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kurayami no hon por Yami no Deshite

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Notas del capitulo:

Aclaraciones los personajes de Gundam Wing no me pertenecen sólo son de mi autoría Tsuki, Darkness y el resto de los demonios que aparecen.

--------------- Línea completa divisoria de escenas

(N/A:) Nota de la autora

---------Flash back---------

---------Fin de Flash Back-------

---------Trance---------------

----------Fin de Trance---------

 

-Maldita.- Dije una vez que Tsuki saliera. Miré a Duo que yacía frente a mi. Me levanté, fui hasta la puerta saqué la daga que estaba clavada en ella. Giré y lo vi en la cama.

 

-¡Más vale que me hayas dicho la verdad sino te mataré!- Pensé en voz alta, envainé la daga, me acerqué a Duo. Mi corazón se aceleró, me arrodillé con una pierna entre las suyas. Tomé la daga la puse sobre su herida que estaba negra, ésta comenzó a brillar. Duo se movió e intentó quitársela, me acosté sobre él. Lo abracé y no dejé que se moviera con el peso de mi cuerpo.

 

Se quejaba, quiso tomarla nuevamente. Tomé sus muñecas y lo obligué a abrazarme. Comencé a desvanecerme y él dejó de luchar, sentí su respiración en mi pecho.

 

-¡Heero!- Fue lo último que escuché.

 

Aspiré profundamente y sonreí, ya las tinieblas no las veía. No ví sus ojos cobalto, lo llamé… -¡Heero!- Él no contestó pero sentí peso sobre mí, humedad y calor. Abrí mis ojos y él era el peso que sentía y al que estaba abrazado. Giré sobre mí, el quedó recostado sobre la cama, junto con la daga. Totalmente dormido, se lo notaba agotado pero relajado y hasta diría que esbozaba una sonrisa, como si estuviera feliz.

 

Había algo que era distinto y no podía darme cuenta.

 

Me levanté de la cama, mi herida no me dolía. -¿Y la herida?- Miré mi vientre y no tenía nada.

-¿Qué está pasando?- No entendía nada, sentí frío. Por suerte estábamos en la habitación en la que dormía cuando estaba en el Templo. Caminé hacia la cómoda y abrí un cajón y saqué una camisa violeta, me la puse.

Me acerqué a Heero quien dormía, estaba destapado. Toqué su espalda, su piel estaba fría, su transpiración la había enfriado. -No lo puedo dejar así.- Pensé. Levanté la daga y lo tapé. Fui a la puerta estaba cerrada con llave, esta estaba en el piso, la levanté y abrí.

 

Caminé hacia la cocina, no había nadie pero estaba como siempre el fuego prendido y la marmita con agua caliente. Tomé un balde y saqué de la marmita agua, llenándolo.

 

Volví a la habitación. Entré y cerré con llave nuevamente, no quería que nadie interrumpiera. Me acerqué a él y lo destapé. Con una esponja que había en una palangana, que estaba sobre la cómoda. La tomé enjabonándola y comencé con mucha suavidad a lavar, a enjuagar y a secar desde su pecho fuerte hasta su abdomen bien formado y musculoso. Le saqué su prenda interior y con mucho cuidado lavé su miembro, testículos y su entrada a la cual muy suavemente acaricié logrando gemidos de un Heero muy dormido y la respuesta de mi cuerpo; continué con sus piernas y al terminar de asearlo. Lo tapé. Busqué sábanas limpias. Lo ladee saqué una y coloqué otra, lo corrí hacia el otro lado y terminé de cambiarlas. Al concluir, sentí algo de hambre por suerte no tuve que volver a salir pues había además de la palangana sobre la cómoda una bandeja con galletas y en la chimenea de la habitación que estaba todavía encendida, una pava con té. Me serví un poco y comí las galletas tomando el té. Me sabía tan exquisito. Y me sentía feliz.

 

Miré las llamas que crepitaban en su danza dorada creando un ambiente cálido.

 

Y recordé cuando unos meses atrás en la dichosa batalla Heero me salvara y cuidara. Y como cuando bajábamos la pendiente me salvara de rodar con mi caballo.

 

Lo miré a Heero quien dormía, me trajo una sensación de paz el verlo descansar. Al terminar apagué las velas y me acosté a su lado. Lo atraje hacia mí y recosté su cabeza en mi pecho, mi corazón danzaba en él, lo abracé. Él al sentir mi calor me abrazó a su vez y dijo… -Duo.- Abriendo pesadamente los ojos y buscando mi mirada. -¿Cómo estás?- Sin dejar de mirarlo, acerqué mi cara a la suya y lo besé, necesitaba hacerlo. Saborear sus labios, explorar su boca, jugar con su lengua que respondía cada vez que la rozaba. Lo deseaba y él respondió a pesar de su cansancio me abrazó mucho más fuerte. Entrelazó sus piernas a las mías y me ladeó…


Tenía la sensación de que había una deuda con él y a la vez le pertenecía. Mi piel se erizaba ante su contacto sintiendo al igual que él que algo nos unía.

     

Sentí su calor, su corazón se aceleraba ante mi contacto y el mío ante el suyo, Duo me abrazó y yo a él. Dije. -Duo.- Apenas pude abrir mis ojos, busqué su mirada y la hallé en esas amatistas con un brillo profundo. Sólo así supe al verme reflejado en su alma cuanto lo amaba.

 

Porque lo amaba y sería mío.

...Todo mi ser lo reclamaba...

...lo necesitaba a pesar de este cansancio mortal que padecía...

...de la prisión en que mi alma se halló desde que supe...

...sentí, y no pude más tolerar su ausencia...

...mi corazón ya no resistió más y volví a reclamarlo...

...y al hacerlo, di mi vida por salvarlo de su terrible agonía...

...y de mi propia oscuridad al saberlo perdido...

-----------------------------------------------------------------------------------------------

   

La sacerdotisa sacó a Heavy Arms de su establo, lo llevó hacia fuera y un caballerizo cerró las puertas tras ella. Lo montó y partió al paso. Para no ser escuchada, entró al laberinto y comenzó a trotar.

 

La luna comenzó a enrojecer y una espesa bruma empezó a tapar todo lo visible. Tsuki comenzó a sentir escalofríos y una angustia terrible que prácticamente no la dejaba respirar. Sabía que le iba a costar llegar al castillo. En su estado actual no tenía mucha defensa contra los demonios pero al mismo tiempo sabía que no la podían tocar, eso la tranquilizaba.

 

-¿Qué sensación extraña?- Se dijo. -Tengo que salir del laberinto. Temo una emboscada.- Pensativa recordó a Wufei y sintió mucha tristeza. Ella lo amaba pero sabía que no estaba en este mundo para entregarse al amor que ambos sentían. -¿Por qué pienso en ti? No debo porque si lo hago vendrás a mí y temo lo peor en esta noche maldita.

 

Escuchó cascos que venían a galope. Apuró el paso de Heavy y se escondió detrás de una de las esquinas. -¿Quién puede ser? Tal vez alguno de los hombres de Traize que esté espiando.- Desmontó y de un salto, se sentó detrás del jinete trenzado y catayo que la seguía. Él la quiso desmontar y ella lo tomó por la cintura. -¿Qué haces siguiéndome?-

 

-Maldita ¿Cómo lo haces?- El catayo siempre admiró la destreza que tenía la sacerdotisa para trabajar con los caballos. Hacía lo que quería. Paró su cabalgadura, giró y tomándola por la cintura la sentó delante de él.

 

-Soltame.- Riéndose y muy sonrojada, la sacerdotisa se quejó. -¿Por qué me seguiste?-

 

-¿Por qué te fuiste, sin nosotros?- Muy molesto, todavía le dolía el labio partido y su orgullo, creo que el último dolía más.

 

-Sin ustedes o ¡sin ti!- Corrigió la muchacha mirándolo fijamente, la luna rojiza le daba un tono diabólico y sensual a esos ojos oscuros que tanto amaba. -Tengo que desmontar.- Un tanto nerviosa, la atraía y él la atrajo más hacia sí. Quedando muy cerca sus rostros.

 

-No voy a dejar que lo hagas.- Dijo el catayo.

 

La fuerza que ejercía esa luna era perturbadora. Y él era más perturbador todavía, en sus brazos Tsuki no podía pensar, su cabeza era un remolino de pensamientos y en su corazón, ¡oh! su corazón era una tormenta de sentimientos encontrados. Estaba perdida en ese mar oscuro y profundo que le llegaba hasta el alma y él no estaba lejos de volverse loco. No aguantaba más su rechazo constante, sintiendo que cada vez que se acercaba ella, su cuerpo reaccionaba.

 

Ella rodeó su cuello con sus brazos. -¡Dime que quieres, Wu!- Se acercó peligrosamente a sus labios y agregó. -¿Y tu compromiso?-

 

-Siempre salís con lo mismo. ¡Eres una maldición, mujer!- Molesto pero no dejaba que se bajara.

 

-Debo ir al Castillo Barton, ¿venís. Wu?- Sonriéndole.

 

-Por supuesto, no me perdería este paseo por nada del mundo.- Sin dejar de abrazarla. Adoraba verla sonreír. Sí, la adoraba sobre todo cuando no competía con él y cuando con dulzura le pedía lo que fuera, era imposible que se negara. Una y mil veces daría la vida por ella hasta al infierno la acompañaría, incondicionalmente. La amaba, la amaba a rabiar.

 

-Me permitís.- Zafándose de sus brazos, que lo hizo con maestría. Logró llegar al piso y silbando, Heavy vino al trotecito.

 

El catayo la miraba y sentía, más que pensaba, había algo muy tenso entre sus piernas. -¡Rayos!- Se dijo, mirando sus manos que hacía segundos estaban en la cintura de Tsuki. -Siempre me pasa lo mismo.- Pensó, tomándose la cabeza con las manos.

 

Tsuki lo miró, la luz rojiza de la luna le daba un tono diabólico y lo hacía más sensual de lo que era. -¿Te sentís bien?- Preguntó con una sonrisa.

 

-¿Y por qué me sentiría mal?- Preguntó más molesto todavía.

 

-Te estabas tomando la cabeza.- Dijo ingenuamente. -Pensé que te sentías mal, Chang.-

 

No pudo más que echarse a reír, esas conversaciones con ella o lo tensionaban o lo alegraban, pero nunca le eran indiferentes. ¡Disfrutaba tanto de su compañía!

Tsuki entró en trance, se quedó quieta mirándolo a Chang sin mirarlo y esa mirada ausente traspasó los ojos del catayo. Éste sintió un escalofrío. -¡Dios, Tsuki no! ¡Otra vez no!- Desmontando lo más rápido que pudo, corrió hasta donde se encontraba ella…

 

-------------------------------------------Trance-----------------------------------------------

 

Estaba en un lugar muy oscuro, cuando se le aclaró la vista pudo ver a Chang encadenado, con graves heridas. Su cabeza estaba caída sobre un costado, tenía un hilo de sangre que le caía al costado de la boca.

 

En ese mismo lugar había otro hombre al que ella conocía pero no recordaba quien era, también estaba en malas condiciones. Un hombre con uniforme púrpura se acercó a este último y tomándole de los cabellos castaños hizo que lo mirara. Sus ojos celestes se fijaron en él de mirada marrón. -Mataré a tu amor, a tu rubio de ojos celestes.-

 

-No lo toques. No oses ponerle una mano encima.- Tenía fuerzas todavía y agregó. -Te mataré traidor, te juro que te mataré.-

 

-Y cómo lo harás Príncipe maldito.- Le dijo el de ojos marrones al de cabellos castaños.- Llévense, al catayo está noche sabrá lo que es una fiesta. Él es el entretenimiento principal.- Riéndose miró a la sacerdotisa, soltó la cabeza del castaño y se dirigió a ella. -Tu tienes otro destino, niña.-

 

-Déjalo a Wufei en paz. No sabés con quien te metes. Bastardo.- Dijo furiosa Tsuki mirando fijamente al hombre de traje púrpura, quería recordar esos ojos. -Te mandaré al infierno si tocas a Chang.- Se sujetó de las cadenas y le tiró una patada pero el hombre fue rápido y la evitó.

 

-Yo vivo allí niña. Y tú serás la próxima en acompañarme.- Alejándose. Dos hombres le quitaron las cadenas al catayo, y se lo llevaron.

 

-No, Wufei.- Gritó desesperada...

-------------------------------------------Fin del Trance---------------------------------------

   

-¡No, Wufei…!- Gritó y temblaba como si estuviera congelándose. Pero sintió unos brazos que la atraían y contenían.

 

-Calmate, Tsuki. Estoy contigo, nadie te tocará.- Dijo triste y muy preocupado. Él estaba arrodillado con ella en brazos. Hacía mucho tiempo que no la tenía así tan indefensa.

 

-Cambió, Wu. Está cambiando.- Se sentía muy cansada, cada vez que tenía esas visiones del futuro, se agotaba. Ni su poder celestial podía evitarlo.

-¿Qué es lo que cambió?- Intrigado, el catayo preguntó.

 

-El futuro, Wu.- Dijo más tranquila.

 

-¿Qué viste?- Más intrigado aun.

 

-No puedo decírtelo.- Le contestó y pensó- -Si te lo digo no va a volver a cambiar.-

 

-¿Por qué?- Comenzando a molestarse Wufei.

 

-No preguntes. Llévame al castillo Barton. Necesito ver a Quatre.- Sin responder a su pregunta y dándole órdenes.

 

-¡Tú y tus malditos misterios! ¡Me tienes harto!- Bufó un intrigado, Chang.

 

-Si no quieres venir conmigo, ¡sólo dilo!- Comenzando a molestarse también.

 

-Estás muy fría, Tsuki.- Cambiando de tema y abrazándola más fuerte.

 

-Para que tengo a ti.- Con una sonrisa.

 

El la abrazó con fuerza, llamó a Shinigami. Este se arrodilló, él la acomodó en la montura y montó tras ella. Abrazándola y dándole un beso en la frente. Ella le tomó la barbilla, hizo que se acercara y lo besó. El respondió con un suave y profundo beso. Al separarse.

 

-Va a ser mejor que montemos a Heavy, Shinigami no va a aguantar la subida con nuestro peso.- Pensando.

 

-¿Por qué me besaste? Tiene relación con lo que viste ¿no?- Le preguntó el catayo a ella.

 

-Puedes dejar de ser tan racional y sentir un poco con el corazón.- Molesta. -¿Qué piensas que yo no siento nada por ti? Pues te equivocás.-

 

Sentí como si alguien nos mirara, no alguien como si muchos seres lo hicieran. No eran humanos, demonios. Si eran demonios. -Vamos nos ya de aquí, ¡Ya!- Le grité. Wufei ni siquiera preguntó. Sólo impulsó a Shinigami quien respondió galopando.

 

-¿Hacia dónde?- Preguntó desorientado Wu.

 

-Al Templo y lo más rápido posible.- Me abracé muy fuerte a su cintura y acompañaba el movimiento del caballo con mi cadera. Hundí mi cabeza en su pecho. Era la primera vez en mi vida que lo abrazaba con ganas, y tuve ganas de hacerlo me sentí muy contenida. También disfruté de mi humanidad, sentí con mi corazón cada latido del suyo. Me sentía viva. Una eternidad había pasado desde que con mi otra identidad amé. Supe en ese instante, en ese abrazo tan simple y protector que lo amaba y si era necesario daría mi vida por él.

 

Cabalgamos sorteando las vueltas que el laberinto tenía pero algo me decía que no estábamos yendo hacía donde debíamos ir. Pues la geografía levemente había variado. Me sentía cada vez más sofocada pues el ambiente se enrarecía algo que Chang no notaba pero mi energía espiritual se resentía. No había unos cuantos eran una legión infernal la que nos estaba rodeando. Atraídos por el Manto Negro de la maldición que despertó el Libro de las sombras. Pero a pesar de rodearnos.

Pero dado mi poder espiritual, ellos no podían tocarme pero a Chang si podrían herirlo.

 

-Wu. Frena aquí.- Con mucha dificultad logré decírselo.

 

-¿Aquí?-  Preguntó, creía que le estaba haciendo mal no haber descansado.

 

-Necesito que me abracés y no me sueltes pase lo que pase.- yo te protegeré.

 

-Eres muy graciosa no puedes ni mantenerte en pie y me protegerás.- Riéndose.

 

Desmontó conmigo en brazos, de un salto hechó pie a tierra. Cayó con una rodilla en el piso. Tsuki le rodeó el cuello con un brazo y con el derecho tomó su Katana Sora no Hikari de la espalda, desenvainó al momento de hacerlo un destello plateado como la luz de la luna iluminó la noche enrojecida por la luna de sangre. Chang asombrado era distraído por un beso que la sacerdotisa le diera profundo, que le quitó la respiración. Mientras ella clavaba la katana a la espalda de este, en el piso.

 

Lo que Chang no vió, fue que la energía que los rodeó al clavarla al piso desintegró a todos los demonios menores que los rodeaban. Cuando el destello cesó, la luna volvió a su estadio de luz normal, se había vuelto plateada. Y la espesa bruma que los circundaba desapareció.

 

Tsuki se desmayó en los brazos del catayo.

 

-Nunca pensé que mis besos fueran tan apasionados que perdieras la razón, amor.- Dijo Wufei, mientras llamaba esta vez a Heavy, quien con mucha atención miraba para todos lados buscando a aquellos seres que hacía un instante rodeaban a su amazona y al jinete de Shinigami. Chang, tomó la katana envainándola. Y la miró a la sacerdotisa totalmente embobado. Con la mano que tenía libre le acomodó el mechón plateado dejándole la frente libre. Y le dio un beso cálido y tierno.

 

-Estás exhausta amor, tendré que cuidar tu descanso y quien sabe tal vez pueda dormir contigo, abrazaditos.

El caballo se arrodilló como le habían enseñado. Chang la acomodó sobre la montura, montó, la rodeó con sus brazos y partió al galope pero hacia el Castillo Barton dejando que Heavy se oriente. Shinigami al galope tendido volvió al templo con su amo.

 

Heavy al dejarse conducir con libertad tomó carrera sorteó todos lo pasadizos del laberinto y salió a campo traviesa. Chang, sostenía con buen contacto la boca del tordillo y a Tsuki que descansaba en los brazos protectores del catayo enamorado. Que no la soltaba ni que salga un edicto (N/A: Un poco posesivo el Chino lindo, ¿no?).

 

Tsuki sintió que alguien la acomodaba, en unos brazos cálidos. Ella se movió acomodándose en el pecho de Chang.

 

-El Manto negro, la oscuridad consume la luz eterna de nuestra propia existencia.- Dijo entre sueños, despertando entre los brazos de aquel amor único que la contenía. Humano y real. -Debo llegar, Quatre peligra.-

 

Levantó la cabeza y él al escuchar que ella hablaba la miró sin dejar de prestar atención al paisaje, que tenía en ese momento un hermoso tono plateado y daba a su vez una sensación fría, que alumbraba aquella luna tan pálida.

       

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Pasé toda la tarde en compañía de Dorothy, hasta que Trowa se presentó y reclamó mi presencia. Lo sentí muy triste. Algo dentro suyo se volvía intolerable y ese mismo algo lo estaba martirizando.

 

Yo por mi parte desde que lo había besado sentí que aquel sueño, me conducía hacía el instante mismo del comienzo de nuestra relación, profundizando nuestros sentimientos. Hundiéndose aún más en nuestras conciencias. Ya no había duda y los recuerdos afloraron, brotaron desde mi interior haciendo que la luz de la conciencia abriera la puerta maldita donde se hallaban. En un segundo y con un impulso salido desde el mismo averno recordé.

 

-------------------------------------------Flash Back-----------------------------------------

 

Quatre quedaría en el Castillo Barton bajo el cuidado de su preceptor el Capitán Rashid, uno de los sobrevivientes del reino del desierto Raberba Winer.

 

El Príncipe Trowa había dado órdenes precisas de proteger a Quatre a como diera lugar, bajo pena capital a quien desobedeciera.

-Duo ven conmigo eres muy buen jinete y espadachín.- Dijo Trowa nervioso y agregó. -Pero por ningún motivo te separes de mi.-

 

-Cuidensé chicos.- Miré a Trowa y él me abrazó, sentí que me faltaba el aire y mi corazón se agitaba. -¿Por qué no puedo ir a luchar junto a ustedes? Soy tan diestro como cualquier soldado.

 

-Porque si algo te sucede no sé que haría sin ti.- Pensó Trowa, pero sólo contestó. -Necesito alguien responsable y de mi confianza que cuide el castillo.

 

-¿Tú podrás hacerlo mi querido Quatre?- Se lo dijo con una sonrisa para levantarle el ánimo. Cerró los ojos y apretó su abrazo. Necesitaba sentir su calor nuevamente, su cuerpo delicado y bien formado otra vez contra el suyo. Su corazón se aceleraba aún más.

 

Sentí en su ser confusión, angustia y amor. Lo miré a la cara a Trowa, él tenía los ojos cerrados, bajé a sus labios y por un impulso no pude resistir y le di un suave y dulce beso y él respondió.

 

Al sentir sus labios sobre los míos en un suave y dulce beso. Abrí los míos e introduje mi lengua dentro de su exquisita boca devorándola. No sólo mi cuerpo respondía sino sentí que el tiempo se detenía.

 

No salí de mi asombro y levanté mis brazos rodeando su cuello, Trowa me tomó de la cintura atrayéndome más hacia él. Profundizó su beso mucho más. Sentí que mi excitación aumentaba tanto como mi respiración se agitaba. No quise separarme de él. Y muy despacio aflojó su abrazo y su boca se alejó de la mía. Me quedé absorto mirando sus ojos verdes que tenían un brillo muy especial que al mirarme hacía que me sonrojara aún más.

 

Hacía tanto que deseaba besarlo y abrazar su cintura, que no podía creer que mi adorado Sheik del desierto, me hubiera besado. No quería partir hacia el campo de batalla pero debía hacerlo como Comandante Supremo de los Guardianes de la Hermandad del Templo de la Montaña, protector de las Tierras Sagradas del Monte Hiei. (N/A: No tenés título Trowa, para aquellos que no sabían qué función cumplía en este juego de ajedrez entre el cielo y el infierno).

 

Trowa se separó de mí, tomó mis manos y besándolas, se alejó hacia Heavy Arms, un hermoso tordillo cabos negros. Al cual montó, se veía magnífico arriba de su caballo. Tan fuerte y seguro, con su armadura con incrustaciones de jade. Me miró por última vez, apretó las pantorrillas y a la voz de avancen, partieron…

 

Me quedé estático mirando con tristeza la partida no sólo de Trowa sino de mis amigos. Todavía sentía el calor de sus labios sobre los míos y su mano sobre mi cintura. Pasada media hora decidí contra las órdenes de mi príncipe. Ir tras ellos.

-Prepara a SandRock- ordené.

-Pero mi señor, el Príncipe dio órdenes de que Ud. Se quedara en el castillo.- Le contestó.

 

-No puedo dejar solos a mis amigos.- Apúrate le dije a Rashid. No podía dejar de pensar o de ver sus ojos verdes que tanto me inquietaban. Tuve el presentimiento de que me necesitaría, lo podía sentir en mi corazón y sabía que mi lugar era a su lado.


Caminé hasta la puerta del castillo, Rashid me esperaba con mi caballo que relinchó al verme.

 

-¿Tu me comprendes no?- Dándole un terrón de azúcar y palmeándole el cuello antes de montar. Lo montó de un salto. En su cintura llevaba una katana y un tanto en su espalda.

 

La armadura samurái le quedaba hermosa, sus cabellos rubios y su sonrisa le daban un aire angelical.

 

-No le va a gustar nada a mi Trowa, pero debo ir.- Salí al trote del castillo pasé las puertas giré a la izquierda e hice que mi caballo galope tendido hasta la bajada de la meseta, al llegar allí frené mi caballo unos segundos y vi el Bosque Sakura, se veía bellísimo. Era mediados de otoño se estaban deshojando las flores de cerezo.

 

Más allá del bosque estaba el campo de batalla. Todo está a lo lejos, su alma, amor y corazón lo esperaban en ese lugar tan poco acogedor.

 

Bajé la pendiente lo más rápido posible y llegué al laberinto, busqué el pasaje que llevaba directo al otro extremo del bosque. Bajo una lluvia de pétalos de sakura crucé el pasaje que me separaba de ese lugar de muerte. Escuché el fragor de la lucha, no necesité impulsar mi caballo este parecía ser llevado por una fuerza sobrenatural. Iba a medio asiento, pisando los estribos y con buen contacto con la boca del caballo.

 

Salí del bosque, subí una cuesta y en lo alto me encontré con la batalla enfrente.

 

-¿A dónde estás?- Me pregunté, mi corazón se oprimía dentro de mi pecho pero no claudiqué, divisé a Trowa que luchaba contra dos hombres de Oz. Sonreí. -Por fin te encontré, voy hacia ti. Más allá divisó a Duo que luchaba con sus dos espadas contra tres hombres de Traize y a Heero que le cuidaba su espalda.

 

Trowa no dejaba de dar sablazos, este en plena lucha sintió que alguien lo observaba, miró hacia el Bosque Sakura. -¡Maldito seas Quatre! ¿Qué hacés aquí?- Sin dejar de esgrimir, había logrado vencer a los dos contendientes pero uno de ellos antes de caer le había infligido una herida profunda en su pierna derecha.

Al ver la escena, impulsé mi caballo y a todo galope franqueando a los soldados y jinetes enemigos logré llegar a su lado. Maté a un maldito bastardo que intentó por la espalda lastimar a Trowa. Pero no vi al que metió una lanza entre las patas de SandRock. Haciendo que este se cayera y yo con él terminé en el piso. -¡Trowa!- Grité mientras caía y no vi nada más.

 

-¡No. Quatre…!- Gritó Trowa viendo a Quatre inconsciente bajo su caballo…

 

---------------------------------------Fin de Flash Back-------------------------------------

 

Llegué hasta los aposentos de Trowa, golpee.

 

-Adelante.- dije mirando por la ventana hacia algún lado que no veía.

 

-¿Necesitás algo Trowa?- mirándolo con adoración. -¿Hace cuaánto tiempo que me esperás?-

 

-¡Hace mucho que te espero!- Con mucha angustia y desesperación. -¡Quiero que rompas el compromiso con Dorothy! Creo que ya no es necesario. A no ser que quieras casarte con ella.-

 

-¿Por qué habría de casarme con ella?- Pregunté, sintiendo su angustia y desesperación. -¿Qué te pasa Trowa?

 

-Es que, no lo sé.- Y rompí en llanto. Creo que era algo cercano a la desesperación, mezclado con deseo y tristeza lo que me estaba pasando. Pero el hecho de tenerlo tan cerca me angustiaba, al punto de quitarme la respiración.

 

-Me preocupa verte así. Es la segunda vez en el día en que te siento tan deprimido.- Ese hombre fuerte y seguro al que tanto amo y admiro se derrumba delante de mis ojos presa de una depresión difícil de explicar... Me acerco a él y no me mira. -¡Por Dios, sólo mírame!- Me está dando la espalda, gira sobre sí mismo, se arrodilla y me abraza la cintura. Lo abrazo a su vez, siento que me falta el aire ante su abrazo. Cierro mis ojos, siento su cabeza en mi pecho.

 

-¡Júrame, que no me dejarás pase lo que pase!- Le dije a Quatre mientras sentía su corazón que aceleraba su ritmo. Deslicé mi mano bajo su camisa, su piel se estremeció ante mi contacto…

 

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En otra parte más allá de las murallas, bajo el Castillo Barton después de la aparición de la luna enrojecida apareció una puerta de ébano con raras inscripciones rodeada de espesa bruma y a la espera de que aquel ser elegido la abriera...

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En el Castillo Peacegraf, la Princesa Relena deseaba a un samurái de ojos cobalto el que no había logrado seducir en la tienda de este, haciendo que se emperrara más en lograr su objetivo.

 

Relena miró la primer luna enrojecida y tomando un viejo libro de conjuros (N/A: De esos que nunca faltan en la biblioteca familiar), dibujó un pentáculo rodeado de un círculo, en el piso de su habitación. Con una vela en cada uno de los ángulos, ella se ubicó en el centro del mismo y diciendo las palabras típicas de esos conjuros maléficos.

 

Al pronunciarlas tres acólitos se presentaron y arrodillándose ante su presencia se proclamaron sus servidores pero con la condición de que firmara un contrato de esos que tiene miles de letras pequeñas que se encarijinaran y no entienden ni los cuervos cuando lo leen, parecería que fuera escrito por el mismo rey de los infiernos. Ella tomó el anillo de Heero, sello con el que intentó firmar con la firma de este pero al hacerlo…

 

-Ya lo leí.- Un tanto confundida.

 

-¡Qué linda que estás Relena!- El demonio Usotsuki (N/A: Mentiroso) mirando a una Relena ojerosa y despeinada.

 

-Estate segura Princesa Relena, mira que es confiable este contrato.- Con una sonrisa el demonio Itsuwa (N/A: Engaño) y acariciándole la cabeza cual si fuera una mascota. (N/A: Lindo perrito.)

 

Una de las cláusulas decía: La firma y sello deben ser auténticos no debe haber falsificación alguna. Por supuesto en letra tamaño 1 era ilegible, además las letras a medida que Relena leía iban cambiando de lugar y daba la apariencia de que sonreían.

 

-Jamás será tuyo pues con saña has firmado impunemente falsificando su firma y utilizando su cuño robado, tu alma has vendido al mismo diablo y no escaparás pues tu acto tiene castigo por el mismo altísimo, te lo digo.- Pensó y sonriendo el contrato en manos del demonio Leguleyo.

 

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Bajo la primer luna que ya mencioné antes, una mujer con uniforme púrpura y un tanto trastornada hablaba con su señor Traize alguna estrategia para seguir con los planes de batalla secundada por el coronel Odin Low, su fiel títere.

 

El Príncipe Traize Crushrenada, un hombre de ojos celestes, raras cejas y cabello castaño hasta los hombros atado en una coleta. Conquistador nato recordaba cuando conquistó el Reino del Desierto Raberba Winner y como una mujer con un niño, el heredero al trono escapara de sus hombres sin saberse el paradero de ellos. De eso ya dieciséis años atrás. No se sabía si sobrevivieron pero si así fuera. Tenía un enemigo más de los tantos que se había hecho en su vida de conquistas.

 

Pero había una conquista que no había logrado aun y era la del corazón del Príncipe Milliardo quien estaba comprometido con Lady Noin. Cuya boda se llevaría a cabo en pocos meses. Este acontecimiento tenía un poco nervioso y distraído a Traize quien no dejaba de pensar en su amado Milliardo aquel que lo rechazara unos diez años atrás por acontecimientos muy poco claros. Tal vez un embrujo hecho por una no muy cuerda mujer de uniforme púrpura, la cual amaba de forma enfermiza a su señor Traize.

 

-Mi Señor Traize, debe avanzar sobre su enemigo Milliardo. No se olvide el desplante que este le hiciera hace tanto tiempo, ya.- Dijo Lady One con un brillo muy particular en los ojos.

 

-No, avanzaremos todavía sobre el Principado Peacegraf.- Molesto le replicó a su general, el Príncipe Traize. Caminó hacia la ventana a mirar la luna llena que había enrojecido. -¿Qué extraño?- Se dijo a sí mismo pensativo.

 

-Debo partir al frente mi Señor. Está misma noche lo haré acompañada por el Coronel Low.- Molesta a su vez por no haber logrado su objetivo. Avanzar y aplastar a su enemigo íntimo.

 

-Parte ahora mismo y no se te ocurra, tocar a Milliardo. ¡Entendiste, Lady One!- Ordenándole sin dejar de mirarla con seriedad.

 

Con una reverencia. -¡Cómo Usted diga Príncipe traize!- Cerrando la puerta tras de sí y perdiéndose en los pasillos del Castillo de Oz.

 

Una figura de porte elegante, cabellos rubios y ojos celestes entraba por el balcón. Traize al verlo, camino hacia él. Al encontrarse sus miradas, el castaño sonrió y el rubio lo abrazó.

 

-Eres tan parecido a él que sino fuera por lo que todavía siento sería totalmente tuyo.- Dijo apoyando su cabeza en el pecho del rubio.

 

-Te amo mucho más de lo que piensas. Traize.- Dijo ese ser que emanaba una energía celestial, bajó su cabeza y besó con ternura su cabello y con un suspiro. Agregó.- Jugaremos como todas las noches al ajedrez, mi Príncipe. O prefieres que nos amemos. Tu eliges mi amor.-

 

-Esta noche necesito que me hagas tuyo, mi cielo.- Escondiendo su cabeza más profundo en su pecho, el castaño. Necesitaba su amor como hacía tanto tiempo que lo tenía.

El rubio lo había salvado del hechizo que le habían hecho y casi muere aquella vez. En el Bosque sombrío tras el Castillo de Oz. Desde esa vez tanto Traize como el espíritu se habían jurado amarse más allá de todo poder sobre esta tierra.

 

-Estaré contigo hasta que tu lo digas, lo sabés ¿no?- Dijo el espíritu, alzándolo en sus brazos y con suavidad lo depositó sobre la cama.

 

-Eres tan parecido a él que temo confundirte.- Mirándolo con amor y confusión.

 

El arcángel se acostó al lado del castaño quitándole la camisa y sacándose la suya, acercó su cara a la de su amante y lo besó apasionadamente, a lo cual Traize respondió abrazándolo por la cintura y con una mano acarició su abdomen. Bajando muy despacio le abrió la pretina del pantalón hasta llegar a la entrepierna del arcángel. Tomó su miembro y muy despacio lo masturbó, la entidad gemía y terminó en su mano. El castaño pasó de sus labios al cuello de su amante besándolo y la lamiéndolo cada vez más apasionado, bajó por su pecho, su abdomen. Le quitó el pantalón, lanzándolo lejos de la cama. Tomó su miembro al cual siguió besando, continuó con sus testículos y llegó a su entrada la cual lamió hasta que logró dilatarla, su amante se estremecía de placer y gemía con la respiración entrecortada.


Traize se separó del arcángel y lo miró absorto, mientras se quitaba con dificultad sus pantalones. -Eres tan hermoso.- Se acercó nuevamente e introdujo su miembro lentamente en la entrada de la entidad haciendo que gimiera.-¡Ah, Trai...ze!- El arcángel se sentía tan bien en los brazos del Príncipe, perdía la conciencia y una sensación devastadora lo consumía. Amaba de una forma que jamás había experimentado y por ese ser humano sería capaz de dejar su existencia. El Príncipe lo embestía cada vez más rápido, sentía que tocaba el cielo cada que entraba en esa estrechez tan caliente y húmeda que lo invitaba a continuar. Y esa sensación de plenitud que lo embargaba haciendo que pierda la razón, jadeaba. Masturbó nuevamente a su amante, que se retorcía de placer haciendo que se contrajera apretando su miembro, devorándolo, ansiándolo. Pidió más y Traize se lo concedió entrando hasta la próstata.

 

-No puedo más... voy a... termini... Aahhh! Gabriel.- Al alcanzar el orgasmo abrazó a su amante que seguía acabando en su abdomen.

 

Buscó sus labios y este lo besó con ternura, respiraban muy agitados y sus cuerpos todavía temblaban por el placer recibido..

 

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Darkness al ver a Tsuki desenvainando a Sora no Hikari, remontó vuelo desesperadamente sabía que si no se iba se desvanecería junto con el resto de los demonios que se habían reunido para destruirla y jugar con el humano. Dado que estaba muy debilitada podían acercarse a ella.

 

-¿Cómo me duele el ala? No sé si podré salvarme. Tsuki espera un poco más por favor.- Había subido muy alto en el cielo y se alejaba hacia el Castillo Barton. Una onda de energía celestial barrió el bosque, la planicie y el viento ocasionado por ella, lo empujó mucho más allá de los límites del Principado Barton. Si hubiera estado cerca ya se habría desvanecido.

 

Trató de no caer pero le dolía demasiado era insoportable, sentía que empezaba a perder la conciencia, su energía demoníaca estaba muy baja, bajó y luego no vió más que la oscuridad que tanto conocía…

 

Milliardo estaba patrullando montando a su Tarkist, un hermoso Gundam Blanco. Vio un bulto negro que yacía en el suelo, la luna que estaba en lo alto y había vuelto a su estado natural lo envolvía con sus rayos dándole un cierto brillo entre demoníaco y angelical. El Príncipe se acercó cauteloso y su caballo miraba atento a ese bulto que a medida que se acercaban tomaba forma humana.

 

El jinete desmontó, desenvaino su katana y lentamente se acercó. Al no ver movimiento alguno envainó nuevamente. Se arrodilló y volteó al demonio que estaba totalmente inconsciente. Levantó su espalda haciendo que quedé sentado y miró su rostro. Al mirarlo quedó perplejo.

 

-Eres tan parecido a Wufei sin sus ojos rasgados y sin su trenza.- La luna le daba un toque especial a ese rostro que denotaba tristeza y dolor. Milliardo acercó sus labios a la frente de ese demonio y lo besó. Su corazón se llenó de tristeza y no pudo más que abrazar a esa criatura que lo único que reclamaba era protección. Tuvo la necesidad de abrazarlo más fuerte aun.

 

-Te llevaré al campamento pequeño ángel oscuro.- Lo levantó en sus brazos. Su caballo sin que su amo lo llamará se arrodilló ante él y este acomodó a su protegido en la montura, montó a su vez. Tarkist se levantó y comenzó a caminar tranquilo hacia las tiendas…

 

Continuará...

Notas finales:

¡Agradecimiento a quien me lee! Espero que les guste este capítulo.

 

Un abrazo enorme y gracias. Quiero sus rewius


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