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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Holiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii :3 

Sin muchos preámbulos, aquí está el capítulo 8. Nos estamos acercando :3

Capítulo 8

 



   —¿Shark? —Aiden caminó hasta donde estaban Jesse y el cómplice de Erick y tomó al último por el cuello de la camisa y le apuntó con un arma—. Vamos, te llevaremos a donde llevamos a los idiotas como tú… —comenzó a tironearlo hasta que le obligó a caminar. El resto, le seguimos—. ¿Quién demonios es Shark? —preguntó. Di un último vistazo hacia la cabaña que él nos había dado, dentro de ella, Ada, la señora Isabel y Cassandra se hallaban seguras. Tuve miedo de perder eso. Titubeé unos segundos, cuestionándome si debía responder o no. Terence, quién recientemente parecía haber vuelto de donde sea que haya estado perdido, me dio un leve codazo para apresurar mi respuesta. 

   —Un cazador… —susurré apenas. 

   —¿¡Un cazador!? —Ethan se detuvo, se acercó a mí con rapidez y me sacudió por los hombros, sus manos ejercieron tanta fuerza que sentí como mi piel ardió. 

   —¡Hey! —Terence se adelantó  e intentó separarnos. 

   —¿¡Has traído cazadores a nuestra isla!? —gritó sobre mi rostro y sentí como ese par de ojos negros me atravesaba como lanzas. Sus dedos presionaron con más fuerza, me retorcí por el dolor mientras intentaba zafarme.

   —E-Ethan, me estás lastiman… 

   —¿¡Has traído a los malditos cazadores!? 

   —¡Ya basta! —Terence lo apartó de mí agarrándole del brazo, torciéndoselo hacia atrás y aplicando presión sobre su espalda hasta que le obligó a arrodillarse.

   —¡Ethan! —La voz de Aiden escapó nerviosa cuando se detuvo—. ¡No te atrevas a…! 

   —¡Déjame, imbécil! —Ethan se deshizo de la llave con un movimiento ágil y la revirtió increíblemente rápido, tirando a Terence al suelo y cayendo sobre su espalda para tirarle del cabello, obligándole a pegar el rostro contra la tierra—. ¡Vuelve a intentar eso y te patearé el trasero! —Terence intentó levantar la cabeza, pero la mano de Ethan no  dejaba despegarla del suelo.

   —¡Suficiente, Ethan! —ordenó Aiden.

   —Estos idiotas traen cazadores a nuestra isla y tú dices que es suficiente… —gruñó Ethan sin soltarle todavía. Terence giró su cuerpo y levantó su rodilla para darle un rodillazo en el estómago. 

   —No voy a hacerte la tarea fácil. 

   —¡Ya basta, demonios! —Aiden gritó, le entregó su arma a Jesse para que amenazara al amigo de Erick y se dirigió hacia nosotros, jalando del hombro a Ethan—. Ethan Faust Grey Strauss… —refunfuñó—. Si no te alejas de él voy a quemar todos tus malditos cigarrillos, joder —Ethan le lanzó una mirada amenazante a Terence que claramente quería decir “voy a matarte la próxima vez” antes de levantarse y dejarlo. 

   —T-Terence… —avancé hacia él para tenderle una mano. La rechazó y se puso de pie él mismo. 

   —Estoy bien.

   —Vamos… —ordenó Ethan y siguió avanzando como si nada. Aiden nos lanzó una mirada conciliadora y no se movió—. Vamos, Aiden. —El castaño carraspeó la garganta.

   —Ethan…

   —¿Qué?... —Aiden le hizo un gesto para que se acercara, él puso los ojos en blanco—. No voy a…

   —Ven aquí. —Él pelinegro obedeció de mala gana y Aiden se plantó frente a él, con los brazos en jarras—. Para tu información, el idiota número uno, el que trajo a los cazadores hasta aquí es la maldita cura para el virus que envió nuestro mundo al carajo. Y el idiota número dos es un tipo que, por haberte torcido el brazo, es increíblemente fuerte y seguramente cubrirá tu perfecto y musculoso trasero en más de una ocasión. Así que… 

   —No voy a pedir disculpas. —gruñó Ethan. 

   —Si vas a hacerlo. 

   —Oblígame. —sonrió, pícaro—. O di otra vez que tengo un perfecto trasero. 
   
   —¿Qué pretendes, joderme? 

   —Me encantaría estar haciéndolo ahora mismo… —ronroneó. Las mejillas de Aiden se tornaron completamente rojas cuando él dijo eso.

   —Está bien, está bien… —Terence levantó las manos en son de paz—. Yo pediré las disculpas, pero por favor, dejen los comentarios calientes para otro momento… —Se acercó a ellos y le tendió la mano a Ethan—. Lo lamento, Ethan. Es solo que… 

   —Está bien, tenías razón al defenderlo… —Ethan aceptó la mano de Terence y la sacudió en el aire, luego, sus ojos negros se clavaron en mí—. Lo lamento, Reed. 

   —Todo bien… —asentí con la cabeza en un gesto tranquilo, pero la verdad, todavía estaba temblando por dentro.

 


   —Y lamento haberte hecho morder polvo —Se burló, obviamente esas palabras eran para Terence. El pelirrojo sonrió. 

   —La próxima vez yo te lo haré tragar.

   —Oh, no, no lo harás. 

   —Si vuelven a pelear les haré morder el polvo a ambos… —interrumpió Aiden—. A ti no, Ethan. A ti te haré tragar espuma de mar. 

   —La espuma de mar trae moluscos muertos… —aclaré—. Creo que es mejor el polvo. 

   —Por eso mismo lo digo… —Aiden siguió avanzando y retomó su tarea de amenazar al amigo de Erick—. Vamos, tenemos que dejar a este idiota en un lugar donde no escape y buscar las armas. Por si no se habían dado cuenta, un lunático nos envió una nota de amenaza en una maldita botella…

Ethan palmeó la espalda de Terence antes de adelantarse y alcanzar a Aiden.  Seguimos caminando como si nada. Había visto muchas peleas en mi vida, pero jamás había visto una resolverse tan fácilmente. 

   —Tú y Ethan serán grandes amigos… —predije. 

   —Lo dudo, sinceramente. —Terence hizo tronar su cuello. 

   —¿Te duele? 

   —Él tiene una fuerza tremenda. Sabía que era fuerte pero no creí que tanto, pensé que me arrancaría el cuello.

   —Él no haría eso, parece una buena persona. 

   —¿Cómo lo sabes? —preguntó, pero se respondió él mismo—. Ah, claro. Lees a las personas. 

   —Pero aún no puedo leerte a ti. —solté casi sin pensar y sentí que no debí haber dicho algo como eso. Carraspeé la garganta—. ¿Por qué hiciste eso? 

   —¿Qué cosa? ¿Sacarte a ese idiota de encima porque estaba a punto de golpearte?

   —Sí… 

   —Porque eres la persona que me salvó la vida dos veces.


   —Eso no tiene nada que ver. 

   —Vamos, Reed. —Terence me empujó levemente con su hombro—. Ada me dijo que estudiaste psicología de los libros de tu hermana por todos estos años, compréndeme un poco. Despierto sin recordar absolutamente nada y tú eres la primera persona que veo, que resulta ser justamente la misma que me salvó de la muerte… 

   —Lo sé, y sé que estás buscando desesperadamente una forma de agradecérmelo… —interrumpí—. Pero no tienes por qué hacerlo, no quiero, no lo necesito.  

   —Pero yo sí quiero hacerlo y no hay que ser ciego para notar que hace un par de minutos lo necesitabas… 

   —¿Quieres agradecerme haberte salvado la vida? —volví a interrumpir. 

   —Claro… 

   —Entonces dime en qué pensabas cuando todavía estábamos en la cabaña.

   —¿De qué hablas? 

   —Luego de lo que pasó con Erick… ¿En qué pensabas? —El pelirrojo clavó los ojos multicolor sobre mí y me lanzaron una mirada molesta. 

   —Me sentí mal.

   —¿Mal?

   —Culpable. —guardé silencio cuando dijo eso. Claro, no lo había pensado. Terence no tenía recuerdos, si había matado o no a alguien vivo antes, no podía recordarlo. Para él, esta era la primera vez que asesinaba…—. No sé, Reed… —continuó—. Me sentí culpable pero en el momento no dudé en hacerlo, fue como una especie de reflejo.

   —Me encantaría tener reflejos así… —dije, distraídamente.

   —No lo entiendes… —Sus ojos volvieron a clavarse sobre mí—. Hago cosas sin pensarlas y no las comprendo, no me comprendo a mí mismo. Me siento…

   —¿Extrañado de ti? ¿Fuera de ti mismo?

   —¿Cómo lo sabes?

   —Es obvio… —dije. Ya era momento de hablar de eso—. Si no me equivoco, lo que tú tienes en estos momentos es una amnesia disociativa general, normalmente se produce al estar expuesto a enormes situaciones de estrés, pero creo que el virus ha sido el culpable esta vez. Aunque es extraño ¿Por qué no olvidaste todo lo demás? Pudiste recordar cómo había comenzado este desastre, seguramente recuerdas como era el mundo antes, ¿Por qué solo te olvidaste a ti mismo? Tengo una teoría, creo que antes de ser infectado querías hacerlo, quizás habías perdido a  alguien, quizás…

   —Sólo estás confundiéndome más.

   —Tienes razón.

   —Además... —La voz de Terence tembló ligeramente—. ¿Quién se olvida de sí mismo? —solté una pequeña carcajada.

   —Solo tú... —Me burlé y sus ojos me lanzaron una mirada de angustia—. P-Pero está bien... —intenté corregir—. Te ayudaré a recuperar tus recuerdos.

   —Voy a tomarte la palabra.

Miré hacia al frente, nos estábamos apartando del camino y mis pies comenzaban a sentirse más pesados al tener que pisar césped sin cortar, quizás de unos cuarenta centímetros de altura. Entramos en un campo abierto, rodeado tan solo por algunos árboles. A lo lejos, reconocí una pequeña construcción con forma de casa, solo que parecía demasiado pequeña para ser una. También noté una especie de huerto que parecía haber sido construido hace poco, y vi algunas matas de tomates y otras frutas de las cuales no conocía su nombre. En esta isla, la gente ya había armado su propio esquema, en ésta isla toda la gente que había visto vivía bien y esa vida era tranquila.

Y nosotros habíamos llegado a destrozar todo eso. 

   —Me arrepiento de haber venido aquí... —murmuré.

   —¿Por qué?

   —Si algo le pasa a esta gente por mi culpa...

   —Tú ya eres uno de ellos, Reed. Defenderás esta isla como cualquiera de nosotros.

   —¿Puede alguien ser aceptado tan rápido?

   —En estos tiempos, supongo que las cosas ocurren así de rápido... —estiró su mano hacia mí y rodeó mi cuello en un abrazo que me atrajo hacia él.

   —¡Oye! ¿Qué estás...? —callé cuando le miré a la cara y le vi sonreír. Algo parecido a los nervios se alojó en mi estómago y ese algo subió hasta mi pecho, disparando mis latidos.

«Voy a romper esas murallas.» Me pareció volver a escuchar de nuevo esas palabras.

   —¡Aquí! —Aiden gritó delante y mis pies se detuvieron automáticamente frente a la pequeña construcción que había visto—. Pararemos aquí primero.

   —¿Qué es este lugar? —pregunté.

   —La armería —sonrió—. Creo que es mejor que sepan dónde está.

   —Yo me quedaré con él —Jesse se adelantó y con el cuchillo que había tomado en la casa de la señora Isabel, se posicionó tras el cómplice de Erick  y le amenazó—. Entren ustedes a la armería.

   —Tú también deberías entrar... —dijo Aiden, ofreciéndole el arma que él tenía en la mano.

   —No, gracias —Jesse negó con la cabeza—. No me gustan las armas de fuego, prefiero un cuchillo. —Aiden le lanzó una mirada de arriba abajo, como queriendo encontrar otros motivos para que Jesse no quisiera entrar a ese lugar, pero yo bien sabía que él decía la verdad, lo noté en la postura corporal relajada que usó cuando habló.

   —Está bien, Aiden... —Ethan tomó a Aiden de la mano y lo dirigió hasta la puerta de la pequeña casita para abrirla—. Adentro, chicos... —ordenó—. Y tú, si te atreves a intentar escapar juro que te romperé el cuello —dijo, sin mirar a ningún lado, pero todos entendimos que se refería al amigo de Erick.

   —No te preocupes...este coglione no va a escapar... —canturreó Jesse con ese simpático acento italiano que tenía, antes de que Ethan entrara en la construcción.

Entré a la armería y mis esperanzas sobre ganar una guerra contra Shark descendieron un poco más. Allí había armas, sí, pero no las suficientes.

   —¿Cuántas personas hay en esta isla? —pregunté, mirando el arsenal que había ahí. Habían aproximadamente veinte armas de fuego entre pistolas y rifles, algunas de ellas parecían estar en muy mal estado, como si hubiesen sido recogidas desde el fondo del mar, también había algunos cartuchos con munición, algunos machetes, cuchillos y otras armas que parecían haber sido fabricadas en este lugar. Incluso había una lanza para pescar.

   —Estamos alcanzando las ciento veinte personas

   —¿Cuántas de ellas podrían pelear? —inquirió Terence, robándome las palabras de la boca.

   —Quizás unas sesenta o algo más. No enviaremos a los niños a la guerra.

   —Claro que no... —Terence se acercó a uno de los estantes y tomó algo que había allí—. ¿Puedo quedármelas? —preguntó, alzando en su mano un par de manoplas metálicas con puntas.

   —Creo que deberías usar un arma.

   —Creo que la lucha cuerpo a cuerpo se me da mejor ¿No crees?

   —Esto no es un juego, Terence —gruñí, mientras tomaba entre mis manos un par de binoculares que había encontrado—. Shark tiene por lo menos treinta cazadores, ellos son hombres entrenados.

   —Aquí también entrenamos a nuestros hombres —dijo Aiden mientras terminaba de cargar el arma que tenía en las manos.

   —Ellos tienen un montón de muertos hambrientos en sus calabozos. 

   —Y nosotros tenemos un Ethan —sonrió el castaño, clavando su mirada en mí. Intenté esbozar una sonrisa, creer que lo que había dicho era una broma, pero la seguridad reflejada en sus ojos esmeralda me hizo pensar que estaba hablando en serio.

   —¿Un...Ethan? —balbuceé, mirando al pelinegro que estaba a solo unos metros de mí. Ethan carraspeó la garganta.

   —Bueno, supongo que sí no les decíamos no iban a darse cuenta nunca —Se encogió de hombros, buscó en su chaqueta un cigarrillo y lo encendió.

   —Vamos, dilo. —insistió Terence. Ethan dio la primera calada.

   —Estoy infectado. —soltó junto con el humo que salió de su boca.

   —¿I-Infectado? —instintivamente di un paso hacia adelante para acercarme a él—. ¿Desde cuándo? Aiden, ¿Podemos inyectarle a él mi sangre también, no? ¿Cuándo te mordieron?

   —Hace cinco años... —Ethan dio otra calada.

   —¿Cinco...años? —Tenía que ser una broma, seguramente ellos estaban jugándonos una, seguramente ni siquiera le habían mordido. Suspiré, dejando escapar el aire que inconscientemente había estado conteniendo—. Es una pésima broma, chicos.

   —No es una broma, Reed —Los ojos de Aiden seguían trasmitiéndome la misma seguridad—. Le mordieron hace cinco años, yo estaba ahí.

Me sentí ligeramente mareado por la impresión, eso era algo que no podía comprender.

   —¿Eres...eres inmune, entonces? —balbuceé. Yo lo era, podía haber más como yo.

   —No, no lo soy. El virus sí me afecta.

   —P-Pero...

   —Venimos de una de las primeras ciudades donde se desató el virus... —explicó Ethan, dándole una última calada profunda a su cigarrillo mentolado antes de tirarlo al suelo y pisotearlo—. Ahí me mordieron, hace cinco años y digamos que mi cuerpo asimiló el virus de una forma distinta y lo adaptó para mantenerme vivo.

   —Nadie puede hacer eso...

   —Sí una persona que presenta un metabolismo increíblemente rápido —interrumpió Aiden—. Ethan, antes de contraer el virus presentaba una enfermedad heredada por su madre que aceleraba algunas partes de su metabolismo. Luego descubrimos que esa enfermedad en realidad era un antepasado de este virus.

   —¿Un antepasado?

   —Crearon un virus antes de este, pero fracasó. —Me llevé las manos a la cabeza e intenté procesar toda la información que me estaban dando. Tenía frente a mí a una persona que pudo sobrevivir al virus ¿En él también estaba la cura, entonces?

   —No, yo no soy la maldita cura si es eso lo que estás pensando —Ethan pareció adivinar mis pensamientos—. Tú eres eso, ambos somos diferentes. 

   —¿Y qué eres tú? —pregunté.

   —Solo alguien que es increíblemente fuerte gracias al virus.

   —¿Eres como uno de ellos?

   —Solo que puedo controlarlo.

   —Dios... —sonreí inconscientemente. Ahora entendía todo lo que había pasado en la playa. O bueno, casi todo.

   —¿Puedes decirme cómo mataste a esos dos zombies en la playa? —preguntó Terence—. De repente, simplemente cayeron muertos al suelo.

   —Piedras... —Ethan sonrió—. Solo había que lanzarlas con la suficiente fuerza.

   —¡Pudiste habernos matado a nosotros también! —exclamé.

   —Pero no pasó.

   —Ya basta de explicaciones —Aiden se acercó a mí con un par de pistolas en las manos—. ¿Sabes disparar un arma, Reed?

   —Sí, he aprendido algo.

   —¿Hay alguna que te acomode más? —miré a alrededor cuando preguntó eso y la imagen de David parpadeó velozmente en mi mente. La persona que me enseñó a disparar había sido mi hermana, pero la persona que descubrió mi habilidad con el francotirador fue él. David me había descubierto incluso cuando yo ni siquiera pensaba en que un rifle podía llegar a gustarme.

   —¿Tienes algún fusil francotirador? —pregunté, sin muchas esperanzas de que en verdad tuvieran uno ahí. Aiden y Ethan se miraron entre ellos y supe que algo iba mal.

   —¿Sabes usar un francotirador? —murmuró Ethan, sin dejar de mirar a su amante. El tono de su voz confirmó mis sospechas, algo le había molestado. 

   —Creo que soy bastante bueno con eso. —respondí y el pelinegro se dirigió a uno de los estantes para moverlo y rebuscar tras él. De ahí le vi sacar uno, estaba polvoriento y supe que necesitaba de alguien que le limpiara con urgencia. Lo tomó entre sus manos y lo tendió hacia mí. Me sentí como un hombre recién nombrado caballero real en uno de esos juegos de rol con los que solía divertirme antes de que el mundo se fuera al infierno.

   —Pruébalo. —dijo, lanzándome una mirada fulminante con sus ojos oscuros. Tragué saliva, respiré hondo y lo tomé entre mis manos.

   —Bien... —salí de la cabaña y todos los demás me siguieron en silencio. Jamás había tenido que demostrarle nada a nadie, e imaginé que la primera vez no debía ser tan terrible como lo estaba siendo ahora, pero me había equivocado. Estaba nervioso, no sé por qué pero sentí que de ésta demostración dependían muchas cosas—. Bien... —repetí y carraspeé la garganta.

«Tú puedes, Reed.» Recité para mí mismo y cargué el arma contra mi hombro.

   —Lo hace como lo hacía él... —Le oí murmurar a Aiden.

   —¿Ven ese pájaro que está allá? —pregunté, refiriéndome a un ave que estaba muy lejos de nosotros, volando libre ahí en el cielo oscurecido por una posible nueva lluvia.

   —No, no lo veo. —dijo Terence.

   —Yo tampoco lo veo —Aiden se apoyó contra mi hombro, buscando el punto que yo estaba viendo a través del lente.

   —Yo sí lo veo, perfectamente —dijo Ethan—. Ve por los binoculares, Aiden. Está por allá —apuntó hacia donde mi arma lo hacía—. Está demasiado lejos para ser detectado por un humano normal. —Aiden obedeció y entró nuevamente a la casita. 

   —¿La súper vista es una ventaja del virus también? —pregunté, con una pequeña sonrisa nerviosa asomando de mis labios. Aún no asimilaba bien la idea de estar junto a una persona que estaba infectada y podía controlarlo.

   —Obviamente.  

   —Bien... —Aiden volvió junto a un par de binoculares—. Ven a ver, Terence.

   —Bien. —suspiré e intenté relajarme—. ¿Todos ven al pájaro ahora?

   —Todos vemos al maldito pájaro... —respondieron al unísono los tres.

   —¿En serio vas a poder dispararle? Está muy lejos —No respondí a esa pregunta. Tomé el rifle y lo acomodé mejor contra mi hombro para lograr el equilibrio, sentí la frialdad del arma que tenía bajo mis manos y rocé el gatillo antes de dispararlo. Visualicé al pequeño pájaro que aún bajo la mira telescópica no lograba verse lo suficientemente grande y sentí algo de lástima. No me gustaba matar animales, pero no encontraba otra forma. Yo era hábil con esto, tenía que demostrarlo.

Uno.

Dos.

Apreté el gatillo. El ruido del disparo fue tan fuerte que perfectamente pudo haber sido oído desde cualquier lugar en esa isla.

   —¡Joder! —Ethan fue el primero en reaccionar—. ¡Le ha dado!

   —¡Cayó!

Solté el aire que había contenido antes de disparar y sentí cómo mis piernas temblaban por los nervios liberados.

   —¡Eso fue genial, Reed! —Terence corrió hacia mí y me estrechó entre sus brazos como lo hace un padre orgulloso de su hijo—. ¿Quién iba a pensar que tenías ese talento?

   —¡Suéltame, Terence! —gruñí contra su pecho.

   —Eres brutal... —Él solo me separó algunos centímetros de él para mirarme a los ojos cuando dijo eso. Noté la pizca de burla en su voz, eso lo había dicho yo antes.

   —G-Gracias... —balbuceé con torpeza y sentí algo ardiendo en mis mejillas.

   —Te has sonrojado —Se burló, ahora abiertamente.

   —No estoy acostumbrado a los cumplidos —Él negó con la cabeza.

   —No es eso y lo sabes.

   —¿Entonces qué? —intenté apartarme de él, pero sus manos me sujetaban bien. Demasiado bien para mí, mejor de lo que podía soportar. 

   —Las murallas, Reed —sonrió—. Las murallas.


Las murallas que estás a punto de comenzar a derrumbar. 

   —Está bien... —Ethan interrumpió y mis ojos se dirigieron a él cuando habló, él y Aiden tenían sus ojos clavados sobre mí y nuevamente la sensación de incomodidad cayó sobre mí—. Puedes quedarte el rifle, es tuyo... —Se acercó a nosotros y entonces Terence me soltó. Ethan empujó el rifle que yo tenía en las manos contra mi pecho—. Límpialo y cuídalo como a tu vida... —gruñó.

   —Gracias...

   —Pueden volver a casa, pasaste la prueba. En unas horas enviaremos a reparar la puerta de Isabel, espero que nos ayuden. Mientras tanto, deberían dormir. Tenemos que alertar a los demás, tenemos que prepararnos.

   —Entiendo.

   —¿Saben cómo volver?

   —Yo memoricé el camino —dijo Terence.

   —Bien, llévense algunas armas más.

   —Gracias... —cargué el rifle en mi espalda y sentí que pesaba más de lo que había creído.

   —Ah, y Reed. —Ethan volvió a lanzarme una de sus miradas afiladas con sus ojos vacíos.

   —¿Si?

   —Que sepas que tienes unos zapatos muy grandes que llenar. —Algo en sus palabras me hizo sentido.

   —¿Perdieron un tirador? —pregunté—. Ya saben... ¿Antes de llegar aquí? —Él y Aiden intercambiaron miradas.

   —¡Chicos! —la voz de Jesse interrumpió—. ¡Creo que tienen que ver esto!  —Mi cuerpo giró en dirección a esa voz y un escalofrío corrió por mi espina dorsal. Ahí estaban, les reconocí enseguida, reconocería cada una de las caras de esos hombres. Eran tres, y traían muertos encadenados con ellos. 
 
   —¿Qué mierda...? —balbuceó Terence.

   —¡Hombres de Shark! —grité y ese grito escapó tenso, como un hilillo a punto de romperse.

Supe que definitivamente la paz se había acabado en este lugar.

Notas finales:

¿Críticas? ¿Comentarios? Pueden dejarlo todo en un lindo -o no tan lindo- review

Abrazos!


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