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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

«Altruismo:

 Tendencia a procurar el bien de las personas de manera desinteresada, incluso a costa del interés propio.»

 


Hola de nuevo, bebés! Este es un capítulo pequeño. La verdad, lo tenía escrito desde algún tiempo, pero no hallé la forma de enlazarlo con el anterior dentro de un mismo cap, por eso lo corté y los dividí en 2. 

Tiene poquitas palabras, pero creo que dice mucho. 

Nos leemos pronto!
PD: RECUERDEEEEN ESTAR ATENTOS A LA ORTOGRAFÍA! 

Capítulo 92

 

   —¿A dónde vas? —atrapé a Terence justo en la esquina del pasillo. Él llevaba una escopeta atada a la espalda y la mochila colgada en el hombro, lo que sólo me indico una cosa: iba de salida.

No contestó y, a cambio de eso, me jaló del brazo, abrió una puerta al azar y me arrastró al interior de una habitación oscura. Sentí el peso de su cuerpo contra el mío y un escalofrío me erizó los cabellos de la nuca.

Me besó, sin avisar y traspasando todo mi espacio personal; entrelazando una de sus piernas entre las mías y haciendo que nuestros pechos se tocaran. Yo lo recibí, confundido y deseoso, a él y a sus labios ansiosos que mordieron los míos en un beso ardiente, apasionado y asfixiante.

   —¿Qué…? —balbuceé, cuando nuestras bocas se separaron—. ¿Qué fue eso? —pregunté.

Apenas podía verle en la oscuridad, pero me pareció que estaba sonriendo.

   —Tengo que salir… —susurró en voz baja, a pesar de que nadie más estaba dentro de esa habitación, todavía teniéndome entre sus brazos y enredando su cuerpo con el mío—. Morgan necesita recuperar uno de los camiones y nos ha enviado por el.

    —¿Nos ha…? —jadeé, respirando contra su boca. Él metió las manos bajo mi camiseta y me acarició la espalda.

   —A Dalian y Regen, A Scorpion, Siete, Ethan, algunos chicos de La Resistencia y a mí —contestó.

Lo volví a besar, rápido, apenas tocándole con mis labios, para provocarle. Él correspondió mi caricia mordiendo la comisura de mi boca. Los últimos dos días habían sido difíciles, asimilar que la organización creadora de todo este desastre estaba tras nuestras cabezas no era algo fácil de hacer. Últimamente pensaba mucho en que Terence o yo podríamos morir o ser raptados en cualquier momento y esa sensación me hacía querer estar más cerca de él, no querer separarlo de mí durante un sólo momento.

Y, por la forma en la que sus manos me tomaban, al parecer él le ocurría algo parecido.  

   —¿Puedo ir contigo? —susurré contra su oído.

Él se separó un poco más

   —No… no lo creo —titubeó—. Morgan quiere mantenerte aquí.

Puse mis manos en su pecho para tomar algo más distancia.

   —¿Por qué?

   —Porque teme que E.L.L.O.S te atrape… esa organización de mierda sabe que hay algo de especial en ti y que quieren experimentar contig…

   —No voy a quedarme encerrado porque Morgan no quiere que me atrapen —mascullé, un poco enfadado. Me molestaba que las personas se tomaran atribuciones, como si pudieran controlarme—. ¿Quién es él para ordenarme quedarme aquí, en primer lugar?

   —Vamos, Reed. Él sólo se preocupa de…

   —Y tú también le obedeces, ¿no? Y no sólo eso, aceptas ir junto a Scorpion. Creí que lo…

   —Lo odio —me interrumpió él, antes de que terminara la frase—. Pero es muy, muy fuerte. Sobre todo ahora que trae un arma pegada al…

Negué con la cabeza y él se detuvo.

   —¿Por qué estás obedeciendo? —pregunté. Terence me cogió el rostro con sus manos y me acarició las mejillas. Otra vez, me pareció sentirlo sonreír.

   —Me dijiste que me dejarías protegerte —dijo.

   —¿Qué hay con eso?

   —Todo lo que haga de ahora en adelante será para mantenerte vivo —susurró.

   —No puedes protegerme si nadie te cuida la espalda a ti… —gruñí y lo aparté completamente de mí para abrir la puerta—. Ahora mismo iré al laboratorio a hablar con Morgan.

   —N-No, Reed.

   —Vamos, Terence… —me encaminé por el pasillo y él me siguió de cerca—. Sabes que iré de todas formas.

   —Joder, eres insufrible —masculló y yo solté una risita.

Caminamos por el edificio y el ambiente se sintió tóxico y pesado por cada paso que daba. Vi a algunos hombres armados patrullando discretamente los jardines, como si no quisieran alertar a los demás, como si supieran que había algo peligroso allá afuera, pero no quisieran esparcir el miedo. También vi a varios grupos de cazadores reunidos en el comedor, planeando, hablando de guerra y estrategia, de sobrevivencia y batallas. La noticia de la reaparición de E.L.L.O.S había corrido tan rápido, que ya todo el lugar lo sabía y, al parecer, a todos nos afectaba de alguna forma. A algunos esa organización los había traicionado, a otros los había usado y muchos otros teníamos la conciencia de que todo lo arrebatado, todo el mal desatado sobre la faz de esta tierra, este virus, esta maldición que había enviado nuestra sociedad al infierno… todo era culpa de E.L.L.O.S.

Miré de reojo a Terence y me pregunté qué pensaba él de todo esto. ¿Recordaba claramente el tiempo en que trabajó para esa organización? ¿Recordaba todo lo que hizo, todo lo que omitió? ¿Podía recordar las imágenes de las pesadillas que lo atormentaban por las noches?

Cuando estaba a punto de preguntar, él habló:

   —Oh, está abierto… —dijo, con la mano sobre la manilla de la puerta del laboratorio y la abrió suavemente—. Sólo no me metas a mí en esto, ¿bien? No quiero que Morgan me tome como un cotilla.

   —Bien… —me adentré en el lugar cuando me dejó pasar. El laboratorio era quizás el sitio más limpio de todas las instalaciones de La Resistencia. También era el que más tecnología albergaba y el único lugar que parecía no haber sido tocado por el apocalipsis todavía. Entrar aquí era como retroceder en el tiempo, específicamente a una tarde de domingo, frente a la televisión, viendo NCIS.

Sólo que, en vez de una atractiva chica gótica con coletas, era un hombre calvo quién estaba tras la mira del microscopio.

Morgan estaba solo y volteó a vernos cuando nos escuchó.

   —¡Reed! —El médico habló antes de que siquiera pensara en qué decirle—. Justo iba a ir a buscarte… —se quitó los guantes, se desabrochó el delantal y lo lanzó sobre la silla en la que había estado sentado—. Hay algo importante que debo informarte…

Me crucé de brazos.

   —Primero, déjame decirte que iré a buscar ese camión junto a… —intenté decir.

   —Ah, luego podemos hablar de eso… —Él se acercó a mí, para tomarme por los hombros y me guio hasta dejarme sentado en la silla que él había estado usando—. He descubierto algo más en tu sangre… —comenzó—. Bueno, al comienzo lo tenía como una teoría, pero no había forma de comprobarla, ¿sabes? Entonces Ethan, Aiden y esos cazadores volvieron y cuando analicé la sangre de Scorpion y Cuervo, para…

   —Espera, espera —le interrumpí—. ¿Por qué analizaste su sangre?

   —Necesitaba comprobar que no quedaran células infectadas por el virus en el cuerpo de Scorpion —explicó, hablando atropelladamente y mareándome con sus palabras—. Y bueno, cuando descubrí lo que ocurría tuve que analizar la de Cuervo. Es un secreto a voces que él y ese otro bastardo están…

   —¿De qué carajos estás hablando, Morgan? —interrumpió Terence esta vez.

Morgan, quien todavía no soltaba mis hombros, me apretujó la piel cuando presionó con demasiada fuerza y resopló lentamente, como organizando las oraciones y frases en su cabeza, para decirlas todas de una vez e ir directamente al grano. Entonces soltó:  

   —Descubrí que Scorpion y Cuervo están enfermos.

   —Eso ya lo sabemos —se burló el pelirrojo.

   —No, no hablo de eso… —Morgan hablaba seriamente y eso me inquietó un poco—. Enfermos de verdad, Terence. Al analizar su sangre, descubrí que ambos padecen de VIH—soltó.

Un leve estremecimiento me cruzó la espalda.

   —¿VIH? —pregunté, mientras un nudo se me formaba en la garganta. Pensé en Cuervo y, por algún motivo, me sentí mal. Él había llegado muy maltrecho después de lo que ocurrió en el Desire. No quería si quiera pensar en todo lo que Shark y los otros cazadores le habían hecho por haber matado a Steiss. Él no merecía esto ahora—. ¿C-Cómo…?

   —Oh, bueno. Eso es muy común en estos días, sobre todo y considerando el estilo de vida que llevan los cazadores —contestó Morgan, haciendo repiquetear sus dedos en mis hombros—. No me extraña, la verdad.

Agradecí estar sentado en esa silla, porque, de pronto, sentí que podría caerme. La noticia me había pillado completamente desprevenido.

   —¿Y… ? —dudé, con los puños apretados contra la tela de mis jeans—. ¿Qué tiene que ver mi sangre en todo esto? —inquirí, confundido—. ¿Acaso yo también…? —Quizás también lo había descubierto en mí, quizás había encontrado algo peor. Eso significaba que Terence y todas las personas a las que había sanado con mi sangre…. ¿Entonces ellas también…?

   —¡No, niño tonto! ¡Claro que no! —Morgan me sacudió el cabello para tranquilizarme—. ¡Es todo lo contrario! —dijo, en medio de una carcajada—. ¡En tu sangre también está la cura para esta mierda!

Me aferré a los respaldos de la silla y solté un suspiro.

¿Qué?

¿Mi sangre también podía curar enfermedades como esta?

Recordé haberle oído decir algo parecido a Morgan hace un par de días.

   —Uno de los principales fuertes a los que ataca el virus cero es el sistema inmunológico… —explicó Morgan rápidamente—. Al igual que el VIH, es por eso que tenía la teoría de que…

 —¿Es decir que podemos sanarlo? —le interrumpí—. ¿Podemos curar esa enfermedad?

Morgan se acuclilló frente a mí.

   —¿No vas a decirme que quieres salvarlos, ¿no? —preguntó y, al ver la respuesta reflejada en mi gesto, frunció el ceño—. Tienes que estar jodiéndome.

   —¿Por qué querrías salvar a ese par? —me preguntó Terence. Él estaba sentado sobre uno de los mesones y supe que la noticia también le había afectado en cierto grado. Él no solía tomar asiento durante una conversación. Tal vez, como yo, le temblaban las rodillas—. Esos bastardos…

   —¡Por supuesto que quiero! —alcé la voz, pero dudé durante la misma frase, que acabé casi en un susurro—. Es decir, a Cuervo, al menos. Sobre Scorpion no sé si…

   —¡Ah, vamos! —Morgan se levantó y soltó un gruñido—. ¡Sabes muy bien que ese bastardo se lo merece! No deberías…

   —Lo sé, lo sé —negué con la cabeza repetidamente. Mi mente era un caos. En mi sangre estaba la solución para esta maldita enfermedad también. Sentía la necesidad de ayudar, pero algo en mí me frenaba a hacerlo. Detestaba a Scorpion, me molestaba su existencia, todo lo que había hecho, todo lo que le hizo a Aiden, todo lo que nos hizo a Terence y a mí, todo lo que oí de él. Jamás le ayudaría—. Pero Cuervo no merece esto —dije—. Él no… —Cuervo era lo único bueno alrededor de Scorpion, lo único que merecía ser salvado, lo único que me hacía dudar—. Cuervo no tiene la culpa de esto. ¡Lo contagiaron, maldición!

   —Eso no lo sabemos —siseó Terence.

   —¿No? —La voz de Morgan rio—. Todos conocemos a Scorpion. Todos sabemos que él cogió eso por lo que estuvo haciendo todos estos años. Además, sus células CD4 están más debilitadas que las de Cuervo, lo que sugiere que probablemente él se contagió primero… —suspiró—. Lo sabes, ¿verdad, Reed? El hijo de puta merece morir de…

    —¡Pero Cuervo no! —le frené nuevamente—. Sabes que él no.

   —Él tiene razón… —Una voz nos interrumpió y la puerta se cerró de golpe. ¿Cuándo la habían abierto?—. Joder, él tiene toda la maldita razón —me paralicé cuando vi que Scorpion estaba parado bajo el umbral; con el rostro pálido y los ojos azules mirándome como si quisiera arrancarme las tripas—. Como el Doc. ha dicho, todos sabemos aquí que fui yo quien se cogió esa mierda primero… —caminó hasta nosotros y luché contra el impulso de salir corriendo. Lo había oído, sabía que mi sangre ayudaría también a curar esto. Iba a drenarme.

   —No puedes obligarnos a… —intentó decir Morgan.

   —No me interesa obligar a nadie —Su mano cayó sobre mi hombro y sus dedos se hundieron en mi piel. El brillo del machete que le habían puesto en el brazo amputado relució, amenazándome también. ¿No pensaba obligar a nadie? Pues su sola actitud me estaba gritando que, si no hacía lo que él quería, iba a matarme—. Reed… —escupió mi nombre como si estuviese maldiciendo a Dios y a todos los santos—. Sé que soy la última persona a la que le harías un favor y también soy la última persona que te pediría algo.

   —Scorpion. No voy a…

   —No para mí —interrumpió él—. No me importa, no me interesa tu maldita cura. No le tengo miedo a esta mierda. Pero tú lo has dicho, lo sabes. Brann…Cuervo no merece esto.

   —¿Una…una cura sólo para Cuervo? —balbuceé—. ¿Estás dispuesto a eso?

¿Este desgraciado podía llegar a ser altruista?

   —¡Claro que sí! ¿¡Por quién demonios me tomas, pedazo de mierda? —gruñó, pero algo le motivó a tranquilizarse y me soltó—. Ya te dije. No me interesa tu cura. No voy a rogarte por una, no voy a matarte por una. No me importa —sonrió—. Puedes creer que es justicia divina, puedes creer que es el puto karma que vino a patearme las pelotas… puedes pensar lo que sea y quizás tengas razón. Yo también creo que merezco esto —se encogió de hombros—. Pero no tengo por qué arrastrarlo a él conmigo. Ya lo he arrastrado lo suficiente.

   —Nunca pensé que le oiría decir algo con sentido —se burló Terence.

   —Cállate, pelirrojo —Scorpion cogió su arma y la apuntó hacia Terence—. No querrás que deje esa cabecita más roja de lo que ya es.

   —Calma, calma… —me levanté y agarré el brazo de Scorpion para que bajara el revólver, porque algo me dijo que podría hacerlo sin arriesgarme, algo en su postura corporal y en su mirada, en la que pude reconocer una especie de miedo tras toda esa capa de furia y rabia. Estaba seguro de que Scorpion no le temería jamás a su muerte, pero quizás sí a la de Cuervo. Quizás eso era lo que le asustaba realmente. Un mundo sin él—. Está bien. Lo haremos —Él bajó el arma y los ánimos parecieron calmarse—. Claro que le daremos la cura a Cuervo. Iba a dársela de todas formas. Tú y yo lo sabemos, él no merece esa enfermedad.

   —Bien… —Scorpion soltó algo parecido a un suspiro, enfundó su arma y volteó para caminar nuevamente hasta la puerta—. Avísenme cuando vayan a hacerlo, me gustaría estar ahí… —dijo y yo sólo asentí con la cabeza, ya que Morgan parecía estar demasiado aturdido como para responder él mismo—. No le digan a nadie sobre esta conversación —abrió la puerta para marcharse, pero se detuvo cuando empuñó la manilla y susurró, en voz muy baja—: Y…gracias.

Se fue.

Me quedé unos segundos mirando el umbral vacío.

   —¿Ese hijo de puta acaba de agradecernos? —preguntó Terence.

   —Creo… que sí —contesté.

Notas finales:

Sí, pelirrojo estúpido. Ese otro estúpido acaba de agradecerles. 

¿Críticas? ¿Comentarios? Los estaré leyendo. -

Abrazos


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