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El hombre del piano por Yami no Deshite

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Notas del capitulo:

Aclaración: Los personajes de Gundam no me pertenecen.

 

 

Capítulo 2°

No Abandono A Quien Amo

 

Al escuchar sus palabras, sentí que mi corazón se calmaba, mis músculos se distendían, y me dormí en esos brazos que me contenían con su calor...

No sé si soñé, tal vez lo hice, pero no lo recuerdo, lo que si sé, es que al despertar, él estaba allí conteniéndome, y eso se lo agradezco, Trowa ese hombre callado y fuerte, muy seguro, y yo abrazándolo como si fuera a desaparecer, como esa imagen, ese ser etéreo con el que sueño, y me obsesiono. El hombre de ojos amatista y cabellos castaños, que me había quitado el sueño, y por el cual me hundí en este infierno, del cual no puedo salir. Eso creo pero hay alguien que cree lo contrario...

Me separé por un instante, y mirándolo con insistencia. -¿Por qué?

-¿Por qué? ¿qué?- Con una sonrisa tierna.

-¿Por qué lo hacés?- Fijándome en sus ojos verdes, que me miraban con ternura y dolor, pero sin juzgarme. Me volví a abrazar a su pecho.

-¿Qué cosa? ¡Podés ser más específico, Heero!- Apoyando el mentón, sobre los cabellos chocolate. que se hallaban, como siempre desordenados, en esa rebeldía típica de los genios.

-¿Por qué me ayudás?- Totalmente hundido en mi mar de alcohol. Iba y venía en el y lo veía, me mareaba, cerraba los ojos, y lo escuchaba.

-Porque no puedo verte así. Porque no quiero que te hundás más, y porque solo, no podés salir.- Abrazándolo más fuerte, al notar que se había sumergido nuevamente en sí mismo, y en su borrachera.

Trowa no lo dejaría solo, ya no. Hacía tiempo que lo veía, y no sabía como podría acercarse a él. Pero gracias a la intervención de Quatre, tomó valor y lo hizo, sintiéndose muy bien por ello.

Mientras Heero dormía, Trowa tomó el teléfono, marcó un número y del otro lado de la línea una voz femenina atendió.

-Hola, Trowa ¡qué gusto oír tu voz!.- Una voz femenina.

-Hola, ¿Cómo estás, Catherine?- Trowa con una sonrisa.

-Bien ¿y vos?- Catherine del otro lado de la línea.

-Necesito que vengas urgente, por favor.- Cerrando los ojos, y suspirando, debía hacerlo.

-Por lo que veo estás en tu casa, ya voy.- Y del otro lado colgaron el tubo.

El flautista colgó a su vez, y se sintió un poco más tranquilo, después de hacer esa llamada, ella sabría que hacer para ayudarlo, en este problema que tenía en sus brazos, y al cual quería ayudar.

Sonó el portero, se levantó dejando al pianista acostado, en mitad de la cama. Contestó lo más rápido posible, y oprimió el portero para que entrara quien había llamado. Fue hasta la puerta de entrada, la abrió, y espero a que esa persona llegara.

Se abrió el ascensor, y una pelirroja de ojos celestes, lo saludo con la mano, saliendo del mismo. Caminó hasta él que estaba apoyado en la puerta con los brazos cruzados, y le sonreía. Ella se acercó a él,y abrazándolo le dio un beso en la mejilla.

-¿Qué sucede? ¿Te encuentras bien?- Le dijo Catherine, quien lo miraba intrigada.

-Yo estoy muy bien aunque un poco cansado. Te llamé porque... ¡pasa por favor!- Le dijo Trowa a la pelirroja, que se quedó más que preocupada.

-¿Qué pasa Trowa? Nunca te había visto así.- Mirándolo la pelirroja a sus ojos esmeralda.

-En mi cama precisamente está el maestro Heero Yuy, que es alcohólico. Ese es mi problema, y necesito tu ayuda. Catherine.

-Ahora entiendo. Lo voy a auscultar, ante tu llamado traje mi maletín.- Más tranquila, pero no dejaba de estar preocupada. Caminó hacía el dormitorio, entró, y vió a Heero acostado en la misma posición que lo había dejado Trowa.

Catherine lo auscultó y luego le dijo al flautista.- Sino lo ayudas, ya que por lo que veo, él no puede. Y por el estado de su hígado, no lo veo bien.

-¡Tan mal lo encontrás!- Pálido, estaba pálido el flautista.

-Sí, y sigue así en unos años más puede morir de cirrosis.- le dijo seria la pelirroja a su interlocutor, que se había sentado a su lado. Y miraba a Heero con dolor.

-¿Cómo hago para ayudarlo?- Le preguntó con un nudo en la garganta.

Ya lo estás haciendo.- Le contestó ella tocando su mejilla con una mano, y sonriéndole.

El flautista la miró con lágrimas en los ojos. -¡Porque no habré hecho algo antes!-

-Cuando despierte que tome mucha agua, y no lo dejes beber nuevamente.- Escribiendo una orden en una receta que se la extendió a Trowa.- Tu no sabías cuan mal estaba, y él es dueño de hacer con su vida lo que quiera, pero quien sabe porque razón llegó a este estado. Hay personas que no pueden manejar está enfermedad.

-¿Una ecografía?- Leyendo la orden que le tendió la pelirroja.

-Es para ver en que estado está su hígado, llévalo a la clínica mañana que estoy en consultorio.- Sonriendo Catherine ante la cara de asombro que tenía el castaño.- Es un análisis de sangre. No le saco ahora porque tiene alcohol en sangre, eso que se lo haga en 48 horas.

-No sé si podré convencerlo de que se haga todo esto, pero lo intentaré.- Sonriendo, pero preocupado a la vez. -¿Quieres tomar un café, hermanita?

-Acepto, hace mucho que no te veo,y me alegra que te preocupes por los demás.- Guardando sus cosas en el maletín.

-Voy a la cocina, quédate con él.- Levantándose, y caminando hacia la puerta donde desapareció.

Entró en la cocina, que tenía una barra de madera con bancos altos que separaba la cocina del comedor diario. Sus paredes eran de color rosa pastel patinado, y sus pisos de color gris perla. En el comedor diario había una mesa con cuatro sillas de madera, y en las ventanas cortinas blancas con rosas de color rojo. Mientras Trowa estaba cargando agua en la cafetera automática, y había puesto el café en el filtro. Sonó el teléfono que estaba sobre la mesada de mármol de Carrara, el levantó el tubo y del otro lado de la línea, se escuchó una voz suave y delicada.

-Hola, Trowa.- La voz suave y delicada.

-¿Quién habla?- Contestó.

-Quatre Raberba Winner.- Quatre sonriendo.

-¿Cómo estás?

-Bien, ¿cómo se encuentra Heero?- Se notaba preocupado.

-En este momento sigue durmiendo, y llamé a mi hermana que es médica clínica. Me dio unas ordenes, y espero poder convencerlo de que se haga los estudios correspondientes.- Le dijo serio al violinista.

-Si quieres te ayudo a convencer a Heero.- El violinista preocupado, sentía un dolor en su pecho.

-Te lo agradecería, porque no lo encontró bien. Y te digo sinceramente que me preocupa mucho.- Cerrando los ojos, con un nudo en la garganta, y con un dolor profundo en su pecho.

-Mañana te llamo, ¿A que hora te parece?- El rubio bonito, triste.

-A las nueve de la mañana, está bien.- Trowa pensativo.

-Bueno, te dejo que debes estar ocupado.- Quatre desde el otro lado, anotando en su agenda.

-Hasta mañana entonces.- Le dijo.

-Hasta mañana, saludos a Heero.- Quatre con pesar.

-Se los daré, Adiós.- Trowa despidiéndose.

-Adiós.- Quatre colgando.

Colgó el teléfono,y el café ya estaba listo. Buscó un par de tazas en la alacena de madera de nogal (la misma que el juego de comedor diario) que estaba sobre la mesada en frente de él. Tomó una bandeja que estaba apoyada en los azulejos de la pared debajo de la alacena, puso las tazas sobre ella y la azucarera, sirvió el café y cortó ambos. Tomó la bandeja cargada, y se la llevó al dormitorio, donde su hermana lo esperaba.

Entró al dormitorio y miró a Heero quien seguía dormido. Se sentó al lado de su hermano, y tomaron el café al que endulzaron. Charlaron un poco más pues hacía unos meses que no se veían por el trabajo arduo de Catherine. Y los ensayos de Trowa.

-Tomaré licencia en la orquesta.- Le dijo Trowa a su hermana.

-Pero me parece difícil que un hombre solitario como Yuy, te permita que lo ayudes, aunque no creo que se rehúse.- Le contestó la pelirroja a su hermano.

-Hablaré con él cuando despierte mañana. Además no me soltaba cuando todavía estaba medio dormido. ¡Espero que se acuerde en la mañana! -Con tristeza y mucho dolor, dolía verlo en ese estado, tan lamentable. El flautista todavía recordaba, esa época en la que el maestro Yuy tocaba en las grandes salas de conciertos. Y él fascinado lo escuchaba, no se perdía una sola interpretación de ese genio de la música clásica. La Sonata al Claro de Luna de Bethoven, Impromtu A flat major op. 29, allegro assai, quasi presto de Frédéric Chopin, y otros muchos temas. Pero un día dejó de interpretar,y desapareció, nadie supo nada de él. Hasta hace unos meses que apareció en el bar Zanc, no podía creer lo que veía, era un desastre Yuy, llegaba y ya llevaba varias copas, y allí seguía bebiendo sin dejar de interpretar, y a la madrugada normalmente él, lo llevaba a su departamento. Pero esa tarde se animó, y lo llevó a su casa.

-Debo irme. Te espero en mi consultorio.-  Catherine levantándose, tomó su maletín. Y Trowa la acompañó a la puerta.

-Allí estaré.- Le dio un beso, abrió la puerta, y ella se fue. Él la cerró, y caminó nuevamente hacia el dormitorio. Se sentó en la cama, cubrió a Heero con una manta, se tapó con otra, y lo abrazó, el pianista al sentir el abrazó y el calor de Trowa, se dio vuelta, apoyó su cabeza en el pecho del castaño, sin despertarse. Al rato se quedó dormido el flautista de ojos esmeralda...

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Llegó hasta la puerta del bar Zanc su fachada era de madera de nogal, dándole un aire de pub londinense de fines del siglo XIX, que lo hacía un lugar interesante, sonrió y sus ojos azules brillaron con sólo pensar que ahí adentro estaba ese hombre rubio y de ojos celestes que le quitaba el sueño, era su sueño. Cerraba esos zafiros que tenía por ojos, y lo sentía acariciando su piel, con esas manos prodigiosas de director de orquesta. Con sólo pensarlo su cuerpo respondía, suspiró se acomodó la coleta en la que llevaba su pelo castaño. El maestro Traize Crushrenada llegaba a ese lugar exclusivo cuyo dueño era el famoso director de la Orquesta Nacional de Oz.

Mientras el maestro Traize hacía una interpretación impecable, se veía en su mirada un brillo con destellos dorados en esos ojos azules, chispeantes que no dejaban de mirar apasionadamente hacia la barra, donde estaba parado expectante un hombre rubio de ojos celestes, muy elegante y por la forma de mover sus manos debía ser, director de orquesta.

No tardó en llegar esa persona con quien Quatre había cortado hacía unos minutos. Un hombre de cabello castaño trenzado y ojos color violeta, vestido con un traje negro y una camisa de seda lila, entraba por la puerta del local. El rubio al ver esa aparición quedó atónito y sonrió feliz...

Al entrar buscó con la mirada a su Quatre quien está en una mesa, y tiene sus ojos puestos en él. Sonrie con una espléndida sonrisa, sus ojos amatista brillaban, es perfecto el novelista Duo Maxwell... camina hacia donde se halla el violinista rubio, su objeto de adoración... desde que la había encontrado en esos encuentros casuales que la vida te ofrece... él lo era con ese cabello rubio, cara de niño y ojos aguamarina, piel de porcelana exquisita y ese carácter suave, dulce y cortés... ¿Quién diría que quedaría prendado de ese ser tan sensible y etéreo...?

Duo ese hombre un tanto distraído, inteligente, carismático y hermoso, tanto como que los hombres lo confundían con una mujer. Lleva su cabello largo castaño atado con un lazo de terciopelo negr,o en una trenza y dueño de unos chispeantes ojos amatista.
Allí llega él con esa presencia carismática, y su sonrisa que hechizó al violinista árabe. ¿Cómo se conocieron? Fue algo tan simple pero complejo que hizo que un observador se obsesionara en la distancia y un árabe terminara enamorado, de eso hablaremos luego pero la escena tal vez la recuerden....

-----------------------------------------------Flash Back-----------------------------------------

...unos pétalos de sakura cayendo, en forma de nieve rosada sobre un hombre de cabello castaño con el pelo suelto, y esos ojos amatista entrecerrados disfrutando no solo de la nevada irreal, pero real, que lo acariciaba al caer suavemente sobre su tersa piel, sino también del sonido intenso que un violinista rubio le sacaba con su arco cuando apenas tocaba las cuerdas de su Stradivarius. Si había pasión en Quatre, era en ese momento, cuando ejecutaba extasiado con arte de genio su música. Interpretaba sólo para ese hombre de mirada distraída,y absorto en el ángel violinista que lo deleitaba con su música, en una parque lleno de sakuras que con la brisa, pétalos cuasi cristales de nieve se deslizaban sobre la corriente de aire, danzando sobre los cuerpos de un espectador omnipresente y un virtuoso violinista, cuyo corazón abrazaba con el sonido exquisito de un mágico violín...

...En la cercanía unos ojos azul profundos como noche sin luna, observaban la escena, extático totalmente hechizado, por ese ser que quieto parecía haber venido de un cuento de hadas. Al dejar de tocar, el virtuoso violinista, se acercó a su único espectador (eso creía él) y besó sus labios, apenas un roce, y el de ojos amatista acariciando con sus manos las mejillas, y haciendo que su violinista se arrodillara, besó profundamente sus labios. Jugó con sus lengua húmeda y sensual, la de su compañero, y se hundieron en un abrazó apasionado, sendos minutos transformados en eternidad... en un parque de sakuras, en una tarde de primavera, y con n espectador que desde la lejanía comenzaba a perder la razón...

--------------------------------------Fin de Flash Back---------------------------------------------

Se acercó despacio, como si el tiempo se estirara a su paso, haciendo que el rubio se extasiara al verlo llegar... sabía manejar los tiempos... conocía el arte de la seducción... es un gran escritor y un excelente amante... sólo para el rubio,su corazón palpita acelerado al son de un violín embrujado...

-Hola.- Una mirada que se hunde en esos ojos aguamarina.

-Duo...- Contesta feliz el de ojos aguamarina.

-Puedo sentarme...- Con una sonrisa seductora.

-Por.. por supuesto...- El rubio acercándole una silla, y el mundo alrededor dejando de existir.

-¿Qué estás tomando?- Sin quitarle la mirada de encima, haciendo que su compañero se sonroje (adorable).

-¿Qué te traigo?- Una rubia de cejas raras, como siempre entrometida y divertida, molestando.

-Un destornillador ¿Quieres algo, Quatre?- Desviando su mirada a esos ojos celestes, y tan inoportunos.

Quatre incómodo no sabe donde meterse, ya que Dorothy lo mira, y se ríe.

-Siempre tan oportuna querida Dorothy.- Con ironía, el de ojos amatista a la mesera entrometida.

-Tengo el don de la ubicación.- Triunfante la de cejas raras.

-¿Qué quieres que traiga, mi querido Quatre?- Suspirando la mesera divertida.

-Yo.. yo quiero... lo mismo que él.- Nervioso, lo ponía nervioso tenerlo a Duo cerca, además de excitarlo.

-Bueno en seguida le traigo el pedido.- Guiñándole un ojo a Quatre, y retirándose.

Caminó hacía la barra, allí estaba Zech parado, absorto en el pianista. Llegó, y le dio un beso en la mejilla.

-Joven Milliardo ¿Cómo está usted?- Largando una carcajada la chelista genial.

-Bien, Dorothy ¿y vos?- Sonriéndole.

-Muy bien ayudando a su hermana, que se quedó por un hecho fortuito sin pianista ni camarero.- Sus miradas celestes se cruzaron, un brillo de intriga en los celestes de Dorothy, y uno de comprensión en los de Zech.

-Lo sé, Dorothy. ¿Sabés cómo está Heero?- Con preocupación el rubio.

-El que debe saber es Quatre. ¿Quiere que le vaya a preguntar?- Solicita y a punto de volver a molestarlos, se los veía muy juntos.

Zech los miró y sonrió, conocía a su chelista, sabía lo metida que era.- No, dejalos después hablaré con él.

-Relena, me puedes preparar dos destornilladores para la mesa de los tortolitos.- Dijo la de cejas raras a la rubia que los miraba con asco.

-Ya te los preparo.- Dijo y pensó para sí.- Mi hermano siempre el mismo ¡cómo los soporta!

En la mesa, Quatre y Duo conversaban muy pegados y animadamente. De tanto en tanto el de ojos amatista le acariciaba la mejilla al rubio hermoso quien se sonrojaba, haciendo que Duo se estremeciera, no sólo al sentir su piel sino ante esa visión que lo extasiaba. La mirada aguamarina, tenía un brillo especial, admiraba a Duo, su forma de escribir lo transportaba cada vez que leía sus escritos, a su mente brillante, y su corazón al tenerlo cerca no paraba de galopar.

Para el escritor trenzado la cercanía de su violinista, lo llenaba de afecto y una ternura infinita, adoraba a ese músico tan sensible y especial para él, y en el fondo lo amaba profundamente.

Tan oportuna como siempre Dorothy en el momento que Duo se acerca a Quatre, esta apoya los vasos sobre la mesa.- Su pedido.- Triunfante la descarada.

-Gracias, por traerlo.- Le dice el trenzado que se divierte mientras Quatre no sabe donde meterse.

-De nada, que se diviertan chicos.- Les guiña un ojo y se va, a ver a Hilde que se hallaba conversando muy animadamente con unas clientas.

-¿Estás bien?- Tomando su vaso y bebiendo despacio, Duo sabía beber.

Quatre toma la mitad del mismo para ahogar sus nervios. Casi se ahoga en lo que queda de bebida.

-No, no lo tomes así. Te va a caer mal.- Le dice el trenzado preocupado a su compañero.

El rubio toma el resto.- No me va a pasar nada. -Comenzando a marearse.-- Me siento mal.

Duo lo sujeta a Quatre ya que se mareaba, y terminó desmayándose en los brazos del trenzado.- Dios, ¿Por qué hiciste eso?

El trenzado pidió la cuenta, se la trajo Zech.

-¿Está bien?- Preguntó el rubio pelilargo a Duo.

-Bebió de golpe con descanso mañana estará mejor pero despertará con una resaca insoportable.- Le pagó y levantando en sus brazos a Quatre salió del bar.

Caminó con él hasta el estacionamiento, abrió la puerta, y sentó al violinista totalmente desmayado, en el asiento contiguo al conducto, le puso el cinturón de seguridad, y cerró la puerta. Agradeció al encargado su atención, le pagó.

Se subió al auto, y miró a su compañero que a pesar de la borrachera, se veía hermoso. Sus cabellos rubios caían desordenados sobre la frente, y sus ojos cerrados, esa piel tan tersa y blanca le daban un tono angelical. Duo no pudo resistirse, y le dio un beso a esos labios tentadores, despacio fue profundizándolo, a lo cual el rubio respondió alcoholizado y todo. Buscaba en la confusión de su borrachera, esa lengua que lo enloquecía. sintiendo su excitación que comenzaba a molestarlo...

Duo se separó, encendió el auto, y partió hacia su departamento. Mientras el auto avanzaba, el rubio abría los ojos aguamarina, y se perdía en la imagen del conductor trenzado, que a pesar de estar atento al tránsito, no perdía detalle de su copiloto.

Llegaron a un edificio, en la zona más importante de la ciudad, entró al estacionamiento. Se bajó del auto, fue hacia la otra puerta, la abrió le bajó el seguro, y soltó el cinturón que sostenía a Quatre, lo alzó en sus brazos y cerró con el llamador las puertas automáticas.

Caminó hasta el ascensor, con la cabeza del rubio apoyada en su hombro. Llegó hasta el piso correspondiente, bajó del ascensor, caminó hasta la puerta, y la abrió con dificultad, la cerró, y caminó hasta el dormitorio, acostando a su violinista en la cama.

Se acercó despacio, y acomodó suavemente un mechón rubio que caía sobre la frente, Quatre al sentir el contacto, tomó la mano que lo acarició y se la llevó a sus labios, besándola... el trenzado se acercó más a su mejilla, y le dio un beso tierno... el rubio giró su cabeza, y besó los labios de Duo, quien no se resistió, profundizando el beso hasta quitarle la respiración, se arrodilló al costado de la cama y abrazó al violinista... Quatre respondió abrazándolo a su vez...

Continuará...

 

Notas finales:

Agradecimientos a Axón Corvs..


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