¡Tarde de pececitos con Nadu!
Sasuke estaba a punto de levantar su bonito puño y estamparlo en la cara del rubio, porque lo estaba volviendo loco; y de paso se desquitaría también con él, por provocar que sus hijos se pusieran en su contra, siguiéndole la corriente, y eso, por supuesto, era algo que no podía tolerar, como siempre.
– ¡Cállate idiota! No iremos a ningún lado.
– ¿Por qué no? –refunfuñó–. Vamos teme, los niños también quieren ir.
–Dije que no –sentenció, siendo esa su respuesta final, para después continuar lo que estaba haciendo, que, básicamente consistía en revisar unos informes mientras Naruto jugaba en la sala con los niños, porque, precisamente ese día había decidido llegar de sorpresa a su casa.
– ¡Bien! –Le escuchó bufar–. Sigue con tu cara de estreñido constipado, haciendo tu aburrido trabajo. Nos vemos más tarde.
Sasuke no pensaba prestarle atención porque generalmente Naruto decía lo mismo siempre, y luego no se marchaba; sin embargo, la última frase que le escuchó decir, le hizo sospechar:
–Me llevaré tu auto.
Y es que, ¿quién se llevaría el auto de otra persona teniendo el propio en el mismo lugar?, por supuesto, Sasuke enseguida dejó sus documentos sobre la mesa del comedor y se acercó a la sala solo para ver como Naruto empacaba algunas cosas de los niños y luego avanzaba hasta la entrada de la casa.
– ¿Qué crees que estás haciendo? –cuestionó rápidamente.
–Lo que estás viendo –respondió cortante, disgustando más al menor.
–Naruto –advirtió éste, manteniendo un bajo e irritado tono de voz.
–Nos vamos al acuario, te lo dije –resopló mientras tomaba a Yusuke en sus brazos–. Contigo o sin ti.
– ¡Naruto! –bramó Sasuke sobresaltando a los niños–. No tienes el derecho ni el permiso para sacar a mis hijos y llevártelos, ¿quién te crees? –cuestionó.
Y Sasuke supo que, aunque pudiera tener razón, sus palabras no habían sido las correctas (hasta cierto punto), luego de ver como la espalda de Naruto se erguía totalmente rígida y tensa, y se quedaba en esa posición por unos cuantos segundos.
–Tienes razón. Lo siento, no debí –murmuró finalmente–. Lo siento bebé, otro día será, ¿de acuerdo?
Pese a que estaba empleando un bajo tono de voz para hablar con el pequeño, a Sasuke le fue posible escuchar lo que le decía solo por encontrarse a una mínima distancia de ellos. Escuchándolo, el menor creyó que Naruto solo se iría sin más, pero no fue así. Antes de marcharse, se volvió para mirarlo.
–Sé que estás muy ocupado, que el trabajo te exige bastante tiempo, pero es fin de semana y generalmente te la pasas encerrado aquí con los niños. Al menos sal con ellos de paseo, de vez en cuando ¿sí?
Finalmente, Naruto acortó la distancia y besó brevemente sus labios como despedida.
–No trabajes hasta tarde y menos, te saltes las comidas. Duerme bien, te ves muy agotado y tienes ojeras. Llámame cuando tengas tiempo, ¿vale? Nos vemos después.
El rubio salió silenciosamente, incluso cuando cerró la puerta, el sonido fue mínimo. La sorpresa llegó cuando Yusuke rompió en un estruendoso chillido, sobresaltando no sólo a Sasuke, sino también a su hermana, que se encontraba jugando cerca.
– ¡Nadu! –gritó el pequeño, empezando a gatear, siguiendo el recorrido por el que Naruto se había marchado–. ¡Nadu!
Sasuke sintió que su estómago se apretaba al ver la reacción del pequeño, así que se acercó rápidamente a él y lo tomó entre sus brazos, encaminándose de paso, a la puerta, a la espera de encontrar todavía a Naruto, porque, sabía desde ese preciso momento, que todo el trabajo había pasado a segundo plano y que ahora, aquella tonta salida al acuario, era lo más probable. Solo que Sasuke no esperaba encontrarse al rubio, recostado en su auto, frente a su casa, con una enervante pose de suficiencia y una divertida sonrisa adornándole el rostro, como indicándole que, en cualquier momento él saldría en su búsqueda.
– ¿Ya nos vamos? –Se atrevió a preguntar el mayor, mientras se acercaba con cierta rapidez para tomar al pequeño pelirrojo en sus brazos y consolarlo.
–Tú…
–Ah, ah, nada de palabras feas frente al niño –interrumpió Naruto, aún con aquella sonrisa que tanto enfurecía al Uchiha.
Sasuke bufó, se dio media vuelta y regresó al interior de la casa, siendo seguido por Naruto.
–Esta será la última vez que hagamos algo así. No te permito que…
–Ay, ya –le interrumpió–. Siempre estás diciendo lo mismo y terminamos haciendo lo que digo; deja de quejarte ¿sí? Que no te hace daño salir a distraerte. Además, es bueno para los niños… Y deja de refunfuñar y quejarte, que también te estás pareciendo a uno.
–Cállate dobe.
Una vez en el acuario, Sasuke tuvo que admitir, que había sido uno de los peores recorridos que había hecho en su vida. Naruto había encendido la radio y se había puesto a cantar una gran mayoría de canciones que ni él sabía que existían, después, había puesto uno de esos cd infantiles que Sai había comprado para los niños, y ¡había cantado todas las canciones! Divirtiéndolos, menos a él, que estuvo tentado a detener el auto y bajar al rubio a patadas. Y no sabía qué había sido peor, si Naruto cantando o Naruto actuando como un pequeño de diez años que visita por primera vez un lugar como esos. Y si aún no estaba contento, tenía que agregarle las innumerables peticiones del rubio, para que le tomara fotografías, incluso hubo una en la que él salió, siendo obligado por el doctor obviamente. Pero no todo había sido malo para Sasuke, una de las mejores partes fue cuando estuvieron en la sección de criaturas extrañas y que viven en aguas profundas; el susto que se llevó Naruto cuando la proyección mostró a uno de esos extraños y aterradores seres, fue la mejor, logrando que unas cuantas carcajadas salieran de su boca, asombrando tanto a Naruto, que hasta el mismo doctor terminó alegrándose por hacerlo reír.
–Creo que esa fue la primera vez que te vi así –murmuró el rubio cuando decidieron descansar–. Pareces más relajado.
–Tu reacción fue única, ni siquiera los niños se sorprendieron tanto. Eres una gallina.
–Estaba desprevenido y me sorprendió un poco –murmuró, intentando defenderse.
– ¿Un poco? Naruto, gritaste tan fuerte que todos se nos quedaron viendo y se echaron a reír.
–Tan poco fue tan malo, tú también lo disfrutaste y es lo que más podría importarme. Me alegra.
La cálida y risueña expresión que le dedicó el rubio tras ésas palabras, lograron que una minúscula sonrisa asomara en sus labios, antes de acortar la poca distancia que los separaba para sumirse así, en un corto beso, que duró lo que sus pequeños tardaron en darse cuenta y empezaran a gritar la palabra ‘beso’ con rebosante alegría.
Que tortura había tenido que soportar, solo para ver las brillantes sonrisas en los rostros de sus pequeños y Naruto, cuando ingresaron por el enorme túnel de cristal, apreciando una gran cantidad de especies marinas; una de las mejores escenas que sus ojos habían presenciado nunca, y que guardaría para siempre. Había valido la pena escuchar la horrible voz de Naruto mientras cantaba, había valido la pena pasar la vergüenza de estar con tres en vez de dos niños, y había valido la pena dedicarles el tiempo solo a ellos; tanto que, sin duda, ese sería uno de los mejores días de su vida. Porque a veces las pequeñas pausas en las rutinas te llevan a descubrir grandiosos tesoros, y eso, también forma parte de las razones para amar que existen en la vida.