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~Ra´s Al-Ghul`~ por Paxito

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Notas del capitulo:

 

Holiii

~ Santuario~

4 meses antes.




Sería una mentira decir que su presencia ahí no le había sorprendido. No era para menos, un golpe más fuerte y la puerta se hubiera hecho añicos. Además la abrupta interrupción había provocado que el aire - por demás caliente- dispersara los papeles que hasta ahora había estado leyendo con toda tranquilidad. Por el otro lado, el recién llegado tenía los ojos abiertos con asombro a lo que siguió una pequeñísima sonrisa apenada.

- Sirius…
- Hola Algol, que sorpresa.

El aludido claudicó en lo que debía de hacer: Irse lo más digno posible o fingir que nada pasaba con el. Al final, optó por ayudar en recoger todo el desastre que había ocasionado y que Sirius ya con calma había empezado a acomodar sobre la dura cama en donde había estado sentado antes de la interrupción. No parecía molesto, más bien parecía un tanto somnoliento. - Pensaba que esta cabaña estaba vacía. .

El santo de plata de Can Major sonrió apenas - Yo también.

Era de esperarse que ambos se sorprendieron de la presencia del otro. Era una cabaña que, en teoría, estaba en desuso hasta el retorno de sus camaradas de plata. Sirius había sido el primer caballero de plata en obtener su armadura, aunque no era muy mayor de edad; su rostro alargado, barbilla plana, así como las muy marcadas ojeras y nariz alargada le daba un aspecto de alguien de mucho más edad. A Algol le agradaba: era serio, disciplinado y de una fuerte presencia. Sin embargo, observó en cada papel que recogía, lo había sorprendido leyendo diversos periódicos distribuidos alrededor de él.

Estos estaban prohibidos en el Santuario. Sin embargo Sirius no parecía preocupado al ser descubierto por esa pequeña falta, aún sabiendo de que Perseo era un maniático por las normas. De hecho, con respecto a eso y a muchas cosas, el joven saudí era una persona cerrada, por no decir completamente inflexible. Pero, estaba seguro que en esa ocasión lo pasaría por alto, sobre todo cuando lo escuchó gruñir y luego suspirar cansinamente.

Claro que tenían permitido bajar al pueblo a leer las noticias, incluso si ya habían obtenido armaduras, podía hasta ver t.v. y la radio. Ellos más que nadie tenían la obligación de conocer el mundo que protegerian de ahora en adelante, sin embargo estaba completamente prohibido llevar todo eso al refugio sagrado.

- Me gusta leer en silencio - se adelantó al notar aquella mirada inquisitiva que le caracterizaba a Perseo. - ¿Y qué me dices tu…? me parece que este no ha sido uno de tus mejores días...

Tras un suspiro especialmente largo, el joven de cabello color arena se levantó y se acercó al fondo de la vivienda. - Me preparo... - esa fue su seca respuesta y Sirius notó que se había parado frente al lavamanos y una cubeta llena de agua. - ...tengo una audiencia con el Patriarca.

Eso no era de extrañarse. Pensó el Can Major. Cada uno había pasado alguna vez al salón del patriarca para ser reconocido por él; para el otorgamiento de tareas,de misiones o encomiendas. Aún así, eso no explicaba la presencia de Algol ahí.

- Y… - comenzó, acomodando todo los periodicos a su alrededor, - …¿acaso tu no tienes una cabaña que compartes con Babel …?

El gesto de Algol se ensombreció, la tensión de su cuello marcaban las venitas de este. En ese instante había tenido el brazo extendido en camino a la llave de agua pero se había detenido por la mención de Babel, el centauro.. Su silencio no hizo más que acrecentar la curiosidad del mayor.

- Con suerte no volveré a dormir en la misma cabaña - gruñó abriendo el grifo del lavamanos y dar inicio el wudu* ritual, cosa que solía hacerlo sin que lo vieran. En teoria debía estar en un estado sereno. Ahora no lo estaba, en absoluto - ...no después de que él y Dante...estuvieran...

“Babel y Dante estuvieran…” repitió Sirius en su mente, observando casi en trance a Perseo asearse con calma, primero las manos, tres veces, como si fuera un cirujano prepararse antes de una operación a corazón abierto. Ahora entendía cuando se burlaban de Perseo cuando se tardaba en el baño.

“Babel y Dante…”

Lo comprendió.

- No dejaron, acaso, la marca?

Algol se detuvo un instante de sus abluciones, giró la cabeza empapada hacía su compañero mirándole con el ceño fruncido - ¿ Marca? ¿Qué marca?

“No, no la vió, pensó Sirius “ muy probable no sabe nada sobre el avanzado sistema de encuentros clandestinos que se daban en el santuario”. Prudentemente, Sirius no se rió, aunque tuvo que morderse un momento los labios para controlarse.

- Ya sabes, para indicar que estaban ocupados. El zapato en la entrada? ¿el peto de entrenamiento? ¿no? ¿nada? - Algol lo veía como si le explicaran alguna teoría de física cuántica muy complicada que diera origen al origen del cosmos. El alemán, cerró los ojos encogiéndose de hombros.- Por qué siempre me toca ser él quien le dice a los niños como nacen los bebes?

La mirada furibunda de Algol desprendió un brillo como los ojos medusa antes de convertir a la gente en piedra. Claro que sabía cómo nacen los bebes. Tampoco le era desconocida la practica sodomita, tan prohibida y castigada en su país de origen. Ser homosexual en su país significaba morir. Una trágica y lenta muerte por hacer lo que felizmente hacían, esos dos mastodontes, en su cama.

!Su cama!

Contenido como siempre, Algol prosiguió entre murmullos que no eran más que, comprendió Sirius, rezos en árabe.

- Eres muy religioso verdad? Por un momento se me olvidó que eres el chico que reza. - comentó Sirius, encontrando eso muy divertido e incomprensible. Que en el Santuario aún hubiese personas así.
- Rezo para no tener pesadillas después...

Tardó en comprender que había dicho una broma. La larga sonrisa de Algol empapada aún lo confirmaron, aunque más que sonrisa era una mueca. Sirius arqueó la cejas y luego río un poco, solo un poco - Dímelo ami, comparto cabaña con Dante. Su trasero peludo no es la mejor visión al despertar ni antes de dormir...ni nunca..

Pudo haber reído también, pero las imágenes de aquellos dos musculosos hombres enredados con piernas y brazos, devorándose a besos mientras se movían fieramente como si se quisieran destruirse entre sí, gruñendo como bestias en celo, bañados en sudor que se evaporaba por el calor que Babel desprendía de su cuerpo. Todo eso volvió a el ante la mención del “peludo trasero de Dante”

Quizá hubieran pensando que él y Babel serían buenos compañeros al ser ambos originarios de países musulmanes. Países que se encontraban en guerra constante. Quizá pensaban que si los juntaban darían un mensaje que claramente enfatizaba que en el Santuario no importaba tu origen, al momento de portar sus armaduras todos eran hermanos.

Pero ambos eran muy diferentes entre sí. No es que se llevaran mal, pero desde que Babel le había propuesto “darle calor”, Algol prefería mantenerse alejado del iraqui. Aún recordaba su sonrisa divertida ante su gesto de asco.

Lo enfurecía. Le avergonzaba. Esas eran cosas que no soportaba y perceptivo Sirius lo notó, así que solo rodó los ojos y suspiró. Algol de nuevo se movía dentro de la cabaña, viendo con atención un vació muro de madera, mientras controlaba su respiración que empezaba a agitarse por el enojo.

- Tu qué haces?. - preguntó Sirius sin contener su curiosidad.
- Ya te dije, vine a prepararme.
- Ah...claro, fabuloso.

Iba a preguntar a qué se refería hasta que lo vió hincarse frente al muro. Pero no era frente a este, recordó. Rezaba al oeste, en dirección a la kaBa**.

- Se me olvidaba, eres el hombre que reza. - murmuró extendiendo su periódico y leyendo en silencio. No sin antes intercambiar miradas entre el papel y el buen formado culo de perseo que se marcaba cada vez que se inclinaba.

Lastima que fuera un hombre tan cerrado.

*****
~Salón del Trono~

Desde su trono, el Patriarca Arles escuchaba los informes enunciados por un pequeño hombrecillo tuerto llamado Gigas. ¿Quién podría imaginar que aquel era el jefe del estado mayor del Santuario?. Sin carisma, sin poder, pero, eso sí, bastante eficaz en la aburrida burocracia y manejo de la tecnología como ningún otro. No se negaba que el Santuario era un sitio conservador en la mayor parte de su conformación y estructura, más no eran ajenos al mundo. Ni de sus guerras, ni de sus problemas actuales. Ni mucho menos a sus avances tecnológicos. Arles estaba satisfecho de que su paciencia por fin brindará frutos.

Pronto, muy pronto, todo el mundo sería suyo. En sus manos, bajo su mandato, los hombres estarían a salvo y libres de “Los Olímpicos”. De aquellos caprichosos dioses que gustaban jugar con ellos; con los humanos y sus destinos. Matándolos solo por malsana diversión, como lo haría un niño a una fila de hormigas. Con el, cada sacrificio tendría un por qué. Con él, serían libres.

Ahora todo iba según el plan. Los candidatos a Santos de Oro ya había obtenido sus armaduras y justo ahora, empezaban a llegar los jóvenes portadores de las armaduras de plata.

- Hemos empezado a conseguir a los candidatos por las armaduras de bronce mi Santidad, chicos provenientes de varias orfanatos en el mundo… África, Medio Oriente, India, América, Europa… - la gangosa y chillona voz del anciano tuerto le irritaba de sobremanera, en parte sabía que esto se debía al miedo que reflejaba. Gigas por su parte tragó saliva con dificultad antes de continuar - La fundación Galard de los Kido es la única que nos ha impedido abarcar por completo Oriente, pero es cuestión de tiempo, mi señor. Tendremos caballeros de todas partes del mundo, se lo aseguro.

Temerosamente, se atrevió a alzar la mirada. Silencio. De esos en que te hacen envejecer a traición. ¿Estaba molesto con él?. Los ojos rubíes de su máscara que brillaban por el reflejo del fuego de las antorchas del lugar, no le indicaba nada.

Galard. Graude. Ese fue el primer momento en que Arles oía sobre esa fundación oriental. No lo olvidaría, pero tampoco le prestó real importancia a ese hecho. Los japoneses era una raza inferior, el tener caballeros de esa pequeña isla o no, no causaría una verdadera diferencia. Sin embargo, no le gustaban los cabos sueltos, no podía permitirlo.

- La próxima vez que hablemos... - su voz ronca resonó por los muros de mármol del salón del trono, provocando que el anciano se tensara y temblara - espero que ese problema haya sido resuelto.

- S-sí, señor…- tartamudeó, el patriarca movió los dedos, tamborillando estos mientras esperaba impaciente el siguiente tema a tratar - Santidad… otra cosa más, el santo de Perseus espera por su audiencia, tal como usted lo ha ordenado.

“Perseo”.

Arles-Saga asintió con un movimiento de su cabeza. Aquel había sido uno de los primeros caballeros de plata en llegar al Santuario. El primero en obtener tan importante título había sido Sirius, el Can Mayor. . Lo habían seguido , Albiore, Cristal, Cerberus y Centaurus. Perseus, Perseus, se repetía, una constelación importante, un personaje en las leyendas de extraordinario valor y fortaleza. Bendecido por Athena y Hermes y, sobre todo, poseedor del Gorgorion sagrado en su escudo. Tenía que tener cuidado con él. Su poder lo tenía sin cuidado, pero bastaba con ver documentos antiguos para darse cuenta que Perseo gustaba de chicos de fuertes convicciones idealistas y con un claro sentido de justifica. Arles no quería justicieros ni héroes en sus tropas. Quería soldados que le obedecieran ciegamente. Por eso era importante e indispensable conocer a cada uno de ellos.

- Bien, hazlo pasar…¿Cómo se llama Perseo?
- Argol, mi señor. Argol de Perseo- había pronunciado mal su nombre, en otra ocasión Arles le hubiera provocado un dolor inimaginable por esa falla tan grave. Argol era una gran y abismal diferencia a Algol. Sin embargo, aquello también captó su atención.

“Vaya, vaya”...

- Según los reportes, el candidato más fuerte para la armadura de Perseo era un joven llamado Mirfak. Valiente, honorable, pero quizá un tanto impulsivo. Y sin embargo quien había obtenido la armadura había sido Algol. Gigas le había facilitado su archivo, y con solo verle un instante empezó a recordarle. Tenía claro qué clase de misión le correspondía. Algol, el demonio.

Sus cavilaciones fueron interrumpidas por el sonido de los pasos metálicos acercándose , lentamente, con calma. Eran pasos fuertes, seguros de sí mismo. Aquello le ayudó a darse cuenta de qué clase de hombre era.

- Adelante Perseus. Acércate.

No importaba el temple que uno poseyera: estar frente al Gran Patriarca del Santuario, el líder de los 88 caballeros y portavoz de Athena, siempre era algo intimidante. Mas él no demostró su total asombro, sus nervios y los múltiples estremecimientos que amenazaban con hacerle caer. Antes de llegar a la escalinata, Algol se hincó ante el mayor sumisamente.

- Algol de Perseo, a sus ordenes, su santidad.

Nadie podría imaginarse que aquel hombre alto y fornido fuese árabe. Poseía ojos opacos grises como la piedra y cabello castaño cenizo, su piel si bien no era pálida, no poseía el color tostado de los oriundos de la península arábiga, ni sus rasgos caracteristicos. Sin embargo el acento marcado y algunos gestos lo delataba como un hijo del desierto. ¿Cuántos huérfanos había dado medio oriente al santuario tras las guerras?. Eran ellos quienes habían demostrado ser los soldados más fieles. Conocen el sufrimiento, conocen la maldad del hombre y sobre todo: están determinados a sacrificarse. Arles comprobó por sí mismo que aquel caballero poseía un cosmo diferente a otros caballeros de plata, pero ¿en qué radica dicha diferencia?. No era una cuestión cósmica, era algo más extraño.

- Perseus. Athena ha dispuesto para ti una misión de suma importancia que solo tú, estoy seguro, podrás llevar a cabo - notó entonces como, muy levemente, Algol fruncía el ceño, su cuerpo se había puesto tenso cuando alzó la mirada. Arles internamente sonrió. “ERA ese tipo de hombre” - Tengo entendido que tu eres saudí, ¿me equivoco?.

El Arabe bajó la cabeza, asintiendo con un leve movimiento de cabeza.

- Si, es cierto, su santidad. Nací en el desierto de Rub´al Khali* en las caravanas de los beduinos* - contestó el chico con firmeza marcial, como si estuviera acostumbrado a rendir cuentas concisas y claras. El patriarca, movió sus dedos, tamborillando el dedo índice sobre el la cabeza labrada de un demonio en el descansabrazos de su trono. Por minutos con sabor a horas solo ese sonido los acompañó, lo cual inquietó a Algol.

“Debí limitarme a decir solo Si o ser más específico?” se preguntaba ansiosamente.

- Tu eres el chico de las oraciones ¿verdad?. - extrañado por ello, Perseo volvió a alzar la vista y luego volvió a asentir nervioso, ¿para que negarlo?. Pero, ¿eso que tenía de importancia? - Todas las mañanas, a la misma hora, corres 67 km alrededor del santuario y al llegar en lo alto del peñasco, rezas por casi 23 min. Vuelves a repetirlo 4 veces más durante todo el día. - hizo una pausa para verle. Perseo permanecía inmóvil y aparentemente inalterable, pero se había puesto más tenso - Pallas Athenea. Cuando la he mencionado, tu cuerpo se tensó. ¿Estas conciente que portas la armadura por designio divino de ella? ¿Estas conciente que al portar a Perseus estas entregando tu vida a la diosa virgen? SI yo te pidiera entregar tu vida por ella, no es por tu dios a quien has de dedicar tus pensamientos, sino a ella. ¿eres consciente de ello, Perseus?

Era eso. Por eso aquel hombre era el patriarca, pensó el chico y comprendiendo su preocupación. ¿y como no?

Algol era un musulmán devoto a primera vista, y en el Islam prohibía tajantemente adorar a otro dios que no fuera su dios Alláh, era la base en la que se sustentaba su religión. Sometimiento a Dios y a su designios. Ser caballero elegido por una diosa femenina, atentaría contra todo lo que el chico creía.

Mirfak***, no había mostrado rastro de sus antiguas creencias. Sin embargo Algol seguía con sus prácticas, cosa que los demás no veía bien. Cosa que causaba, con toda razón, desconfianza sobre a quien depositaba su fidelidad.


- Le aseguro - habló, rompiendo el silencio - Mi fidelidad está con Athena, con el Patriarca y el Santuario. Mis prácticas religiosas poco tiene que ver con mi deber, mi señor.

De nueva cuenta, Arles tamborilló sus dedos sobre el descansabrazos y luego se levantó de su trono. Con la larga túnica blanca al ras del piso, caminó lentamente hacía Algol. Parecía que flotaba, sus pasos eran apenas perceptibles. Era como un fantasma, llegó a pensar el árabe, manteniendo la mirada baja, sin atreverse a alzar el rostro ahora que el sumo sacerdote estaba a su lado, cubriéndolo con su sombra.

- Creeré en tu palabra. Algol. - el chico no estaba seguro si esa afirmación debería hacerlo sentir mejor o no - Dime, Perseus, ¿estás al corriente de la situación en Arabia Saudita?

En el suelo, la sombra que proyectaba el sumo sacerdote era larga y terminaba en las diabólicas alas de su yelmo. No sabía si su mente le estaba haciendo una mala broma al percibir que no era una sola sombra en el piso, eran dos. Perseo, asintió a su pregunta desviando su atención a otro punto.

- Es una monarquía Absoluta con la ley Sharia* . También se estableció el wanabismo como religión de gobierno. Actualmente tiene relaciones conflictivas con Irak

Arles, Saga pareció gruñir, aunque la verdad es que estaba riendo. Siguió caminando, primero a un costado del caballero luego al llegar a su espalda se regresó para retornar al trono.
Medusa mantenía los ojos cerrados en la espalda de Algol.

- ¿Qué sabes de los Ifrit? .

Medusa pareció sisear. Y Algol palideció, tembló ante aquella mención, tuvo que alzar la mirada hacia Arles que volvía a sentarse silencioso en el trono. Esperaba una respuesta, así que volvió a controlarse a sí mismo para responder sin que el temblor de su voz lo evidenciara. El los conocía.

- Son una clase de yinn, mi señor patriarca, popularmente conocidos como Genios. Seres de gran poder. Pero para los árabes son llamados Ifrit. Según la tradición, fue la primera raza creada por Dios, directamente de su vaho. No les agradamos, más cuando el hombre aprendió a dominarlos. …- explicó el chico . - Se dice que el rey Salomon, encerró a los Ifrit que se oponían a la ley divina, junto a varios demonios. Los demás, viven entre los hombres, invisibles.

Tenía un mal presentimiento de todo eso. Y así fue. O peor aún.

Los hombres del rey, han encontrado a Iblis, el Ifrit más poderoso y malévolo. - explicó Arles, notando como Algol aun con la mirada baja, abría los ojos con temor - Tu misión, Algol, es evitar a toda costa que despierten a Iblis. Tienes que reforzar el sello que lo mantiene dormido o todo estará perdido. Demuestra tu fidelidad y lealtad a Athena. Sella a Iblis y traelo al Santuario, ¿entendido? .

Frente a Algol apareció un papel con letras griegas que decía Athena. El patriarca le explicaba que aquel sello tenía el poder divino de la diosa, lo cual ayudaría en su encomienda. Perseo aceptó sin titubear, partiendo de inmediato a la misión. Arles sonrió detrás de su máscara.

“Has mandado a Perseo a una misión suicida”

- Ra´s Al Ghul. - murmuró, hablando consigo mismo - La cabeza del demonio. Medusa. Estábamos tan seguros que Mirfak sería Perseo...en realidad si estaba destinado a serlo. Pero esta vez, Medusa ganó. Esta misión no es para alguien como Perseo….para enfrentar a un demonio, necesitamos a otro.

Saga dentro de el, en su mente. Suspiró. Comprendía a qué se refería. Mirfak era el nombre de la estrella ALpha de la constelación de Perseo, representa su codo. Y Algol era la estrella beta. La estrella del demonio. Representaba a Medusa.

- Probablemente después de la misión, el chico nunca más vuelva a orar.

“Es lo más probable” dijo con tristeza.

*************

Notas finales:

Si leen acá es por que fueron valientes y llegaron acá sin dormirse XD. Se los agradezco :llora: En fin, este episodio lo hice por quería usar más a Algol jaja, pues total que por eso empecé el fic.

Veamos, notitas:

El wudu, es la practica de ablución que se hace antes de rezar el bismallad los musulmanes. Se lavan las manos tres veces, luego hacen buches en la boca, se lavan la nariz, destras de la orejas, mojan sus cabezas, y luego lavan sus pies. Todo muy solemnemente

Mirfak si existe, es el heredero de Perseo y sale en Saint Seiya Omega. Aqui lo hice aparecer antes. :v y ya lo maté buajajaja.

La Kaaba es la Meca. Y cuando los musulmanes rezan, no importa donde estan, deben hacerlo en su dirección, hacia el oeste. Según el Islam, se debe rezar un total de 5 veces al día.

Rub´al Khali es el desierto al sur de la peninsula arabica.

Beduinos son pastores, o nomadas del desierto. .

La Ley Sharia es el cuerpo de Derecho islámico. Constituye un código detallado de conducta, en el que se incluyen también las normas relativas a los modos del culto, los criterios de la moral y de la vida, las cosas permitidas o prohibidas, las reglas separadoras entre el bien y el mal.

El wanabismo es la forma más radical de interpretar el islam.

Y bueno...creo que es todo. Disculpen los dedazos y de nuevo gracias por leer.

 


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