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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

«Una vez más. Cántala una vez más»

Observo el trozo de carne mientras se termina de cocer, lleva ahí casi una hora. Cuando está listo, lo retiro y lo pongo delante de mi cara para observarlo. Cierro los ojos y me lo llevo a la boca.

Una, dos, tres mascadas. Las tripas se me revuelven otra vez y el vómito me sube por la garganta. Lo contengo y lo trago junto a la carne.

El perro sabe mal. Jodidamente mal. Y hay una pila de ellos que continúa muerta allí abajo, pudriéndose.  

Qué lástima.

Le doy otra mordida, sin respirar; esa cosa tiene un olor fuerte, un sabor amargo y es elástica, como masticar un chicle duro. No sé cómo en algunas culturas era normal comerlos antes.

Está atardeciendo y por la posición del sol, adivino que estamos cercanos a las siete de la tarde. La lluvia se detuvo hace horas y el cielo, que pronto va a oscurecerse, ya despejó. Han pasado dos días desde que llegamos aquí y ya casi me olvido de tu presencia. Pareces comenzar a mezclarte con el escenario, con las tablas de madera y el techo de paja, con la arena bajo nuestros pies y el mar que sigue igual de bravo que el primer día. Desde la noche anterior que no me acerco a ti, porque pareces más muerto que antes y no sé si aún quiera comprobarlo. De todas formas, lo hago, dejo la carne a un lado y me acerco a tu cuerpo. La camiseta de Led Zeppelin te queda bien.  

Cuando te tomo el pulso, no encuentro nada.

   —¿Cuervo? —pregunto, como si pudieras responderme. Cargo más los dedos contra tu cuello, pero sigo sin sentir nada. De estar ahí, tus latidos son demasiado débiles.

Joder, estoy harto de esto.

Miro la cubeta vacía y tengo una idea. La lanzo hacia abajo, te cargo en mi hombro y bajo contigo a cuestas lentamente hasta tocar la arena. El olor que desprende de los cadáveres de los animales me causa náuseas, pero las contengo. Los dejé ahí porque la carne podrida es un buen repelente para los zombies, esos bastardos no se acercarán a un lugar que apesta a muerte.

Cojo la cubeta y camino contigo hasta casi llegar a la orilla. Te dejo caer sobre la arena, me arremango los pantalones y me meto al agua para llenar el balde con ella. No sé por qué no pensé en hacer esto antes.

   —¡Corta la jodida siesta ahora! —te grito, lanzándote toda el agua sobre el rostro. Pero no respondes, ni siquiera tus ojos intentan pestañear o moverse bajo esos párpados cerrados—. ¡Vamos, Cuervo! —Miro hacia arriba, las gaviotas han estado rodeándonos desde ayer, como buitres que saben lo que va a ocurrir. Han bajado un par de veces a picotear los cuerpos de los perros, pero de todas formas te han estado asechando. Imagino que ellas también están conscientes de que la carne humana sabe mucho mejor que la canina—. ¡Despierta de una puta vez! —me arrodillo a tu lado y te sacudo por los hombros, intentando hacerte reaccionar. No contestas.

Me llevo las manos al cabello y lo jalo entre mis dedos. Estoy harto de esto.

   —Vamos, hombre… —mascullo, con los labios apretados—. Tienes que seguir —Siempre lo has hecho, no vas a detenerte ahora—. Tienes que despertar…

Porque hay cosas que nunca te dije y, demonios, cómo me jode eso ahora. Porque no era necesario decirlas, porque no tenía sentido y porque tan sólo eran un montón de palabras, sólo eso.

¿Y por qué me veo tan necesitado de soltarlas ahora?

Toco tu rostro, para asegurarme. Sigues tan pálido y frío como hace dos días. Y no, no es el agua que acabo de lanzarte. Nada ha cambiado en todo este tiempo. Y entonces vuelvo a plantearme la puta idea de que vas a morir, si es que ya no estás muerto. Me acerco a tu boca. Apenas puedo sentir tu respiración.

  —No me jodas, Cuervo —digo—. No te mueras ahora.

Y es que nunca te dije que me hacía gracia tu cabello por la mañana; esa mata desordenada del puto negro más negro que puede haber en una paleta de colores oscuros. Nunca te dije que tu café es el mejor que he probado, ni que me gustaban los piercings en tus cejas, esos que te arrancaron de golpe. Nunca te dije que me encanta la forma en la que arriesgas tu vida en cada pelea ni la manera despreocupada en la que acostumbras hacer estallar todo.

Nunca te dije que, a veces, me sentía invencible si tú estabas cerca.

   —Nunca te dije que me gustaba oírte cantar —susurro, y no hay respuestas en tu rostro azul. Pocas veces te oí, porque eres jodidamente cuidadoso con eso y te lo guardas para ti mismo, a menos que traigas doce cervezas encima. Cada vez que te encontré tarareando “People are strange” o “Love me two times” te quedaste callado y te hiciste el desentendido, de seguro avergonzado de ti mismo por gustarte tanto una banda tan vieja y tan sobrevalorada como The Doors. Pero una vez cantaste para mí, llevabas todo el día peleando con una jodida cañería en la sala de duchas y tenías montado un concierto. Cantabas “My wild love”, la canción más aburrida inventada jamás en la historia de la música y, cuando me viste ahí de pie, me miraste a los ojos, cambiaste los “ella” por “él” en la letra y continuaste cantando. Estoy seguro que nadie en este puto mundo canta mejor esa canción que tú. El jodido Jim Morrison se pondría celoso si pudiera oírte.

Aquella vez, hiciste de la canción más pobre la cosa más interesante del mundo. Porque eres un pájaro extraño al que no le gusta que lo escuchen cantar. Pero una vez lo hiciste. Y esa vez pensé que esa aburrida canción era para mí.

Cántala de nuevo.

   —¡Vamos! ¡Despierta ya, demonios! —vocifero sobre tu oído. No te mueves, no reaccionas. No despiertas—. ¡Cuervo! —te sacudo otra vez por los hombros, más brusco—. ¡Cuervo…! —Esto se sale de mi control, no soy capaz de soportarlo. Doy un golpe sobre la arena, que parece tragarse mi puño que se hunde en ella hasta desaparecer de mi vista. Joder, estoy frustrado—. ¿¡Con qué derecho!? —te grito—. ¿¡Qué maldito derecho tienes para morirte ahora!? —Maldito hijo de puta. Vas a morirte. Vas a desaparecer. Vas a dejarme solo en esta playa de mierda, en este lugar podrido. Tomo tu rostro entre mis manos. Estás tan helado—. B-Branwen... —te llamo y la voz se me quiebra sin que pueda evitarlo. Tengo una sensación que llevo años sin sentir. Miedo. A quién engaño, estoy asustado. Temo a lo que vendrá después de esto, porque, quizás demasiado tarde, entiendo que no hay planes después de ti—. Demonios, Brann —Las siento calientes sobre mi rostro y no puedo contenerlas. Lágrimas. Había olvidado cómo se sentía llorar, había olvidado la maldita molestia en el pecho, el ardor en los ojos y ese jodido nudo, asfixiándome la garganta—. No puedo… —susurro, mi voz enronquecida. No hay nada después de ti. No podré. Voy a perderme, demonios. No sé cómo saldré de esta. Me acerco a tu pecho y te abrazo, porque quizás ésta sea la última vez que pueda hacerlo, porque no fui capaz de hacerlo antes, porque ni siquiera te pregunté qué te parecían esta clase de cosas. ¿Qué habrías dicho entonces?  

Mis manos suben por tu cuello y termino enredándolas en tu cabello, y me quedo ahí, respirando contra tu mejilla. Por primera vez en mucho tiempo, no sé qué demonios hacer. Y eso me aterra. Respiro, agitado. No puedo contenerme.

Una de mis manos busca la tuya para tomarla. En ese momento, me doy cuenta que jamás me había dedicado a apreciarlas. Acaricio el dorso, rozando con todas las irregularidades que forman las cicatrices en tu piel y siento la complexión de tus dedos, demasiado finos tal vez como para pertenecer a alguien como tú.

Siempre fuiste tú. Y no sé qué hacer si no estás ahí.

   —No ahora… —te pido. Quizás en otro momento, bajo otras circunstancias. Tal vez cuando pueda vengarte, o tranquilo sobre una cama, como te lo mereces. Pero no ahora, no de esta forma—. No te mueras ahora.

Soy un desastre, lo sé. Y también sé que pude haber evitado esto.

Nunca estuve tan consciente de ello como hoy.

Nunca quise cambiarlo tanto como hoy.

   —Una vez más… —ruego—. Por favor, Brann…—En ese momento, siento cómo esos dedos finos presionan los míos. Me enderezo en un respingo y mi corazón salta, disparado por mi garganta. Contengo el aire, todo el que tengo lo retengo, sin soltarlo. Y espero.

Abres tu ojo, el único que te queda, el único que esos bastardos te dejaron. La mancha azul más hermosa que he visto en mi jodida vida me mira directamente y siento que me va a costar volver a respirar. 

Notas finales:

Bueeeeeeeenas! Sí, ando saludando en las notas finales, lol 
No quería arruinar la continuidad de los capítulos, por eso.

Ya salí de vacaciones! (bueno, no aún, la próxima semana, en realidad, pero los exámenes que me quedan son todos fáciles y no tendré que estudiar mucho. Intentaré escribir lo que más pueda durante estas semanas :), para no dejarlos sin material cuando vuelva a entrar a estudiar) 

Dejen sus impresiones. ¿Qué les ha parecido la evolución de Scorpion? Escucho (leo) opiniones. 

¿Críticas? ¿Comentarios? ¿Preguntas? Pueden dejarlo todo en un lindo - o no tan lindo - review. 

 

PD: F por los perritos PD2: F por ese padre e hijo. Igual el viejo se quería cagar a Scorpion, le pasó por gil. 

PD3: Y NADA DE F POR BRANN, mira que el bebé hermoso está vivo. ¿En serio alguien creyó que podría morir? 

 

Abrazos


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