   —Sígueme —comencé a caminar rápidamente hacia la enfermería.

Antes, antes de que acabáramos con Cobra, en La Resistencia podía olerse la tensión; podías ver a gente armada por el pasillo todo el tiempo y a grupos de hombres armando planes de respuesta ante situaciones que podrían llegar a ser peligrosas. Ahora no había nada de eso, nadie estaba en los pasillos, no existía aquella presión que los mantenía en alerta. Si La Hermandad se las arreglaba para atacarnos ahora, caeríamos como moscas.

Todos estaban mal.

   —Es un lugar grande —comentó Mesha, sacándome de mis pensamientos—. Hay muchas habitaciones aquí.

   —¿Cómo lo sabes? —inquirí, encarnando una ceja. A veces, él me hacía sentir como si realmente pudiera ver algo de todo lo que estaba a su alrededor.

   —Lo siento.

   —¿Lo sientes?

   —Todo lo que te rodea, Reed, tiene una energía; calor o frío, sensación de lejanía o de estar irremediablemente cerca… todo aporta para hacerme una idea de dónde estamos —dijo, sonriéndome en el momento en que mi cara se desfiguraba por el asombro—. La forma en la que nuestras voces rebotan en las murallas me hace creer que este lugar es una fortaleza que alberga mucha gente… y que las paredes son de un color claro.

Las murallas en ese pasillo eran, justamente, blancas.

   —Eres como Daredevil —comenté.

   —¿Como quién?

   —Olvídalo. Llegamos —encontré la enfermería y corrí para abrir la puerta. Justo como Mesha había dicho, Morgan estaba ahí, revisando algo mientras se apoyaba contra una ventana. Habían instalado tres camas más en el lugar y media docena de gente herida y enferma descansaba en cada una de ellas. Eden, Regen, Jack y Dalian también estaban ahí, aunque estos últimos dos se encontraban sanos y en pie. Los cuatro levantaron la vista cuando me vieron llegar, herido y con una camiseta destrozada que claramente no era mía.

   —¿¡Qué pasó!? —preguntaron todos, al unísono. La situación habría sido divertidísima si el contexto hubiese sido otro. Morgan volteó hacia mí.

   —Diablos, Reed. ¿Qué ocurrió? —se me acercó inmediatamente y me agarró del brazo para dirigirme a una de las camas—. Esto no está bien —Regen me hizo un espacio en la suya, levantándose y dejando la camilla vacía para mí. Como supuse, él se veía completamente sano. Todo esto de mantenerse en la enfermería debía ser una actuación suya para proteger su mentira—. Gracias, Regen. ¿Estarás bien?

   —Sabe que estoy perfecto, doctor —se encogió de hombros y me miró a través de su máscara. No dije nada—. Supongo que tuve suerte.

Morgan me sentó sobre la cama, buscó unas tijeras y comenzó a retirar el vendaje ya ensangrentado que Mesha había improvisado para mí esa mañana.

   —¿Qué diablos te pasó? —insistió.

   —Le dispararon y luego un lunático le clavó un cuchillo dentro de la herida —contestó Mesha y Morgan se le quedó viendo con cara de estúpido cuando se percató de su presencia, le miró a los ojos y se dio cuenta de su condición—. Le encontré cuando estaban a punto de matarlo.

   —Me salvó la vida —corregí—. Chicos, él es Mesha —aproveché de presentarlo—. Un… viejo amigo —agregué. Era más fácil que intentar explicar cómo me había encontrado con el hermano de mi difunto mejor amigo.

Morgan quitó las vendas y su rostro pareció relajarse al ver el verdadero estado de la herida.

   —Hiciste un buen trabajo, Mesha —dijo, suspirando—. No sé qué haríamos si nuestro chico estrella llegara a perder alguna extremidad por una herida mal tratada…. —pasó su mano enguantada, quitando restos de algodón—. Está limpia —dijo, mirándome—. Bueno, no tiene pus, al menos. ¿Quedaron restos adentro? —preguntó.

   —La revisé. No hay nada.

   —Bien. Volveré a limpiar y te pondré puntos de sutura, ¿está bien?

Asentí con la cabeza.

Regen, Dalian y Jack se me acercaron mientras Morgan iba a por los implementos para coserme la herida.

   —¿Estás bien, Reed? —Dalian me tocó la frente, buscando cualquier rastro de temperatura alta—. ¿Saliste? —preguntó.

   —¿¡Saliste!? —exclamó Jack—. ¿En qué demonios estabas pensando?

Esperé a que Morgan volviera, cargando hilo, una aguja extraña y unas especies de pinzas que me dieron mala espina. 

   —¿Para qué son las pinzas? —pregunté.

   —Portaagujas —corrigió él y me hizo un gesto para que extendiera el brazo. Él dejó los utensilios a un lado y pasó sobre la herida un algodón humedecido con algún líquido que ardió un poco sobre mi piel—. No te preocupes, no dolerá —dijo, sonriendo. Supe que sí iba a dolerme—. Entonces… —siguió, intentando captar mi atención y que yo sacara los ojos de lo que le estaba haciendo a mi brazo. Terminó de limpiar—. ¿Por qué demonios saliste?

   —Aiden y yo vimos a Cuervo intentando salir borracho ayer —expliqué y cerré los ojos cuando él clavo la aguja con forma de garfio, que tenía atado un hilo color negro, dentro de mi piel. Dolió, pero no lo suficiente como para mantener los ojos cerrados, así que volví a abrirlos e inspiré profundamente—. Intentamos detenerlo, pero se nos escapó y terminamos siguiéndolo. La Hermandad nos encontró y…

   —¿La Hermandad? —inquirió, amarrando el primer punto y pasando al segundo.

  —Sí, ¡Ay! —me quejé—. Aiden y Cuervo se sacrificaron para dejarme escapar. Tenemos que… —La aguja se detuvo a mitad del punto.   

   —¿Aiden? —preguntó.

   —¿¡Aiden fue secuestrado!? —A Eden casi se le escapó un grito. Bajé la cabeza. La culpa comenzó a apoderarse lentamente de mí.

   —S-Sí… —contesté.

    —¿Ethan lo sabe? —preguntó Morgan. Había avanzado hasta el cuarto punto rápidamente y ni siquiera me di cuenta de ello—. Digo, cuando se entere…

   —Terence fue a buscarlo y… ¡Diablos! —quise levantarme—. ¡Debe estar esperándonos!

   —Iré por él —Regen se adelantó—. Le diré que te están atendiendo. Necesito salir de esta enfermería o me voy a morir del aburrimiento. ¿Me acompañas, Dalian? —habló muy rápido, se notaba que quería escapar y salir de ahí luego.

   —No deberías moverte, Regen —intervino Morgan.

  —Estoy bien, doc.

   —Eso es lo extraño.

   —Eso es suerte —contestó, veloz. Se agarró del brazo de Dalian para fingir una debilidad que yo sabía no sentía realmente y continuó—: Eh, tú. El nuevo. ¿Mesha? —Mesha levantó la cabeza en dirección al encapuchado—. No sé que te dijo Reed, pero acaba de meterte en un gran problema. Es mejor que comas algo antes de lo que está a punto de pasar.

Mesha alzó una ceja.

   —¿Qué va a pasar? —preguntó.

   —Una guerra, probablemente.

Mesha se acercó a Regen, lentamente, como si buscara algo de él.

   —Suenas como un mentiroso —le dijo. Regen levantó la vista hacia mí y, aunque jamás le había visto el rostro, imaginé que me miraba de manera molesta. Debió haber creído que yo le hablé a Mesha sobre él y sobre el hecho de que era un infectado. Pero apenas le había mencionado su nombre—. Hablas como uno —aclaró.

Regen carraspeó la garganta.

   —He mentido muchas veces —contestó, mirándome directamente. Me pregunté cuánto más creería que podría mantener su secreto a salvo. Tarde o temprano iba a saberse, tarde o temprano iban a darse cuenta. Me extrañó que las dudas de Morgan fueran tan vagas respecto a eso. Yo en su lugar ya habría buscado la razón del porqué una persona que recibió un disparo a quemarropa está de pie en menos de dos días—. Pero este no es el caso.

Mesha sonrió.

   —¿Comida, dijiste?

   —Sígueme. Amarás este lugar.

Los tres desaparecieron tras la puerta.

Jack dejó escapar un suspiro. Casi pude tocar la angustia dispersarse entre sus labios.

   —¿Qué vamos a hacer? —preguntó y apretó los puños—. Joder, Aiden. Ese cabrón siempre acaba metiéndose en problemas.

   —Y siempre sale vivo, de alguna u otra forma —Eden se levantó de la cama en la que estaba e intentó animarle—. Tranquilízate. Iremos a por ellos, vamos a traerlos de vuelta sanos y salvos.

   —¿Vamos? —inquirió Jack. Eden estuvo a punto de contestar algo, pero él no le dejó y le interrumpió—: Ningún vamos, Eden. Tú no irás.

El pelinegro se rió.

   —Estás loco.

   —Tú no estás completamente recuperado como Regen —contestó Jack. Noté algo parecido al miedo reflejado en los extraños ojos que tenía—. Casi te matan en la guarida de Cobra y…

   —Anda, Jack. Fue sólo un disparo.

   —¿Sólo un disparo? —Jack no volteó hacia Eden mientras hablaba, y se quedó mirando algún punto fijo en mi brazo mientras Morgan terminaba de coser los puntos, apenas levantando la mirada incómoda de vez en cuando—. ¡Pudieron haberte matado, Eden! —alzó la voz.

   —Pero no…

   —Olvídalo —sentenció Jack. Eden me dirigió una mirada que buscaba mi apoyo, pero yo estaba de acuerdo con la idea de que se quedara. Se lo hice saber negando lentamente con la cabeza. Él seguía herido, no podíamos arriesgarlo a empeorar eso—. ¿Cuándo demonios vas a entender que tú no eres como él? —dijo. Eden se le acercó, vi sus manos rodeando los hombros de Jack que se sacudieron de arriba abajo, sin tocarlos—. Tú no eres Ethan, joder. No eres un maldito infectado, no eres a prueba de balas —gimió y se le quebró la voz—.  Y ahora ellos tienen a Aiden y… —vi el violeta de sus ojos aguándose—. Y si te llegara a pasar algo peor a ti también yo no podría… —sollozó y verle así me quebró a mi también, no sé por qué. Acabábamos de vencer a Cobra, acabábamos de obtener una victoria. Se supone que esto no debía estar pasando. Sólo entonces caí en cuenta que la probabilidad de que Aiden y Cuervo estuvieran muertos justo ahora era muy alta. Me angustió pensar de esa forma y un nudo asfixiante me cruzó el pecho—. Yo no podría soportarlo. 

Eden le abrazó por la espalda.

   —Está bien —declaró contra su cuello—. Tienes razón —confesó. Vi a Morgan suspirando, le había visto a punto de intervenir dos veces durante la conversación. Seguramente él pensaba lo mismo que yo; llevar heridos a pelear contra La Hermandad era demasiado peligroso, demasiado arriesgado, demasiado contraproducente para nosotros mismos.

Nadie quería más muertes. Ya habían sido suficientes.

   —Pero prométeme que lo traerás vivo —pidió el pelinegro.

Jack entonces se mordió los labios e intentó contener las lágrimas que inevitablemente se le escaparon de los ojos.

   —Es mi mejor amigo, joder —sollozó—. Tengo que traerlo vivo. Tiene que estarlo.

   —Ese es mi chico —Eden depositó un beso sobre su cabello y se apartó para volver a la cama. Su hombro estaba vendado aún y sólo entonces fui capaz de darme cuenta de la diferencia abismal que había entre nosotros, simples mortales y las personas como Ethan o Regen. A veces, tenerlos cerca me hacía olvidarme de que nosotros éramos vulnerables.

Olvidaba que nosotros sí podíamos morir.

Morgan aclaró la garganta para llamar nuestra atención. Lo logró.

   —Hablaremos con Scorpion antes de dar aviso a todo el mundo… —comenzó—. Quiero que entiendan que sí quiero al chico, pero mi gente no tiene por qué dar la vida por él. Ellos están cansados, perdimos mucha gente en la guerra contra Cobra y es muy probable que muchos rechacen la idea de ir a otro enfrentamiento tan pronto…

   —Pero nosotros les ayudamos con Steve —interrumpí.

  —Lo sé —dijo—. Lo sé y se los agradezco. Y estoy seguro que Teo y el grupo de Yü irán con ustedes, pero no estén tan seguros sobre el resto. El arma más fuerte que tienen para enfrentarse a La Hermandad son los cazadores.

   —Tienen a uno de sus líderes, después de todo —comentó Eden desde su cama.

   —Eso nos daría el apoyo de la mitad de ellos —agregó Jack.

   —Es por eso que debemos hablar con Scorpion primero… —Morgan dejó escapar algo parecido a un suspiro cansado—. No hay que armar pánico antes de tiempo… —le vi anudando el último punto y luego cortando el resto del hilo con una tijera. Al final, me había acostumbrado tanto al dolor que me terminé olvidando que él me estaba cosiendo una herida de bala—. ¿Te duele? —me preguntó.

   —En absoluto —mentí, a medias. Molestaba, quizás. Una herida siempre iba a doler, pero había sufrido peores que esta.

   —Lamento que no podamos prescindir de ti, Reed —Morgan se apartó y caminó hasta la puerta para abrirla—. Con todo esto que pasó con Steve no he tenido tiempo para comenzar el desarrollo de la cura, pero con la llegada de la señorita Subiabre estoy seguro que el proceso va agilizarse y no tendrás que ir en cada incursión como bolsa de sangre andante.

   —Ya me acostumbré —bromeé, levantándome de la cama.

   —Es una lástima.

Me despedí de Eden con la mano y él me devolvió una sonrisa como respuesta. Jack se quedaría con él un rato más. 

Me adelanté y él me siguió hasta el salón, donde seguramente Terence y Ethan debían seguir esperándonos. Ninguno de los dos dijo una palabra y lo agradecí, porque yo tampoco tenía ganas de hablar. Lo que Morgan había dicho hace un rato se había quedado dando vueltas en mi cabeza. La Resistencia no tenía por qué prestarnos su ayuda, esto era tema de los cazadores y nuestro. No dudaba en que Morgan nos proporcionaría armas, sí, pero gente, el recurso más importante en una guerra… eso no estaba en su jurisdicción.

Y entendía perfectamente a quienes no quisieran ayudarnos.

Tragué saliva para deshacer el nudo que se formó en mi garganta y tuve la extraña y dolorosa sensación que, donde sea que pisara, algo muy malo pasaba ahí. Me pregunté entonces si lo mío era mala suerte o simplemente yo era un conductor de desgracias. Como una peste.

Algo parecido al miedo me llenó la sangre cuando vi ese par de ojos oscuros a punto de tragarme vivo.

   —¿¡Cómo que se llevaron a Aiden!? —gritó Ethan, caminando rápidamente hacia mí—. ¿¡Cómo dejaste que…!? —Terence y Jesse, que también estaba ahí, le detuvieron antes de que se me lanzara encima, pero para entonces yo ya había puesto mis manos sobre mi rostro para protegerme inútilmente de cualquiera de sus golpes.

   —¡No es su culpa! —gritó Terence.

  —Cálmate, Ethan.

   —¿¡Cómo carajos quieres que me calme!? ¡Tienen a Aiden, joder! ¡Por tu maldita culpa, Reed!

   —¡Lo sé, demonios! —grité, creo que estaba al borde del colapso. Hasta ese momento, lo había estado intentando llevar de la forma más calmada posible, sin sentir angustia, sin tener miedo, tratando de evitar la culpa. Pero ahora, esas tres maldiciones se alzaban sobre mí, comiéndome por dentro. Tenía miedo, estaba asustado. Sabía lo que buscaba La Hermandad, sabía porque nos habían seguido y eso me aterraba. La única razón que los llevó a buscarnos fue la venganza, estaba seguro. Y la venganza podía tomar muchas formas.

Y una de ellas era tomando la vida de un inocente.

Aiden no tenía nada que ver en esto.

   —¿¡Por qué diablos estaban afuera!? —Ethan sólo buscaba explicaciones, y era mi deber dárselas todas. Me obligué a tranquilizarme, a respirar y a controlar toda la vorágine de sentimientos y emociones terribles que me sacudían como un huracán. Me dije que debía ser fuerte, que debía conservar la calma porque si fuera Terence el que estuviera secuestrado yo estaría vuelto loco, justo como lo estaba Ethan ahora mismo.

Inspiré profundo y le hice un gesto para que se calmara.

   —Aiden y yo fuimos tras Cuervo cuando le vimos saliendo borracho con dirección a la Zona Muerta… —comencé, no recordaba cuántas veces había explicado lo mismo en tan poco tiempo—. La Hermandad intentó darnos caza, y los chicos se dejaron atrapar para ayudarme a escapar.

Ethan se soltó de los chicos y se llevó las manos a la cabeza.

   —¿Por qué Steiss haría algo como eso? —preguntó—. ¿Es por tu sangre?

   —En realidad, Steiss ya no está a cargo. Un tipo llamado Greco ordenó capturarnos —contesté. 

   —¿¡Greco!? —Jesse, que hasta ese momento sólo había llamado a la calma, pareció dar un respingo cuando gritó—. ¿Lo viste, Reed?

   —No, en realidad yo no… —tuve un mal presentimiento. Jesse había sobrereaccionado y eso sólo podía ser una mala señal—. ¿L-Lo conoces?

Él peinó su largo cabello hacia atrás en señal de nerviosismo.

   —No, no creo que sea ese Greco

   —Dilo —le presioné.

   —Debe ser otra persona.

   —¡Habla! —Ethan alzó la voz.

   —Shark —soltó. Ese nombre, esas sílabas se quedaron flotando en el aire como letras inconexas y sin sentido haciendo eco en mis oídos por algunos momentos antes de que pudiera procesarlas y tomar su verdadero peso. Entonces, cuando mi cerebro relacionó esa palabra con mis experiencias anteriores, envió una corriente eléctrica por mi sistema nervioso que se tradujo en un terrible escalofrío en mi espalda. Me faltó el aire.

   —Imposible —dije lo único racional en que podía pensar—. Shark está muerto. Lo lanzamos al mar —Entonces recordé que Steiss una vez mencionó al tal Greco, dijo que lo había rescatado y que confiaba en él porque sabía cómo pelear una guerra. Tragué saliva, intentando pasar el nudo que se formó en mi garganta mientras la posibilidad de que Shark haya sobrevivido a ahogarse y haya sido capaz de nadar hasta la orilla más cercana comenzó a tomar fuerza y a comerme por dentro, poco a poco, todas mis ilusiones y esperanzas. Si él estaba vivo y se hacía con un ejército como él de La Hermandad, entonces sería imposible de detener…

   —No puedes matar a un tiburón en el agua —sentenció Jesse, sus palabras se clavaron en mí como una condena.

El estruendo de un puñetazo de Ethan contra la muralla me sacó de la creciente desesperación que comenzaba a anidarse en mi estómago y me hizo reaccionar.

   —¡Maldición! —gritó—. ¡Lo que faltaba! ¡Ese bastardo está vivo! —me miró, me miró directamente como si yo fuera el culpable de que eso estuviera pasado. Y en cierta forma, era verdad—. Cuando lo tenga en frente otra vez, voy a arrancarle la cabeza.

Pero eso tenía que ser lo antes posible o íbamos a perderlos.

   —Hay que buscar a Scorpion… —pasé a un lado de Ethan para comenzar a avanzar por el pasillo—. ¿Alguien sabe dónde está?

   —La última vez que lo vi, golpeó a uno de los hombres de Cuervo y salió con él agarrado del cuello.

Sólo entonces caí en cuenta que, seguramente, Scorpion había sido la causa de que Cuervo intentara salir borracho de este lugar. Que ahora él y Aiden estuvieran secuestrados era su culpa.

   —Tenemos que encontrar a ese desgraciado —dije, abriendo la primera puerta que encontré. No estaba ahí y caminé hacia la siguiente—. Esto es su culpa —gruñí. Lo era en gran parte, la otra parte era mía, o así lo sentía—. ¿Dónde…? —abrí la segunda puerta, y la tercera. Seguimos avanzamos y doblamos por otro pasillo, los chicos siguiéndome de cerca. Entonces me fijé en la puerta de un cuarto en particular y no sé por qué, pero supe que Scorpion estaba adentro. Fue una sensación que no podría explicar con palabras lógicas, sólo lo supe.

Estiré la mano hacia la manilla. Estaba sin llave.

Cuando entré, lo primero en que me fijé fue en el abollón en la puerta abierta y en el desastre que cubría toda la habitación; una mesa fuera de su sitio, una cama volteada y otra con las sábanas revueltas, como si hubiesen tirado de ellas súbitamente, marcas de golpes en las murallas y algunas manchas de sangre en el piso. Todo indicaba que Scorpion había pasado por ahí y justamente allí estaba, no estaba en ninguna cama si no en el suelo; tumbado boca abajo con las manos, que actuaban como una especie de almohada, apoyadas contra su rostro. Pude sentir el hedor a alcohol saliendo de su cuerpo incluso a dos metros de distancia. Cuando le vi ahí, durmiendo plácidamente y probablemente todavía borracho, una ira que desconocía me llenó el estómago y me movió a avanzar hacia él con pasos alargados y ruidosos.

   —¡Despierta, imbécil! —le grité y estuve a punto de darle una patada, pero Terence me agarró de los hombros y me detuvo antes de hacerlo. Scorpion abrió los ojos, aturdido y con la mirada perdida. Maldito desgraciado—. ¿¡Qué diablos estás haciendo aquí, durmiendo!? —Cuando me vio a la cara, sus ojos cambiaron, poniéndose rápidamente en alerta y clavando sobre mí esa característica mirada suya; fría, distante y amenazadora como un infierno que se abría bajo tierra.

Me revolví entre los brazos de Terence para que me soltara y le di a entender que ya me había calmado, o que estaba luchando por hacerlo. Él me dejó y retrocedió algunos pasos, para darnos espacio.

   —¿Qué demonios quieres? —preguntó Scorpion, sentándose en el suelo mientras se refregaba los ojos. Nos vio a todos en la habitación y bostezó, estirándose—. ¿Qué demonios quieren? —corrigió.

   —Cuervo fue secuestrado —solté, rápidamente. Él se levantó.

   —¿Otra vez?

   —Lo tiene La Hermandad —dije.

Él dejó escapar una carcajada que me crispó la piel y pasó de mi cuando avanzó hacia la puerta.

   —Entonces nadie lo secuestró —escupió—. De seguro es sólo una visita a las piernas de su amiguito… ¿cómo diablos se llamaba?

   —Steiss —contesté, apretando los puños—. Y está muerto —aclaré. Oí una inspiración asombrada, como un suspiro de sorpresa de parte de todos los presentes y Scorpion retrocedió y volteó hacia mí—. Cuervo lo mató.

   —¿Qué… qué estás diciendo, Reed? —balbuceó Terence—. ¿Cómo que Cuervo mató a…?

   —Sí, sí. Él lo mató —gruñí, rechinando los dientes por la rabia. Estaba furioso—. Steiss nunca se enteró de mi sangre, Cuervo lo mató por este montón de mierda que tengo en frente —escupí y, a pesar del miedo que siempre me causaba, me acerqué a Scorpion para encararlo—. No mereces nada de lo que ese hombre ha dado por ti, maldito hijo de…

Un puñetazo me obligó a callar. No tardé en sentir el contacto caliente de la sangre saliendo de mis labios.

   —Voy a matarte —siseó y me agarró del cuello.

   —¡No lo harás! —Ethan reaccionó y se le lanzó encima, obligándole a soltarme. Le hizo perder el equilibrio y ambos cayeron al suelo. Ethan cayó sobre la espalda de Scorpion, le apresó las caderas con la fuerza de sus muslos y sostuvo su cabeza contra el suelo, con tan sólo una de sus manos—. ¡Eres nefasto, Noah Asier Rousseau Lacroix! —gritó su nombre completo. Una de las enseñanzas más importantes que me dejó mi madre fue que cuando alguien pronuncia todo tu nombre, significa que esa persona está realmente cabreada—. Incluso si no estás ahí presente, todo lo que lleva tu nombre acaba destruido.

   —¡Lo mató por ti, idiota! —le grité y contuve las ganas de aprovecharme de que Ethan le tenía inmovilizado en el suelo y darle una patada en la cara. En serio tuve ganas de hacerlo.

   —Suéltame, hijo de puta —se quejó Scorpion, intentando zafar del agarre de Ethan.

   —¡No! —Ethan aplastó su cabeza con más fuerza. Me acuclillé a un lado de Scorpion, para que me oyera bien.

   —¿Sabes por qué lo hizo? —le pregunté. Él volteó su rostro hacia el lado contrario, para no mirarme. Negación, la primera etapa de cualquier noticia devastadora. Él no quería admitir que algo de todo lo que le estaba contando era su culpa—. Lo hizo porque Steiss planeaba matarte. Estaba convencido de hacerlo.

   —¡Suéltame! —gritó. Scorpion parecía no escuchar lo que le decía, pero era imposible que sus oídos no lo hicieran. Él lo estaba oyendo todo. Y quise creer que lo entendía.

   —No voy a soltarte —Ethan se inclinó sobre él y sus cuerpos quedaron muy cerca. Ambos forcejearon como dos animales salvajes intentando establecer control el uno sobre el otro. Pero Ethan era muchísimo más fuerte—. Y tú vas a escucharnos —dijo sobre su oído—. Vas a oír todo lo que tenemos que decir —El pelinegro me miró, y sus ojos oscuros se clavaron sobre mí. Entendí la pregunta implícita en esa mirada, quería saber si lo que estaba diciendo era cierto, o sólo lo estaba haciendo para que Scorpion aceptara ayudarnos. Pero, desgraciadamente, cada palabra de lo que dije era absolutamente verdad.

Asentí con la cabeza y Ethan hizo una mueca que interpreté como: “¿en qué demonios nos hemos metido”?

   —Steiss era un buen tipo —continué hablándole a un inmóvil Scorpion que no tenía como zafarse. Quería que mis palabras le tocaran, que atravesaran sus muros y le hirieran, en alguna parte de su ser. Quería hacerle daño—. Y adoraba a Cuervo. Lo quería bien, de verdad, como se supone debe quererse a la gente… —me acerqué aún más a él e incliné mi cabeza hasta casi rozar su oído—. Le llamó ángel una vez —dije, en voz baja. 

Scorpion volteó el rostro hacia mí y me alejé, porque creí que sería capaz de morderme. Clavó sus ojos fríos y rabiosos sobre mí y vociferó, furioso:

   —¡Más te vale estar lejos de mí cuando este cabrón me suelte! —gritó—. ¡Porque voy a asfixiarte con mis propias manos!

   —¿¡Así como Cuervo asfixió a Steiss para mantenerte a salvo!? —respondí.

   —¡Basta, los dos! —gritó Ethan, la desesperación en su voz fue casi palpable—. ¡Aiden también está ahí! —chilló. Él temía por la vida de su amante, estaba asustado por lo que le pudiera pasar a Aiden y con justa razón ahora que entendía que era muy probable que lo único que La Hermandad buscara fuera la venganza por la muerte de su líder—. Y tú le debes algo, cabrón. Le debes la vida que le robaste cuando… —titubeó. 

   —Cuando me lo follé, Eth. Di las jodidas cosas como son.

   —¡Cuando lo violaste! —gritó el otro, azotando la cabeza de Scorpion contra el piso.

   —¡No puedes decir que no lo disfrutó! —se burló Scorpion.

   —¡Hijo de puta!

   —Siempre he sido uno.

Ethan volteó el cuerpo de Scorpion rápidamente y le dio un puñetazo en el rostro. Todo el mundo soltó un grito, pero nadie intervino. Ni siquiera yo, que estaba a menos de un metro de ellos. Ambos parecían dos perros rabiosos que saltarían encima de cualquiera de nosotros que intentara detenerlos.

Ethan le agarró por el cuello de la camiseta destrozada y le obligó a sentarse.

   —Discúlpate por eso —exigió.

Scorpion sonrió.

   —Nunca he buscado el perdón de nadie —contestó, con la voz rota. Tenía la garganta seca.

El pelinegro soltó una risita para nada amigable y sus ojos, profundos y oscuros como el vacío, cambiaron de expresión y se volvieron más punzantes, más filosos, más aterradores.

   —Es cierto que siempre fuiste un hijo de puta —comenzó, conservando una sonrisa torcida en su rostro—. Pero solías ser un hijo de puta encantador que protegía a los suyos con su vida. ¿Qué pasó con eso, ¿eh? —preguntó, irónico.

   —La gente cambia —contestó Scorpion. La sangre le caía por un costado de la frente y también por la nariz. Ethan le había golpeado durísimo, pero aún así él dijo esas palabras como si se estuviera burlando de la situación.

   —Tienes razón —Ethan le soltó, se levantó para dejarle libre y tendió una mano hacia él para ayudarle a ponerse de pie—. Y ya es tiempo de que cambies, Noah —dijo—. Es tiempo de que vuelvas a ser humano de nuevo.

Scorpion rechazó la mano que le ofrecían e intentó levantarse por su cuenta, pero Ethan le agarró del brazo y le ayudó a reincorporarse de todas formas.

   —No me toques —gruñó el cazador, apartándose de él y limpiando la sangre de su nariz con la manga de su camiseta. Nos miró a todos con esos ojos penetrantes que tenía, limpió sus manos en sus pantalones, acomodó el cuello de su camiseta que había caído por su hombro y se dirigió a la puerta para salir, sin decir nada.

   —Si lo pierdes, vas a arrepentirte el resto de tu vida —susurré, cuando pasó por mi lado.

   —Cállate —gruñó.

   —¡Te sentirás vacío, Scorpion! —grité, antes de que alcanzara la manilla de la puerta—. ¡Sabes bien que la estás cagando!

   —¡Dije que te calles! —ordenó, devolviéndose sobre sus pasos y corriendo hacia mí, Terence le agarró justo a tiempo, sujetándolo. Si él no lo detenía, estaba seguro que habría terminado con un diente menos—. ¿¡Quién demonios te crees para saber una mierda!? —bramó, le tambaleaba la voz—. ¡Suéltame, pelirrojo imbécil! —se soltó de Terence, respiraba agitadamente y se veía al borde del colapso. Giró sobre sus talones y volvió a la puerta para esta vez sí salir de la habitación—. No cuenten conmigo —escupió, antes de atravesar el umbral—. No iré a rescatar a nadie esta vez.

El estruendo del portazo que dio al cerrar la puerta quedó pitando en mis oídos varios segundos después de que él se hubiera marchado. Todos nos quedamos en silencio por casi un minuto completo. La “conversación” había resultado como todo menos un diálogo entre las partes. Terence se me acercó para asegurarse de que estaba bien y yo preferí quedarme apoyado contra su brazo, porque de pronto entendí que, aunque no me gustara en absoluto la idea, si no teníamos a Scorpion con nosotros perdíamos una ventaja muy grande.

   —¿Estás bien, labios de algodón? —susurró mientras me apartaba de él para verme a la cara.

   —Cuervo mató a una persona por él y ahora van a colgarlo por eso —musité, refregándome el rostro con las manos—. ¿Cómo puede ser tan…?

   —Estamos hablando de Scorpion —intervino Morgan—. ¿Qué esperaban? ¿Qué el tipo se diera cuenta que él debería ser el primero en correr a buscarlo? ¿Qué le corresponde? Vamos, chicos. Están poniendo demasiadas esperanzas en él —se encogió de hombros—. Yo puse más de las que debía.

   —Intentemos hablar con el resto de sus hombres —aconsejó Jesse—. Por lo que he visto, esos dos escuadrones siempre han sido bastante unidos. Habrá muchos cazadores que desobedecerán las órdenes de Scorpion y querrán acompañarnos, es… —titubeó—. Es camaradería básica. 

Nadie consideró aquella propuesta una mala opción que de hecho era, la última opción que nos quedaba. Fuimos todos al salón donde todavía muchos cazadores y hombres de La Resistencia celebraban como si no fueran grupos completamente opuestos y como si se conocieran de toda la vida y les arruinamos la fiesta con la noticia.

Siete tomó el mando de los hombres de Cuervo y habló por todos ellos, diciendo que ninguno se quedaría fuera y presionando para salir inmediatamente, pero Morgan le calmó diciendo que eso sería estúpido. Algunos hombres de Scorpion no dudaron en unirse a los cazadores de Cuervo, pero, muchos otros, dudaron sobre lo que debían hacer. Les entendía, en parte; por un lado, estaba el hombre que los había liderado por los últimos cinco años y que estaba claramente equivocado, y en el otro extremo estaba su otro líder, el buen líder, ese sujeto que sabes merece ser salvado. El dilema estaba entre obedecer órdenes o rebelarse ante ellas. Era cosa de lealtad o sentido común.

Pasaron alrededor de treinta minutos en el que sólo nos dedicamos a discutir sobre qué hacer, a intentar convencer a los rezagados que se aferraban a lo que sea que Scorpion decidiera y en pelearnos nosotros mismos sobre cuál era el mejor plan a seguir y los siguientes pasos que deberíamos tomar. Fue media hora perdida, media hora menos para Cuervo y Aiden, media hora de discutir contra una muralla. Hasta que Siete habló:

   —Sólo hay que  hacerle entrar en razón —sentenció—. Scorpion no es un imbécil, aunque lo parezca y… —acarició el borde superior de su mejilla derecha, que era justo donde él le había golpeado la noche anterior. Todavía estaba hinchada y se le había puesto de un color amoratado—. Ustedes lo conocen, chicos —le habló a ese grupo de hombres que todavía no se convencía—. Saben que necesita pensárselo mejor. Vamos, que saben bien que la está cagando.

   —Pero… —uno de ellos intentó objetar.

   —¡Vamos, demonios! —Siete alzó la voz—. ¡Saben perfectamente que, si Scorpion estuviera secuestrado por un montón de locos en este momento, Cuervo sería el primero en ir a rescatarlo! ¡Lo saben! Joder, ¿qué les pasa?

   —Tiene razón —Eobard se levantó de la silla en la que estaba, con ayuda de Caleb. Se había salvado, por poco. Traía vendado el estómago, el hombro y un brazo inmovilizado. Él no iría, claramente, pero estaba ahí, fuera de la cama, adolorido y empastillado, escuchando todo atentamente e igual de preocupado que Siete, Ethan, o cualquiera de nosotros—. Hay que hablar con él. ¿Saben dónde se metió?

   —Puede estar en cualquier lugar —comentó Morgan.

   —Iremos a buscarlo —Siete se adelantó—. Todos nosotros y ustedes también —me apuntó, directamente—. Este lugar es grande y no puede estar escondiéndose por siempre. Tráiganlo noqueado si es necesario, chicos —le ordenó a su equipo—. Me da igual lo que les diga. Él irá con nosotros. Es su jodido deber.

Morgan se secó las manos en los pantalones.

   —Tiene razón. Yo también iré a buscarlo, pero cargaré una pistola con tranquilizantes por si acaso.

Veinte minutos más tarde, estaba solo en uno de los jardines, armado con un revólver con balas de verdad, buscando a un sociópata inestable y enojado sin querer encontrármelo realmente, caminando por los lugares más atractivos que veía, imaginándome que Scorpion debía estar, ahora mismo, en el sitio más oscuro y deprimente de todo este lugar.

Fue, justamente buscando lo que no quería encontrar, como llegué al cementerio. Supe que era uno sin haberlo visitado antes. Parecía que siempre terminaba siendo atraído a esta clase de lugares a pesar de que los detestaba. Era un espacio abierto y despejado en medio de los árboles y arbustos que rodeaban el sendero por el que había estado caminando, bajo un cielo oscuro y nublado que estaba a punto de anochecer por completo. Contuve un escalofrío y apunté con la luz de la linterna, recorriendo lentamente las tumbas que allí había y todos los nombres grabados en ellas. Algunos se me hicieron familiares, como si los hubiese escuchado en algún momento, alguna vez; Sam, Cassie, Ian… Una tumba llevaba el nombre de uno de los hijos de Aiden y entonces otro estremecimiento me llenó el cuerpo y me obligó a cubrirme la boca para callar un gemido de angustia, porque recordé a esos dos niños y me di cuenta que su padre ahora estaba lejos de ellos, a kilómetros de distancia y secuestrado por un grupo de lunáticos que podrían estar matándolo justo ahora. Recordé el día en que mi padre murió, yo era muy pequeño en ese entonces, pero el vacío que se suscitó después de su muerte, ese espacio que dejó en mi vida esa inexplicable sensación de no saber quién era y sentirme incompleto por su falta no se me iba a olvidar. Todavía lo sentía.

Me dije que no podía permitir que esos pequeños se quedaran sin madre y sin padre.

La luz de mi linterna se quedó estática, temblando y tambaleándose delante de otro nombre, grabado en la corteza de un árbol.

Ethan Rossvet.

Lo entendí todo, de inmediato y recordé lo que Aiden me había contado. La determinación en ese momento comenzó a crecer en mi interior, a intensificarse, a prenderse desde las cenizas y alzarse como fuego en mi pecho. Así debía sentirse recuperar las esperanzas. 

Me dije que ese hombre había sufrido demasiado como para no ser feliz ahora. Me dije que la vida no podía ser tan ingrata de dejarle morir a manos de La Hermandad. Me dije que él vería a esos niños crecer, y que vengaría la memoria de su hermano ayudando a desterrar el virus que acabó con su vida. 

Debía ser así.

Más adelante, a varios metros del cementerio, me percaté de la sombra de una estructura que, de alguna forma, reconocí también. Comencé a caminar hacia ella y una sacudida de emociones me recorrió cuando noté lo que era; una capilla, seguramente construida por la misma gente de este lugar y, lo más probable, hecha aquí para velar a los muertos antes de enterrarlos. Qué importante era eso, qué importante era despedirse de la gente que se ama, qué importante era el duelo que, sobre todo en estos días, se nos negaba. Suspiré y dejé salir todo el aire que inconscientemente había estado conteniendo en lo más profundo de mis pulmones y me acerqué a ella y a la cruz que se alzaba encima de su techo. No era la capilla más hermosa que había visto, pero era algo y continuaba siendo un lugar sagrado para cualquiera que creyera todavía en lo que representaba. 

Noté que la puerta estaba abierta y que adentro había luz, apenas un par de antorchas sobre dos de las cuatro paredes, pero que fueron suficientes para no tropezar al entrar y evitar el pequeño desnivel que había tras la puerta. Entré en la capilla y me persigné bajo el umbral, dirigiendo mi mirada a un Jesucristo en la cruz colgado al fondo y apenas visible por la penumbra del lugar. Avancé hacia el altar y por algunos segundos, me quedé paralizado al ver la sombra de otra persona ahí. Apagué la linterna por inercia y lo observé a media luz. No logré reconocerlo enseguida hasta que me fijé en la mata de cabello rubio y enmarañado que cubría su cabeza y le colgaba hasta casi tocar sus hombros. Se lo había amarrado en una coleta.

Había encontrado lo que había estado buscando pero que nunca quise hallar. De todas las personas que podía toparme en una capilla como esta, justamente él…

Resolví entonces que siempre acababa atrayendo lo que quería alejar de mí.

Caminé silenciosamente hacia él y seguí observándolo en silencio, midiendo mis pasos para que no me escuchara, analizándolo; parecía concentrado en lo que sea que estaba haciendo ahí, tenía la vista en el suelo, mirando algo en algún punto del primero del trío de pequeños escalones que subían hasta el altar.

Sujeté el arma que colgaba de mi cinturón y decidí hablarle.

   —¿Qué haces aquí? —le pregunté, dejándome caer sentado a su lado—. No creo que hayas estado rezando.

Scorpion me miró a los ojos, sin mostrarse realmente sorprendido de verme ahí, ya no se veía tan alterado como hace un rato y algo parecía haber cambiado en su mirada lejana y punzante que, quizás, se veía un poco más suave bajo la luz de las antorchas de una iglesia. Al menos, ya no me veía con ganas de retorcerme el pescuezo. Cerró la cremallera de la chaqueta que se había puesto y la subió hasta el cuello, miró al frente y enfocó su vista en el altar. Yo también miré hacia allí y, por un momento, me pareció que el rostro destrozado y magullado del hombre que colgaba de la cruz era muy parecido al del que tenía al lado.

Claro, obviando el hecho de que Jesús no era un homicida amante de la destrucción.

   —ÉL y yo nunca nos hemos llevado bien —contestó al fin—. Pero su casa siempre está callada.

   —Y ahora necesitas silencio, ¿no? —intuí.

   —Algo… —titubeó—. Quizás un poco.

No respondí nada y él no volvió a abrir la boca. No me moví tampoco y ambos nos quedamos al lado del otro, en completo silencio. Solté la mano que había mantenido sobre el arma en mi cinturón y la entrelacé con la otra para cerrar los ojos y musitar un rezo en mi cabeza, justo como solía hacerlo antes de dormir cuando era pequeño, sólo que ahora lo pedía de verdad, me entregué en serio a sea lo que sea que existía más allá de mi propia carne y huesos y me encomendé a ello, rogándole por una ayuda que en este mundo no podía encontrar. Pedí por las vidas de Aiden y Cuervo, pedí porque pudiéramos llegar antes de que La Hermandad decidiera cumplir con su venganza, pedí por encontrarlos completos y no en partes, como sabía esas personas, sobre todo al mando de Shark, podían ser capaces de dejarlos. Pedí por más tiempo, algo que también se nos negaba demasiado en estos días, más minutos para poder salvarlos.

Scorpion suspiró de pronto, desconectándome de mis plegarias. No le miré y me dispuse a escucharle atentamente, porque en ese momento tuve la incómoda sensación de que estaba a punto de romper el silencio.

Pero tardó demasiado en hacerlo.

   —¿Mm…? —mascullé, animándole a hablar. Él acarició sus brazos, como si estuviera abrazándose a sí mismo para darse calor.

   —¿Quién sabría que el vacío podría ser tan frío? —preguntó.

Sonreí, porque en ese momento entendí lo que estaba tratando de decir; entendí que había estado pensando en la situación y que iba a ayudarnos.

Entendí que él se había dado cuenta que, ciertamente, el vacío era una condena terrible. Incluso para él.

Notas finales:

Sí, Scorpion. El vacío es terrible incluso para ti. 

Nos vamos a la guerra otra vez
¿Críticas, comentarios, preguntas? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review. 

Nos leemos el próximo año (?) xDDD Espero que todos tengan una feliz navidad y un excelente año nuevo! No beban tanto, o pueden salirse de casa borrachos y encontrarse con un montón de zombies. 

Abrazos


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